Capítulo 13: Hora de votar

Me encontraba recostado cómodamente en el sofá, con Kiwi acurrucado en mi regazo mientras Ruby permanecía a mi lado viendo una película en el televisor de su sala. Habíamos decidido mantenernos en su casa, mientras sus padres no estaban, para que el pequeño Kiwi se acostumbrase a su nuevo hogar provisional, pero se había quedado dormido sobre mí luego de haberlo hecho jugar con los juguetes que le compré en la veterinaria.

Ruby estaba cabeceando, al parecer el colegio la había cansado.

Estiré mi brazo y dejé que ella también se acurrucara sobre mi hombro.

A estas alturas ya nadie estaba viendo la película, ni siquiera yo.

Mi celular timbró en mi bolsillo, Ruby se removió y yo al instante lo saqué para silenciarlo. Tenía un mensaje de mi hermano.

Kylan: ¿Estás con Ruby?

Tecleé mi respuesta.

Yo: Sí, ¿por?

Kylan: Estoy con Dan y Amber, el exnovio se está volviendo loco.

Rodé mis ojos.

Daniel ya no era novio de mi Bizcochito, no entendía por qué no podía procesar esa información en su diminuto cerebro.

Yo: No me importa.

Iba a guardar mi celular pero decidí hacer una foto al pequeño Kiwi. Se le veía monísimo acurrucado dormitando plácidamente en mi regazo.

Yo: Mira mi nuevo cachorro. Ruby y yo lo encontramos en la calle, le hemos adoptado. Se llama Kiwi.

Adjunté la foto y la envié.

Kylan: ¡Es hermoso! ¿Podemos conocerlo? Amber se muere por cargarlo.

No respondí.

No quería arruinar este momento entre Bizcochito y yo, especialmente cuando ella parecía estar cansada. Así que apagué el móvil y lo guardé, pero minutos después el timbre de la casa sonó despertando a Ruby y alertando a Kiwi que se despertó asustado, temblando en mi regazo.

—¿Quién es? —preguntó Ruby restregándose las manos sobre los ojos. Su cabello estaba ligeramente despeinado y tenía la marca de mi camiseta sobre su mejilla.

Se le veía absolutamente adorable.

—No lo sé, pero tengo una idea.

Coloqué a Kiwi sobre ella y me puse de pie, caminé los poco metros de distancia hasta la puerta y la abrí, descubriendo a todo una tropa detrás. Eran Kylan, Kara, Henry, Amber, Dan y Ada. No entendía qué hacían los dos últimos aquí, en el lugar menos pensado, pero me quedé de brazos cruzados esperando a que alguien dijera algo.

Ky parecía algo culpable.

—Cuando les dije que tenías un cachorro quisieron venir a verlo. —Se encogió de hombros sonriendo con pena—. ¿Podemos verlo, verdad?

Quería decir que no, y que se fueran, pero esta era la casa de Ruby y no quería tomar decisiones que no me correspondían. Aun así miré mal a mi hermano, por traer a toda su tropa con él, y volteé hacia mi Bizcochito que estaba en el sofá, mirándonos con Kiwi en su regazo. El cachorro parecía un poco asustado, tenía la cola metida entre sus patas traseras y sus ojos grandes mostraban temor.

—Claro, entren —dijo Ruby y yo solo pude hacerme a un costado y dejarlos pasar.

De inmediato fueron con Ruby y la rodearon para acariciar al cachorro, que con una caricia de Henry empezó a mover la cola.

—Yo tengo un mestizo—murmuró él sonriendo—. No es de raza pero es la criatura más fiel en el mundo, lo amo como si fuera mi hijo. Pero es muy renegón y siempre gruñe cuando viene visitas, en cambio este pequeño de acá le gusta la atención. ¿Verdad que sí, Kiwi?

El cachorro parecía feliz con las caricias de Henry.

Tanto Ruby como los demás voltearon a verme con el ceño fruncido. Kylan fue el único que parecía un poco reacio a acercarse, él y Ada estaban cerca pero se atrevían a tocarlo.

Amber alzó la mirada a su mejor amiga.

—¿Le han puesto Kiwi?

—En realidad aún no tiene nombre —respondió Ruby entre dientes, mirándome mal—. Kem se empeña en llamarlo así, pero no me gusta nada.

—¿Cómo quisieras llamarlo tú? —le preguntó Henry sin dejar de acariciarlo.

—No lo sé —balbuceó ella—. Aún no lo he pensado.

—Piénsalo ahora.

