6
Como había sucedido hace unas semanas atrás, Benjamín se encontraba yendo hacia el tan relajante parque de Buenos Aires. Había logrado salir de casa por decisión propia, básicamente para despejarse de toda la situación, incluyendo el que su madre continuara con su sesión
de preguntas a las que él no se daba el tiempo de responder.
Comenzó a jugar con su celular mientras el ardiente sol le bronceaba si pálida piel, el parque estaba silencioso por lo que dejo el dispositivo a un lado y se adaptó en una posición cómoda para continuar tostándose.
Un aroma a frutas inundo sus fosas nasales y cerró sus ojos para disfrutarlo, sabía perfectamente de quien se trataba. Luisana dejo un
pequeño beso en la mejilla del chico y este se volteo sorprendido, la chica ya caminaba en dirección hacia la salida por lo que él se levantó rápidamente de su asiento y la tomo del brazo impidiendo que se fuera.
-Interrumpí tu descanso –murmuro burlona.
Benjamín negó levemente y rio, le hizo una seña para que se sentara a su lado.
-¿Supongo que la mujer te dio la tableta? –pregunto ella, dándole
una mirada rápida.
-Sí y, esta vez acertaste con la fruta –confeso Benjamín, haciéndola sonreír.
-¡Eso era lo que quería escuchar! –exclamo ella, llamando la atención de algunas personas que transitaban por el lugar.
Benjamín rio y mantuvo su vista en ella.
-Luisana..., quería darte las gracias –manifestó, jugando desesperadamente con sus dedos.
-No tienes por qué..., aunque, ¿eso significa que ya no me odias? –interpelo, haciendo una mueca graciosa en sus labios.
-Supongo que no –murmuro, regalándole una sonrisa. -¿Cómo podría odiar a la chica adicta a los chicles que, por cierto, es muy adorable? –dijo, provocando que sus mejillas se tiñeran de rojo.
-¿Ya no detestas mi olor a frutas? –pregunto ella, oliendo su ropa.
-Es...soportable –respondió, ganándose un golpe en el brazo por parte de la chica.
Ambos se quedaron mirando unos segundos, para luego soltar una carcajada.
-¿No estás comiendo chicle? –preguntó él, acercándose a la boca de Luisana para comprobarlo.
-Acabo de escupirlo –aclaro ella, señalando a sus espaldas.
-¿En el suelo? –cuestiono el, enarcando una ceja, divertido -En el basurero, aprendí ¿sí? –reconoció, mostrando su dentadura.
Fijaron su vista en un grupo de niños que se encontraban corriendo a los alrededores, algunos de ellos se lanzaban unas pocas gotas de agua que se escapaban de la fuente que había allí.
-Es hora de que me des tu numero –menciono Benjamín, despegando su vista para concentrarse en ella.
La chica volteó su cabeza, asombrada.
-Si tú lo dices –se encogió de hombros y tomo el móvil del chico, seguidamente observo el suyo.
-Debo irme, nos vemos, creo –murmuro ella, levantándose del asiento y rebuscando en sus bolsillos.
Se acercó rápidamente al rostro del chico para plantar un accidental beso en la comisura de sus labios, cosa que puso nerviosos a Benjamín. Y como siempre, dejo una tableta d chicles de melón en su regazo, otros de tantos regalos que le encantaban a él, a pesar de que no se los comiera.
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