Capítulo 17: Todo sobre ella

Me quedé paralizado un momento, atormentado con la idea de que Ruby había escuchado toda nuestra conversación, pero cuando habló me di cuenta de que al parecer no lo había hecho, porque no mencionó nuestra discusión.

—Amber dice que Henry está bien, que podemos pasar a verlo —murmuró con aquella voz aterciopelada que tanto me gustaba. Me acerqué a ella—. ¿Qué pasa? —preguntó luego de carraspear. El ambiente era tan tenso que se podía cortar solo con un afilado cuchillo de obsidiana—. Bueno, cuando terminen de hablar, vienen.

Antes de darse la vuelta rodó los ojos, un poco molesta con nosotros.

Le di una mirada de advertencia a Kylan antes de seguir a Ruby.

Ya había notado las intenciones de mi hermano, quise negarme a todas las señales, pero no podía seguir fingiendo que no había notado las miradas que Kylan le lanzaba a Ruby cuando creía que nadie lo veía. Le gustaba ella. Y me dolía saber que se había fijado en Ruby sabiendo que yo me interesé primero en ella.

Ruby se adelantó y caminó por la sala de espera en busca de Amber. Luego pasó con ella al ala de Emergencias entrando por las puertas dobles mientras yo me quedaba a solas con Kylan, quien estaba un paso por detrás de mí. Me recosté en la pared, en el mismo lugar que había estado con Ruby minutos antes.

Mi hermano se colocó a mi lado, tratando de no rozar nuestros hombros. Fijé mi mirada al frente sin querer reconocer su presencia, no quería hablar con él ahora mismo.

No había dicho nada cuando le encaré sobre Ruby, lo que significaba que era cierto.

—Verás... —Empezó a decir, hablando en voz baja porque la sala de espera estaba en silencio sepulcral, solo se oía el volumen bajo de las noticias proveniente del pequeño televisor anclado en un extremo de la pared—. No quise que esto pasara, Kem. Solo sucedió. Me gusta Ruby, mucho, pero no te preocupes. No haré nada por conquistarla, ella es tuya.

Me quedé callado, apretando las manos en puños.

Cuando hablé luego de varios segundos de silencio, mi voz salió rasposa, dura.

—Más te vale no acercarte a ella. —Negué—. No la mereces.

—¿Y tú sí?

Lo miré de reojo.

—No, tampoco, pero la quiero lo suficiente como para intentar ser digno de ella cada día. —Apreté la mandíbula antes de soltar mis siguientes palabras—. Puede que esté manchado para siempre por lo que sucedió con Ada, pero voy a esforzarme cada día por merecerla. Porque la amo y me he enamorado de ella.

Kylan se quedó callado. No dijo nada luego de aquello.

Minutos después apareció Ruby, con el rostro sereno y una pequeña sonrisa. Nos indicó que Henry estaba despierto y que estaba bien, bueno, todo lo bien que uno puede estar con la pierna rota. Se la habían enyesado y ahora estaba esperando a sus padres.

Con el buen pronóstico decidimos regresar a casa.

En el auto íbamos Ruby y yo adelante, Kylan y Amber detrás. Esta última parloteaba sobre cómo el bueno de Henry había salvado su vida, como si fuera una película de romance. Hablaba tanto y con tantas palabras por minuto que el viaje hasta el edificio fue tranquilo, solo con su voz de fondo. Ruby no habló, solo para murmurar algunas cosas y mi hermano se mantuvo en completo silencio, mirando por la ventana mientras yo lo veía de vez en cuando por el espejo retrovisor.

Nos bajamos todos luego de estacionar mi auto en la plaza correspondiente del estacionamiento y subimos las escaleras hasta nuestros pisos. Dejé que mi hermano se fuera para quedarme a solas con Bizcochito, pero murmuró un escueto «buenas noches» que me dejó mal sabor.

Subí rápidamente a mi piso, me quité la ropa para ponerme una camiseta raída y ancha, y unos pantalones de chándal. Bajé por las escaleras de emergencia y aparecí en su balcón. Noté que no estaba, supuse que estaría en el baño así que me metí a la habitación notando a Kiwi jugando con su pelota de plástico. Lo habíamos dejado solo porque parecía estar acostumbrándose a ello, por suerte no había hecho ninguna travesura excepto la de desperdigar sus juguetes por toda la habitación.

