Capítulo 43: Sacrificio

En la mañana me despertó el olor de las tostadas y el café. Abrí los ojos pensando que Celeste se había levantado a hacer el desayuno, pero ella dormía aun. Salí y vi a mi hermana cocinando y preparando la mesa mientras leía una carta de mi abuela.

—Aun no puedo creer en todo esto —dijo sonriendo al verme—. Estoy feliz por ti hermanito, por ustedes. Por favor, no dejes que mamá lo destruya.

—No lo haré. —La abracé por la espalda y le besé en la mejilla—. Tú tampoco deberías dejar que mamá se meta en tus cosas Nahiara, ya es tiempo de volar.

—Lo he entendido al fin —asintió ella—. No es fácil salir de su jaula cuando siempre me ha mantenido allí.

—Lo sé —asentí—. Pero verás que vale la pena.

—Estoy tan orgullosa de ti, Bruno. Te admiro —dijo sonriendo—. Entonces, ¿trabajarás? ¿De qué vivirán? Porque sabes que mamá no te dará un peso —añadió algo preocupada.

—Tengo dinero —sonreí en gesto triunfante—. La abuela me dejó bastante y lo he sabido administrar a lo largo de todos estos años.

—¿Qué? —preguntó sorprendida enarcando las cejas.

—Ya ves, era su nieto favorito... —bromeé.

—¡Cuéntame! —pidió curiosa y entonces le conté todo sobre el fajo de dinero que me había dejado en la caja.

—¡Wow! ¡Asombroso! —añadió Nahiara—. Como si ella lo hubiera visto venir —afirmó asintiendo.

—Supongo que me conocía lo suficiente como para saber que no aguantaría vivir la vida que ellos planearon para mí. Volveré a la Universidad y conseguiré un nuevo empleo —añadí con certeza.

—Yo también tengo un empleo —agregó Celeste apareciendo desde la puerta. No estaba en su silla pues la noche anterior la misma se había quedado en la sala y yo la había cargado en brazos.

—¿Sí? —preguntó Nahiara sonriendo mientras terminaba de servir el desayuno para los tres.

—Hace unas semanas expuse aquí y uno de mis cuadros fue elegido para ir a Salum. Desde entonces he vendido muchísimo. Además ya tengo fechas para exponer en Farsut en dos meses.

—¡Wow! —exclamó Nahiara aplaudiendo emocionada mientras apartaba una silla para que Celeste subiera— ¡Ahora solo les toca ser felices!

—Vi ese cuadro —recordé entonces de repente—. Lo titulaste «El olvido», tus ojos celestes eran tan tristes, tu mirada perdida, lágrimas... y los recuerdos bajo el agua. Allí empezaron a revivir mis recuerdos, mi corazón latía tan fuerte que creí me daría un paro, quería decirme algo pero mi cerebro no lograba procesarlo.

—Todo es magia —agregó Nahiara y sonreímos.

Continuamos la mañana revisando cartas y sonriendo al imaginar a nuestros abuelos hablando de nosotros. Entonces, entre las cartas de mi abuela encontramos una parte de una carta que yo había leído una vez. Y entre las cartas del abuelo, encontramos la otra mitad. No podíamos explicarnos cómo llegó a partirse en dos y por qué una parte estaba en la caja de mi abuela y la otra en manos de Paco, pero a esas alturas ya creíamos en la magia que era producto del amor inmenso con el que se amaron y con el que nos amaron.

«Salum, 10 de febrero de 2004

Mi amado Francisco:

Entiendo tu desesperación ante el problema de tu Sirenita, pero si tú desesperas: ¿en quién podrá confiar ella? No decaigas, debes ser fuerte para ella, debes infundirle el coraje que necesita.

Todos somos iguales y todos somos diferentes a la vez, vivimos en un mundo contradictorio, donde desde pequeño te enseñan que eres especial, que eres único, pero sin embargo te ponen uniformes y te identifican con números... Todos somos iguales y todos somos diferentes.

Cuando te dice que es una niña incompleta, recuérdale que nadie está completo, somos seres incompletos... A algunos les falta alegría, a otros les sobra bondad, unos no pueden oír, otros pueden hacerlo pero están tan ensimismados que no son capaces de escuchar nada que no sea su propia mente. La pena es que luchamos siempre por igualarnos, desde la ropa hasta lo que comemos, la moda nos hace robotitos en serie... Pero el truco está en aprender a amar eso que nos hace diferentes, porque es lo que nos hace únicos... Muéstrale eso y lograrás que halle la felicidad.

