« Frecuencia 26 »

Debes creer que siempre fui un mounstro, pues no, te equivocas.

Alguna vez tuve siete años, mamá decía que aprovechara y expandiera mi vida social o me quedaría solo para siempre.

Fue una etapa algo cruda, tanto así que a los once ya fumaba hierba y bebía alcohol.

No éramos ricos, de esta suerte tenía que salir a la calle para empezar a ganarme la vida por mi propia cuenta, pero la escuela no pensaba dejarla a un lado. Aún así dependía de mis padres.

Por eso a mi papá no le parecía bien lo que hacía, ya que soy hijo único, me decía que no desaprovechara mi vida, que un día tendría que conseguir una esposa para que de esta manera no me quedara solo.

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Después llegaron los veinte, en donde sólo me enfocaría en mis metas y no creería en el fracaso.

Pero luego perdí a mis padres en ese maldito incendio, y creí que mi vida ya no valdría nada, pero supe salir adelante sin dejar de pensar en los consejos que ellos me daban.

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Y pronto cumpliré los treinta y ya nuestra familia debe estar formada para ese entonces.

Para así seguir hasta los sesenta, a lo que me pregunto: ¿el mundo seguirá siendo frío?, no lo sabremos, pero para eso tendremos demasiados hijos, quienes nos brindarán calor.

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Así que sí, una vez tuve siete años, era tan sólo un niño inocente que desde ahí quiso seguir los consejos de su madre, pero mira lo que pasó, lo que esos jóvenes bastardos me hicieron en aquel bosque.

Ellos me convirtieron en lo que soy ahora, y aunque no lo creas se los agradezco, de esta forma no cometeré los mismos errores y no me dejaré manipular tan fácil por quien sea de quien tratase.

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