Minutos después la puerta del baño se abrió, revelando a Ruby con una toalla anudada alrededor de su cuerpo desnudo. Me senté recto, sintiendo que se me subían los calores al verla caminar hacia su cómoda y sacar una muda de ropa para dormir.

Me puse de pie e intercepté su camino antes de que escapara lejos de mí.

—Hazte a un lado, Kem.

Parecía enfadada, su tono de voz me lo dijo.

—No lo creo, Ruby —murmuré con calma, tratando de apaciguarla. Incliné el rostro hacia ella para mirarla a los ojos, a pesar de que ella escapaba de mi mirada—. ¿Por qué estás tan molesta?

—¿Encima me lo preguntas? —Se indignó, pasando por mi lado y empujando mi hombro con el suyo. Levantó sus manos dándole dramatismo a sus palabras—. Por fin pude abrir los ojos y darme cuenta de lo que sucede contigo.

Parpadeé, confundido.

¿De qué rayos estaba hablando mi Bizcochito?

Intenté acercarme, poniendo una mano en su mejilla pero rápidamente se alejó sosteniendo la toalla anudada a su alrededor. Tenía el rostro severo con una arruga en la frente mientras me miraba.

—No quieres una relación —afirmó levantando un dedo—. Estás jugando conmigo. Ni siquiera somos novios por lo que no tengo nada que reprocharte, pero sí esto: no creas que voy a seguir siendo un juguete para ti. Se acabó lo que pasaba entre nosotros. No voy a estar con alguien que no sabe lo que quiere, porque yo sí sé muy bien lo que quiero, pero al parecer tú no. Y no voy a esperarte con los brazos cruzados a que te decidas si quieres estar conmigo o no. Veo que algo pasa entre tú y Ada, o pasó, no lo sé. Nunca me lo has dicho.

La mortificación al mencionar a Ada me inundó como si fuera un frío balde de agua cayendo sobre mí. Hablar de esa víbora con Bizcochito era lo que menos quería, pero tampoco podía soportar la idea equivocada que se le había formado al pensar que no quería nada con ella solo porque aún no habíamos oficializado.

Quería darle espacio, porque lo nuestro se había movido demasiado rápido por mi culpa, pero ahora me daba cuenta de que había cometido un error al no ser cien por ciento sincero con mis verdaderos sentimientos hacia ella.

—Mierda, no, Bizcochito. —Me acerqué, mirándola compungido—. Solo tengo ojos para ti, para nadie más. —Respiré hondo y solté el aire, esbozando una verdadera sonrisa mientras hablaba—. Viniste a mi apartamento, me atrapaste y ahora no puedo dejarte ir. No dudes ni por un segundo que no quiero estar contigo. Confía en mí, sí te quiero. Te quiero a ti.

La vi hacer puchero con sus labios, se le veía tan adorable que mi corazón empezó a dar volteretas.

—¿Cómo voy a confiar en ti si nunca me has contado lo que sucedió entre tú y Ada?

Mi interior se desplomó como una baraja de naipes.

Maldije en mi interior a Ada por seguir siendo una incordia entre mi chica y yo.

Pero a pesar de todo, tenía que decir la verdad, por mucho que eso incomodara.

—Ella y yo salimos un par de veces. Fue la primera en presentarse y congeniamos, salimos juntos pero nunca llegó a más. —Arqueó una ceja—. Lo prometo, Ruby.

Esta vez cuando toqué su rostro, ella me dejó hacerlo. Acaricié sus mejillas y recorrí la piel suave de sus pómulos con mis dedos, sonriendo cuando mi toque le hizo cerrar los ojos y suspirar.

Era tan hermosa que verla dolía y al mismo tiempo curaba mis heridas.

—Sé mi novia, Bizcochito.

Cuando no dijo nada, mi corazón dejó de latir.

—Kem...

—¿No es eso lo que querías? Porque yo también lo quiero. Malditamente quiero estar contigo.

Sus mejillas se colorearon de rojo.

—¿No haces esto por lo que te grité hace rato, verdad? Porque no quiero obligarte a nada.

Sonreí ante sus palabras. A pesar de todo ella seguía siendo un alma pura e inocente, y me gustaba que no me obligase a nada. Estar con ella era una decisión que había tomado desde que supe que la amaba. Nadie me obligaba a nada.

