C6: Conejito asustado.

Sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared de mármol y las piernas cruzadas, Danna contempló a los chicos cantar y bailar.

Su corazón golpeteó violentamente contra su pecho cuando se percató que ellos estaban cantándole a ella, cada uno de ellos cuando sus solos llegaban, se dirigían a la muchacha que los contemplaba con los ojos bien abiertos y el corazón galopante.

Seguramente había hecho algo muy bueno en su vida anterior para que ahora fuera recompensada de esa manera en esta, pensó con gracia y su estómago gruñó en respuesta.

Habían estado ahí dos horas y casi era la hora de comer por eso su estómago estaba empezando a protestar, abrió cuidadosamente el paquete de galletas que tenía a su lado y le dio un mordisco a una cuando su estómago comenzó a clamar por algo comestible de nuevo.

—Dale Danna, ponte los patines y deja algunas galletas para nosotros que morimos de hambre—le gritó Erick cuando sonó el último acorde de Para enamorarte.

La muchacha se rio levemente. ¿De dónde pretendía Erick que sacara unos patines? Los suyos estaban en su armario, en casa.

—¡Renato nos explota y no nos alimenta!—se quejó Christopher acomodando su cabello sin soltar el micrófono de plástico con el que estaba cantando.

—Dejen de ser tan dramáticos, por favor. Terminamos el ensayo por hoy—anunció el hombre entrando en la habitación con un sobre en la mano.

—¿Esa es una carta de amor, loco?—se rio Richard.

—Para Danna—los ojos de la chica lo contemplaron con una ceja enarcada—Son tus documentos para viajar—informó y Danna se atragantó con la galleta que estaba comiendo.

—Danna respira y bebe jugo que no queremos que te nos mueras antes de comenzar el tour, por Dios...—Se rio Joel caminando hasta ella, destapando el jugo de naranja y ofreciéndoselo.—...espera un segundo, prueba de calidad—murmuró para después darle un pequeño sorbo y luego ofrecerselo de nuevo.

¿Qué clase de contactos tenía ese hombre? Ella estaba tan sumida en sus pensamientos, que ni siquiera se había dado cuenta que Joel Pimentel, sí, Joel Pimentel el chico de CNCO, ese que volvía locas a sus fans, estaba bebiendo de su botella.—Guau.

—¿Sorprendida, eh?—se rio Erick.

—Sí, un poco.—respondió tomando la botella de jugo que el mexicano le ofrecía.

—Bien, antes de que me arrepienta, tomen sus cosas y vámonos a comer—sentenció Renato ofreciéndole su mano a Danna para que se pusiera de pie mientras los chicos iban por sus cosas.

—¡CHICOS!—La puerta se abrió de golpe y una pelirroja bastante emocionada entró en el lugar dirigiéndose directamente con los muchachos. Richard la contempló un segundo y se sentó en el suelo mientras el resto de sus compañeros se giraban para recibirla con los brazos abiertos.

Ella no parecía una fan, pensó Danna, porque sí hubiese sido una fan; no había forma de que pudiese pasar al lugar sin ser detectada por los guardias de seguridad. Y Renato no hubiese estado tan tranquilo.

—¡Azul!—el primero fue Christopher. La abrazó fuertemente y enterró su nariz en el cabello rojo de la chica. Ella soltó una risita y lo envolvió con sus brazos, como sí no quisiera soltarlo jamás. Después uno a uno fueron abrazándola como sí de eso dependiese su vida.

Todos, excepto Richard.

—¿En dónde has estado estas vacaciones, eh...?—cuestionó Zabdiel mirándola a los ojos.

—Con mis padres—respondió la muchacha.

—Te hemos extrañado mucho—le dijo Erick con una linda sonrisa.

—¡Eso no es cierto! Mientras yo estaba fuera, ustedes estaban organizando fiestas. ¡Con que la fiesta del año, eh!—Se burló la joven.

Un carraspeo de garganta por parte de Renato bastó para que los cuatro muchachos y la chica lo observaran y por consecuencia a Danna también. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando los ojos azules de la muchacha se posaron en ella.

—Azul...

