Capítulo 25: Tormenta
La llegada del temporal aguó literalmente todos los planes. Según las noticias, el paso del huracán Marina duraría un par de días, y las recomendaciones eran no salir de los hogares si no era estrictamente necesario. Las carreteras estaban cortadas y, por ende, mi idea de fin de semana con Celeste conociendo la casa de Arsam había quedado pospuesta.
La tormenta se inició en la madrugada del sábado, y ella tampoco pudo ir. Me apenaba, porque sabía que tenía mucha ilusión de conocer dicha propiedad. Nadie en la familia de Celeste podía explicarse el cómo ni el por qué el abuelo Paco tenía dicha casa prácticamente en secreto.
La noche anterior había intentado hablar con ella, pero no lo logré porque traía el celular apagado, y en aquella mañana solo había recibido un mensaje que decía que por el tiempo no podría ir a Arsam. Había intentado llamarla de nuevo, pero por el temporal todas las líneas estaban cortadas o en mal funcionamiento. Su mensaje fue bastante escueto y me pareció que algo le sucedía. No quería ser paranoico, quizá solo se trataba de sus enormes ansias frustradas de ir a conocer la casa.
A partir de la siguiente semana, debía buscarla para llevarla a la clínica. Debía ir cuatro veces para poder hacerse los estudios e iniciar la preparación de la prótesis, posteriormente vendría para hacer la fisioterapia de entrenamiento. Quedamos en que la buscaría el martes y el jueves temprano, iríamos a la clínica y luego de terminar la llevaría de nuevo. Había pedido un permiso en el trabajo por esos cuatro días, luego enviaría al chofer por ella. Yo la acompañaría a la clínica, pero ir a buscarla se me dificultaba porque perdía muchas horas laborales.
De todas formas, había visto que una línea aérea nacional estaba ofreciendo vueltos internos, lo que me parecía interesante, porque quizás ella podría venir en ellos y yo esperarla en el aeropuerto. Nos ahorraríamos muchísimas horas de viaje e incluso podríamos pasar una o dos horas juntos cada vez que volara hacia aquí. Eso me hacía mucha ilusión, así que debía recordarme de llamar a la aerolínea a preguntar por los precios.
Y sobre el tema de los vuelos, se me había ocurrido una genial idea para lo del matrimonio. Hacía mucho que no hacía vuelos en parapente, y tenía entendido que en la ciudad de Arsam se podían hacer. Me surgió la idea de llevarla a volar un fin de semana, quedarnos en la casa de Arsam —si es que estaba habitable— o en algún hotel, y proponérselo. Pensaba en el siguiente fin de semana, creía que sería genial. Ella traía esa frase de Frida Kahlo tatuada en la piel «Pies para que los quiero, si tengo alas para volar», y me parecía adecuado una experiencia como esa. Trabajaría la idea toda la semana.
Mi madre llegó de Tarel esa madrugada, aquella mañana en el desayuno me había dicho que había visto a Celeste y que la había invitado a tomar un café. Casi me atraganté con las tostadas cuando me lo comentó, pero ella lo mencionó como lo más normal del mundo. Luego me contó que les sacaron muchas fotos y que seguro aparecerían en los diarios de esos días. Entonces entendí que mi madre estaba usando esta historia para su beneficio. Obviamente, hacerse la buena con Celeste y demostrar que ella era una persona que no discriminaba le traería miles de votos y una imagen de mujer con corazón, cosa que en realidad no era. Pensé que quizás era por eso que Celeste me pareció cortante en su mensaje, pero no quise apresurarme a sacar conclusiones, mejor intentaba volver a contactar con ella y preguntárselo.
Ignoré a mamá mientras contaba aquello. Mi padre, por su parte, nos recordó una vez más en la mesa que en dos meses sería el baile anual de la empresa, una fiesta que se venía haciendo desde hacía muchísimos años y a donde se suponía que iban todos los empleados de la empresa. Se hacían entregas de premios reconociendo a los más trabajadores y sorteos de automóviles. También iban muchos invitados de otras empresas que trabajan con mi padre, proveedores y demás, y como mi madre estaba en todo el tema político, también invitaban al intendente de Salum y de las ciudades importantes del país, así como a otros políticos. En síntesis, era una fiesta donde mi padre y mi madre ostentaban sus riquezas y se codeaban con gente a la que después podían manipular o utilizar.
