C55: Marcus.
—¿De verdad?—preguntó el muchacho apartándose lentamente de la chica. Danna se incorporó con las mejillas sonrojadas y Christopher sonrió.
—Creo que lo he pensado alguna vez—suspiró avergonzada.—pero Chris...para serte sincera, me aterra la idea...es cierto que...bueno, me encantaría, en serio. Pero a la vez es una sensación que me asusta.—Christopher le ofreció una sonrisa—Es raro.
—Te dije que no voy a presionarte, Dan.—ella lo miró a los ojos y sus nervios se esfumaron de golpe. Él la atrajo hacía sí mismo y la abrazó fuertemente.—Además, no podemos hacerlo así como sí fuese cualquier cosa, quiero que sea algo especial para los dos—Danna volvió a sonrojarse y le dio gracias a Dios el hecho de que rostro estuviese contra el pecho de su novio. De esa manera él no tenía oportunidad de ver como sus mejillas hacían un cosplay de un tomate.
—¿¡Cuántas veces has pensado en eso!?—inquirió la chica separándose de él.
Las mejillas de Christopher enrojecieron y ella rio.—Muchas veces, tengo que confesarlo.—sonrió.
—¡Eres un pervertido, Christopher Vélez!—se burló.
—¿Pervertido yo? Pervertida tú que lo has pensado—se rio el muchacho—Ya sé que soy totalmente irresistible, mi amor. Pero me pones nervioso.—Danna rio y luego lo golpeó en el hombro.
—¡Eres un idio...—dejó de hablar tan pronto como los labios de Christopher se posaron encima de los de ella. El chico volvió a abrazarla y cuidando no aplastarla volvió a ponerse encima de ella.
—¡Puede que sea un idiota, pero tú quieres estar con este idiota!—anunció con media sonrisa. Danna lo golpeó de nuevo y él volvió a besarla.
(...)
—Noah...—lo llamó Renato entrando en la cocina. El hombre de impecable traje gris lo miró fijamente un par de segundos.
—¿Pasa algo?—cuestionó.
—¿Has visto un folder color negro que estaba en mi escritorio?—preguntó cruzándose de brazos—Cuándo Danna y yo nos fuimos de viaje a México lo dejé en el primer cajón de mi escritorio y no está—Noah suspiró.
—En esta casa no entró nadie ajeno a ella—hizo una pausa—Tampoco hubo visitas, solamente la señorita Azul que venía en busca de la señorita Danna, pero no la deje pasar. Solamente estuvo en la puerta entregándome un obsequio y después se marchó—Renato suspiró.
—¿Estás seguro, Noah? ¿Completamente seguro que esa chica no entró?—Noah negó de inmediato.
—¿Esos documentos eran importantes?—cuestionó en voz baja.
—En ese folder estaba el expediente de adopción de Danna, eran fotocopias pero como comprenderás son importantes—Noah suspiró.
—¿Está completamente seguro que los dejó en ese cajón, señor Francis?—cuestionó mirándolo fijamente.
—En realidad no puedo recordar el lugar exacto, pero si estoy muy seguro que estaba en alguna parte de mi escritorio y ahora ya no está.—hizo una pausa—los buscaré de nuevo—añadió en voz baja antes de salir de la cocina.
Encontró a los muchachos reunidos en la sala charlando y riendo entre ellos. Los observó un segundo y sonrió. Danna ahora estaba mucho más sonriente que en días pasados, volvía a tener una chispa juguetona y picara en sus ojos marrones. Nadie podía negar que esa chica era totalmente feliz con ellos.
—Hey Renato—lo llamó Christopher.
Él le ofreció una pequeña sonrisa y luego caminó hasta ellos.—¿Te pasa algo, Renato?—preguntó Zabdiel mirándolo fijamente.
—Sí, loco. Te conocemos lo suficientemente bien como para saber que te preocupa algo—añadió Richard.
—No, no me pasa nada. Es simplemente creo que estoy algo cansado—mintió.—No dormí bien la noche de ayer—anunció frotando sus ojos.
Danna lo miró un segundo—Puedo prepararte un té de canela. Joel siempre dice que su abuela le preparaba eso para conciliar el sueño.—ofreció la castaña.
