Época de resfriados
— No puedo creerlo...— le dije incrédula a Kaoru — ¿como te puedes enfermar a una semana de nuestro partido? — exclamé observando a mi resfriado hermano, el cual con un paño mojado en la cabeza, había optado por faltar a clases hoy.
— Lo siento — se disculpó con las mejillas rojas debido a la temperatura — necesito pedirte un favor — me suplicó con la mirada, a lo que lo alenté a continuar — ¿Puedes asegurarte de que Aoyama llegue a tiempo al entrenamiento? siempre se queda limpiando hasta tarde — me comentó, por lo que acabé aceptando para que pudiera descansar tranquilo.
— Me debes un helado — le dije antes de retirarme. Yo ya tenía mi uniforme puesto, solo necesitaba salir para llegar a la escuela e informar de la ausencia de mi hermano.
(...)
— Lamento que mi hermano se haya enfermado en estos momentos — me disculpaba con el capitán de su equipo — si hay algo que pueda hacer, dígamelo — le pedí, retirándome tras recibir una afirmativa de su parte. Aquel chico había sido bastante amable y comprensivo con la situación.
Salí del área de los de último año para ir a mi aula, pero como ya se había hecho costumbre en la escuela, la cantidad de chicas que habían fuera de mi clase era abrumadora. Como pude, me las ingenié para entrar a mi clase y sentarme en mi lugar. Kenma enseguida me recibió con una sonrisa llena de burla, ya que al apenas tomar asiento en mi lugar, todas esas miradas femeninas se depositaron fulminantemente en mi persona.
— Ao, mira lo que debo pasar por tu culpa — le dije a Aoyama, quien estaba limpiando su escritorio como parte de su ritual sagrado diario.
— no sé de que hablas, shiro — soltó con aquella inexpresividad de siempre. En cuanto a kenma, este solo parpadeó ante lo que había escuchado.
¿Y esos apodos? pensó él
(...)
— ¿Piensas seguirme a todos lados? — soltó el chico de orbes celestes con expresión neutra.
— Mi hermano me pidió que te llevara a tu entrenamiento a tiempo — le dije con obviedad — y sé que te tomas tu tiempo limpiando — confesé, tanto tiempo sentada frente a él, me hacía conocer algunas de sus facetas, aunque fueran muy pocas.
— Pero este es el baño de hombres — dijo con perplejidad, por lo que levanté una ceja con gracia.
— ¿Pensaste que entraría? no soy tan temeraria — sonreí ante su comentario — pero que ni se te ocurra irte por la ventana — lo miré esta vez amenazante, incluso mostrándose tan tranquilo, podía ser un maldito cuando quería. Eso me lo dejó claro ayer.
—...— se adentró con aquellos artículos de limpieza en sus manos enguantadas, dándome la oportunidad de articular otras palabras.
— Gotou san — la llamé al distinguirla detrás de unos casilleros — ¿necesitas algo? — le pregunté amable, esa chica me agradaba, ni idea del por qué.
— ¿Eh? ¡Ah, no! — se apresuró en responder al verse descubierta — solo...
— ¿Te gusta el fútbol? — le pregunté al notar lo nerviosa que se encontraba, intentando aligerar un poco su nerviosismo.
— si, mucho — dijo inclinando un poco su cabeza hacia abajo, sonrojándose al momento en que sonreía.
— me alegro, porque a mí también me gusta — le sonreí contenta — al principio lo odiaba, pero paso algo que cambió mi percepción por completo — le comenté sin saber la razón, creo que estaba demasiado habladora.
— ¿Que cosa? — me preguntó curiosa, pero ante su pregunta me quedé en blanco.
¿Qué fue?
— ¿Zaizen san? — me llamó con duda, pero justo en ese momento, la puerta frente a mi se abrió y junto a eso, Gotou desapareció.
— ¿Shiro? — escuché su voz llamándome con aquel apodo que me había dado hoy, logrando sacarme de aquel trance.
— Lo siento, ¿ya terminaste? — le pregunté, recibiendo una afirmativa de su parte y notando que íbamos a llegar tarde.
Lo siento Kaoru
pensé al notar que Aoyama no era el único en perder la percepción del tiempo.
(...)
— Gracias Zaizen san — me agradeció el capitán del equipo de mi hermano al haber finalizado el favor que me había pedido — sin tu ayuda, no habríamos podido practicar — me dijo, al parecer no solo Kaoru se había enfermado el día de hoy, la entrenadora también se ausentó y necesitaban a un arbitro para tener un partido entre ellos, fue allí donde aquel rubio recordó mis palabras de la mañana.
— no fue nada — le sonreí tranquila — me sirvió para pensar en algunas cosas — le confesé mientras que los fans de Aoyama se iban dispersando. Tras despedirme de él, tomé mis cosas y caminé para volver a mi casa. Hoy no me apetecía irme por otro medio que no fuera el que me proporcionaban mis propias piernas, asi que a paso lento me fui alejando de la escuela.
El cielo anaranjado me daba el ambiente perfecto para pensar sobre lo que había pasado en la conversación que mantuve con Gotou. Inconscientemente parecía rememorar las cosas, pero seguía sin poder recordar a aquel chico que parecía estar siempre a mi lado en aquellas memorias.
— siempre preocupándote por lo demás en ves de ti, es por eso que acabaste en el hospital - me reveló aika, logrando descolocarme hasta el punto de dejarla en el suelo otra vez - y lo más gracioso de todo, fue que la persona a la que salvaste, nunca fue a visitarte. El único amigo que tenías, te abandonó y estoy segura de que lo hará de nuevo
—De nuevo... ¿Será...? — iba a continuar, pero algo me hizo parar.