—No me obligarías a nada que no quiero, Bizcochito. Y yo quiero esto. —Le aseguré dándole un beso en los labios, con tanta suavidad que apenas fue un roce, como si fuera el toque de una pluma—. Quiero tanto esto entre nosotros, y sé que tú también lo quieres. Acepta ser mi novia.

Asintió, logrando que sonriera de felicidad.

La atraje hacia mí para besarla, pero me esquivó.

—Con una condición. —Puso un dedo sobre mis labios—. Seré tu novia con una condición.

—Lo que sea.

—Quiero saber más de ti. —Frunció el ceño—. Ni siquiera sé en qué trabajas, solo sé tu nombre y edad. —Levantó otro dedo—. Y quiero que aclares las cosas con Ada.

—¿Aclarar? —repetí confundido.

—No creas que no me he dado cuenta la forma en cómo te mira siempre. Te sigue con la mirada a todos lados y a ti parece que te encanta esa atención. —La miré como si se hubiera vuelto loca—. Ella aún cree que tiene alguna oportunidad contigo, tienes que aclararle que ya no.

Lo había hecho, pero Ada era demasiado testaruda. A mi parecer la única forma era ignorarla y pasar de ella, más aun después de lo que me había hecho, pero no quería que Ruby se enterara de aquello. Suficiente tenía con el autodesprecio para poder soportar el de otra persona, especialmente de mi chica. Es por eso que asentí, bajando la cabeza y colocando mi frente contra la suya.

—No me importa si le gusto o no, Bizcochito, porque solo quiero estar contigo. —La estreché contra mi cuerpo, nuestros corazones latiendo acompasados por la cercanía entre nosotros—. Pero si quieres que hable con ella y aclare las cosas, lo haré.

—Será lo mejor, no quiero malentendidos.

Odiaba ocultarle un secreto tan horrible como el que guardaba dentro de mí, pero era tan vergonzoso que prefería quedarme callado a que alguien más se enterase de lo que Ada había hecho conmigo. Por lo menos ahora tenía el consuelo de tener a mi chica conmigo, y siendo así, sentía como si nada ni nadie pudiera vencerme.

Besé sus labios sintiendo cómo se derretía en mis brazos. Me apoyé en ella colocando mis brazos alrededor de su cintura, pero ella rápidamente me alejó, con las mejillas rojas y la mirada encendida se acercó a la cama y cogió la muda de ropa para luego entrar al baño y cambiarse.

Decidí echarme junto a Kiwi y jugar con él hasta que Ruby salió del cuarto del baño con el cabello húmedo de la reciente dicha y un pijama de verano que consistía en un short corto de algodón y una camiseta ancha de alguna banda de rock antiguo. Se secó el cabello con la secadora que cogió y llevó al baño de nuevo, luego salió con el rostro resplandeciente.

Tomé a Kiwi conmigo y lo llevé a su cama, no dormía con Ruby por las noches porque el pelo se le caía y si no teníamos cuidado, la mamá de mi Bizcochito podría enterarse de que había un perro en su casa, por lo que preferíamos evitar represalias y tener a Kiwi controlado.

Lo vimos dar vueltas en su cama para luego echarse y soltar un suspiro mientras cerraba los ojos.

—Así de rápido se duerme este pequeño —murmuré acariciándolo. Me lo quedé mirando por lo que se sintió como horas, para luego ponerme de pie y caminar hacia mi chica—. Tenemos una conversación pendiente y muchos besos.

—¿Besos? —repitió.

—Sí, me debes muchos besos y no me iré de aquí sin todos ellos.

—Si quieres que te los dé haremos un juego. —Arqueó una ceja—. El de veinte preguntas.

Me reí rodando los ojos.

—Si quieres saber algo de mí, no es necesario el juego, Bizcochito. Te lo diré todo, lo prometo.

Tomé su mano y la llevé a la cama, dejándola en el borde para luego asegurar su puerta. No quería que nadie nos interrumpiera, si sus padres me encontraran en su dormitorio pegarían un grito al cielo y estoy seguro de que no dejarían que viera a su hija luego de faltarles el respeto de aquella manera. Pero en mi defensa, no estábamos haciendo nada malo. Solo serían preguntas.

