Capítulo 39: Disipando las neblinas


Había logrado mayor independencia y todo había vuelto a la normalidad, menos el enorme buraco que tapaba mis recuerdos. Lo peor era que cuanto más los intentaba rescatar, más al fondo se me iban y la desesperación se apoderaba de mí.

Había hablado con el Doctor, y me había insistido en que no desesperara, que nunca había dicho que las cosas serían fáciles. El tema es que tenía malas intuiciones, creía que mi madre había estado intentando llenarme la cabeza de recuerdos que en realidad no existieron. No sabía si estaba o no en lo correcto, pero siempre que se trata de Anabella, ella mencionaba alguna cosa que se suponía había vivido con ella y luego se disculpaba por haberlo mencionado. Y, ¿no se suponía acaso que no debían decirme nada?

Además había encontrado cuadernos y trabajos que indicaban que había estado asistiendo a la Universidad de Bella Artes. Cuando le pregunté me respondió rotundamente que «no», sentía que no dejaba fluir a mis recuerdos. Y de mi madre, se podía esperar cualquier cosa.

Esa tarde decidí ir a la Universidad, quizás estando allí podría recordar algo. Así que sin decir nada saqué el auto y me puse en camino. La verdad es que hacía un par de meses que estaba manejando de nuevo. Mi padre se había mostrado muy reacio a que lo hiciera, pero tampoco quería estar dependiendo siempre del chofer.

La Universidad de Bellas Artes era una construcción hermosa y moderna. Cuando estuve en frente de repente me sentí muy atraído a ella, sentí que ya había estado allí y pronto pude determinar que así fue. Recordé los lugares, el comedor, el patio, las aulas del segundo piso, recordé la cancha de básquet que estaba en el área de deportes y recordé el Museo que estaba justo al lado, una construcción completamente aislada para hacerlo independiente pero que todos sabíamos, dependía de la Universidad.

Pude ver afiches que invitaban a inscribirse en las distintas carreras, encontré el área donde estaban las esculturas de los artistas más famosos del país. Recordé haber estado ahí antes y haber tomado la decisión de estudiar. Recordé habérselo dicho a mi padre y que él pensó que era solo parte de una especie de «rebeldía adolescente tardía». Recordé a la maestra Silvia, encargada de las clases de Dibujo, ella era muy amable y accesible con los alumnos.

Me sentía en éxtasis porque estaba «estirando recuerdos». Quizás era eso lo que debía hacer, visitar los lugares en los que estuve ese tiempo. Ahora tenía sentido para mí las esculturas que estaban olvidadas en la biblioteca. Eran trabajos prácticos. Fui a la administración y me presenté, pregunté sin dudarlo cual era mi situación académica y ellos me dijeron que no había dado los exámenes finales.

¡Bien!, había estado aquí. Había recobrado una parte de mí. Salí emocionado y corriendo, quería contárselo a Nahiara que parecía ser la única a la que le importaba mi vida. Estaba yendo hacia el estacionamiento cuando vi un afiche que rezaba: «Exposición de pintura, nuevos talentos de Tarel». Algo en ese título llamó mi atención. Quizá porque mi abuela era de Tarel y le encantaba pintar esos paisajes de aquella mágica ciudad.

Ingresé sin dudarlo, habían cinco cuadros que al parecer habían sido escogidos de una exposición realizada en la misma ciudad de Tarel. El primero era un paisaje de las playas cercanas a la montaña, el segundo era una pintura abstracta llamada «Los colores de Tarel», parecía que habían chorreado sobre el lienzo un montón de pomos de pintura sin ningún orden o concordancia, aun así lo primero que se me vino a mente al verlo fue: «Estos no son los colores de Tarel, aquí falta el celeste». ¿Por qué mi cerebro dijo aquello?

Me quedé meditando un poco mientras observaba el tercer trabajo, se trataba de la imagen de una anciana y una pequeña niña en las calles del mercado de Tarel y luego llegué al cuarto. Al verlo sentí como si un escalofrío me subiera por la espalda. Se llamaba: «El olvido», una sirena de pelo multicolor estaba sentada en una roca en el medio de alta mar, miraba a la luna llena y lloraba. Los ojos de la sirena eran celestes y estaban cargados de dolor; debajo de lo que parecía ser las aguas oscuras del mar podían verse cartas, libros, pinceles y un anillo, hundiéndose en el agua.

