C4: Danna Silvetti.
—Bien, tienes un apellido—afirmó Renato dejándose caer en la silla giratoria en el lujoso despacho de la casa.
—Sí. Silvetti.
—Danna Silvetti—murmuró con media sonrisa.—Sé que no debería decirte esto, Dan, pero la directora me contó cómo es que terminaste en la casa hogar—automáticamente los ojos de la muchacha se posaron en él. Sus manos comenzaron a sudar y soltó un apenas audible jadeo.
Rezó mentalmente para que a Renato no le apeteciera hablar sobre ese tema, había pasado muchos años evitándolo, enterrándolo en lo más profundo de su ser y ahí estaba bien. No tenía ninguna intención en traerlo a la luz de nuevo, sin embargo, una pequeña parte de ella, la parte razonable, le decía que tarde o temprano tendría que hacerlo.
—Yo...
—Yo no voy a decirle nada a los chicos, si tú les quieres contar, entonces será decisión tuya, no debes sentirte presionada—hizo una pausa y ella suspiró—Bien, dejando temas tristes de lado, como ya te podrás imaginar, los chicos viajan mucho. Hoy mismo iniciaré los trámites para tu pasaporte y todo lo que necesites para poder viajar, no pensaras que vamos a dejarte sola en casa, ¿cierto? Vas a viajar también, porque; bueno prácticamente eres la hermana menor de cuatro de ellos y la mayor de uno.
Ella se rio un poco.
—Esto es totalmente alucinante—murmuró con sorpresa.
—Sé que no esperabas que la familia que te acogió fueran cinco chicos un poco idiotas y un hombre gruñón, pero bueno, amor no va a faltarte—prometió observándola.
Las mejillas de la chica se sonrojaron otra vez y él se rio.
—No importa, está bien—murmuró tímidamente.
—Las canciones que dejé en tu celular; es el álbum completo de los chicos, disfrútalas y sí no te gustan, díselos.—sonrió.
—Gracias—susurró. Él negó.
—Como me imagino que aún no terminas la escuela, vas a tomar clases en línea; tal y como lo hace Erick—asintió lentamente.—Y, sobre el patinaje, voy a encontrar una manera de que continúes practicándolo.
Los ojos de la chica se iluminaron y sus mejillas se sonrojaron. Una vez más.
—Gracias—repitió totalmente feliz.
—Ya te dije que no tienes nada que agradecerme, ya puedes marcharte.—hizo una pausa—Por cierto, cuando salgas finge sorpresa de descubrirlos escuchando conversaciones ajenas detrás de la puerta—señaló la puerta con diversión.
—Gracias por todo, Renato.
(...)
—¿Estás seguro que estás bien?—cuestionó Danna sin apartar sus ojos del labio sangrante de Christopher.
—Sí, no pasa nada.—Erick se carcajeó.
—Te dije que no era una buena idea escuchar detrás de la puerta, Chris—el mencionado le dedicó una mirada de advertencia y continúo presionando el algodón sobre su labio inferior.
—En un par de días vas a estar como nuevo, Christopher—anunció Joel observándole.
—¡Que suerte!—respondió irónico.
—Ahora que tienes un celular, creo que tenemos que modernizarte, Danna Silvetti—inquirió Zabdiel acercándose a ella.
Para su buena suerte, el chico ya iba completamente vestido, así que sin más, le entregó el teléfono sin prestar demasiada atención a lo que él estaba haciendo, porque había otra cosa que en ese momento inundaba sus pensamientos.
—¿Creen que pueda salir a patinar un rato?—preguntó dudosa. Patinar siempre la ayudaba a relajarse. ¡Y necesitaba relajarse!
El barrio era muy tranquilo, ni siquiera estaba segura de sí era posible que pudiese correr peligro ahí dentro.
—No creo que haya problema—murmuró Richard luego de morder una manzana roja.
—Yo te acompaño, Danna—se ofreció Erick con una linda sonrisa.
Dos horas después, el chico de ojos verdes se encontraba sentado en la acera totalmente concentrado observando como la chica patinaba, como saltaba de un lado a otro y la increíble sonrisa que estaba instalada en sus labios. Sacó su teléfono y le hizo una fotografía sin que se diera cuenta, luego tecleó el número de Zabdiel y se la envió.
Un rato después Danna se acercó a él con la intención de beber un poco de agua. Cuando él lo notó, extendió su mano ofreciéndole una botella morada que ella recibió gustosa.
—¡Renato se quedó corto!—la halagó.—realmente eres muy buena patinando—le sonrió dulcemente.
El corazón de Danna latió violentamente dentro de su pecho y sus mejillas ardieron, mentalmente rezó para que sus mejillas no estuviesen tan rojas como imaginaba que estaban.
—Gracias, Erick—respondió con el ánimo renovado.
—No es por ser aguafiestas ni nada por el estilo, pero creo que ya deberíamos volver—sugirió observándola.
—Creo que si—respondió ella dejándose caer a su lado para volver a ponerse sus zapatos.—Ya sé que estar sentado en la acera sin hacer nada no es muy divertido que digamos, Erick. Pero de verdad muchas gracias por acompañarme.—él le sonrió un poco y se puso de pie ofreciéndole su mano una vez que ella se terminó de colocar los tenis blancos que llevaba ese día.
—¿Quién dijo que estuve haciendo nada?—cuestionó el chico—Estuve contemplando a la patinadora más talentosa que hubiese visto jamás—la halagó de nuevo y las mejillas de la chica ahora si se sonrojaron.—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Sí.
—¿Jamás dejarás de sonrojarte?
(...)
