C67: Infiltradas.

—Dime por qué demonios yo tengo que acompañarte de compras. Es tu plan no el mío—se mofó el hombre siguiendo a la pelirroja por el centro comercial.

—Primero porque las compras son para ti, no vas a creer que yo voy a probarme la ropa que tú usarás ¿cierto?—preguntó la chica como si fuese la cosa más obvia del mundo.

—¿Y por qée tengo que tener ropa nueva?—cuestionó cruzándose de brazos apenas estuvieron frente a un aparador con ropa para caballeros.

—¿Crees que en la pista de patinaje van a dejar pasar a un hombre andrajoso?—él la miró—creo que quién no está pensando realmente eres tú—ironizó—estamos hablando de la hija de Renato Francis, no iba a dejarla en cualquier lugar, y resulta que para poder entrar el día de la competencia, necesitas un pase. Y dudo mucho que vayan a darle un pase a un vagabundo—explicó mirándolo—Y ahora por favor, entra de una vez que todavía tenemos que ir a comprarlos.

—De verdad que tienes una mente tan brillante—la halagó el hombre.

—Por supuesto, por eso he llegado hasta aquí—sonrió.—Y hubiese sido la novia de Christopher Vélez si la estúpida de Danna no se hubiese atravesado en mi camino—Marcus rio.

—Tampoco puedes negar que la chica es muy bonita—Azul lo fulminó con la mirada y negó de inmediato—Heredó muchos genes de Allye—ella rio maliciosamente.

—¿Por eso intentaste matarla, no? Te la recordaba—Marcus la miró fijamente y luego negó.

—Si no hubiese sido por el cumpleaños de esa maldita niña, ninguno de los dos hubieran muerto—Azul suspiró.

—Como sea, no estamos aquí para hablar de tu hijo y esposa muertos. Así que, hazme el favor de entrar de una maldita vez y pruébate un conjunto completo.—ordenó.—Si en verdad quieres que pague por lo que le hizo a tu familia, hazlo sin reproches...

—Como usted ordene, señorita....

(...)

—Camila, de verdad que no es necesario—se quejó Danna siendo casi arrastrada por la pelinegra.

—¡Claro que es necesario!—rio.—No quisiste quedarte con un par de prendas mías, no puedes quedarte la vida entera con la misma ropa, Dan—protestó la muchacha.

—En serio, eres la mejor amiga que una persona pudiera tener—Camila rio.

—Ya lo sé, ahora por favor. Pruébate esto—pidió entregándole unos jeans de mezclilla y una blusa de mangas largas color azul.

La empujó suavemente dentro de uno de los reducidos cubículos llamados vestidores. En medio de un suspiro y aferrándose a las prendas entró simplemente.

Se miró en el espejo y se sorprendió un poco al ver el aspecto que tenía. Solamente habían pasado casi tres días desde que se marchó de su casa y tenía un aspecto horrible. Sus ojos parecían estar permanentemente cristalizados, como si en cualquier momento pudiera echarse a llorar y las enormes bolsas negras debajo de sus ojos la hacían ver como la chica más demacrada en todo Miami.

Dejó la ropa de lado y metió las manos dentro de los bolsillos de sus desgastados y viejos jeans; y su corazón se aceleró cuándo encontró aquella hoja blanca minuciosamente doblada. Se sentó en el pequeño banco de madera, apoyó su espalda en la pared falsa del vestidor y soltó un jadeo cuándo terminó de extenderla.

En la hoja estaba plasmado el dibujo que Madison le había obsequiado el día anterior, donde un pequeña niña estaba en medio de dos chicos, el muchacho con lentes hechos con dos pequeños círculos sostenía un micrófono y la chica tenía patines, que consistían en dos círculos pegados a las zapatillas. Era bastante tierno, no podía negarlo.

Sintió nuevas lagrimas acumularse en sus ojos y negó de inmediato. No podía echarse a llorar cada vez que los recuerdos le venían a la cabeza, tenía que ser fuerte y no dejarse romper cada dos segundos por todo el amor que sentía. ¡Qué ironía! Porque al fin de cuentas eso era lo que era el amor, te hacía reír o llorar, te aliviaba o te destruía.