Dile que todo en esta vida depende nada más que de ella, su inteligencia y su carisma la llevarán a rodearse de personas únicas y luminosas que podrán ver más allá de las limitaciones físicas y hallarán en ella el tesoro que lleva dentro. Dile que yo sé que entre todas esas personas, un día conocerá el amor, porque el amor no entiende de diferencias, no entiende de limitaciones, no entiende de discapacidades... El amor, solo entiende de corazón, y ella tiene uno hermoso, lleno de colores y listo para entregárselo a un joven capaz de verlo, de disfrutarlo, de adorar ese corazón y de cuidarlo como si fuera su propia vida.

Quizá nosotros no tuvimos un final feliz, pero nuestra historia puede no ser en vano. Si pudiéramos ofrecer este sacrificio de amarnos en la distancia y en el tiempo, de no poder estar juntos, de no poder darnos la mano; para que tu Sirenita y mi Bruno, un día encuentren un amor tan grande como el nuestro... pero ellos sí, puedan vivirlo.

Te amo, como como siempre, desde siempre y para siempre...

Viv.O»

Ambos nos abrazamos y nos pusimos a llorar, ella había entregado su sufrimiento en sacrificio por nuestra felicidad. Celeste mencionó que había estado unos meses sin mí y se había sentido morir, ellos habían estado separados toda una vida, y aun así lo hicieron, se amaron hasta el final.

Luego de tanta emoción, Nahiara decidió volver a la mansión y dejarnos solos, dijo que tenía que poner en orden su vida. Nos quedamos uno en brazos del otro, asimilando el amor que habíamos heredado de la historia que nos precedía, asimilando los secretos descubiertos y la magnitud de dos personas que fueron tan importantes en nuestras vidas, que nos conocieron a ambos, que se amaron tanto y nos amaron tanto que nos legaron un futuro lleno de colores que ellos solo pudieron imaginar. La miré a los ojos, me sonrió con su mirada, la felicidad y las lágrimas aun interferían en nuestras conversaciones, todo era demasiado fuerte, emociones demasiado intensas...

—Te amo, Celeste Maldonado, desde siempre, como siempre y para siempre. Y no me importa si no crees en la palabra «siempre», nuestros abuelos nos han enseñado que existe —murmuré tomando su rostro en mis manos con cariño y devoción.

—Creo... porque este amor simplemente no puede terminar —añadió ella sonriendo.

Nos besamos, eternamente, en un beso lento, un beso profundo, un beso tierno, que pasó por todos los tonos pasteles antes de convertirse en rojo. Antes de explotar de pasión. La tomé en mis brazos, la llevé a su habitación y la recosté en con cuidado en su cama. Nos miramos, nos besamos, nos acariciamos, nos probamos, nos amamos. Nuestras almas y nuestros cuerpos se abrazaron en una danza única guiados por nada más que el amor y el deseo de fundirnos en uno solo; de encontrarnos en el otro, de abrazarnos, de sentirnos plenos y eternos.

Nos quedamos allí, desnudos, en esa especie de burbuja atemporal de placer en la que nuestras pieles aun sabían y se sentían como una sola después de amarnos; en ese halo de misterio en el cual las partículas del aire aun olían a nosotros; mimándonos, acariciándonos, abrazándonos.

—De luna de miel... —empezó a hablar Celeste.

—Lo sé, quieres ir a Arsam —sonreí.

—Era el rincón de ellos... Allí se amaron, allí hicieron al pequeño que adoraron, incluso aunque no haya vivido —añadió.

—Los imagino en el cielo, sobre las nubes... Mi abuela con su niño en brazos, tu abuelo contándole un cuento a ambos.

—Un cuento sobre una sirena llamada Celeste y un hombre que se enamora de ella más allá de todas las diferencias que los separa. Una historia sobre un amor victorioso que triunfa sobre el tiempo, que inició en un pasado lejano, se consolida en el presente y se afianza en la esperanza de un futuro eterno —dijo Celeste soñadora, mirando al vacío como si recordara las palabras de su abuelo contándole esa historia.

—Estoy seguro de que donde estén, son felices ahora. —Me acerqué a besarla.

—Tú me haces feliz, Bruno. Gracias por regresar —dijo sonriendo y acariciando mi cabello con dulzura.

—Uno no puede olvidar a donde pertenece, y yo pertenezco a tu corazón —dije y la besé.

Este es el penúltimo capítulo, y yo estoy viajando el próximo lunes a Cancún, así que esta semana estaré subiendo el último capítulo, el epílogo y el capítulo extra. Los espero también por la nueva historia que estoy subiendo "Ni el cielo ni el infierno". 

Luego de terminar de subir, y a la vuelta de mi viaje, nos pondremos al día con las actividades para el sorteo final de un libro en físico.



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