Capítulo 25: Guardián por un día
Miraba la televisión absorto en mis pensamientos mientras una película de terror se desarrollaba en la pantalla. No era fan de las pelis de terror, pero mi hermana ansiaba ver una y no había podido negarme. Kara estaba a mi lado, con un cojín tapando su rostro menos sus ojos, ella se asomaba a través de este para ver lo que ocurría en el televisor mientras que yo permanecía sentado, sin ver mucho y con mis pensamientos pululando alrededor de mi mente.
Y como siempre, esos pensamientos era todos acerca de Ruby.
Habían pasado varios días y aún pensaba en las palabras que me dijo antes de alejarse.
«También te amo, Kem, pero me amo más a mí»
¿Eso significaba que su amor por mí no era suficiente como para perdonarme? ¿O era algo más? ¿Aún pensaba en mí a cada instante del día y noche como yo lo hacía? Preguntas y más preguntas me atormentaban. Lo peor de todo es que no tenía respuesta para ninguna de ellas.
—¿Estás prestando atención? —preguntó Kara logrando sacarme de mi ensoñación.
—Sí, claro.
—¿Ah sí? —dijo retórica. Se acomodó en el sillón a mi lado mientras le ponía pausa a la película—. ¿Entonces qué escena es esa?
Me encogí de hombros.
—Están todos buscando un lugar donde esconderse en aquella cabaña de mala muerte, esperando no ser asesinados en cualquier momento por el asesino que anda suelto por ahí. —Negué—. No sé cómo pueden gustarte este tipo de películas, son malísimas.
Me sacó la lengua.
—Me gustan y punto. —Me miró de reojo—. Pero a ti te pasa algo más. ¿Es por el asunto que hablaron los padres de Ada contigo y nuestros papás? ¿Por el embarazo de Ada?
Mis ojos se abrieron de más.
—¿Tú cómo sabes eso, enana?
—Escuché detrás de la puerta —murmuró con una sonrisa divertida, luego su expresión cayó a una de tristeza—. Lo siento mucho por ti. Ada volvería loco a cualquiera, a puesto que está pesándote en la conciencia haber estado con ella.
—Las cosas son mucho más difíciles de las que crees. —La miré de soslayo—. Pero aun así gracias por compadecerte de mí.
—Cualquiera lo haría luego de conocer a Ada. —Su rostro se frunció—. ¿Qué le viste?
—Supongo que me atrajo su apariencia, pero cuando la conocí realmente quise alejarme. —Negué—. Ya era demasiado tarde. Se obsesionó conmigo.
Kara puso una mano tímidamente sobre la mía que estaba en el sofá.
—Lo que sea que pase, espero que la verdad se aclare. Porque seamos sinceros... —Su bonita nariz se arrugó con disgusto—. No me creo nada del embarazo. Las chicas malas hacen eso en los libros para atrapar al chico. Apuesto a que ella lo está haciendo.
Me reí.
—No creo que esté mintiendo. Trajo pruebas y exámenes del hospital.
—Eso es fácil de falsificar. Hasta yo puedo hacer eso. —La miré mal—. En serio, Kem, es demasiado fácil replicar una.
—Dudo que ella lo esté haciendo. Está loca, pero no como para hacer eso.
—Confía en mí. —Hizo una pausa, maquinando en esa cabecita suya inteligente—. ¿Tienes los exámenes del embarazo?
—No.
—¿Puedes traérmelos?
—¿Traértelos? —repetí—. ¿Para qué?
Kara rodó los ojos.
—Solo hazlo. Tráeme todas las pruebas que tenga Ada, te ayudaré a desenmascararla.
—¿Y si en realidad está embarazada?
—Pues mala suerte —dijo confianza, como si esa posibilidad no existiera para ella.
—Bien, veré la forma de conseguírtelos. —No pensé mucho en cómo hacerlo, porque no creía que Ada pudiera estar haciendo todo esto solo para retenerme, así que miré hacia la pantalla del televisor y tomé el control remoto—. Ahora sigamos viendo esta mala peli de terror.
Por la siguiente hora nos enfrascamos en ella.
Para cuando terminó, yo me había quedado dormido y Kara no estaba por ningún lado. Tenía una manta alrededor del cuerpo que supuse mi hermana me había cubierto con ella. Miré la hora en mi celular notando que eran más de las diez de la noche. Me desperté por el sonido del timbre del apartamento. Me puse de pie y me coloqué mis pantuflas azules antes de caminar hacia la puerta.
La abrí despacio, asustado con que sea Ada, pero no era ella.
Era la mamá de Ruby. La señora Graham.
—Hola, Kem, cielo. Buenas noches —murmuró ella con cariño—. Perdona que te moleste a esta hora, pero vengo a pedirte un inmenso favor.