—Yo te ayudo, Dan—Joel se levantó del sofá y Renato negó de inmediato.
No quería dormir, quería ir hasta su escritorio y seguir con su búsqueda. Esos chicos no podían ver el expediente de Danna. Eso solamente sería alarmarlos al saber que ese hombre estaba libre por ahí, que nunca había pagado por casi acabar con la vida de su hija. No quería que se preocuparan por nada. Además, esos papeles en manos equivocadas podían acabar con la estabilidad emocional de Danna y eso era precisamente lo que él no quería.
—No, está bien, chicos. Primero tengo cosas que hacer—se encogió de hombros.
—¿Estás seguro, Renato?—volvió a preguntar la chica.
—Sí, muy seguro—sonrió.
—Renato, ¿Crees que antes de que nuestras familias lleguen podríamos ir de camping?—preguntó Erick con media sonrisa.
Él lo miró un breve momento, tenía que admitir que era una muy buena idea. Sobre todo sí quería encontrar esos documentos. Era una buena manera de tener alejados a los chicos de la casa mientras el dichoso folder aparecía. ¡Ellos no podían verlo ni de chiste!
—Claro, es una muy buena idea—respondió mirándolo.
—¿Qué?—preguntó Christopher poniéndose de pie y caminando hasta él.—¿En verdad estás bien? ¿Por qué no objetaste o algo así?
—No seas ridículo, Christopher.—rio—me gusta la idea. Podemos ir mañana mismo—anunció.
—¿Y podemos llevar a Cami?—preguntó Zabdiel—Y a Maddie—sonrió.
—¿Quién es Maddie?—preguntó Joel mirándolo con una ceja enarcada.
—La hermana pequeña de Camila—respondió Danna y Zabdiel sonrió.
—Claro que sí.
—¡Vámonos de camping!—anunció Erick totalmente emocionado.
(...)
Azul caminó lentamente por el estrecho pasillo apenas iluminado. Esbozó una amplia sonrisa recordando lo fácil que había sido entrar en la casa de Renato usando a Noah como señuelo. Una simple y fingida molestia muscular había sido suficiente para poder tomar las llaves de la puerta. Le urgía encontrar una buena manera de molestar a Danna, porque claramente no pensaba hacerse pasar por su amiga la vida entera.
Esa misma noche aprovechando que el hombre estaría con su familia ella había entrado sigilosamente sin tener que forzar la cerradura ni obstáculos en su camino. Sabía que los chicos estaban cada uno con sus familias en diferentes países, Danna y Renato en Mèxico y la casa vacía. Tenía todo el tiempo del mundo para andar por ahí y revisar hasta el último rincón del recinto tratando de encontrar algo en concreto con que sacarla de la vida de Christopher de una vez por todas.
¡Y lo había encontrado!
Justo en el primer cajón del escritorio de Renato, en un folder negro estaba el arma más poderosa que pudiese usar contra Danna Francis.
Silvetti Mendieta, Danna Allye. Noviembre 10, 2000.
Padres: Marcus Silvetti, Allye Mendieta.
Fecha de ingreso: Enero 03, 2006.
¡Era adoptada! La perfecta Danna era una chica adoptada. Sintió su sangre hervir en sus venas, ¿Cómo era posible que una chica adoptada fuera capaz de quitarle la atención y el cariño de cinco chicos y encima famosos? No podía terminar de comprenderlo mientras continuaba leyendo el expediente.
De acuerdo con un informe impreso que había encontrado, Danna Silvetti había pasado una semana entera en un hospital luchando por su vida con apenas cinco años. Marcus Silvetti; su padre, en un arranque de furia contenida atentó contra su vida empleando un trozo de cristal para lastimarla. Llevaba en el abdomen una cicatriz que literalmente atravesaba todo su estómago.
Tenía que admitir que ese hombre realmente tenía que haber sido un loco demente para hacerle eso a su propia hija pero no podía dejar de sentir felicidad porque esa información –bien empleada- podía ser una arma letal. Y ella sabía exactamente cómo hacerlo.
La vida de esa chica era trágica desde el comienzo, ¿y quién era ella para romper el molde? No iba a dejar que Danna fuera feliz, por lo menos no con esos chicos.