—Yo no quiero ir —me encogí de hombros.
—Sabes que es una tradición —dijo mi padre—. Además, tienes que ir con una chica.
—No pienso llevar a Celeste, no creo que se sienta cómoda —añadí pensando que a ella no le gustaría la idea.
—Es lo que digo —agregó mamá asintiendo—. ¿Cómo podría bailar ella? Y luego tú dices que puedes tener una vida normal a su lado. —Negó con un suspiro.
—Mamá, no me interesan estas fiestas, ni las reuniones, ni que Celeste baile —esbocé negando con la cabeza y tratando de calmar mi respiración—. No la dejaría porque no puede ir a bailar, eso es ridículo.
—Bueno, pero si no la llevas a ella debes ir con otra chica —añadió mi padre—. Sabes que los Santorini abrimos la pista de baile.
—Estoy tan cansado de todas sus tonterías —suspiré—.No voy a ir, no voy a exponer a mi novia a una situación tan incómoda —zanjé.
—Puedes explicarle que debes ir con alguien que pueda bailar, le dices que no se moleste e invitas a Anabella —habló mi madre con tono cínico y desenfadado—. Después de todo, Celeste debe comprender que ella no puede darte lo que mereces, no creo que se moleste por eso. Cada uno debe asumir el lugar que ocupa en esta vida —agregó llevándose su café a la boca.
—No entiendo por qué eres así, mamá —añadí frustrado y sin ganas ya de discutir con ella, ni siquiera tenía sentido que lo hiciera.
—¿Qué he dicho? —preguntó con tono inocente.
—Mira, mejor me voy a mi cuarto. Estaré allí el resto del día, ya que la naturaleza ha decidido encerrarme en esta mazmorra.
Me levanté y me dirigí a mi habitación. Junté algunas piezas desparramadas y terminé de hacer una pequeña escultura en la cual estaba trabajando. Luego de eso me dispuse a leer un poco del diario de la abuela. En días como esos sentía mucho su ausencia, ella me hubiera entendido y apoyado con Celeste, estoy seguro de ello.
He estado pensando sobre cómo habrían sido nuestras vidas si las cosas hubieran salido de forma distinta. ¿Por qué será que la gente no puede aceptar el amor? ¿Por qué dejamos que las reglas y protocolos de una sociedad hipócrita terminen con lo que teníamos? En el momento en que te suceden las cosas malas, parecen inmensas, avasalladoras, pero cuando el tiempo pasa y te encuentras sola, solo recuerdas lo bueno de lo que fue y lo que pudo haber sido. ¿Crees que si hubiéramos luchado lo hubiéramos podido lograr? ¿Qué habría sido de nosotros?...
No hay noche que no me acueste pensando en eso, inventando un mundo paralelo donde las cosas salieron de forma diferente, donde en vez de dejarme manejar por la tiranía de mis padres y sus tontas tradiciones, me dejé guiar por mi corazón. Lo siento tanto... Y más aún siento que Gloria no haya sacado nada de mí. Es un completo robot, guiado por su mente estricta, encasillada en normas, reglas y protocolos. Y Dios los cría y ellos se juntan, dice el refrán. Encontró a Roger, un hombre a quien sólo le interesa el poder y el dinero. Sin embargo, ellos están juntos, nadie les ha impedido amarse, y aunque no sé si se aman o se utilizan mutuamente, crían a sus tres hijos en esa estructura triste, mis nietos ni siquiera salen a jugar, están rodeados de empleados e institutrices.
Me siento culpable... Cada noche me pregunto: ¿acaso he criado así a mi hija? ¿No he podido cambiar algo en ella, pintarle un poco el corazón de colores? Voy a irme de este mundo sin haber dejado ninguna huella, y eso duele...
Me sentía mal por mi abuela, entendía a la perfección sus palabras, la comprendía y la imaginaba encerrada en este castillo gris, sin emociones ni colores en el que fui criado. Me apenaba que se hubiera sentido así, que hubiera muerto creyendo que no había dejado huellas, que se sintiera culpable por la forma de ser de mi madre. Pero no era así, ella había dejado sus huellas en mí, vivía en mi corazón y siempre la recordaría con mucho cariño, sobre todo últimamente. Ella fue la primera en pintar colores en mi vida, y ahora era Celeste, quien continuaba en mí la obra que inició mi abuela.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top