—¿Y si hacemos una lista de los nombres que se nos ocurran para luego elegir? —habló Daniel como si fuera el rey del lugar, sonriéndole a Ruby como si fuera lo mejor que se le hubiera ocurrido. No me gustaba nada la forma en cómo la miraba, como si fuera todo para ella y no pudiera aguantar un segundo más sin estar a su lado.

Porque así mismo la miraba yo. Y me sentía un maldito hipócrita.

—No me parece —dije cruzándome de brazos mirando mal a Daniel, que ni siquiera se inmutó por mi comentario. Su atención estaba puesta en Ruby.

—A mí me parece una idea genial. —Ada se sentó en el sofá, en el extremo opuesto al de Ruby, dejando un espacio para que Amber se sentara.

Ruby rodó los ojos mas no dijo nada.

—¡Sí! —Amber saltó ante lo que había dicho su hermana—. ¡Hagamos una lluvia de ideas!

Iba a refunfuñar como un niño quejumbroso, pero Ruby esbozó una sonrisa y eso fue suficiente para que yo cerrara el pico.

—Es precioso —comentó Kara estirando su mano para que el pequeño, en el regazo de Henry, lo oliera—. ¿Cuánto tiempo tiene?

—Es un bebé —respondió Henry mirándome—. No debe tener más de cinco meses, ¿verdad?

Asentí, dándole la razón.

—Tiene tres meses.

—Aww, es un bebecito. —Lo cargó hasta alzarlo por encima de su cabeza y empezó a cantarle una canción inventada con una voz chillona que nos hizo reír a todos.

Luego lo dejó en el piso y al instante Kiwi empezó a olfatear todo, cojeaba un poco pero ya se le veía más animado. Todos nos quedamos mirándolo con absoluta adoración hasta que Ruby se puso de pie y caminó hacia mí, donde estaba sentado en el sofá individual.

Ya todo el mundo sabía acerca de nosotros, no era ningún secreto nuestra evidente atracción.

Y eso trajo una sonrisa a mi rostro.

—¿Sabes que ahora tenemos un hijo, verdad, Bizcochito?

Quiso sonreír, pero solo negó con la cabeza.

—Ya quisieras, Kem Woods. —La miré, embelesado con sus ojos azules y la dulzura de su rostro. Quería extender mi mano y acariciar su mejilla, para luego atraerla a mí y besarla, pero sabía que era algo que ella no apreciaría nada bien, ya que estaba presente su ex. A mí nada de eso me importaba. Me hubiera gustado besarla frente a todos, pero me abstuve. Ruby se volvió hacia los demás—. Ahora debemos discutir el nombre de nuestro pequeño, no es justo que le pusieras Kiwi. No me gusta ese nombre, es un cachorro, no una fruta.

Lo que ella no sabía, es que el cachorro ya se había acostumbrado al nombre y volteaba la cabeza cuando lo llamabas «Kiwi», pero no dije nada. Si ellos querían hacer su lista de nombres, adelante. Pero Kiwi ya estaba bautizado con ese nombre y no iba a cambiar.

—Acepto el reto —murmuré complacido al ver la mirada azul de Ruby resplandecer de emoción al escucharme—. ¿Cómo quieres llamarlo?

Henry se le adelantó, respondiendo por ella.

—Yo opino que debería llamarse Bicho. Es original y perfecto para esa pequeña bola de pelos.

Amber arqueó una ceja.

—¿Bicho? —Negó chasqueando la lengua—. Qué mierda de nombre. Yo creo que debería llamarse Max.

Ruby le frunció el ceño.

—¿Max? —repitió—. ¿Como tu exnovio? No gracias, no quiero que mi pequeño corra con esa suerte.

Tanto ella como Amber se rieron, Dan miró a Ruby mientras lo hacía. Me ponía de los nervios verlo aquí, en su casa, donde seguro ya había estado antes. Las ganas de querer botarlo de aquí me inundaron, pero yo era más fuerte que mi lado neanderthal.

—Sí, no queremos que el cachorro esté traumatizado de por vida. —Daniel habló, casi riéndose. Seguía sin poder quitarle la mirada a Ruby—. Tal vez debería llamarse Peke.

¿Encima tenía la osadía de opinar sobre mi cachorro?

No lo podía permitir.

—Tal vez no. —Lo corté antes de que pudiera seguir hablando. Ruby me lanzó una mirada curiosa, pero mis ojos se enfocaron solo en él para no mirarla mientras fulminaba a su ex con mis ojos—. Ni siquiera sé por qué estás aquí. ¿Quién te invitó?

Poco me importó parecer grosero.