Iba a hacer que volviera al mismo lugar del que había salido.
Continuó leyendo la carpeta entre sus manos y una increíble idea se le ocurrió. Primero tenía que despojarla de lo que más quería. Tenía que debilitarla para poder acabar con ella más fácilmente. Una foto del hombre estaba impresa junto a un informe policial. De acuerdo con ello, el hombre jamás había ido a prisión. Huyó y nunca nadie supo de él. Con una esposa y un hijo muertos, una hija en un orfanato y él prófugo de la justicia, él sería otro blanco fácil.
No fue fácil localizarlo, pero con un poco de dinero nada era imposible. Esa era la razón por la que en ese momento estaba caminando en dirección a él. Entró en el lugar que estaba casi en penumbras, un pequeño bar de los barrios bajos de Miami, lo más alejado posible del lujoso fraccionamiento donde la chica que odiaba con todas sus fuerzas vivía.
¿Alguna vez Danna había pensado en volver a reunirse con su padre? Las miradas de los hombres que estaban en el lugar se posaron en ella llenos de curiosidad como sí jamás hubiesen visto a una joven bella en aquel horrible lugar. Se ajustó un poco más el abrigo rojo que tenía puesto y contempló la pantalla de su celular donde la fotografía le devolvía la mirada.
Paseó su mirada por todo el lugar hasta que lo encontró. Estaba sentado en una mesa totalmente alejada del resto, no se parecía mucho a la fotografía que tenía el expediente pero su mirada la podría reconocer en cualquier lugar, ellos tenían la misma mirada. Danna había heredado sus ojos.
Caminó rápidamente hasta él, esquivando las miradas de los borrachos a su alrededor e ignorando las palabras y los piropos subidos de tono que le daban a su paso. Se sentó en la mesa del hombre y le ofreció una amplia sonrisa cuándo sus ojos marrones se posaron en ella.
—¿Qué quieres?—preguntó con voz ronca. Tenía las mejillas algo hundidas y una prominente barba de varios días que cubría sus mejillas.
—¿Sabes quién es Danna Silvetti?—cuestionó la pelirroja mirándolo fijamente.
Los ojos del hombre la miraron un breve momento, de pronto parecía como si estuviese a punto de llorar, asintió y junto a sus manos encima de la mesa.
—Sí. Debe estar muerta en este momento.—anunció.
—¿Eres su padre, no?
—¿Por qué tanta pregunta?—inquirió mirándola con una ceja enarcada.
—¿Qué pasa sí te digo que Danna no está muerta?—sonrió—No la mataste ese día, está viva. Tiene una nueva familia y es mi amiga—confesó sin apartar sus ojos azules.
—¿Por qué debería de creerte?—cuestionó él con un deje de enfado en su voz.
—¿Por qué tendría que mentirte?—contradijo la chica cruzándose de brazos.
—Sí se supone que eres su amiga, ¿Por qué estás aquí?—él también se cruzó de brazos y ella rio.
—¿Sigues siendo un demente? Digo, porque por lo que leí en un expediente del orfanato donde vivió tu hija, eras un demente que la culpaba por la muerte de tu hijo Sebastián y de Allye—sonrió—yo la culpo por la pérdida del chico que amo, nos amábamos hasta que Danna llegó y me gustaría que se reúna con su padre aunque sea una sola vez—el hombre rio.
—No soy un demente—demandó mirándola con odio.
—¿No? ¿Quién culpa a su hija de cinco años por cosas que es más que claro que no la tiene?—se burló la pelirroja.—Te convertiste en un ebrio que ni siquiera recuerdas como es que te llamas—agregó con una sonrisa maliciosa. ¡Tenía que sacarlo de quicio primero para que aceptara!
—Claro que lo sé.—ella negó con diversión.
—Como digas....—lo provocó.
—Mi nombre es Marcus, Marcus Silvetti.—gritó totalmente furioso.
—Eso es lo que quería escuchar...
_ _ _ _
¡Pelirroja inmunda!
¡Que lo disfruten chicas! Les envío un beso y un abrazo muy fuerte.
All the love, G. xx
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