—Buenas noches, señora Graham. —Sonreí notando las similitudes entre ella y su hija. Los ojos azules, el cabello castaño y aquella sonrisa bonita que tanto me gustaba de Ruby. Solo que en su mamá era una sonrisa más tensa, parecía un poco preocupada—. Sí, claro. Dígame en qué puedo ayudarla.
—Verás... hace poco mi esposo y yo descubrimos que nuestra hija Ruby estaba trabajando en una cafetería sin nuestro permiso. —Negó con la cabeza, apenada con lo que decía. A mí me parecía genial que Ruby estuviese trabajando, era algo digno de admirar y la aplaudía por querer hacerlo, pero no mostré ningún signo de sonrisa o alegría hacia su mamá. Ella no parecía que apreciaría ese gesto mío—. Ahora su papá y yo la tenemos castigada. Solo va al colegio y de regreso tiene que venir directo a la casa, pero no confiamos en que lo haga. Por eso vengo a pedirte si puedes echarle un ojo. Sé que puede parecerte molesto porque tienes cosas que hacer, pero...
—Con gusto lo haré —murmuré sonriendo por dentro de lo feliz que estaba. Los padres de Ruby estaban dándome a su hija en bandeja de plata y yo no podía estar más contento con ellos—. No se preocupe, yo pondré un ojo en su hija. Solo dígame qué hacer.
—Claro, tendrías que recogerla del colegio y traerla a casa, luego cuidarla hasta que lleguemos del trabajo. Será más o menos hasta las siete de la noche. —Hizo una pausa—. Pero si es mucha molestia, solo dinos. Podemos buscar a alguien más...
—No —casi grité. Luego me calmé poniendo una sonrisa tranquilizadora en mi rostro—. No se preocupe, señora Graham. Cuidaré de Ruby hasta que ustedes lleguen. No se preocupen.
—Muchas gracias, cielo. —Alzó su mano cálida y la colocó en mi mejilla, sonriéndome—. Sabía que podía confiar en ti. Entonces nos vemos mañana.
—Sí, perfecto.
—Ella termina el colegio a las 2 pm.
—Estaré ahí cuando termine.
Me despedí de ella con la promesa de cuidar a su hija y luego me fui a mi habitación, para dormir. Pero aquella noche tampoco pude dormir, aunque el motivo era totalmente diferente a los demás días.
Ahora no podía esperar y contaba los minutos para volver a verla.
Tenía una última oportunidad con ella y no pensaba desaprovecharla.
☾ ☾ ☾
Estacioné mi auto cerca a la entrada del colegio para ver a salir a Bizcochito.
No tuve que esperar mucho.
La hora del término de clases era ahora.
La vi salir de allí, con su uniforme escolar y la brisa de otoño azotar su cabello que ahora se encontraba suelto. Sus ojos azules me miraron directamente y se detuvo por unos segundos, embebiéndose de mí. Mantuve mi mirada neutra, pero por dentro, estaba a rebosar de alegría al tenerla tan cerca. No pude evitar mirarla de arriba abajo pensando que no era mi imaginación, sino que era ella en carne y hueso.
La amaba profundamente y la extrañaba como un loco.
Verla ahora calmaba mi adolorido corazón.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con dureza cuando llegó a mí. Se cruzó de brazos, como si tuviera que protegerse.
No me gusto aquello.
—Estoy aquí por ti, Ruby. —Saqué mi celular—. Tus padres me pidieron que te recogiera y te llevara a casa inmediatamente. Soy algo así como tu niñero.
Negó con la cabeza.
—Mis padres no...
—Aquí está. —Busqué el mensaje de su mamá y le tendí la pantalla de mi celular.
En este se leía un mensaje.
Señora Graham (Mamá de Ruby): Ruby sale del colegio a las 2 pm. Recógela y llévala a casa, cuídala hasta las 7 pm que nosotros llegamos. Muchas gracias, Kem.
—No puedo creerlo —murmuró bajo su aliento. Se quedó pensando un momento y luego alzó la mirada, determinada—. Bien, pero quisiera que me llevaras a la cafetería. Necesito hablar con mis jefes, por favor.
Asentí.
Intenté tomar su bolso de su hombro pero no me lo permitió. Se alejó como si mi toque quemara.
Me dolió.
—Yo lo llevo, no pesa nada.
Quise refunfuñar pero asentí y la guié hacia mi auto. La ayudé a subir al asiento del acompañante y cerré su puerta con cuidado. Nos sumimos en un silencio tranquilo hacia la cafetería Dolce Casa donde trabajaba. La vi teclear algo en su celular y luego guardarlo con sigilo.
Minutos después llegamos.
—¿Quieres que entre contigo? —pregunté luego de bajar del auto y plantarnos ante la imponente cafetería.
Negó.
