C22: El día de Chris.

—¡Feliz cumpleaños, Chris!—gritaron sus amigos y él abrió los ojos de golpe. Se llevó las manos a su cabeza y se frotó las sienes tratando de entender que hacían ellos ahí, que día era, la hora y porque demonios Richard estaba sosteniendo un pastel.

Cuándo su cerebro terminó de procesar aquella simple frase, una nueva oleada de curiosidad y sorpresa lo embargó. ¡Era su cumpleaños! Se sentó en la cama y los contempló uno a uno, les ofreció una sonrisa sincera y pronto comenzó a recibir abrazos y palmadas en la espalda por parte de sus amigos.

—¡Tengo un regalo para ti, Christopher!—anunció la enana a la que él llamaba muñeca.

—¿Es una playera con tu rostro?—cuestionó mirándola y de paso provocando las risas de sus amigos.

—No.—respondió ella—pero igual vas a poder llevarlo a todos lados—se encogió de hombros y le tendió una caja azul. Él la miró con media sonrisa y se puso de rodillas sobre la cama para poder abrazarla sin botarla al suelo en el proceso.

Las mejillas de Danna se sonrojaron en un instante una vez que su cerebro terminó de captar que Christopher Vélez dormía semidesnudo y estaba abrazándola.

—¿Los abrazos no tienen que ser muy prolongados, cierto?—preguntó Renato dando un paso al frente para separarlos, pero Joel y Zabdiel se interpusieron en su camino cuándo se dieron cuenta que ninguno de los dos jóvenes que permanecían fundidos en un tierno abrazo querían alejarse el uno del otro.—¡Ya aléjate, Vélez!—advirtió fulminando con la mirada al boricua y al mexicano.

—No tenías que molestarte, muñeca—comentó separándose de ella e ignorando al hombre. Se rio cuándo descubrió las rojizas mejillas de la chica.

Abrió la caja totalmente emocionado, como sí jamás hubiese recibido un regalo en su vida. Miró a Danna casi con la boca abierta y se abalanzó de nueva cuenta sobre ella.

—Creo que sí le gustó el regalo, Dan—comentó Erick observando la escena.

—¡Antes de que vuelvas a ponerle una mano encima a Danna, vístete por favor!—demandó Renato.

—¡Están increíbles, Danna! Muchísimas gracias—la soltó y se sentó en la cama de nueva cuenta contemplando su nueva colección de gorras.

Camila había encontrado el regalo perfecto, sin duda alguna.

—No es nada, Chris—le sonrió ella.

—Bien, después de ser olímpicamente opacados por Danna, nosotros trajimos pastel—anunció Richard acercándose.

Christopher se rio observando el montón de velitas que descansaban encima del pastel. Las contó una por una y soltó una carcajada.

—¿Treinta?—cuestionó con una ceja enarcada en dirección a sus amigos.

—¿Cumples treinta, no?—preguntó Erick inocentemente.

—Muy gracioso, Brian.

—Pero ya enserio, sí poníamos una velita más podríamos incendiar el hotel completo—comentó Joel con diversión.

—Todos deberían amarme el día de hoy, hoy es el día de Chris.—anunció con media sonrisa—Todo lo que yo desee debería cumplirse.—agregó mirándolos.

—¡Sigue soñando, Vélez!—se burló Renato.

Zabdiel retiró las ocho velitas sobrantes y encendió el resto. Le cantaron las mañanitas en varios géneros musicales mientras Renato grababa con su teléfono, Danna lo miró unos segundos, era feliz. O por lo menos Christopher parecía realmente feliz. Luego observó el pastel con las velitas encendidas y a Chris pidiendo un deseo y luego apagándolas.

—¿Qué pediste, Chris?—preguntó Richard con media sonrisa.

—Sí les digo no va a cumplirse—sentenció el muchacho apartando el pastel. Conociendo a sus amigos iba a terminar con pastel hasta en las orejas, y le encantaba la idea pero primero quería salir de la cama.