—¿Quién es ella?—cuestionó comenzando a caminar lentamente en dirección a Renato y a Danna.—¿Es una fan?—preguntó con desdén.

—No—respondió Erick automáticamente.

—¡Es Danna!—añadió Christopher como sí fuera lo más obvio del mundo.

—¡Me llamo Azul!—le gritó prácticamente a la cara una vez que estuvo frente a ella observándola como sí fuese una especie de bicho raro recién descubierto, como sí Dan no hablara el mismo idioma.

—¡Puedo entenderte! ¡Hablo tu idioma!—sentenció la castaña con el ceño fruncido. Una risita divertida brotó de los labios de Richard y Renato luchó consigo mismo para no soltar una carcajada.

—Dan, ella es Azul, la chica que se encarga de preparar a los chicos para los conciertos y las entrevistas, ya sabes, peinados, retoques y esas cosas.—explicó Renato sin apartar sus ojos de la pelirroja.

—¡Y su amiga!—replicó la joven siendo olímpicamente ignorada por el hombre.

—Y Azul, ella es Danna, una amiga de los muchachos—agregó.

—¿Una amiga de los chicos? ¡Jamás te había visto!—sentenció enarcando una de sus bien depiladas cejas en dirección a ella.

—¡El hecho de que pases demasiado tiempo con nosotros no significa que conozcas a todos nuestros amigos!—informó Richard bajo la atenta mirada de Erick, Christopher, Joel, Zabdiel y de la misma Danna.

¡A él, ella no le agradaba!

—¿Se ha terminado su ensayo?—cuestionó ignorando el comentario de Richard.

—Si.—afirmó Joel.

—De hecho, estábamos por ir a comer—agregó Christopher con media sonrisa.

—Yo quizás podría...

—Nos encantaría que vinieras con nosotros, Azul...—le dijo Renato y los ojos azules de la muchacha se iluminaron—...pero tendrá que ser la próxima ocasión, el día de hoy tenemos asuntos importantes que tratar ellos, Danna y yo...—agregó señalando a los chicos, luego a la chica y al final a sí mismo.

Tan rápido como el brillo en los ojos de la chica llegó, se marchó.

—Supongo que será la próxima vez entonces...—se encogió de hombros.

Los ojos de Zabdiel se anclaron en Renato, pero este no le dio importancia. Tenían cosas importantes que tratar y no le apetecía tener a Azul con su chillante voz acompañándolos. Además, ella no sabía quién era Danna. Y no tenía por qué saberlo, aún.

—Bien, entonces nos vemos después, Azul...—le dijo Erick acercándose a ella para besarla en la mejilla. Danna contempló en silencio como uno a uno fueron acercándose a despedirse de la muchacha que parecía algo decepcionada, todos excepto Richard, que ahora estaba a un lado de Renato contemplando la escena con algo de fastidio.

—Azul por cierto...viajamos pasado mañana—le informó Renato con voz neutra.

(...)

La voz de Ed Sheeran -a petición de Joel- llenaba el aire dentro del auto, Danna estaba sentada entre Richard y Christopher, y justo detrás de ellos, Joel, Erick y Zabdiel cantaban a todo pulmón.

—¡Eso fue grosero!—estalló finalmente Christopher dejando su teléfono de lado.

—¿Qué de todo fue grosero? La forma en la que Azul entró o la forma en la que estaba literalmente tratando a Danna—las mejillas de la chica se tornaron rojizas cuando la mirada de Christopher se posó en ella.

—La manera en la que Richard y tú le hablaron—respondió Zabdiel desde el fondo cuándo la canción terminó.

—Saben lo que pienso de Azul...—sentenció sin despegar sus ojos de la calle. —Y en lugar de estar pensando en cómo es mi trato hacia ella, deberían estar pensando que hoy en la tarde llegan sus familias para despedirlos. Vamos a aprovechar para presentar a Danna—los ojos de la chica se abrieron de golpe.

¿Presentar a Danna? ¿A quién tenían que presentarla?

—¿Estás nerviosa? —cuestionó Richard cuando el auto se quedó en silencio. Sintió un montón de miradas en ella, pero las ignoró. Después de todo, si iba a viajar con ellos, entonces las miradas iban a ser parte de su vida de ahora en adelante, ¿no?

