Capítulo 15: Superando distancias
Extrañaba a Bruno, pero a medida que pasaban los días el desencanto se apoderaba de mi mundo. A veces pasa que cuando varias cosas van saliendo bien, esperamos que suceda algo que lo arruine todo; no siempre es fácil pensar en positivo, y los miedos quieren estropear los momentos felices recreando en el cerebro todo aquello que podría salir mal, para hacernos más débiles y lograr que finalmente renunciemos a lo que anhelamos. Además, cuando la vida no suele presentarnos demasiados altibajos cuesta acostumbrarse a cambios que mueven toda la seguridad en la que veníamos sumergidos.
El haberme despertado un día enamorada, con un chico como Bruno a mis pies, me hacía pensar justamente eso, que no tenía pies. Por un lado, todo parecía un hermoso sueño del cual en algún momento tendría que despertar, por instantes me sentía la protagonista de uno de los cuentos del abuelo, uno de esos en donde el final siempre era perfecto. Y no me refería a que Bruno fuera el príncipe que había venido a rescatarme; ni él era un príncipe, ni yo una princesa, y su apellido me importaba poco o nada. Sin embargo, por otro lado, a pesar de todo lo bello que habíamos vivido, no siempre me resultaba sencillo creer —o mejor dicho aceptar— que un chico como él se hubiera fijado en alguien como yo, tan simple, tan normal, y a la vez tan diferente. A su lado había pasado los días más felices de mi vida, pero tras la separación, y con la incertidumbre de no saber cuándo regresaría, temía que finalmente todo pudiera terminar. Después de todo, las promesas que nos hicimos eran solo palabras que respondían a las emociones del momento, y eso no garantizaba el futuro por más que lo hubiéramos querido así. Si en verdad deseábamos un futuro juntos, debíamos forjarlo y trabajar para él, no bastaba con soñarlo, y a distancia eso me parecía algo complicado.
Ese sábado, Diana y yo saldríamos con Tomy y lo llevaríamos a los juegos del centro comercial, luego comeríamos algo y conversaríamos un poco. Ella estaba preocupada por algo que en realidad yo no había pensado hasta que lo mencionó.
—¿Se cuidaron? —preguntó aquella vez luego de que le comenté mis hazañas en la mansión Santorini.
—¿De qué hablas? —cuestioné, y con solo una mirada suya me bastó para entender el rumbo que tomaban sus pensamientos. Creo que ella supo leer la respuesta en mi rostro desencajado por el susto.
—¿No? ¿Hablas en serio, Celeste? —inquirió negando y tomándose la cabeza con las manos.
—Ni lo pensé —dije y me tapé el rostro con vergüenza.
—¿Sabes lo que eso implica? ¿Qué harás si las cosas se salen de control? Apenas puedes mantenerte a ti misma con lo que ganas. ¿Ves lo difícil que me resulta a mí? —exclamó mirando a Tomy—. ¿De verdad lo hicieron sin protección?
—Creo que ninguno de los dos pensó qué podría suceder en ese momento... —me defendí, aunque sabía que aquello no tenía excusas.
—Ni al día siguiente —añadió irónica.
—Oh... Dios... —suspiré asustada.
—¿Cuándo debe llegarte la regla? —preguntó curiosa.
—Supongo que en unos días —respondí con la vaga esperanza de que no hubiera sucedido nada.
Por suerte, esa mañana volví a suspirar cuando mi cuerpo me demostró que no estaba embarazada. Nota mental para mí: definir algún método para cuidarnos si es que Bruno volvía a visitarme.
—Entonces... ¿Cuándo vuelve? —preguntó Diana una vez que nos sentamos a ordenar el café mientras mirábamos a Tomy jugar en los juegos.
—No lo sé, supongo que todo se ha complicado: los padres no están conformes con lo nuestro y a él le está costando independizarse. No es tan sencillo cuando te criaron en una nube de la que luego no puedes escapar —respondí encogiéndome de hombros.0 —¿Ya inició la Universidad? —cuestionó asintiendo.
—Ya, y también está trabajando: consiguió trabajo en un museo de arte moderno. Está muy entusiasmado, porque el dueño ha visto sus trabajos y le ha dicho que quizá lo deje exponer un día —comenté—. Al menos está haciendo lo que le gusta y aprende mucho.
—Interesante...
—Me ha dicho que desea venir en dos semanas, y también me ha comentado sus ganas de llevarme de visita a Salum un fin de semana —mencioné.
—¿Irás? ¡Siempre quise conocer la capital! —exclamó soñadora.
—No lo sé... me da un poco de miedo. Sus padres están allá y sé que no me aceptan. Además, piensan que he influido en sus ganas de rebelarse a su familia y de no ser el empresario que su papá quería que fuera. Al principio no me quiso contar eso, pero era algo obvio que sería así. Además de todo eso, la idea de irme a una ciudad que no conozco me atemoriza; no quiero depender de nadie, ni siquiera de Bruno, pero en un lugar desconocido no puedo saber si podré moverme con la libertad que acostumbro —expliqué.
—No seas tonta, Bruno preparará todo para que estés cómoda y lo sabes —sonrió.
—Sí... pero... no lo sé...
—No pierdes nada, Celeste. Yo creo que deberías animarte —aconsejó.