—¡Dinos, hombre! No seas supersticioso—demandó Zabdiel mirándole con una ceja enarcada.

—Está bien, les diré...—anunció—¡Pedí que Danna me ame algún día!—la miró un momento y las mejillas de la chica se sonrojaron de nuevo.

(...)

—¡Lo amo!—se burló Camila. Danna la fulminó con la mirada y luego volvió su vista hasta el plato desechable con ensalada que tenía en la mano.

—Creo que no debí contarte—murmuró la muchacha.

Se encontraban sentadas en la última columna de sillas mientras veían a los chicos ensayar encima del escenario. Ellos de vez en cuando les lanzaban miradas amigables y las saludaban ganándose uno que otro regaño por parte del coreógrafo. Otro pobre hombre con un trabajo complicado, decidió Danna.

—No puedes negar que Christopher es muy tierno, es un amor.—decidió la chica.

Danna volvió a mirarla y soltó un suspiro. Luego lo miró a él y suspiró de nuevo.

—No estoy diciendo que no lo sea. Pero es...no sé como explicarlo—se encogió de hombros.

—¿Te gusta Christopher?—el corazón de Danna se aceleró y su respiración se cortó de golpe. Miró a su amiga demasiado confundida y parpadeó varias veces como sí con eso fuese a aclarar sus dudas.

¿Le gustaba Christopher? Bien, ¿A quién en su sano juicio no le gustaría Christopher? Esa era la pregunta más complicada que le habían hecho en su vida, nunca jamás había estado en esa situación y sí bien el muchacho le agradaba y le gustaba su forma de ser, no podía responder con exactitud.

—No. No lo sé—dejó el plato en una de las sillas y soltó un largo suspiro.

—Pasas tanto tiempo con ellos Danna, que creo que sería algo normal que terminaras enamorada de uno de ellos...—hizo una pausa—...enamorarse es algo normal—se encogió de hombros y Danna volvió a mirar a sus amigos.

—Mi vida no es normal, por sí no lo has notado—Camila se rio un poco, pero sabía que ella tenía razón. La vida de Danna Silvetti era tan normal como ver cerdos con alas.

—¿Sabes que es lo más curioso de todo?—los ojos de la castaña se posaron de nueva cuenta en ella—Que Renato lo sabe, sabe lo que puede pasar y aunque se quiere comportar como un padre celoso, sabe que su niña puede terminar con alguno de sus chicos y al final de cuentas lo acepta...—las mejillas de la pobre muchacha volvieron a arder.

—Cuándo dices este tipo de cosas quiero pegarte—Camila rio.

—¡Pero no lo haces porque soy tu amiga y me amas!—bromeó la muchacha.—¡Y porque sabes que es verdad!

—¡CAMILA!

(...)

—¿Quién a sus veintidós años recibe una piñata de Rayo McQueen?—se burló Zabdiel. Christopher lo fulminó con la mirada y luego volvió su vista al suelo donde aún descansaban los dulces y...

—Y como sí eso no fuera ya lo suficientemente raro, llena de condones—completó Richard.

—Ya espero con ansias el cumpleaños de Renato...—comentó el muchacho cruzándose de brazos.

—¿Para qué quieres que llegue el cumpleaños de Renato?—preguntó Joel acercándose a ellos—¡Qué asco! Suelta eso Erick.—demandó cuándo el cubano tomó un pequeño sobre rojo que claramente no era un dulce.

—¡Quiero venganza!—sonrió Christopher.

—Hola—saludó Danna en cuánto llegó hasta ellos. Los cinco la miraron un momento.

—Hola—saludaron ellos ofreciéndole sonrisas divertidas.

Rayo McQueen, eh—se burló la chica señalando lo que quedaba de la piñata aún suspendida en el aire por una cuerda.

—¿Quieres un dulce, Danna?—bromeó Zabdiel señalando el piso. Los ojos de la castaña se posaron en el montón de dulces y condones en el suelo y negó rápidamente.

