C18: Distensión ligamentosa.
—¡Enano!—murmuró la chica en medio de una risita divertida con la espalda apoyada en la espalda de Joel.
Se encontraban sentados en el suelo alfombrado de la habitación de Renato mientras esperaban que el resto de los chicos aparecieran. El hombre los observó un momento y siguió con la mirada clavada en la pantalla del teléfono, Joel se rio y le dio un pequeño golpe en el brazo a la muchacha.
—¡No le faltes el respeto a tus mayores, niñita!—respondió con fingida indignación.
—¡Abuelito!—farfulló Danna provocando otra risa por parte del mexicano. Renato se les unió y luego se puso de pie cuándo alguien fuera de la habitación comenzó a golpear la puerta como sí de eso dependiera su vida.
—¡Que yo no fui!—gritó Erick corriendo dentro de la habitación. Danna y Joel se quedaron quietos y observaron al cubano un momento, un segundo después Zabdiel entró en la habitación con un cable en la mano.
—¡¿Entonces quién fue?!—exigió el boricua deteniéndose justo en frente del muchacho de ojos verdes que lo observaba fijamente.
Bien, capaz que su vida si dependía de la rapidez con la que le abriesen la puerta...
—¿Puedo saber porque huyes de Zabdiel y que se supone que hiciste?—preguntó Renato mirando a ambos chicos al tiempo que cruzaba sus brazos por encima de su pecho. Joel recargó su peso en la espalda de la muchacha y ella se quejó de inmediato, hecho su cabeza hacia atrás y se recargó en el hombro del chico para ver la divertida escena que estaba a punto de desarrollarse en esa habitación.
—¡Rompió el cable de mi cargador!—acusó Zabdiel entre dientes.
—¡Cinco dólares a que gana Zabdiel!—murmuró Joel. Danna se rio.
—¡Cinco a que Renato lo resuelve!—agregó la chica y luego se tomaron de las manos para sellar el trato.
—¿Por qué a mí nadie me apostó?—preguntó ofendido el cubano.
—¡Buenos días a todo el mundo!—saludó Christopher entrando en la habitación con lo que parecía ser un trozo de pan dulce en la mano.
—¡Ustedes dos dejen de hacer apuestas!—exigió Renato a Joel y a Danna.—¡Ustedes cálmense! Y tú... ¿Todavía estás comiendo, Christopher?—preguntó con el ceño fruncido.
—¡Si, yo también te quiero Renato!—masculló el muchacho.—Además, este trozo de pan no es para mí—anunció sacudiéndose algunas migajas de la ropa.—¡Toma muñeca, yo soy un amigo considerado y lo tomé para ti!—explicó ofreciéndole el trozo de pan a la muchacha.
—¡Pero sí está todo mordido!—se burló Joel.
—¡Se llama prueba de calidad, Pimentel!—se defendió el ecuatoriano.
—¡Muchas gracias, Chris! Aprecio tu intento de amabilidad, pero puedes comerlo. Yo estoy bien con el desayuno—respondió la chica. Christopher se encogió de hombros, la miró una última vez y sin decir nada más, se lo comió.
—Volviendo al tema del cargador roto... ¿se puede saber qué demonios pasó? ¿Por qué acusas a Erick?—inquirió Renato mirando a Zabdiel.
—¡Porque era el único que estaba ahí cuándo mágicamente el cargador se rompió! Vino a mi habitación, me dijo que se lo prestara y luego boom, me dijo que mi cargador estaba roto—explicó el muchacho con el ceño fruncido.
—¡Pero yo no lo rompí! ¡Cuándo yo lo tomé ya no funcionaba!—se excusó el cubano.
—¿Estás seguro, Erick?—inquirió Renato sacándose las gafas y llevando su mano al puente de su nariz. Danna lo contempló con diversión y asombro.
Diversión porque Renato Francis era el manager, el padre, el conductor, el cuidador, el abogado defensor, el juez y el responsable de que esos cinco chicos no se mataran entre ellos. Asombro, porque dudaba que existiera un trabajo más complicado que el de ese pobre hombre que terminaría con un montón de arrugas en el rostro si continuaba con el cuidado de esos muchachos.
—Si—asintió el cubano.
—¡Piensa bien, Zabdiel! Si Erick no fue, ¿a quién más le prestaste tu cargador?—los ojos del chico comenzaron a vagar por la habitación como si en las paredes pudiese encontrar una posible respuesta. Y entonces la encontró, no en las paredes, pero sí sentado en la cama.