— ... — sus ojos claros me observaron atentamente tras detenerse a medio camino — ¿Que haces? — me dijo de improvisto, parecía que era un don suyo el aparecer en los momentos más inesperados.
— nada — le respondí, intentando olvidar lo que antes había estado pensando. Al final, lo mejor sería no pensar mucho en eso — solo estaba volviendo a mi casa — le respondí tranquila, pero no sonreía como normalmente hacía al hablarle.
— ... — él hizo el amague de hablar, pero el llanto de una niña nos hizo mirar en su dirección. Justo estábamos pasando por una plaza, en la cual esta pequeña sollozaba.
Aoyama dejó su bicicleta y sin darme tiempo de reaccionar, tomó su balón del bolso y se acercó a una distancia prudente de la niña. como si todo hubiera sido ensayado, los trucos con el balón que hizo, lograron hacer que la pequeña dejara de llorar para contemplar hipnotizada aquella demostración. Aquello fue suficiente para sacarme la sonrisa que hace minutos me pedía salir.
Con cuidado, me acerqué a la pequeña y me agaché a su altura para preguntarle con la sonrisa más amable que tenía sobre su madre. Aquello la hizo recordar su situación y comenzó a dar signos de llorar de nuevo, pero Aoyama sin perder el tiempo, logró llamar su atención y detuvo aquel llanto abruptamente.
— nee san, hazlo también — me dijo tironeando de mi uniforme, a lo que miré a Aoyama para saber si estaba bien, pero este sin problema me mandó el balón. Rápidamente lo recibí y comencé a imitar lo que él había hecho antes. La niña al ver esto comenzó a aplaudir. Entre Aoyama y yo comenzamos a mandarnos el balón sin permitir que este tocara la tierra, al parecer estábamos en buena sincronía.
La madre de la pequeña apareció minutos más tarde, agradeciéndonos por haberla cuidado mientras ella la buscaba. Aoyama como siempre, solo le hizo una pequeña reverencia y se fue, era muy difícil saber lo que pasaba por su cabeza, pero eso no eliminaba que había sido él quien se acercó primero a la niña.
— Eres bastante amable — le comenté al verlo limpiar el balón con aquellos artículos de limpieza que siempre llevaba, — me alegro de que el balón no se me cayera — le confesé nerviosa — con el tiempo que le dedicas para que este impecable, no lo quería ensuciar — le revelé sonriendo con honestidad, pero al ver que su movimiento se había detenido, me di cuenta de la expresión de sorpresa que tenía — ¿dije algo malo? — le pregunté algo preocupada, pero negó con su cabeza.
— ¿No te molesta? — me preguntó con seriedad — mi... — no lo deje terminar, al comprender a lo que se refería, no tardé en responderle.
— No, sé que es parte de ti — le respondí — de hecho admiro todo lo que haces en la escuela, trabajas mucho y a pesar de ser molesto e inexpresivo casi todo el tiempo, me agradas — le solté como quien habla del clima — todas esas cosas te hacen quien eres, Ao — acabé diciéndole sonriente, esperaba que mis palabras le hubieran llegado aunque sea un poco — y si alguien llega a decir lo contrario, se las verá conmigo — concluí, comenzando a caminar nuevamente hacia mi hogar.
— Espera — escuché de repente, viendo como Aoyama pasaba frente a mi en su bicicleta — sube — me dijo, a lo que parpadee varias veces.
— ¿Qué? — solté confundida, aquello no era algo que pasara en la vida real — ¿me habré golpeado la cabeza? — murmuré llevándome una mano a la nombrada — creo que Kaoru me pegó el resfriado — seguí divagando.
— ... — aquella mirada me hizo volver a la realidad — ahora me queda claro que son hermanos — dijo esta vez él, y no fue difícil entender en qué nos comparaba. Decidí ignorar eso.
— No creo que sea buena idea, yo no soy como Odagiri — le contesté, pero su insistente mirada me hizo tragar saliva con dificultad — no me culpes por lo que llegue a pasar — articulé antes de caminar lentamente hacia él, acomodándome en aquel respaldo trasero de su bicicleta sin tocarlo aún — ¿Estás seguro? — volví a insistir desconfiada, no quería ser la causa de su posible malestar, lo único bueno era que ahora sabía en donde vivía.
— ... — permaneció en silencio unos segundos, pero asintió. Aquella fue la única señal que necesité para mover mis manos con inseguridad, para tocar a quien jamás creí que haría.
Mis manos hicieron contacto por primera vez con Aoyama, posándose a cada lado de su cintura para mantener un agarre decente y no caer ante una eventualidad.
— ¿Estás bien? — le pregunté preocupada, pero su silencio me dio a entender que no, así que retiré mis manos de donde estaban y me bajé de la bicicleta para observar su expresión.
No se veía pálido
— ¿Aoyama? — lo volví a llamar, observando por completo la expresión que tenía, haciéndome abrir los ojos de la sorpresa.
El susodicho pareció reaccionar al fin, pero en contra de todo lo que creí que pasaría, salió disparado en su bicicleta, desapareciendo por completo de mi vista.
¿Acaso era época de resfriados?
Porque Aoyama tenía la cara completamente roja
— Fue una mala idea después de todo — concluí, reponiendo mis ánimos para continuar caminando hasta mi hogar — ojalá que no se enferme — concluí.
Notas de la autora
Espero que les haya gustado
Nos leemos pronto
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