—¡No! ¡Qué asco!—protestó.

—¡A Chris le regalaron condones, mira Dan!—Erick tomó otro pequeño paquete y se acercó a la chica, ella le dio un manotazo y el condón cayó al suelo.—¡Grosera!

—¡Vuelves a poner una de tus puras y santas manos encima de una de esas cosas y te acusaré con tu mamá, Erick Brian Colón!—sentenció mirándole con una ceja enarcada.

—¡Chismosa!—murmuró el cubano.

—¡Precoz!—Los chicos se rieron

—¿Puedes creer que tu padre le regaló condones? No sé sí considerarlo un buen padre porque quiere cuidarlo o uno malo, porque prácticamente lo está incitando...

—¡Demasiada información!—protestó la chica mirando a Richard.

—En fin, ¿a qué debemos el honor de tu visita?—preguntó Joel sentándose en la orilla del escenario. Danna lo contempló un momento y suspiro.

—Ya lo he olvidado por su culpa—hizo una pausa—pero sí les molesta mi presencia, puedo irme—dramatizó.

—¡Igual de dramática que Christopher!—decidió el dominicano sentándose junto a Joel.

—¡Hey, con Danna no te metas!—protestó Christopher bajando del escenario de un salto, pasó su brazo por encima de los hombros de Danna y fulminó con la mirada a Richard.

—¡Puedo defenderme sola!—contradijo la muchacha observando al ecuatoriano.

—Sí, pero quiero hacerlo yo. Tal vez así mi deseo de cumpleaños se cumpla más rápido—bromeó sin apartar sus ojos de Danna.

—¿No crees que ya fue suficiente cercanía entre ustedes dos por el día de hoy? ¡Es una pregunta seria!—cuestionó Renato detrás de los dos muchachos.

—¡Arruinas el momento, loco!—se quejó Erick. Danna suspiró.

(...)

Un par de suaves golpes en la puerta lo sobresaltaron, se levantó de la cama y caminó perezosamente para abrir, giró el pomo de la puerta y sus ojos se abrieron en un segundo. Azul estaba ahí, observándolo fijamente y en sus manos sostenía una pequeña caja negra.

—¡Feliz cumpleaños!—anunció ofreciéndole una pequeña sonrisa.

Él la miró todavía un poco extrañado, ellos no habían hablado desde que llegaron a México, cierto que habían pasado tiempo juntos; como por ejemplo cuándo ella los preparaba para las entrevistas y el concierto. Y durante esos momentos, Christopher siempre tenía colocados los auriculares concentrándose en la música y tratando de ignorar su presencia.

No le había hecho gracia alguna que le mintiera acerca de sus amigos, y para mostrarle su enojo le daba un trato estrictamente profesional.

—Gracias—murmuró finalmente. Dejó de escuchar el agua chocar contra las baldosas del suelo en el baño, lo que significaba que Richard casi salía y lo agradeció mentalmente.

—Te traje un pequeño detalle—le dijo la chica tendiéndole la caja negra, él la miró con desconfianza, pero la tomó de todos modos.

—Gracias—repitió simplemente.

—¿Podemos hablar?—cuestionó mirándole con sus ojos azules. La puerta del baño se abrió y la voz de Richard inundó sus oídos.

—¿Terminaste de arreglarte, Chris?—preguntó el dominicano y luego lo miró—¿Qué haces en la puerta?¿Llegaron las chicas?

—No es un buen momento, estoy por salir con los chicos, Camila, Danna y Renato a cenar—se encogió de hombros.

En otro tiempos, Christopher podría haberla invitado a unirse, pero no ahora.

—Sobre lo que pasó el otro día...

—De verdad que no es un buen momento, Azul—inquirió él sin apartarse un solo centímetro de la puerta.

—Está bien—respondió totalmente rendida.—Hablaremos después, supongo...

El muchacho la observó caminar por el pasillo, alejándose de él. Una parte de él –la parte noble- pensó en seguirla, pero la parte prudente le decía que no. Soltó un suspiro y cerró la puerta para toparse con la determinada mirada de Richard.