Me quité la chaqueta de punto, la camiseta, las zapatillas y al final el pantalón de chándal, pateándolo fuera de mi cuerpo. Ruby estaba con la boca abierta, mirándome con horror.

—¿¡Pero qué haces?!

Me eché en la cama, cubriéndome con las sábanas. La arrastré a mi costado para que quedase frente a mí.

—Dormiré con mi novia.

—No lo harás si quieres que mis padres te maten y luego a mí.

—Por eso le eché seguro a la puerta, Bizcochito.

Arrugó la frente.

—Entonces ya tenías planeado aprovecharte de mí. —Intentó bromear pero yo me tensé con esas palabras.

La atraje a mí mirándola a los ojos.

—Solo quiero hablar y luego dormir. Si es posible, acurrucarnos —hablé con la verdad, sonriendo de lado—. Sabrás todo de mí. Lo prometí, ¿recuerdas?

Asintió irguiéndose para sentarse a mi lado mientras yo me acomodaba en su cama, colocando un brazo debajo del cuello y el otro extendido a lo largo de la otra almohada. Su cama era de plaza y media por lo que cabíamos apenas, pero lo traté de hacer funcionar pegándome al lado de la pared y dejarle espacio. Ella me sonrió con confianza antes de echarse a mi lado, sobre mi brazo abierto. La coloqué de lado y yo hice lo mismo, para estar así frente a frente con unos centímetros de distancia entre nuestros rostros.

Miré su rostro, fascinado con ella. Con sus ojos azules y cada peca en ella. Era perfecta, más allá de preciosa. Levanté mi mano y acaricié una de sus mejillas, sonriendo cuando se colorearon de un bonito rojo mostrando su vergüenza.

—¿Qué quieres saber, Bizcochito? —susurré mi pregunta tomando un mechón de su cabello y colocándolo tras de su oreja.

—Todo.

—Empezaremos por el principio y luego harás preguntas. ¿Te parece?

Parecía emocionada, como una niña recibiendo un dulce.

Empecé.

—Mi nombre es Kem Woods, tengo diecinueve años y trabajo desde cada, muy pocas veces voy a la oficina. Mis padres trabajan en una empresa de ventas donde cambiaron de sede y por eso tuvimos que mudarnos. Mi antiguo hogar queda a una hora de aquí, pero no extraño nada de ahí solo a mis amigos. —Sonreí con nostalgia, recordando a mis amigos de la secundaria. Ahora a penas tenía contacto con ellos porque se habían mudado a diferentes partes del país—. Terminé el colegio hace dos años y tomé cursos en línea para trabajar en lo que ahora hago.

—¿Y qué haces? —preguntó con demasiada curiosidad. Sus ojos azules brillaban con entusiasmo.

—Trabajo en una editorial. Soy corrector de estilo.

Ella me miró con seriedad antes de partirse de risa.

La miré con una ceja alzada, su risa murió.

—¿Es en serio?

—Sí, es en serio, Bizcochito. Por eso trabajo desde casa. Mi jefa me da manuscritos y yo debo corregirlos desde casa, así que tengo mi propio horario. Acabo de empezar a hacer mis prácticas, así que soy nuevo en esto.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. ¡En serio trabajas para una editorial! ¿Fue así como conseguiste los libros que me regalaste?

—Y podría conseguirte todos los que quieras. Solo dímelo.

La oí chillar mientras se tiraba sobre mí abrazándome por el cuello. Acallé sus gritos con un beso, sintiendo cómo se derretía sobre mí. Un momento después se alejó, sonriéndome con felicidad.

—Mañana te daré una lista de todos los libros que quiero.

No esperaba menos.

Asentí, encantado con aquella tarea. Le regalaría todos los que quisiera, solo tenía que decírmelos para hacerlo.

—Estaré esperando, Bizcochito.

—¿Y qué más? —presionó, aun con los ojos brillando de emoción—. ¿Tu color favorito? ¿Tu primer beso? ¿Tu primera novia? ¿Tu primera vez?

Su sonrisa me indicó que estaba pletórica con las preguntas que me hacía.

—Mi color favorito es el azul. Mi primer beso lo di a los trece años. Mi primera novia fue una chica de mi colegio a los quince años. —Hice una breve pausa, haciendo una mueca—. Y mi primera vez fue a los diecisiete.