—¡Fuiste tú!—inquirió acercándose desafiantemente a Christopher que mantenía su vista clavada en la pantalla de su teléfono.
—¿Yo...? ¿Qué hice yo?—preguntó con confusión.
Danna y Joel se carcajearon ganándose una mala mirada por parte del manager.
—¡Mi cargador!—masculló el chico entre dientes.
Los ojos de Chris se abrieron un poco, hizo una mueca de incredulidad y le ofreció una sonrisa a modo de disculpa—Oh si, Zabdi, no te enojes pero olvidé decirte que accidentalmente rompí tu cargador...
—¡Asunto arreglado!—anunció el hombre con algo de cansancio.
—¡Me debes cinco dólares, Pimentel!—anunció la chica con una sonrisa triunfante.
—¡Que no apuesten!—protestó el hombre.
—¡Estamos en Las Vegas!—le informó el mexicano como sí no se hubiese dado cuenta ya.—Aquí todo el mundo apuesta, está lleno de casinos donde la gente va y hace sus apuestas...
—No me digas, eres un genio—se burló Erick.
—¡Con Joel no te metas, Colón!—le reprochó la chica. Chocó palmas con el mexicano y él le ofreció una sonrisa victoriosa a Erick.
—Creí que Danpher era real, Danna—se indignó Christopher.
—¡Dannel es mejor, perro!—le dijo Joel con media sonrisa. Danna se apartó de golpe haciendo que la espalda del chico se impactara con el suelo.
—¡Con Christopher no te metas, Pimentel!—sentenció y las mejillas del chico ardieron automáticamente.
—Saben que, no estoy dispuesto a seguir escuchando las tonterías que están diciendo, díganle a Richard que tienen día libre y que en media hora los veré en el living del hotel para ir a pasear todos juntos—anunció Renato a toda prisa caminando en dirección a la puerta. Los cinco se quedaron estáticos en sus sitios—¡Ahora largo! Necesito un poco de paz antes de aventurarme a pasar el resto del día con ustedes.
—¡Nadie me había dicho palabras así de tiernas, Renato!—comentó Zabdiel mirándole con una divertida sonrisa tirando de sus labios.
—¡Largo, dije!
(...)
Cinco espectadores que no podían apartar la mirada de ella la observaban con una mezcla de asombro, admiración y emoción. Sentados bajo un árbol los muchachos observaban patinar a Danna, por supuesto que ellos no entendían absolutamente nada de lo que ella hacía, pero verla haciendo...eso, sobre ruedas era realmente increíble.
Ella podía bailar, girar y saltar sobre ruedas, pero apenas y podía mantenerse en pie encima de unos tacones, era algo sumamente irónico.
Christopher sonrió complacido, le encantaba el hecho de que ella estuviese usando los patines que él había escogido para su regalo de cumpleaños. Danna levantó su mirada un poco y se sonrojó cuándo se dio cuenta que los chicos estaban mirándola y grabando con sus teléfonos. Recordó todos los mensajes de la noche anterior, frunció el ceño y se frenó de golpe sin poder evitar una inminente caída.
Hizo una mueca de dolor y se llevó la mano directamente al tobillo. ¡Le dolía! Y ella sabía porque, después de todo no era la primera vez que le pasaba. En menos de lo que hubiese imaginado cinco personas estaban rodeándola tratando de ayudarla a ponerse de pie. Declinó la oferta de los cinco muchachos y con cuidado se sacó el patín derecho. Sus ojos se abrieron un poco cuándo encontró sus calcetines teñidos de rojo.
Era simple; sus patines eran nuevos, había abusado del tiempo recomendable para usarlos por primera vez y los ató demasiado fuerte. ¡Tenía todo en contra!
—¿Por qué demonios tienes...eso?—preguntó Richard señalando las pequeñas manchas rojizas en sus calcetines blancos.
—Son patines nuevos, al principio pueden lastimarte, es normal.—explicó entrecortadamente.
—¿Te duele mucho, Dan?—cuestionó Erick mirándola con preocupación. Sin poder evitarlo las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas y pudo darse cuenta de los rostros preocupados de sus amigos.
—Un poco, si—respondió en voz demasiado baja.
—¿¡Danna, estás bien!?—interrogó la preocupada voz de Renato detrás de los muchachos. Lo miró medio segundo y asintió. Cerró sus ojos tratando de ahuyentar la punzada de dolor que sentía en el tobillo y evitando que las lágrimas continuaran recorriendo por sus mejillas.