—Danna yo...tengo que decirte algo, un secreto.

—¿Pasa algo malo?

—No creo que sea malo.

—Entonces cuéntame el secreto de Chris.

—Nosotros nos conocimos hace más de un mes, casi dos para ser exactos...hemos pasado muchísimo tiempo juntos y yo...ahí, es demasiado difícil de decirlo Dan...es que yo...me gustas, Danna, no, no me gustas, me encantas...

—¡También me gustas, Chris!

—¡Repítelo de nuevo.

—¡También me gustas, Chris!

—Te quiero, Danna.

—Te quiero, Chris...

...

—No estoy entendiendo.

—Que quiero estar contigo, Dan. Quiero amarte en cuerpo y alma, quiero pasar el resto de mi vida contigo, no me importa nada de lo demás. Pero quiero que sepas que te amo incondicionalmente, que eres la persona más importante para mí.

...

—Ahora que estuve en México, Mariana me dijo que tengo que ser alguien realmente importante porque Renato no es el tipo de hombre que muestra sus sentimientos, no hablar de verlo siendo padre...

—Sea como sea, siempre tienes que recordar que Renato te quiere muchísimo. Y nosotros también...

...

—Esto es muy injusto.

—¿Por qué?

—Porque yo estoy medio vestido y tú tienes la ropa intacta.

—¡Eres una pervertida!

...

—¿Estas completamente segura que quieres hacerlo, Dan?

—Sí.

—¿Completamente segura?

—¡Hazlo de una bendita vez, Christopher Vélez!

...

—¿Estás listo para mi presentación?

—Estaré en primera fila gritándote que eres la mejor patinadora sobre la tierra, que te amo y que quiero que me hagas muchos hijos.

—¿Qué?

—Eso es lo que nos gritan las fans en los conciertos, y déjame decirte, cariño. Que me declaro tu fan número uno, no existe otro fan que te amé tanto como yo. Así que como buena ídolo que eres, cumple el sueño de este fan que es tuyo y bésame.

—¡Eres un loco!

—¡Pero soy tu loco!

...

—Nuestra relación se construyó a base de una mentira, jamás debí haberle pedido que fuera mi novia.

—¿Estas arrepintiéndote de haberla hecho tu novia?

—Sí.

...

—Esta relación no fue más que una mentira, Christopher.

—No, mi amor no digas eso. ¡Eso no es verdad!

—Me entregué a ti...por amor...porque pensé que de verdad era amor.

—¡Fue por amor! Es amor...

—Déjame sola, por favor.

—Mi amor, no...

—Esta relación estaba basada en una mentira, tú mismo lo dijiste, Christopher. Y las mentiras...son nada.

—Dan...

—Por favor...

Apartó la mirada de la hoja extendida frente a ella, con el dorso de la mano se limpió el par de lágrimas que estaban empezando a recorrer sus mejillas y respiró profundamente tratando de controlarse.

¡No llores, Danna! ¡No lo hagas ahora!

—¡Danna!—se sobresaltó ante la voz de Camila. Guardó de inmediato el dibujo y tan rápido como sus manos se lo permitieron se vistió con la ropa que su amiga le había pasado. Abrió la puerta y le ofreció una pequeña sonrisa a la pelinegra que de inmediato notó los bordes rojizos de los ojos de la castaña.

—¿Cómo me va?—preguntó tratando de sonar animada.

—Increíble, ahora ponte de nueva tu ropa y vamos a pagar que no podemos abusar de la amabilidad de la señora Stefan para cuidar a Maddie—Danna sonrió y volvió a cerrar la puerta.

Los ojos de Camila se abrieron llenos de sorpresa cuándo en la distancia pudo apreciar la brillante cabellera rojiza de Azul, le dio un manotazo a Danna para llamar su atención y el corazón de la castaña se paralizó en cuestión de segundos.

¡Era él!

—Vámonos de aquí—murmuró simplemente. Camila la miró un breve segundo y parpadeó algo aturdida cuándo se percató que el color había abandonado a la muchacha a su lado.

—¿Qué es lo que pasa?—cuestionó con confusión.

—¡Es él!—susurró angustiada.

