C68: El secreto de Renato.
-¡Dan!-espetó Christopher abriendo la puerta principal de la residencia.
-No...soy Camila.-respondió la pelinegra mirándole un breve segundo.
-Ah, pasa Cami. Lo siento, yo...pensé que eras...ella....-Camila miró al chico y el corazón se le encogió. ¡Estaba sufriendo! Se sentía tan culpable por no poder decirle que acababa de estar con Danna.
-No te preocupes, Chris. Ella va a volver en algún momento, te lo aseguro.-Christopher levantó la mirada y la observó un momento.
-¿Cómo estás tan segura de eso? ¡Danna nos odia! No creo que vuelva jamás-suspiró-Dejó todas sus cosas en su habitación, lo único que se llevó fueron las cosas que trajo del orfanato-Camila negó un poco.
-No los odia, Christopher. Solamente está herida y confundida, y puede que haya tomado una mala decisión al irse de la casa pero va a volver. La conozco-él la miró un minuto y Camila esperó que él no notara como sus piernas estaban empezando a temblar.
La mirada castaña de Christopher la ponía nerviosa. Él la estaba mirando tan fijamente que por un segundo pensó que podía ver a través de sus pensamientos.
-Espero que lo haga pronto-murmuró finalmente.-¿vienes a ver a Zabdiel?-preguntó.
-No. En realidad vengo a ver a Renato-respondió la pelinegra.
-¿Sabes algo de Danna?-ella negó de inmediato y pudo ver la decepción plasmada en las pupilas del chico-Ah...Renato está en su despacho...
-Ánimo, Chris. No puedes rendirte a la primera, tienes que seguir siendo el mismo Christopher de siempre, Danna no puede verte así-le ofreció una pequeña sonrisa que por un segundo el ecuatoriano sintió como un pequeño rayo de esperanza iluminaba toda la soledad en la que había estado viviendo los últimos tres días.
Pasaba el día entero aislado en su habitación o sentado en la puerta de la habitación de la chica. Los chicos pasaban algunos pequeños lapsus de tiempo haciéndole compañía, tratando de animarlo pero parecía que nada de lo que ellos hacían era suficiente para él.
-Yo...creo que si estoy siendo demasiado paranoico, Danna debe estar ocupada por eso no me atiende las llamadas ni me responde los mensajes.
-Eso que sientes por ella se llama; amor. No puedes negármelo, Christopher. Eres mi hijo y yo sé de estas cosas. ¿Te asusta sentirlo, Christopher?
-Sí, me aterra sentirlo, mamá. Sé muy bien que la amo pero también me da mucho miedo lastimarla, he escuchado que las personas dicen que el amor...puede destruirte también.
-Sí, el amor puede aliviarte o destruirte Pero mi amor, el amor también es el sentimiento más hermoso que una persona puede sentir, sé que aun eres muy joven como para comprenderlo, pero algún día vas a hacerlo, Chris. El amor te hace hacer cosas por otras personas que jamás pensaste que podrías ser capaz de hacer, te hace querer entregarte por completo confiando ciegamente en tu pareja. ¿Eso es lo que te pasa, no?
-Sí.
-Estás enamorado, mi amor. Completamente enamorado.
...
-Creo que tienes razón-murmuró limpiándose una pequeña lágrima que acababa de escapar de su ojo derecho.-Te acompaño con Renato.-ofreció señalando el camino al despacho del hombre.
-Por favor-respondió la chica.
(...)
Renato tenía la mirada perdida en el adorno de plata encima de su escritorio. Todavía no podía terminar de creer que todo se le había salido de las manos, esos chicos estaban sufriendo y todo era culpa de él. Si tan sólo hubiese hablado con los seis desde el principio, nada de eso hubiese pasado. Todos estarían completamente felices y él no sería el responsable de la infelicidad de seis personas.
Todavía podía recordar la primera vez que había visto a Danna Silvetti.
