Capítulo 11: Declaración devastadora
Amber rio mientras yo miraba la puerta de madera como si fuera Daniel, con una mirada matadora. Si realmente fuera el exnovio de mi Bizcochito, el chico estaría tres metros bajo el suelo, enterrado en lo más profundo.
—Supongo que solo seremos nosotros.
Ni de broma.
—Yo me voy —murmuré dándome la vuelta hacia las escaleras—. Olvidé que tengo algo urgente que resolver.
—Kem... —Mi hermano trató de llamar mi atención pero yo ya estaba subiendo las escaleras, mientras que alguien las bajaba.
Era Ada.
Y estaba lista para salir, con un bolso que colgaba de su hombro y su cabello negro liso. Me miró con curiosidad mientras recorría los pocos escalones que quedaban hasta llegar donde su hermana estaba junto al mío.
—¿Te ibas? —preguntó entrelazando el brazo con Amber mientras yo me quedaba en mitad del rellano hacia el segundo piso, mirándolos a los tres con sospecha. ¿Realmente esperaban que fuera con ellos al cine cuando Ruby estaba allá dentro con su exnovio? Entonces estaban locos si creería que lo haría.
—Sí, tengo algo importante que hacer.
—Pero... —Ada habló mirando a Amber con pánico en sus ojos marrones—. Ya compramos las entradas al cine.
—Vayan ustedes, esto seguro que pueden invitar a Henry para no desperdiciar mi entrada. —Me encogí de hombros mirando a Amber, no quería mirar a Ada. No se suponía que saliera con ella a ningún lugar, así que no me correspondía justificarme con ella, no cuando la idea de ir al cine fue exclusivamente de Amber.
—Sí, seguro —murmuró ella entendiéndome.
No esperé más.
Me despedí de ellos y subí los escalones hacia mi piso, dispuesto a encerrarme en mi habitación para no intentar hacer una locura, como bajar hacia el primer piso y rescatar a Ruby de las garras de su novio, llevármela como un Neanderthal, al hombro, y romperle la cara al tal Daniel por poner sus asquerosas manos sobre mi Bizcochito.
No había mucho que hacer en mi dormitorio, por lo que decidí bañarme para aclarar mis ideas y luego pasar el rato en el jardín, mirando la calle exterior y observando a las personas pasar. Cada uno tenía una vida, cada uno cargaba con un problema distinto, pero sentía que lo mío me pesaba en el hombro.
No iba a permitir que Daniel recuperara a Ruby, la había perdido una vez, su oportunidad estaba perdida. Iba a tener que pasar por encima de mí para poder llegar a ella.
Cuando bajé la cabeza hacia el balcón de Ruby, vi movimiento allí. Me asomé por las escaleras de emergencia para mirarla mejor. Se había cambiado de ropa y su cabello estaba mojado, como el mío, parecía haber tomado una ducha. Como yo.
Su cabello caía húmedo por su espalda y vestía una falda corta junto a una camiseta a la cintura.
Estaba preciosa.
Cogió el libro sobre el pequeño sofá que había en su balcón y se recostó, abriéndolo donde lo había dejado antes. Dejando el marcapáginas a un costado, sin ser consciente de que yo la miraba como un adolescente pervertido desde un rincón.
Decidí hacer acto de presencia bajando las escaleras y aterrizando a un lado, agitando su cabello en el proceso.
—Bizcochito —susurré.
La vi cerrar su libro con una lenta exhalación, como si estuviera esperándome. Cuando alzó la vista, su respiración se entrecortó en su garganta. Me miró de arriba abajo, inspeccionando cara área con el rostro sonrojado. Se estremeció cuando sus ojos se alzaron para clavarse en los míos.
Parecía haber recordado algo, algo que había sucedido entre nosotros y que la hizo sonrojarse con fuerza.
—Eh, ¿Ruby? —Sonreí con picardía con su mirada—. ¿Disfrutando la vista, Bizcochito?
Alejó su mirada de mí, como una niña pequeña tratando de no mostrar debilidad.
—Pues... de hecho sí —respondí señalando hacia donde miraba detrás de mí.
Arqueé una ceja, un poco divertido con su descaro. La otra parte de mí se moría de curiosidad por saber qué había estado haciendo en casa de su exnovio, no podía aguantar más tiempo sin saberlo.
—¿Por qué tenías la ropa de ese chico, Ruby? —pregunté dando un paso al frente, aterrado con la idea—. ¿Acaso ustedes...?
Me quedé callado sin poder continuar, sin poder poner en palabras mi mayor miedo. Estaba aterrado con la respuesta, aun cuando no tenía derecho a estarlo porque no éramos nada. Aún.
—¿Qué? —preguntó ella cruzándose de brazos—. Por favor, termina esa oración. Quiero oírte.
Cerré los ojos, negando. Traté de calmarme tomando una respiración profunda, una vez que lo logré, los abrí encontrándome con su mirada.
—Sé que no tengo ningún derecho. Pero no podría soportar saber que ese chico te tocó, que te besó e hizo todas las cosas que yo quiero hacerte.
La sinceridad en mi voz hizo que nuevamente se estremeciera en mi presencia.
—Kem... —Me miraba sorprendida por mi osadía.
—No. —Sacudí la cabeza—. No digas mi nombre en ese tono, Bizcochito. No podría soportar saber algo así.