—Toma querida Danna—la llamó Zabdiel entregándole su teléfono—Ahora tienes todas las redes sociales que te puedas imaginar—la chica se rio y colocó el teléfono en el desayunador de mármol de la cocina para poder servir un poco de jugo en un vaso.—Los chicos y yo ya te seguimos en ellas, bueno, sólo falta Erick.
—Gracias, Zabdiel.
Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando su teléfono comenzó a emitir un montón de sonidos, los chicos rieron totalmente divertidos mientras la duda comenzaba a perforar su cerebro. ¿Qué era lo que pasaba con esos chicos?
—¿Qué es lo que pasa?—preguntó observando el aparato electrónico con horror cuándo se percató que el celular no paraba de sonar.
—Vaya, creo que alguien ya tiene muchas fans—se burló Richard que estaba recargado en el desayunador. Danna contempló el celular achinando sus ojos, esa cosa no paraba de sonar ni un solo segundo.
Era totalmente estresante la manera en la que sonaba y vibraba encima de la mesa de mármol.
—Deberías apagarlo un par de horas, Dan.—aconsejó Erick, sin despegar sus ojos de la pantalla de su propio celular.
—Apágalo y verás la magia—lo secundó Christopher de manera divertida.
Sin dudarlo un solo segundo, dejó el vaso de lado y lo apagó. Sí ellos estaban diciendo eso, seguro sabían de qué hablaban, después de todo, ellos eran los expertos.
—Por cierto, me gusta como patinas—agregó Richard con media sonrisa. Los ojos castaños de Danna se posaron en él y sus mejillas se sonrosaron al instante.
—¿Qué?
—Puede que te haya sacado una foto y se la haya enviado a Zabdiel para que la usara como tu foto de perfil en todas tus redes sociales—una pequeña sonrisa inocente brotó de los labios de Erick.—Pero no le dije que se la mostrara a Richard, esa sí es culpa de Zabdiel.—se defendió de inmediato.—No te enfades, por favor.
—Está bien, no pasa nada.—respondió.
—¿Hay reunión familiar en la cocina y nadie me dijo nada?—preguntó Renato haciendo acto de presencia. Hizo una mueca de fingida indignación y luego los contempló a los seis.—¿Qué están tramando ahora ustedes cinco? ¿Te están sobornando, Danna?
—De verdad que me hieres, Renato—se quejó Christopher.—No estamos planeando nada ni estábamos sobornándola, le estábamos diciendo a Danna que es realmente buena patinando.
—Sí, mira. Le hice una foto—anunció Erick acercándose al recién llegado con su teléfono en la mano.
—La he visto antes y realmente lo es—las mejillas de la muchacha ardieron al grado que estaba totalmente segura que sí estrellaban un huevo en ellas, se freiría sin problema alguno.
—Verdad que si—siguió Erick.
—Por cierto chicos, acaban de crear una revolución en las redes sociales. Las fans están enloquecidas preguntando y tratando de averiguar quién es la chica de los patines a la que los cinco comenzaron a seguir. Sobre todo porque alguien, no se pudo resistir la tentación y sin más subió la foto que Erick tomó.—explicó sin despegar sus ojos de Christopher.
—Es una excelente foto, no puedes negarlo—se defendió el muchacho.
—No te preocupes Dan, estoy muy seguro que las fans van a terminar amándote—la animó Zabdiel ofreciéndole media sonrisa.
—Espero—susurró—creo que no estaría bonito lidiar con el odio de un montón de chicas.
—Vas a ver que si Danna, no seas pesimista—la retó el mexicano.
—Además, puede que las chicas no te acepten del todo porque van a estar celosas, pero nosotros vamos a quererte mucho—comentó Christopher con una bonita sonrisa.
Las mejillas de la muchacha automáticamente se volvieron a poner coloradas.
—A veces pareces tan maduro, Christopher—decidió Renato sin apartar sus ojos del muchacho.—En fin, en un par de días todos los documentos de Danna van a estar listos para poder viajar. ¿Escuchaste ya las canciones de los chicos?
Seis pares de ojos curiosos la contemplaron fijamente esperando por una respuesta. Su respiración se volvió superficial, sus piernas temblaron y le comenzaron a sudar las manos. Su corazón comenzó a latir con demasiada rapidez que estaba completamente segura que en cualquier momento se le saldría o seria víctima de un paro cardiaco. La mirada de los chicos seguía complemente posada en ella, se cohibió todavía más cuando de manera sincronizada las cejas derechas de los cinco se alzaron y se cruzaron de brazos casi al mismo tiempo.
¡Iba a desmayarse!
—No—murmuró demasiado bajo.
—¿Algún día dejarás de ofenderme, Danna?
(...)
Ignoró todos los mensajes y las notificaciones que aparecieron en la pantalla del teléfono y fue directamente al reproductor de música, conectó los auriculares al aparato yse los colocó para comenzar a reproducir las canciones de los chicos.
Su corazón latió muy de prisa cuándo la voz de Richard se coló en sus oídos, una pequeña sonrisa se formó en sus labios tan rápido como el solo de Christopher llegó, quiso llorar cuando escuchó la voz de Zabdiel, esperó con ansias hasta que la voz de Joel se hizo presente y se emocionó en cuanto la linda voz del cubano perforó sus oídos.
Sintió su alma bailar en su interior al compás de la música y cuando finalmente la canción terminó, impaciente espero a que comenzara la siguiente melodía.
Una a una fue escuchando atentamente cada una de las canciones, y conforme más escuchaba, más se convencía que esos chicos eran realmente talentosos. Y no dejaba de sorprenderla el hecho de que podía reconocer sus voces en las canciones con facilidad. Tal vez era el hecho de estar con ellos por los menos dieciséis de las veinticuatro horas del día, no lo sabía con exactitud, pero era totalmente alucinante.
¡Y le encantaba!
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