Erick le sacó el otro patín con cuidado y su cuerpo se elevó del suelo. Abrió sus ojos de nuevo y se aferró al cuello de Zabdiel.
—Respira, Danna—le aconsejó Christopher caminando a lado de Zabdiel.—Tú solamente respira, no te mueras—habló de nuevo.
—Deja de decir tonterías—respondió Joel algo asustado.
—Vas a estar bien, Dan—murmuró Richard.
(...)
—¿Por qué no viene alguien a decirnos que Danna está bien?—cuestionó histéricamente Christopher tirando un poco de su cabello.
—¡La deben estar revisando aún!—murmuró Renato sin mirarlo.
¡Cinco minutos! Se había descuidado cinco minutos para ir por algo de beber y habían terminado en el hospital.
—¡Iré a pedir informes!—anunció Joel poniéndose de pie.
—¡Es la tercera vez que vas a pedir informes, Joel!—reprochó Erick con la mirada fija en el suelo blanco del hospital.
—Usted debe ser el señor Renato Francis—preguntó un hombre con bata blanca.
—Sí.—El hombre le sonrió un poco.
—¿Cómo está Danna?—se entrometió el ecuatoriano totalmente desesperado.
—Lo que Danna sufrió es una distensión ligamentosa—anunció y los chicos lo miraron con los ojos bien abiertos sin comprender el mensaje.
—¿Podría repetirnos de nuevo pero ahora en español, por favor?—pidió Erick mirando al hombre.
—Esguince, grado uno.—respondió simplemente.
—¿Pero no es grave, verdad?—cuestionó Richard angustiado.
—No, no hay rotura ni nada por el estilo. Fue una torcedura algo severa, pero no pasó a mayores, sólo hinchazón y dolor intenso...—hizo una pausa y los miró—...yo recomendaría un poco de reposo, pero ella me comentó que ustedes viajan todo el tiempo así que...una bota ortopédica corta bastará para evitar que se siga lastimando.
—De acuerdo...
(...)
—¡Jamás debí haberte regalado esos patines!—protestó Christopher.
—No fueron los patines, Chris—respondió la chica ofreciéndole una sonrisa sincera—fui yo, estaba distraída. Además, no es como que jamás volveré a caminar, no seas exagerado, solamente tengo que usar esa cosa espantosa unos días. —Señaló la bota negra que descansaba sobre la cama de Camila.—Y...no es la primera vez que me pasa—se encogió de hombros.
—De todas maneras me siento culpable—suspiró.
—Pues no deberías—se rio—la parte buena querido Chris, es que voy a tener la excusa perfecta para dormir todo el día, mientras ustedes estarán ocupados dando entrevistas y asistiendo a los premios—el muchacho soltó una risita.
—¿Vas a ver nuestra presentación mañana?—preguntó mirándola.
—¡No! ¡Que flojera!—los ojos del muchacho la fulminaron en menos de un segundo y ella se rio—¡Por supuesto que voy a verla! ¡No me la perdería por nada en el mundo! Aunque... todavía no entiendo porque no cantarán su nuevo single.—suspiró—Por cierto, ¿en dónde están los chicos? Desde que regresamos al hotel no los he visto.
La puerta se abrió de golpe y los cuatro chicos junto a Camila entraron por la puerta sosteniendo varias bolsas de compras.
—¡Danna!—exclamó Erick.—¿Alguna vez has ido a una pijamada?—cuestionó sentándose a su lado.
—No, jamás.—respondió ella.
—Pues nos alegra ser los primeros chicos con los que irás a una pijamada—le dijo Joel con media sonrisa—Mira, hemos traído papas fritas, galletas de chocolate, un par de botes de helado de chocolate y muchos dulces.—agregó mostrándole muchos empaques de golosinas y comida chatarra.
—¡Suena increíble!—murmuró ella.
—¡Mucho más increíble sí Renato no se entera!—le sonrió Zabdiel.
—¡Tendrías que haberlos visto!—comentó Camila con media sonrisa.
—Los conejos asustados ahora éramos nosotros—anunció Joel en medio de una risita nerviosa.
—Un momento... ¿Cómo hicieron para ir a comprar todo eso y subirlo hasta aquí sin que Renato se entere?—preguntó confundida.
¡Ellos iban a estar en un gran lío sí el hombre se enteraba que habían salido solos!
—Capaz que ahora además de cantantes, también somos traficantes de comida chatarra...
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¿Algun alma noble que quisiera apostar por Erick? ¿No? ¿Nadie? jajaja :B
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