La chica estaba sentada en el jardín de la casa hogar, acompañada por una pequeña niña rubia que la miraba llena de admiración, él se había detenido un breve momento para contemplarlas, la muchacha castaña le leía un libro a la pequeña y de vez en cuándo hacía pausas para mirarla o escuchar los comentarios que la niña tenía que hacer.
Ni siquiera tenía que conocerla para saber que esa chica era la descripción gráfica de la amabilidad. ¿En qué momento se le había ocurrido meterse en aquello? En el mismo momento en que había visto a los chicos ser despedidos por sus familias en el aeropuerto al comienzo del tour.
Era un sentimiento mucho más grande que él y de alguna u otra forma tenía que solucionarlo. Ricky estaba de acuerdo y hasta le parecía una magnífica idea pero Renato Francis no tenía ni la más remota idea de cómo hacer para comunicarles su nueva decisión a los muchachos. Él no era un hombre que pasaba el día entero demostrándole al resto de las personas que las quería, al contrario, hasta se podía decir que él era un hombre inexpresivo.
¡Pero era una mentira!
Y luego encontró la excusa perfecta. La fiesta del año organizada por CNCO. Lo primero que había pensado aquella mañana mientras veía las noticias y la reportera comenzaba a parlotear acerca de la celebración de los muchachos era que todos estaban metidos en un gran, gran lío.
Sabía que era una locura pero era una muy buena idea. Era una buena forma de ocultar que en realidad adoptaba a Danna porque quería tener una hija, porque quería sentir lo que era ser padre, lo que era tener a alguien que dependiera de él. Alguien a quién proteger, a quién reprender cuándo hiciera algo malo, alguien que lo llamara papá, porque él quería ser padre.
En su momento había sido la idea más ingeniosa que había tenido en mucho tiempo pero ahora ya no le parecía tan buena opción.
Un par de golpes en la puerta lo hicieron apartar la mirada de los tres péndulos que se golpeaban entre sí siguiendo una frecuencia, miró la puerta de caoba y se aclaró la garganta.
-Adelante-anunció y luego Christopher y Camila quedaron a su vista-Cam, ¿pasa algo?-preguntó mirándola.
-Sí, de hecho Renato, pasa mucho-espetó la chica sin apartar sus ojos marrones de él.
-¿Has tenido contacto con Danna?-cuestionó de inmediato.
-Eh, no. Pero descubrí algo totalmente increíble-aseguró sintiéndose orgullosa de sí misma.
Los chicos se sentaron en el par de sillas frente al escritorio de Renato y este los miró esperando a que alguno de los dos hablara. Camila se aclaró la garganta y respiró profundamente.
-¡Fue Azul!-soltó de golpe.
-¿Qué? ¿De qué estás hablando, Cami?-preguntó el hombre.
-Esta mañana fui al centro comercial a hacer algunas compras, y justo cuando salía de un local vi a Azul con Marcus Silvetti.-Christopher la miró casi con la boca abierta y se puso de pie en un salto-Al principio pensé que no estaba viendo bien, pero...no hay dudas, era ella y estaba con él.-suspiró-además, los seguí. Ellos viven juntos, Renato.
-Camila...lo que estás diciendo...eso no tiene sentido. ¡Azul vino a ofrecernos su ayuda para buscar a Danna!-masculló el ecuatoriano confundido.
-Seguro a él también le ofreció su ayuda para fastidiarla, Christopher.
-Espera un segundo...cuándo Danna y yo estuvimos de viaje en México, Azul vino a dejarle un regalo de navidad... y el expediente de adopción de Dan desapareció de mi escritorio, Noah dijo que no la dejó pasar, pero de algún modo ese expediente tuvo que haber salido de la casa.
-¿Estás queriendo decir que fue Azul todo el tiempo? ¡Pero ella y Danna son amigas!-espetó el muchacho
-¡Esa amistad jamás me gustó!-murmuró Renato cruzándose de brazos.