—¿Es él...? ¿Quién? ¿De que estas hablando, Danna?—las manos de la castaña comenzaron a temblar notablemente y Camila volvió a llevar sus ojos a la pareja que caminaban con sus brazos enganchados como si fuesen una pareja de enamorados.

—Mi...Marcus Silvetti...mi padre...

—¿Qué? Espera...¿Qué demonios hace Azul con...él?—Danna la miró fijamente sin entender la pregunta de la chica.

Pero el cerebro de Camila ya estaba trabajando rápidamente, atando cabos. Se llevó las manos a la boca en señal de sorpresa y comenzó a negar levemente. ¡Ahora comprendía todo!

—No lo sé, pero por favor...vámonos de aquí...

—No—respondió firmemente—¿Es que no te das cuenta, Danna? ¡Es ella! ¡Todo el tiempo fue ella!—chilló ofendida—Azul nunca fue tu amiga, Danna. Solamente te utilizó.—agregó volviendo a posar su mirada en ellos.—Vamos, sigámoslos.

—¿Qué? ¿Tú estás loca, verdad? No voy a seguir al hombre que intentó matarme cuándo tenía cinco años—le espetó mirándola con el ceño fruncido, con el miedo recorriendo sus venas y sintiéndose tentada en seguirlos.

—¡Danna! ¿Es que no lo ves? ¡Fue Azul! Siempre fue ella, no me sorprendería para nada que ella fuera la responsable del audio anónimo, por Dios. ¡Abre los ojos, mejor amiga!—masculló tirando del brazo de la chica para obligarla a caminar.

Danna dejó de protestar, en parte porque sabía que no importaba cuánto se negara, si Camila comenzaba a insistir, ella iba a terminar cediendo, además tenía que admitir que le ganaba la curiosidad. ¡Quería saber que era realmente lo que pasaba!

Caminaron en silencio detrás de ellos manteniéndose a una distancia prudente, Danna no podía dejar de pensar que estaba viviendo una jodida película de acción, una donde parecía estarse infiltrando en el mundo de personas peligrosas, y capaz que en realidad eso era lo que estaba haciendo.

Estaba segura que si Renato alguna vez se enteraba que había seguido a Marcus Silvetti, en serio iba a terminar encadenada a una pata de la cama y no iba a volver a ver la luz del sol hasta que cumpliera ochenta.

Soltó el aire de golpe cuándo se percató que al lugar a donde se dirigían era la casa de Azul. Camila hizo un montón de fotografías de la pareja como si fuese un paparazzi y Danna se dejó caer detrás de un enorme arbusto. ¡Ser espía no era lo suyo! Le dolían las piernas, la cabeza y tenía hambre. Dejó las bolsas de compras a un lado y Camila chilló emocionada.

—¿Qué es lo que pasa ahora?—preguntó la castaña en voz baja.

—¿Te das cuenta? ¡Renato vino a hablar con ella! ¡Vino a buscarte a este lugar y ahí estaba ese hombre!—hizo una pausa—¡No me lo puedo creer, Dan! ¡Es una perra sin corazón!

—¡Camila!

—No la defiendas, Danna. ¿Cómo puedes defenderla? ¡Estuvo jugando contigo todo este tiempo! ¡Fingió ser tu amiga! ¡Hasta fue a ofrecerle ayuda a Christopher para buscarte! ¡Y siempre estuvo del lado de Marcus! —chilló indignada.

—Todavía no lo puedo creer....—murmuró la chica.

—Pues créelo porque lo acabas de ver con tus propios ojos. ¡Yo tenía razón!—respondió la pelinegra y respiró pausadamente tratando de recuperar el aliento.—Es hora de irnos, Dan. Tenemos que ir a tu casa, Renato tiene que saber...

—¡No iré!—decidió la castaña mirándola.

—¿Qué?

—¡Que no iré!—repitió cruzándose de brazos.

—¡Esta bien! Iré a casa de los chicos, les mostraré las fotografías y cuándo pregunten, les inventaré algo—suspiró—Ve a casa y quédate con Maddie entonces, pero por favor, Danna. No te desaparezcas de nuevo—pidió mirándola.—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo...

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