—Yo lo hice —respondió Ada sentándose cómoda en el sofá de Ruby, con una mano bajo la barbilla como si disfrutara del momento. Tampoco sabía qué pintaba ella en todo esto. Era la hermana de Amber, pero no pertenecía al círculo de amistad que se había formado entre mi hermano, mi chica, su mejor amiga y el chico que parecía querer a esta última. Ada continuó, ajena a la mirada de desconcierto que Ruby le lanzó—. Es nuestro amigo desde hace años, ¿por qué excluirlo? Acaba de venir. Además..., es novio de Ruby.

La miré como si se hubiera vuelto loca, ella sonrió al ver mi expresión molesta. Realmente esta chica tenía un serio problema conmigo. ¿En serio quería arruinar lo que había entre Bizcochito y yo? Porque parecía así.

Ada y yo necesitábamos conversar porque no podía seguir con aquello. Si en cada oportunidad, ella iba a nombrar a Daniel como novio de Ruby, es porque quería atormentarnos y no iba a permitir que sembrara dudas en nosotros. Mucho menos delante de nuestros amigos.

Antes de que pudiera decir algo, Ruby habló.

—No es mi novio, Ada —dijo con voz firme y alta, Daniel se congeló en su asiento bajando la mirada al suelo. Incliné mi barbilla hacia arriba con orgullo hacia mi chica—. Es mi amigo, pero no más. No confundas las cosas.

Casi sonreí por la mueca en el rostro de Ada, era una victoria nuestra saber que eso le fastidiaba. Alguien tenía que ponerla en su lugar y qué mejor manera de hacerlo que la propia Bizcochito, asegurándole a todo el mundo, especialmente a Daniel, que ya no eran novios.

Por la cara en el rostro de él, noté que aquello lo fastidió.

—¿Alguien más quiere aportar un jodido nombre para nuestro pequeño? —pregunté en voz alta, a nadie en particular pero con la mirada clavada en Daniel.

La sala se quedó en silencio. Kara levantó su brazo tímidamente, sonriendo.

—Me gusta el nombre Cookie.

Kylan soltó una pequeña risa.

—Es muy cliché. —Se burló de nuestra hermana menor—. Mejor Copo.

Amber rio.

—¿Copo? ¿Qué clase de nombre es ese?

Kylan alzó una ceja en su dirección.

—Mucho mejor que Max, por supuesto.

—¡Tonto! —exclamó ella, un atisbo de sonrisa se dibujó en su rostro cuando miró a Kylan—. No tuve un novio llamado Max.

Daniel suspiró.

—¿En serio, Amber? —Miró hacia Ruby—. Dice que no tuvo un novio llamado Max.

Las interacciones entre él y Ruby, aunque eran mínimas, me producían malestar.

Era consciente de que sonaba como un idiota malhumorado y celoso, pero no había nada que yo pudiera hacer para no sentir aquello. Era más fuerte que yo, más aún cuando Daniel tenía aquella expresión de adoración hacia Ruby, con sus ojos marrones de cachorro triste. No era mas que un idiota, que había dejado ir a una chica espectacular e increíble como Ruby. Su oportunidad ya había pasado, ahora era mi turno de hacerla feliz y demostrarle que no todos éramos tarados como su exnovio.

—Estamos hablando sobre el nombre de mi cachorro, no de un puto novio —me molesté, siendo consciente de Daniel y sin interés por Ruby. Aun así me calmé. A pesar de todo tenía que tener temple en momentos como este.

—Podríamos ponerle Canela —murmuró Ada.

Todos en la sala volteamos a mirarla, unos con el ceño fruncido, confundidos. Otros, como mi hermana y Ruby, con molestia.

—Por si no sabías, el cachorro es macho, no hembra, Ada. —Ruby contestó, alzando las manos mientras hablaba. Noté eso de ella, cada vez que expresaba algo con las manos, es porque lo hacía con mucha emoción. Ahora parecía estar molesta y muy confundida—. Y ese es nombre para una perrita, no para mi pequeño. Así que siguiente.

Ada, en vez de ignorarla, prosiguió con su argumento.

—Canela también funciona para macho. —Se mofó ella mirando a Bizcochito con fastidio, como si no pudiera soportar dirigirse a ella—. Además, ¿dónde queda la igualdad de género?

Abrí la boca para cortar sus tonterías, pero Ruby se me adelantó.

—No jodas. Es un perro, no una persona. Deja las estupideces un momento, por favor.

Ada jadeó incrédula.

—¿Las estupideces...?

Todos en la sala estábamos congelados, excepto Kara, que parecía disfrutar de cómo mi Bizcochito la ponía en su lugar.

—Ya. Ustedes dos, paren por favor —dijo Amber alzando las manos—. Concentrémonos en el nombre del cachorro.