—¿Con tu novia? —preguntó con la mirada baja, mirando a cualquier lugar menos a mí.

—Con mi segunda novia. —Asintió con mi respuesta—. ¿Y tú? —pregunté con demasiada curiosidad como para reprimirla—. Todas esas preguntas también van para ti. Quiero saberlo todo.

Moría por saber todo sobre ella.

—Mi color favorito es el morado. Mi primer beso fue a los quince años y mi primer novio fue Dan, a los dieciséis, y con él perdí... eso —dijo apresuradamente, como si se avergonzara.

Era demasiado inocente.

Apreté la mandíbula mientras me erguía.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—A matar a alguien. Ya vuelvo.

Ella se rio, a pesar de que no era una broma.

No del todo.

Saber que Daniel y ella habían estado en ese nivel de intimidad fue como una cachetada, pero tenía que aprender a respetar. Además, lo que había sucedido estaba en el pasado.

—No lo creo. —Me jaló contra ella con todas sus fuerzas. Caí en la cama rebotando un par de veces mientras ella se subía a mi regazo y colocaba sus manos sobre las mías para impedir moverme—. Yo no dije nada sobre lo tuyo y tú tampoco lo harás. Ahora somos novios, no debes de preocuparte del pasado, porque simplemente es eso. Pasado. Vendrán nuevas cosas y las pasaremos juntos, ¿qué mejor que eso? —Hizo una pausa, mirándome con determinación—. Ahora, a dormir. Tienes que irte antes que mis padres se despierten, ellos madrugan incluso los fines de semana. Estás advertido, Kem.

La abracé de lado, sintiendo mi corazón alocado en mi pecho al sentarla tan cerca. Me emocionaba dormir con ella y saber que despertaría al día siguiente en mis brazos.

—Claro que sí. —Acomodó las sábanas sobre nosotros y luego las quitó al darse cuenta de que hacía demasiado calor como para taparse. Empujamos las sábanas hasta el final de la cama y nos colocamos de lado—. Hasta mañana, Bizcochito.

—Hasta mañana, Kem.

No dormí durante largas horas, observándola dormir como si fuera un loco acosador. Pero la imagen de ella dormida en mis brazos era demasiado encantadora como para que yo cerrara los ojos. Así que los mantuve abiertos mientras la miraba, sus ojos revoloteaban de vez en cuando, y movía su cuerpo de un lado a otro cuando el calor le fastidiaba, pero estuvo dormida la mayor parte de la noche.

Y yo la observé como un loco, embebiéndome de su belleza aun cuando dormía.

Ruby era más que preciosa. Mi corazón saltaba cada vez que la veía. Pero iba más allá de su belleza exterior, porque su interior era igual de hermoso que lo exterior. Ruby era una increíble persona, leal, humilde y sobre todo genuina. Su felicidad era contagiosa, y me gustaba mucho cuando sus ojos se iluminaban al escuchar las palabras «comida» y «libros». Era encantadora con los demás y muy divertida, sabía cuándo expresar sus sentimientos y cuando quedarse callada. Su aura era brillante, más allá de cualquier cosa que hubiera experimentado antes.

La amaba con locura.

El sentimiento me golpeó como una fuerza de varias toneladas.

Mi corazón se sintió pesado, pero sobre todo jubiloso de por fin admitirlo.

Cuando desperté a la mañana siguiente, no me había dado cuenta de que la tenía abrazada y pegada contra mi cuerpo. Nuestras piernas estaban enrolladas y su cabeza reposaba en mi pecho desnudo. Acaricié su cabello con delicadeza mientras veía cómo sus ojos se movían hasta abrirse.

Coloqué una mano en su mejilla, sonriendo con fuerza.

—Despertar a tu lado es lo mejor que pude haber experimentado —susurré contra su frente, acariciando su mejilla y luego su cabello, sintiendo su corazón latir rápidamente contra mi pecho—. Nada es más hermoso que tú quedándote dormida en mis brazos.

La sentí reírse.

—Eres demasiado adulador por la mañana.

—Tal vez, pero eso significa que estoy enamorado de ti, Ruby.

No dijo nada, pero no hacía falta.

Sabía en mi interior que ella sentía lo mismo, y eso era más que suficiente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top