—Hablaré con mi amiga y mis jefes, puedes esperarme en el auto.
—Como si eso fuera a pasar. —Sonreí irónicamente. Mi pregunta había sido retórica.
La tomé de la mano y la llevé hacia la puerta, entrando al lugar como si me perteneciera cuando por dentro estaba chillando como un loco por estar tomando su mano en la mía. Miré a todos lados en busca de la puerta que llevaba a sus casilleros y entramos. Allí se encontraba su amiga camarera llamada Debie, la que no era muy fan mía.
Intenté caminar hacia allí pero Ruby soltó un gruñido para que la soltase.
—¡Suéltame, Kem!
No me había dado cuenta que la estaba agarrando fuertemente.
Joder.
Aflojé el agarré, pero no la solté.
—¡Ruby! —Debie se levanto rápidamente—. ¡Oye, suelta a mi amiga!
La fulminé con la mirada, volteé mi cabeza hacia Ruby mientras hacía una mueca con sus labios rosados y regordetes.
—Verás, Debie... —Intentó decir pero luego me miró con el ceño fruncido—. ¿Puedes soltar mi mano, por favor?
Si me lo pedía así de esa forma, no podía hacer nada mas que hacerle caso.
La solté inmediatamente, pero no me aparté de ella. Hoy sería algo así como su sombra.
Se acercó a Debie y la apartó más allá para tener más privacidad. Las seguí.
—Amber y Kylan fueron a hablar con mis padres el mismo día que canté con la banda —decía Ruby. ¿Quién es la banda?—. Y yo justo llegué con Allan que me llevó esa noche, ¿recuerdas? —Debie asintió mientras yo me preguntaba quién diablos era ese tal Allan y por qué llevó a mi Bizcochito—. En mi casa estaban ellos dos y les dijeron a mis padres absolutamente todo. Que yo trabajaba aquí y que tenía un cachorro llamado Kiwi que escondía en mi habitación. Mis padres se molestaron conmigo y me castigaron. También me prohibieron trabajar y me han obligado a renunciar. Por eso estoy aquí, Debs.
La mirada de su amiga era de pura rabia.
—¡Esa tal Amber! —Entrecerró sus ojos y alzó sus manos como si quisiera golpear algo—. Debo decir que cuando la vi no me cayó nada bien, pero como era tu amiga no pude decir nada malo de ella, pero siempre me latió que era una perra. Y ese Kylan, decía tener sentimientos por ti y que estaba enamorado y salió más imbécil que éste. —Me señaló. Mis ojos se agrandaron al oírla—. Bueno, a decir verdad, este de aquí fue más imbécil. O sea embarazó a tu enemiga a tus espaldas y...
Alcé mis cejas.
—¿A qué se refiere con lo de Kylan? —Fruncí el ceño, furioso, mirando a mi Bizcochito—. ¿Qué te dijo ese idiota?
—Debie está exagerando —respondió ella con una sonrisa incómoda—. Tu hermano solo habló conmigo.
—¿De qué?
—No tengo que darte ninguna explicación —afirmó sin querer darme más explicaciones—. ¿Puedes esperarme en el auto? Debo hablar con mis jefes.
Me mantuve derecho sin aceptar, pero luego de dedicarme una mirada mordaz, acepté. Me incliné sobre ella y deposité un beso en la cima de su cabeza. Fue por puro impulso, lo hice sin pensar, así que cuando ya lo había hecho no tenía otro remedio que sonreír y alejarme.
Entré en mi auto y esperé.
Pasaron quince minutos antes de que Ruby saliera, con el rostro cabizbajo. No estaba nada feliz por renunciar. Me apenaba ver aquella expresión en ella, y quería cambiar las cosas para que estuviera feliz nuevamente, pero no había nada que yo pudiera hacer.
Eso me hacía sentir impotente.
Manejé el auto en completo silencio. Al llegar al edificio, Ruby bajó rápidamente. Bajé tras ella y la seguí. Subió las escaleras hasta el cuarto piso, el suyo, pero no se detuvo sino que siguió subiendo hasta el sexto. Yo corrí detrás de ella.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté mientras ella miraba a la puerta con una mueca en su rostro.
—¿Por qué, qué pasa? —Se cruzó de brazos con falsa diversión en su mirada—. ¿No era aquí donde pasabas la mayoría de tus días junto a Ada?
—Ruby, no...
—Solo vengo a hablar con Amber —me cortó—, debo hablar con ella.
Metí mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón.
—¿Quieres que te deje a solas con ella?
—No, no es necesario —respondió ella mientras levantaba una mano y tocaba el timbre del apartamento.
Segundos después se escucharon pasos y la puerta se abrió.
Ambos nos quedamos quietos y estoicos al ver que Amber no había abierto la puerta, sino Ada.
Joder.
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