Por caminos separados

El haber perdido contra el equipo de la escuela ayer, no pareció apaciguar la mala relación que mantenía con los fans de la estrella ganadora, pero eso no significaba que todo el alumnado me tratara mal. Hubieron varios que me saludaron al llegar, contándome que habían visto el partido por televisión o en las gradas. Fue agradable conversar con ellos, nadie me hablaba de la derrota, solo de lo increíble y entretenido que les resulto ver el partido.

 —Oh —Solté al ver mi escritorio con solo la palabra perdedora escrita en él, aquello me dio algo de gracia, ya que pude haber perdido un partido, pero gané algo mucho más importante. Con mi llegada sentí que las miradas de aquellas chicas se habían vuelto más pesadas, pero se lo atribuí al hecho de que había mantenido contacto con Aoyama tras finalizar el juego. Sus fans obviamente habían visto el partido.

—Buenos días —Escuché mientras depositaba mi bolso en la silla, reconociendo de inmediato la voz de quien me saludó.

—Buenas —Le dije al chocar nuestras miradas, sonriendo en el momento. No está demás decir que no hubo contacto entre nosotros. Después de que él me extendiera la mano y se la estrechara tras el partido, pasaron unos 5 segundos antes de que él presentara malestar y tuviera que retirarla, pero contra todo lo que muchos pudieran pensar, no sentí rechazo ni nada. En aquel momento solo pensaba en el avance que habíamos tenido y le hablé con completa naturalidad ante la situación. ¿Para qué armaría escándalo? pensé en aquel momento —¿Dormiste bien? —Le pregunté curiosa, recibiendo un asentimiento de su parte, ese lado silencioso no cambiaría nunca, pero tampoco era como si me molestara. Ya me había acostumbrado a su forma de ser.

—¿Tienes la tarde libre? — Me preguntó, logrando sacarme una sonrisa enorme al entender para donde iba la conversación.

—Si —Le respondí tomando asiento en mi lugar — ¿será en la cancha de siempre? —  le consulté curiosa, recibiendo una respuesta afirmativa —Ok —Concluí, ya que el profesor había llegado, dando comienzo a la clase.

Las actividades de ambos clubs habían sido suspendidas para que los jugadores pudieran descansar durante la semana. Muchos periodistas esperaban fuera de la escuela interrogando a los estudiantes y buscando a la estrella del equipo ganador con frenesí, pero como siempre, él fácilmente se escabulló entre ellos para irse en su bicicleta sin darles tiempo a reaccionar. 

En cuanto a mi, tuve que pasar agachada y con un gorro puesto, ya que el color blanco de mi cabello destacaba demasiado y tenía prisa por llegar a la cancha en donde tendríamos unos duelos.

Logré escabullirme de alguna forma y tras un leve trote, llegué al lugar de encuentro. Aoyama me esperaba goleando el balón con los pies para que este no tocara el piso.

Tras amarrar mi pelo corto  y dejar el bolso en donde había llevado mi cambio de ropa para hoy, comenzamos a jugar.

Nuestros niveles no eran tan diferentes, pero su estilo pulcro si que me daba problemas a la hora de intentar arrebatarle el balón.

La tarde se nos fue practicando y compartiendo opiniones de nuevas jugadas que podríamos hacer.

Los siguientes días fueron bastante pacíficos también, nos juntabamos para practicar a la misma hora e ibuki junto a Kenma se nos unían a veces,haciendo que todo resultara más divertido.

La semana pasó volando y los entrenamientos se retomaron, pero en uno de esos días, fui llamada por el nuevo presidente del club para conversar sobre algo.

Era bien sabido que una mujer jugando con los hombres despertaba el disgusto de muchos solo por mi género, pero eso no significaba que no hubieran quienes valoraban mi desempeño.

El director me había llamado debido a varias ofertas que habían sido enviadas desde diferentes lugares. Me sorprendí cuando me dijeron que un equipo muy reconocido de un país extranjero me ofreció un lugar como titular.

En el instante en que me lo dijeron, me quedé sin palabras. No era una decisión que pudiera tomar a la ligera, por lo que el dirigente me dijo que lo pensara. tendría 5 días para tomar una decisión.

Al día siguiente le conté a Kenma, quien no tan sorprendido, me comentó que había recibido una oferta similar en españa que no desaprovecharía por nada.