—Un poco, si.—murmuró.

—¡Mi mamá va a amarte Danna! —le dijo Christopher ofreciéndole una pequeña sonrisa. Ella se relajó automáticamente y luego soltó un suspiro.

—Mi mamá todavía no te conoce y ya te ama—informó Joel desde el asiento de atrás—dice que sí pareces un conejito asustado, es porque debes ser buena chica. Que otra niña en tu lugar, ya se hubiera vuelto loca.

—¿Conejito asustado? —cuestionó la muchacha en medio de una sonrisa.

Las mejillas del chico se ruborizaron en un instante. —Bueno, cuándo le conté sobre ti no sabía cómo explicarle que tenías una cara de susto que no podías con ella, estaba viendo con Zabdiel un documental en National Geographic y había un conejo...

—¡Conejo asustado!—gritó Christopher y luego soltó una escandalosa carcajada.

—No, Diosito pero que creativos son...—se burló Renato.

(...)

La comida transcurrió entre risitas tontas, grabaciones ridículas y charlas sin sentido. Esos chicos eran realmente divertidos y poco a poco ella les iba teniendo mucho más confianza. Se tomaron fotografías y luego molestaron a Renato.

Cuando el reloj marcó las cuatro de la tarde, llegaron a casa. Cada uno fue a su respectiva habitación para prepararse para la llegada de sus familias. Los nervios de Danna iban en aumento, se sentía de la misma manera en la que se sintió aquella mañana cuándo la madre superiora -la directora de la casa hogar- le había presentado a Renato, donde le había dicho que ese iba a ser su nuevo padre, se sentía de la misma manera como cuándo conoció a los chicos. Esos nervios que crecían en su estómago que provocaban que le temblaran las piernas y le sudaran las manos.

Se duchó y se puso ropa decente, tomó su celular y se quedó en shock cuando entró en sus nuevas redes sociales. En Instagram solamente tenía una foto, la misma que había tomado Erick y en su descripción solamente había un pequeño patín, había miles de comentarios y muchísimas personas la seguían. ¡Sus piernas temblaron nuevamente!

Dejó el teléfono de lado y se concentró en observar el patio de la casa por el enorme ventanal de cristal. Suspiró pesadamente y luego llevó su vista hasta el pequeño tocador donde colgaba la tarjeta que Renato le había dado el día anterior.

Ellos eran CNCO, y ella estaba con ellos. ¿Cuántas niñas no quisieran tener una oportunidad así?

Un par de suaves golpes en la puerta la hicieron reaccionar. Caminó rápidamente para poder abrir y una cabellera negra, una preciosa sonrisa y un par de hermosos ojos verdes cubanos quedaron a su vista.

—Hola, Danna—la saludó Erick sin perder la sonrisa.—Renato me pidió que te dijera que es momento de bajar. Nuestras familias han llegado y nuestras mamás están ansiosas por conocerte—las mejillas de la chica se ruborizaron y la sonrisa de Erick creció.

—Muy bien—susurró y tomó de nuevo el teléfono para ponerlo en el bolsillo trasero de sus jeans.

—Te digo un secreto...—ella asintió y ambos comenzaron a caminar por el pasillo que conducía a las escaleras.—Te miras linda cuándo te sonrojas—su corazón golpeteó fuertemente dentro de su pecho a tal grado que estaba segura que en algún momento iba a desmayarse.

Y por si fuera poco, Erick no la ayudaba en nada. Sus piernas volvieron a temblar cuando él simplemente se acercó y depositó un pequeño beso sobre su mejilla.

—Yo...

—Perdón por ser tan mensos hace un rato y no darnos cuenta que Azul te incomoda—se disculpó.

—No tienes que pedirme perdón por nada, ella es su amiga, yo lo entiendo—replicó de inmediato.

—Puede que sí...—le dijo él cuándo finalmente llegaron a las escaleras. Podía escuchar el murmuro de mucha gente hablando a la vez, la risa contagiosa de Christopher y el típico "dímelo mami" de Zabdiel.—...pero princesa, tú eres nuestra chica...

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