—¿Sabes que eso fue lo mejor, no?—cuestionó sin apartar sus ojos de Chris.

—Sí, creo que si.—se encogió de hombros y dejó la caja sobre el mueble donde descansaba el televisor.

—Chris, tengo que hacerte una pregunta—anunció cruzándose de brazos.—¿A ti te gusta Azul?—los ojos de Christopher se abrieron en una mezcla de sorpresa y confusión. ¿Le gustaba Azul?

—Sí, puede que me guste un poco—Richard negó de inmediato.

—¿Y qué hay de Danna?—preguntó nuevamente.

—¿Danna? ¿Qué es lo que pasa con Danna?—cuestionó el muchacho mirando a su amigo.

—¿Es enserio? Te la pasas diciendo que la amas y no sé qué tantas cosas más, y ¿ahora me preguntas que, qué con Danna?—Richard lo fulminó con la mirada y el ecuatoriano suspiró.

—¿Sí recuerdas porque Danna está con nosotros, verdad?—preguntó Christopher.

—¿Te gusta o no?—presionó Richard.

Los ojos de Christopher vagaron por la habitación, se mordió el labio inferior en un acto de puro nerviosismo y su corazón se aceleró. ¡Azul le gustaba! Le gustó desde que la presentaron como la estilista del grupo, le gustaba pasar tiempo con ella incluso aunque a Renato y a Richard no les agradara la idea. Le encantaban sus ojos, su cabello y ni hablar de su cuerpo.

Era belleza pura.

Y luego estaba Danna.

No podía negar que era bonita, cierto que no tenía el cabello rojo, ni ojos azules, mucho menos un buen cuerpo como Azul, pero era hermosa a su modo. ¡Christopher lo sabía y le encantaba! Le gustaba que fuera tímida pero a la vez decidida en las cosas que le apasionaban, le gustaba su inocencia, le gustaba cuándo sus mejillas se sonrojaban o la manera en la que sonreía cuándo estaba encima de los patines e incluso cuándo lo rechazaba.

Pero lo que más le gustaba de Danna Silvetti, era que lo trataba como un chico normal, un chico común y corriente. Con ella podía olvidarse de la fama ¡Y amaba esos momentos!

Ella era un remolino de sentimientos que no podía explicar con exactitud.

¿Para Christopher Vélez que podía más, la belleza o los sentimientos?

—Sí...—respondió finalmente—Y no me gusta, me encanta.—se llevó sus manos a sus ojos y los frotó varias veces como sí estuviese realmente desesperado.

Richard sonrió ampliamente.—¡Lo sabía!—canturreó contento.

—¿Qué?—preguntó él totalmente estupefacto.

—Es demasiado obvio, y no hablo precisamente de las muestras de cariño que le das—se encogió de hombros—Los chicos y yo nos dimos cuenta el día que Dan estuvo en el hospital. Estabas al borde del colapso, además no tienes que ser un gran observador para darte cuenta de la manera en la que la miras y como sonríes cuándo Danna está cerca, súmale que te pusiste como loco cuándo te enteraste que supuestamente habíamos ido a celebrar con ella y no estuviste incluido en los planes—su corazón se aceleró ante la nueva revelación.

—¿Tan obvio soy?—cuestionó en voz baja.

—Demasiado, amigo—respondió el moreno.

—¡Ay por Dios! Renato va a patearme el trasero cuándo se entere que me gusta su hija—Richard se rio.

—¡Él ya lo sabe!—informó el muchacho encogiéndose de hombros.

—¿Disculpa?

—¡Y los que vamos a patearte el trasero sí sigues haciendo estupideces como por ejemplo; seguirte juntando con Azul, vamos a ser nosotros!

_ _ _

Un poco obvio, mi queridísimo Chris.

Hoy me sentía inspirada, así que espero que les haya gustado mucho. Muchos besos y abrazos desde México hasta sus casas :).

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