Ada rodó los ojos, como una niña mimada siendo reprendida. En cambio Ruby asintió, levantó la mano y sonrió cuando Amber le dio el paso, como si este fuera un salón de clases y su mejor amiga la profesora.

—Me gustaría llamarlo Milo. —Bizcochito me mostró una gran sonrisa, aquella de la que estaba enamorado. Sonreí, divertido con su entusiasmo. ¿Realmente creía que nuestro pequeño se iba a llamar así? Él ya tenía nombre, que no lo quisieran aceptar era diferente—. ¿Qué? Es un buen nombre para nuestro cachorro.

Adoré la forma en cómo dijo «nuestro cachorro». Con sus mejillas sonrojadas y la mirada más bonita que me pudo lanzar. Me acerqué a mi hermano, que tenía a Kiwi en sus brazos y lo sostuve contra mi pecho, el pequeño al reconocerme empezó a mover la cola con entusiasmo. Me senté nuevamente en el sofá individual y acuné a Kiwi en mi regazo. Con Bizcochito sentada en el brazo del sofá, seguro parecíamos una familia.

—¿Están listos para esto? —pregunté alzando a Kiwi para que todos lo mirasen. Ya que habíamos hecho una lluvia de ideas con los nombres, había llegado el momento de la elección. Sabía muy bien que el nombre que quedase, no iba a importar, porque el cachorro ya tenía nombre. Eso era solo para satisfacer a mi Bizcochito. Alcé la mirada y la observé sentada a mi lado, aun con su uniforme de colegio se veía espectacular. Aquella blusa blanca le resaltaba los ojos azules, los más bonitos que había visto nunca. Hablé embobado mirándola—. El momento de elegir ha llegado.

Ruby al escuchar lo último frunció el ceño.

—¿Harás que todos nuestros amigos voten por el nombre del cachorro? —preguntó ligeramente indignada—. Eso no es muy justo. Fui yo quien encontró al cachorro. Bueno, y tú, obviamente. Pero nuestros amigos no, somos nosotros dos quienes deberíamos elegir. —Volteó a verlos a todos—. Sin ánimos de ofender.

Henry se llevó una mano al pecho.

—¿Ofenderme? —preguntó dramáticamente—. Me has herido, Ruby. ¿Por qué no quieres incluirnos en tu votación? Creí que éramos amigos.

—Estás aquí por Amber, no porque quieras ser nuestro amigo.

Esta vez Henry parecía realmente herido.

—Auch, eso sí dolió. —Nos miró, a Ruby y a mí, luego a Kylan—. Estoy aquí porque también soy su amigo. Todos ustedes me caen bien.

Él también me caía muy bien, y estaba feliz de tenerlo en el grupo, quien no parecía muy contenta con ese hecho era Amber, que hizo una mueca al escucharlo.

—El punto aquí es que vamos a votar —hablé—. Todos deben levantar la mano cuando diga un nombre. El nombre más votado, gana. —Luego miré a mi chica y me acerqué a su oído para susurrarle—: No vale hacer trampa, Bizcochito.

Rodó los ojos

—Como si pudiera.

Todos en la sala veían nuestro intercambio con un poco de desconcierto. Incluso Amber y Henry, quienes deberían ser los más neutrales en el grupo. En cambio mi hermana sonreía aprobando lo que Ruby y yo teníamos.

El rostro de Daniel y Ada estaban fruncidos, como si hubieran chupado un limón muy amargo.

Sonreí al ver esa expresión en la cara fea de Daniel.

Decidí ignorar a ambos y empezar la votación. Cuando fui diciendo nombre por nombre, algunos levantaban las manos, otros no. El que ganó por más votaciones fue el mío, y no me sorprendió nada, porque cuando llamé a Kiwi por su nombre, él al instante alzó su cabecita y la inclinó, como si me hubiera entendido.

Ese fue el nombre ganador.

Kiwi.

Ruby parecía un poco reacia, pero cuando notó que ya todos lo aceptaban, no tuvo más remedio que asentir y susurrarle su nombre a nuestro pequeño, que al oír la voz de su madre empezó a mover la cola con emoción. Le lamió la mano y quiso subirse a su regazo para darle mimos.

Luego de aquello le hice una seña a Kara que ella entendió a la perfección. Su ingenio fue tremendo, porque se inventó una excusa muy buena para que todos salieran de ahí y me dejaran a solas con Bizcochito y nuestro pequeño.

Una vez que todos se fueron, Bizcochito me llevó a su habitación porque la hora de llegada de sus padres estaba cerca, y para mí era más fácil irme a mi casa por las escaleras de emergencia que salir por la puerta principal y hacer el recorrido hasta mi apartamento, cruzar el pasillo y recién meterme a mi dormitorio.