—Las oportunidades no nacen de la nada —Me expresó cuando le expresé mi titubeo —Las creas tu mismo en base a tus esfuerzos. Yo tomaré la mía con gusto. Tu elige lo que no te haga arrepentirte después —Me dijo sereno, haciéndome pensar seriamente en sus palabras.

 Tras haber terminado el entrenamiento en el club, tomé mis cosas y comencé a caminar con los anaranjados destellos del sol alumbrando mi camino. Mi vista estaba pegada en el suelo, presa de las inseguridades que me envolvían, pero en algún punto del trayecto, tomé una decisión.

Con una nueva meta en mente, separé mi vista del suelo para ponerla en alto, notando en ese instante a la persona que menos esperaba encontrarme.

Los rebotes del balón desde su pie al aire se repetían, siendo lo único que sonaba en el silencio de la noche dentro de aquella cancha. Ya había mandado un mensaje para no preocupar a los integrantes de mi familia, quienes no dudarían en armar un escándalo si no daba señales de vida hasta tan tarde. 

Las estrellas parpadeaban como si estuvieran fascinadas ante lo que ocurría debajo de ellas, quizás Aoyama si era una de ellas, intocable y a la vez brillante hasta cierto punto.

Tras habérmelo encontrado de camino a casa, un silencio algo extraño se creo entre nosotros al chocar miradas. No hubo necesidad de intercambiar palabras en ese momento, solo bastó ese breve contacto entre el azul y el rojo para ir hacia el mismo lugar.

Desde que habíamos llegado, no habíamos dejado de jugar como si de un verdadero partido se tratara. Aoyama sorpresivamente no se había esmerado en permanecer limpio desde el comienzo.

No sé como aguantó tanto, pero antes de darnos cuenta ambos estábamos embarrados en lodo para cuando la noche cayó. Ambos exhalábamos con fuerza, buscando llenar nuestros pulmones con el oxígeno que nos permitía vivir. 

Así de sucios y cansados, cruzamos nuestras miradas y lo soltó.

—Iré a alemania—  Me confesó con una mirada que no daba espacio a titubeos, se veía decidido, como un meteoro que no dejaría de avanzar hacia la misma dirección sin importar lo que se interpusiera en su camino.

— ... —Me quedé unos segundos procesando lo que me decía, pero en vez de exaltarme, mostrarme decepcionada o llena de desilusión, una sonrisa llena de sinceridad y felicidad apareció —Es increíble —Comencé a decir mientras me acostaba en el pasto — Yo también debo decirte algo —Le revelé, sintiendo como mi corazón palpitaba con frenesí ante lo que le confesaría a alguien por primera vez —Yo iré a Inglaterra —Le dije, sintiendo como un enorme peso se me quitaba de encima —Lo pensé mucho y al final entendí que no puedo rechazar esta oportunidad —Seguí diciendo, mirando las estrellas intentando hallar el consuelo que no sabía que buscaba, hasta sentir el liquido tibio deslizándose por mis mejillas —Fue un buen partido —Acabé diciendo, refiriéndome a los duelos que habíamos mantenido por horas.

El sonido del césped al ser pisado me hizo abandonar los astros brillantes, para encontrarme de lleno con su persona, embarrado, serio, inexpresivo y de extraña forma confortante. 

—Estas horrible —Dije riéndome al verlo más café que blanco.

—Tu no te ves mejor —Respondió como siempre, haciéndome apoyar mis manos en el suelo para comenzar a levantarme. Las lágrimas habían dejado de salir, pero mis ojos más rojos de lo normal revelaban que lo había estado haciendo.

—Vamos a bañarnos — Soltó tras revolver mis cabellos con su mano descubierta, casi corriendo hacia los camarines que esta cancha mantenía. 

Observé por última vez el cielo antes de adentrarme en el baño de mujeres para quitarme toda la suciedad que me cubría el cuerpo. Aún debíamos caminar de regreso a casa, por lo que debía apurarme un poco.

Naomi era sincera, algo impulsiva y a veces distraída. Fue por eso que no notó que las orejas de Aoyama estaban rojas cuando salió corriendo, que sus ojos estaban cristalinos al verla mirando las estrellas o que sus manos se formaron en puños cuando le reveló que se iría.

Tampoco se dio cuenta de que no se habían cruzado por casualidad.

Aoyama la había esperado, para tener quizás el último juego entre ellos y para marcar una despedida de quien sabe cuanto tiempo.

Y mientras se bañaba, recordó lo que ella le había dicho y sonrió.

Quizás no tardarían tanto en volver a encontrarse.

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