Mi corazón latía demasiado fuerte, pensé que estaba por tener una crisis de ansiedad o algo así. No entendía por qué mi cuerpo estaba reaccionando de esa forma. Miré los ojos de esa Sirena una vez más, se parecían a los ojos de alguien... alguien a quien no podía recordar por más que lo intentara. Mi corazón se aceleraba y se aceleraba, empecé a sudar frío y debí recostarme.

—¿Estás bien? —preguntó un hombre de traje acercándose.

—Sí, solo... creo que me ha bajado la presión —respondí sin entender del todo mi reacción.

—Bueno, puedes ir a servirte algo allá. —Me señaló una mesa con comida.

—Gracias —asentí y volví a mirar el cuadro.

Cuando el hombre se alejó me acerqué de nuevo para mirar la firma. «Celeste Maldonado». Y ese nombre me sonaba demasiado, cerré los ojos tratando de evocar algún recuerdo, pero solo pude repetir la imagen mental de los ojos profundamente celestes y doloridos de la Sirena del cuadro.

Cuando llegué a la casa fui directo a la Biblioteca a buscar mis esculturas, me senté en el escritorio a verlas y tocarlas para ver si lograba evocar algo más. Entonces mi mirada se fijó en la réplica del cuadro de mi abuela, la fotografía estilo postal que estaba bajo el vidrio. «La casita de Arsam» habló mi cerebro. ¿Qué casita de Arsam? Yo no había estado nunca en Arsam, ¿o sí? Cerré los ojos y la imagen de mí mismo sobrevolando la ciudad de Arsam en un parapente me golpeó. ¡Si había estado en Arsam! Mi corazón de nuevo empezó a latir con fuerza y me acerqué a observar la imagen. La miré y me pareció ver los ojos celestes de aquella sirena mirándome con tristeza desde la ventana de la choza. Cerré los ojos pensando en que me estaba volviendo loco y volví a abrirlos, pero ya no estaban.

Pensé en las cosas que había en la casa de Tarel, las que estaban en la caja fuerte, luego me pareció recordar que yo había traído todo aquello a Salum, pero allí no encontré nada allí. ¿Dónde estaban la caja roja y las cosas de mi abuela? Entonces me vi a mi mismo guardando todas esas cosas en una mochila con corazones. Estaba alterado y enojado. Recordaba haber salido de la biblioteca y haber presenciado una discusión de mi madre con mi padre... Pero no recordaba de qué iba la discusión, solo que salí de allí alterado para ir a... a... a ¿Tarel?

¿A qué iba a Tarel a mitad de la noche? Luego tuve un recuerdo sobre música, el impacto... y... el silencio que se llevó mis memorias.

—¿Estás bien? —me preguntó Nahiara.

—No. —Abrí los ojos y fui consciente de la forma en que me encontró mi hermana, estaba tirado en el piso, agarrándome la cabeza e hiperventilando—. Creo que he recordado el accidente.

—¿De verdad? —dijo sentándose a mi lado y tomándome de la mano.

—Nahiara... ¿A qué iba a Tarel a la madrugada? —pregunté y ella suspiró.

—Quizás ir a Tarel te hará bien, Bruno —añadió luego de un minuto de silencio en el cual pareció pensar eternamente una respuesta—. No estoy de acuerdo en la forma en que mamá está manipulando tus recuerdos, pero no seré yo quien te diga las cosas. Deberás recordarlas tú mismo —continuó.

—Tenía la sensación de que mamá lo estaba haciendo —musité confundido.

—Si sabe que iremos a Tarel no nos dejará hacerlo, deberemos inventar algo —habló Nahiara mirándome muy seriamente.

—Puedes decir que debes grabar en alguna ciudad y que te acompañaré, no lo dudará porque lo hemos hecho un par de veces —ofrecí—. Podemos decirle que será una buena distracción para mí.

—Genial, déjamelo a mí. Debes estar listo para salir mañana temprano.

—Bien —asentí y mi hermana se levantó como para marcharse—. Nahiara...

—¿Sí?

—Gracias... —Ella sonrió. Una esperanza derecuperar mi vida inundaba mi alma, pero también miedo a lo que encontraría másallá de mis recuerdos. 

Hoy quería invitarles a leer la nueva historia que he comenzado a subir y se llama Ni el cielo ni el infierno. Los espero por allí. También recordarles que el 4 de abril tenemos juntada en Buenos Aires, en el shopping Abasto. El próximo domingo les diré la hora. ¿Nos vemos allá?


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