-¡No eran amigas, Christopher! Azul gustaba de ti y heriste su orgullo cuándo decidiste estar con Danna.-le informó la pelinegra y el corazón del chico se aceleró.
-¿Qué?
-¡Ya lo sabías, Christopher! Azul moría por estar contigo, y desde que Danna llegó fue notable para todo el mundo que ustedes la dejaron de lado-hizo una pausa-en realidad no me sorprende para nada que haya fingido ser su amiga-Christopher negó.
-¿Y si ellos la tienen? ¡Azul está con Marcus!-Camila negó una vez más.
-Camila lo que estás diciendo es...gravísimo-le recordó Renato.
La chica lo miró un segundo, tomó su teléfono del bolso, buscó las fotografías y luego se lo tendió.
-Aquí está la prueba-afirmó mirándolo fijamente.
-¡Maldita sea! ¡Todo es mi culpa!-se quejó el hombre.
-¿Renato?-murmuró la chica.
-Necesito hablar con todos. Por favor llámenlos, chicos. Necesito contarles la verdad de una vez por todas.-anunció mirándolos.
-¿Contarnos la verdad? ¿De qué verdad estás hablando ahora?
-Los quiero a todos reunidos en la sala en cinco minutos-demandó sin decir una sola palabra más.
(...)
-¡Cindy!-la llamó Lucy realmente nerviosa.
La mujer apartó su mirada del suelo y miró a la chica un breve momento. Ella realmente estaba demasiado nerviosa.
-¿Qué pasa, Lucy?-preguntó en voz baja.
-¿Has visto la hora? ¡Es tardísimo y solamente falta Danna!-murmuró preocupada.
-Tranquila, Lucy. Todavía nos faltan dos horas para que la competencia comience. Esperemos que esa chica llegue.-Y ella en verdad esperaba que Danna Francis apareciera en los próximos minutos.-Axel, ¿has visto a Danna?
-No. ¿Aún no llega?-preguntó con el ceño fruncido.
-Si hubiese llegado, no te lo estuviéramos preguntando, genio-se burló Evan.
-Danna no nos dejaría en un momento así, Cindy. Tú la conoces mejor que nosotros, el patinaje le apasiona y jamás dejaría votado a todo su equipo-explicó Axel ajustándose los guantes sin dedos.
-En eso, Axel tiene razón-concedió la entrenadora.
-¡Cindy!-se giró de inmediato y su corazón latió muy de prisa cuándo vio a la castaña correr en dirección a ella.
-¡Danna! ¿En dónde demonios has estado? ¿Estás bien? Renato vino a preguntarnos si te habíamos visto en estos días, pero nadie sabía en dónde estabas. ¿Cómo se te ocurre llegar a esta hora?-la retó a toda prisa.
-Lo lamento, estos días...han sido realmente duros. Lo siento mucho, en serio-murmuró apenada.
-Bien, lo importante es que ya estás aquí-le ofreció una pequeña sonrisa que Danna no correspondió.-Las chicas ya están arregladas, así que por favor ve con Ady y Melanie para que te arreglen.-ordenó la mujer.
-Vamos, Dan. Te acompaño-ofreció Lucy totalmente aliviada.
-Eh, no.-respondió la castaña.
-¿Qué?
-Que no, Cindy.-repitió.
-Haber, Dan. Deja de jugar por favor y dame tu gafete para que te registren en la lista de patinadores.-hizo una pausa y la miró fijamente percatándose que además del gafete había algo más que le hacía falta-¿Y en donde están tus patines?
El corazón de Danna se aceleró de repente y negó brevemente. Sabía que estaba metida en un gran, gran problema.
-No tengo ni gafete ni patines.-murmuró avergonzada y Lucy soltó un grito ahogado.
-¿Qué? ¡Deja de bromear, Danna, por favor! No tenemos tiempo para bromas.-le espetó la mujer ofreciéndole una mirada reprobatoria.
-¡Es que no es una broma, Cindy!
-Danna...
-¡De verdad, no tengo patines!
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