Nos instalamos en el sofá del balcón, observando el bonito atardecer que aquella tarde nos regalaba.

—No puedo creer que ganara «Kiwi», yo creo que hiciste trampa.

—¿Trampa yo? —repetí riéndome—. Nunca. Además, ¿en qué momento hubiera hecho la supuesta trampa? Estabas ahí cuando todos votaron por los nombres.

Entrecerró los ojos.

—No sé cómo, pero creo que eres un brujo.

—¿Yo un brujo? —Me reí, enterrando mi nariz en su cuello e inhalando el olor a vainilla que desprendía. Ruby olía delicioso y no quería otra cosa que besarla en ese punto medio, donde su pulso latía. Estaba tentado a hacerlo en ese momento, pero las cosas se pondrían intensas, y nada bueno venía de tener casa sola con tu chica, así que me refrené y solo le di un pequeño beso en la cabeza, sonriendo cuando cerró los ojos ante mi tacto—. Tal vez, quién sabe. Tal vez lo sea y te haya hecho un amarre.

Ruby alzo la barbilla, sus ojos azules brillaron con diversión.

—Ahora entiendo por qué me siento tan atraída hacia ti.

Kiwi estaba en nuestro regazo, lamiendo nuestras manos unidas. Alcé la mano de Bizcochito y besé el nudillo de su pulgar, luego el del dedo índice y así sucesivamente hasta terminar en su dedo meñique. Luego hice lo mismo con otra mano, todo mientras la miraba a los ojos.

Aquella tensión que siempre había cuando la miraba, creció en ese momento.

Ruby, quien estaba sentada a mi lado muy apretada a mi costado, se puso de pie.

—Mis padres llegarán en cualquier momento.

—Sí, tienes razón.

Tomé al pequeño Kiwi y entré a su dormitorio por las mamparas abiertas para dejarlo allí, en una esquina donde estaban sus juguetes y su cama. Llevé todo afuera, para que nadie que entrase pudiera verlo, y luego seguí a Ruby quien acomodaba algo en su tocador.

Fui por detrás y la abracé por la cintura.

Ella se estremeció en mis brazos cuando besé la cima de su cabeza.

—¿Mañana te veo?

—Eh...sí, claro.

La volteé, notando el repentino nerviosismo en su voz.

No era el único afectado por la tensión entre nosotros, ella también temblaba. Bajé mis ojos por su cuerpo y luego subí mi mirada para posarla en sus labios carnosos y rosados, notando que se abrían con un suspiro.

Aproveché eso para acercar mi rostro y besarla, con fuerza.

Ella no se resistió, sino que abrió su boca y dejó que mi lengua entrara en ella, dejándome explorarla con destreza. Sentí cómo su cuerpo se derretía contra el mío, acoplándose a cada centímetro de mi cuerpo.

Un escalofrío me recorrió cuando subió sus manos por mi espalda hasta detenerse en el nacimiento de mi cabello, enterrando sus manos por las hebras de mi cabello. En ese momento no pensé, solo actúe. Caminé con ella de espaldas hasta chocar contra la pared, Ruby mordió mi labio inferior y yo gemí cuando lo hizo, sintiéndome plegado de un placer intenso.

Mis manos se apretaron alrededor de su cintura, extendí mis dedos sintiendo la calidez de su cuerpo a través de la blusa. La maldita prenda estorbaba, pero no iba a quitársela. No cuando solo quería disfrutar de este momento tanto como pudiera.

Me alejé de sus labios e hice lo que tanto anhelaba hacer desde que olí el aroma a vainilla en su cuello, bajé mi cabeza y la enterré en ese punto, sonriendo al oler su aroma que tanto me encantaba. El pulso en su cuello era apenas notorio, pero sabía que estaba ahí.

Deposité un beso, sonriendo contra su piel cuando la vi estremecerse. Deposité otro y otro más arriba hasta que alejé mi cabeza y cerré los ojos, tratando de controlar mi deseo.

—Kem... —murmuró con voz ahogada.

—Ruby... —Suspiré colocando mi frente contra la de ella.

Mi respiración era rápida, mi pecho subía y bajaba con fuerza, como si hubiera corrido una maratón de varios kilómetros cuando lo único que había hecho, era besar a mi chica y disfrutar de eso.

Quise volver a bajar mi cabeza y besarla, pero Ruby puso sus manos en mis hombros y miró hacia la puerta, sus ojos abriéndose con alerta.

No supe qué pasaba hasta que la manija de la puerta sonó, alertándonos de que alguien quería entrar.

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