Capítulo uno.
Capítulo uno.
1
FLETCHER
—Amigo, ¡vamos! —. Scott sacudió fuerte mis hombros mientras volvía a la realidad. —¿Acaso te perdiste entre tantas faldas?
Asentí, las porristas año mayor estaban practicando en el campo de fútbol americano, mientras la capitana les ordenaba que tenían que hacer, un grupo estaba chismeando sobre los recién ingresados. El aire comenzó a entrar con tanta fuerza que las chicas tenían que detenerse para que la falda no se ondeara y dejaran ver otra cosa, que probablemente me hubiera gustado ver. El timbre sonó, llevábamos a penas dos días de clase y las cosas estaban bien. Me dirigí junto con Scott dentro del edificio donde se encontraban más de treinta aulas y mucho más de dos mil alumnos; Scott había sido mi amigo por ahí de jardín de niños, al principio yo era un niño tímido, ahora pues, mi madre no piensa lo mismo y cree que es culpa de Scott.
—Estabas mejor de niño, Fletch... ¿¡Por qué dejaste tus bóxers en la cocina!?
El punto de esto es que mi pubertad fue dura, mis padres se divorciaron y, según mi abuela, me fui por el mal camino.
La clase de Aritmética me aburría y entre tantos numero y palabras del maestro, caí en un profundo sueño.
Sentí como alguien tocaba mi hombro.
—Señor Hood —. Mis ojos a penas los podía abrir y al hacerlo completamente mire hacia mi libreta que estaba completamente mojada. —Tendré que llamar a sus padres.
Genial. Y a penas es el tercer día.
Después del harto regaño por el maestro en la dirección del porqué no sabía el teléfono de mis padres —cosa que me vale una...— me dejó ir al salón de nuevo, las clases pasaron de agua, hasta que casi a última hora la puerta se abrió de golpe entrando tres chicas que cayeron al suelo, comenzaron a reírse.
—Señoritas... Han llegado tardísimo. Van a tener un gran castigo.
—Ay, maestro estábamos entrenando para la final, ya sabe, se nos está acercando cada vez más —se quejó la chica de cabello negro y largo, el cual llegaba sus puntas a mitad de espalda, completamente liso, parecía planchado.
—Lo lamento señorita James, pero es primero sus estudios que un deporte. Ahorita pensaré en sus castigo, por mientras pueden pasar —dijo decidido. Después las chicas se sentaron y afortunadamente una de ellas se sentó a mi lado, era hermosa, pero su rostro me parecía familiar, ellas estaban entrenando, sí las había visto por allí, eran las que estaban chismeando sobre los de nuevo ingreso.
—Hola —suspiró discretamente, reí internamente. —Eres lindo, solamente te lo quería decir.
La chica sin nombre, pero con apellido James, volteó al pizarrón, mis palabras quedaron atascadas dentro de mi y solamente pude sonreír ampliamente. Quizá medía un metro sesenta lleno de hermosura, tenia ojos de color verdes y un cabello cobre ondulado, que caía sobre sus hombros.
—Hood, ponga atención —exigió el maestro, mientras mis ojos regresaban a ver el aburrimiento en carne y hueso. Escuche que soltó una risita la chica.
Ya sonando el timbre —que por cierto fue una eternidad eterna—, vaya la redundancia; el profesor llamo al grupo de chicas, acomodé mi chaqueta de tela verde y le brinde una sonrisa a la chica, despidiéndome de ella.
—Fuiste el centro de atención, eh —comentó Scott.
—De ella amigo... —. Di un suspiro prolongado como si estuviera llevando miles de cosas encima.
—¡Ya era hora! —palmeó mi espalda, acto seguido, me reí.
Nos dirigimos a mi casa ya que él era mi vecino, nos fuimos juntos, de pasada compramos algunas cosas para comer, vivíamos en los suburbios en Indianápolis, la economía con la mi mamá intentaba apoyar, era escasa, mi familia se había roto una vez y por ello el soporte que tenía cayó, lamentablemente mi corazón fue quien recibió el mayor golpe.
Mi abuela, mi mamá y yo vivíamos juntos.
Mi abuela estaba en mi casa y el setenta por ciento del tiempo hace absolutamente nada, mi madre dio todo por ganar dinero y seguir haciéndolo, ella es la mujer mas hermosa que había visto, y al parecer, yo había heredado eso, tuvo muchos admiradoras detrás y he estado yendo por ese camino, por mucho que arrogante suene.
—Hasta al rato, Fletch —se despidió Scott mientras se dirigía a la puerta de su casa y sacaba unas llaves de su mochila, a la vez que yo hacía lo mismo. Me dirigí a mi habitación después de cenar unos sándwiches que me había preparado. Vi a Scott caminar de un lado a otro un poco preocupado, decidí abrir la ventana e intentar llamar su atención a ver qué tenía sin embargo no la tuve. Mira a frustrado su teléfono y desapareció de mi vista.
A veces odiaba el hecho de estar siempre con él, pero era mi amigo, ¿no es así?
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