Seguimos conversando un rato más mientras nos divertíamos con las travesuras de Tomy, para luego volver a casa a descansar. Había quedado con Bruno en que haríamos una videollamada esa noche. Llegué a casa y tomé una ducha caliente. Al salir, me puse algo cómodo y fui a la cama para encender la computadora portátil y navegar un rato mientras esperaba que fuera la hora que habíamos convenido.
En Google me informé un poco más sobre la familia de Bruno: era gente tradicionalista, su madre encabezaba la lista de candidatos para ser presidenta del Partido de la Libertad, uno de los movimientos políticos más grandes y de mayor influencia en el país. De seguro era una mujer fuerte y capaz; en estas tierras aún no estaba demasiado aceptado que las mujeres ocuparan puestos políticos, pero si uno de los partidos más importantes le estaba dando esa oportunidad era porque seguro se lo merecía. Vi fotos de ella en eventos de caridad, incluso había visitado el Centro de Ayuda a Personas con Discapacidad de Salum. Se veía sonriente mientras abrazaba a algunos niños ciegos y otros en sillas de rueda. Quizá las cosas no pintaran tan mal como parecía, quizá pudiera agradarle.
Su padre era un empresario reconocido y multimillonario, tenía la empresa de automóviles más grande de la región. Podía entender su enorme deseo de que Bruno se hiciera cargo de los negocios. No creía que alguien que poseyera un imperio así deseara dejarlo en manos de cualquiera.
Suspiré al pensar en dónde me había metido. Éramos demasiado diferentes, no me sentía capaz de encajar en una familia como la suya. El sonido de la llamada entrante me trajo de nuevo a la realidad; era Bruno, puntual como siempre.
—Amor... —saludó sonriente una vez que su imagen apareció en mi pantalla.
—Hola, hermoso —respondí meneando la mano a modo de saludo.
—No sabes cuánto te extraño, pero ya solo quedan unos pocos días para vernos —afirmó.
—Sí, los estoy contando —exclamé sonriente—. Yo también quiero verte.
—He mandado encuadrar nuestra «pintura del amor» —dijo con una mueca divertida—. Me encanta observarla y recordarte. —Me sonrojé ante sus palabras—. Voy a llevarla a Tarel porque quiero tenerla en mi estudio allá, ese es el único lugar donde puedo guardar las cosas que de verdad me importan sin la intromisión de nadie —musitó frunciendo el labio.
—¿Tan absorbentes son tus padres? —pregunté enarcando las cejas en sorpresa.
—Sí, bueno... Sí y no, de hecho: no se preocupan en realidad por mí, solo porque haga lo que ellos desean —añadió. Podía notar dolor en sus expresiones cuando hablaba de ellos.
—Bruno... hablando de padres... Mi madre quiere conocerte. ¿Crees que podríamos visitarla unas horas este fin de semana? Ella y mi padre están preocupados por mí —comenté con timidez; no quería que él se sintiera presionado.
—¿Les has hablado de mí? —preguntó sonriendo.
—Sí... claro —suspiré—. ¿He hecho mal?
—¡Por supuesto que no! —Eso me tranquilizó—. Estaré feliz de conocerlos también.
—¿A qué hora llegas? —pregunté.
—Temprano. Saldré el viernes por la madrugada y llegaré temprano a tu casa. Espérame con un rico desayuno, ¿sí?, de esas tortas de miel que tan bien te salen —sonrió, y yo también—. Llevaré el auto yo mismo, estoy harto de moverme con chofer.
—¿Te quedarás aquí o en tu casa? —pregunté.
—No sabía si podría quedarme contigo —dijo con una mirada picara y guiñándome un ojo—. ¿De verdad puedo?
—Claro, me gustaría pasar el mayor tiempo juntos... —Me sonrojé—. Pero si no quieres...
—¡Claro que quiero! —interrumpió—. Solo debo pasar por casa para buscar algo, pero puedes acompañarme luego. Podemos ir en la noche y repetir aquello en la piscina —dijo casi susurrando.
—Suena interesante —sonreí sintiendo que me sonrojaba.
—Celeste... Te amo, ¿lo sabes? —susurró con ternura.
—Lo sé... —miré en otra dirección.
—¿Qué sucede? —inquirió al darse cuenta de mi reacción.
—Tengo miedo, Bruno... Siento que yo no pertenezco a tu mundo —me sinceré.
—Perteneces a mi corazón, que es suficiente —dijo sonriendo.
—Será difícil, ¿lo sabes? —cuestioné y él asintió.
—Lo sé, pero no me importa, aquello que cuesta más es lo que más se valora. Y nada será difícil si nos mantenemos juntos cuando los vientos soplen fuerte —respondió haciéndome sentir algo más tranquila.
—Gracias por el apoyo, por estar siempre para mí, por hacerme sentir importante —añadí sonriente.
—Eres importante para mí —sonrió—. Y muero por besarte.
—Yo también —reí divertida.
Hablamos de todo un poco aquella noche. En esos momentos no lo sentía tan lejos y me alegraba saber que a él le sucedía igual, eso disipaba un poco los miedos y acortaba las distancias.
Este cap corresponde a la actualización del domingo pasado, lo siento por retrasarme, mi vida es un caos, estoy llena de trabajo (gracias a Dios) y no me quedan fuerzas para escribir ni actualizar. Pero bueno, supongo que es la locura de fin de año. Nos vemos en Guadalajara en una semana.
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