No soportaba el hecho de no poder hacer nada en este momento, es por eso que estaba tan ofuscado. Me llevé una mano a la cabeza y despeiné mi cabello con frustración contenida.
—No pasó nada —susurró. Eso fue un gran alivio porque mi rostro inmediatamente se suavizó y mi interior se llenó de paz. Incluso mis manos se abrieron, no me había dado cuenta de que las tenía fuertemente apretadas—. Ni siquiera sé por qué te lo estoy aclarando, Kem. Nosotros no somos nada, y no sé por qué actúas de esa forma conmigo, yo no quiero...
Me reí con sus palabras.
—Hasta un ciego podría ver lo que sucede. Lo que siento por ti, y lo que sucede entre nosotros.
Apretó sus labios carnosos y rosados.
—No sucede nada entre nosotros.
—Sigue diciéndote eso hasta que te lo creas, Bizcochito.
—Y tú repite esto: "soy un imbécil".
Chasqueé mi lengua.
—Yo solo señalé lo que realmente pasa entre ambos, Ruby. Si tú no lo quieres ver, está bien. Pero te lo voy a demostrar. —Me acerqué a ella, de inmediato el aroma a vainilla me rodeó. Me sentí borracho por su olor, presioné mis brazos a cada lado suyo alrededor del sillón y sonreí al verla tan hermosa—. ¿Sientes eso?
Esa electricidad que pasaba entre ambos con solo tocarla, la rapidez de nuestros corazones al latir con solo mirarnos. Las miradas entre ambos cuando todo eso sucedía y las locas ganas de querer tocarnos con solo una mirada.
Lo sabía, cada vez que la miraba sabía lo que podía ocasionar en ella con tan solo una caricia, un toque, un susurro. Era algo demasiado grande como para ponerle palabras, así que solo lo mencioné para que lo admitiera.
Pero no lo hizo, lo negó.
Mintió.
—No.
Sonreí por su descaro.
—¿Y esto? —pregunté bajando mi cabeza a su cuello, de inmediato me sentí atraído por el aroma que desprendía de aquella zona. Mi nariz chocó contra su piel haciendo que las vibraciones en mi cuerpo despertaran, al igual que mi deseo por querer besarla. Mis labios estaban a centímetros de su piel sintiendo la calidez de ella—. ¿Estás segura, Bizcochito? Entonces tal vez sientas esto.
Incliné mi cabeza hasta casi rozar sus labios con los míos, estábamos tan cerca que casi podía volver a saborearla. Dejaría que tomara el control, dejaría que lo hiciera todo ella solo por ser capaz de recibir la intensidad de su beso, pero era terca, y sabía que no admitiría nada aún.
—¿Sabes? —Continúe con un susurro, sin poder ser capaz de controlarme más—. Tienes mucho más autocontrol que yo, así que no me detendré ahora.
Terminé de cerrar la distancia y presioné mis labios contra los suyos, sonriendo por dentro cuando Ruby no hizo nada por separarme, sino todo lo contrario, entrelazó sus brazos detrás de mis hombros y me presionó contra ella. Levanté una mano y la coloqué detrás de su cuello, acariciando su mejilla con el dorso de mi mano sin dejar de besarla. Era como tocar el cielo y al mismo tiempo arder en el infierno.
Serpentee una mano por su cuerpo hasta llegar a su cintura mientras Ruby entreabría la boca para recibirme. Satisfecho con eso me zambullí en sus labios dejando que ella tomara el control de la situación como tanto anhelaba, estaba eufórico con el beso, podía sentir la torrente de emociones bullir de mi interior.
Estaba en las nubes, soñando despierto con este beso que me llevó al límite.
Solté un suspiro al sentir sus manos ansiosas vagar por mi cabello hasta el nacimiento de este, siendo atraído por sus manos para intensificar el beso.
Un beso que estaba terminando con mi maldito autocontrol.
Un beso que no podía negar lo que sentíamos por el otro.
Cuando nos separamos, sonreí sintiendo mis labios hinchados por la intensidad con la que nos besamos. Coloqué mi frente contra la suya y sonreí al ver que los ojos azules de mi Bizcochito me miraban con ternura y un poco de timidez.
—¿Estás contento ahora? —preguntó ella, haciéndome reír.
Todavía la tenía sujeta por la cintura, ahora no iba a dejarla ir tan rápido.
—Lo estoy. —Asentí satisfecho—. Aunque solo falta que lo digas en voz alta, yo ya lo he dicho.
Su ceño se frunció, alejó su rostro del mío para mirarme desde abajo, un poco empinada sobre sus pies.
—¿Qué cosa?
—Lo que sucede entre nosotros.
—Ya te lo demostré, ¿qué más quieres?
—Una confirmación dicha en voz alta.
La vi rodar los ojos, mi sonrisa no podría extenderse más de lo que ya estaba.
—Kem Woods, eres insufrible.
—Pero te gusto así.
Sonrió, dándose cuenta de inmediato que necesitaba oír esas palabras.
Asintió, sin poder detenerse besó la comisura de mis labios y luego habló.
—Sí, me gustas así. Insufrible, pesado, cariñoso, molesto e incluso cuando me fastidias. —Hizo una pausa en donde mi corazón parecía querer salirse de mi pecho con sus palabras—. Me gusta todo de ti, Kem.
No pude evitar besarla de nuevo, esta vez sellando nuestras palabras dichas en voz alta con un beso abrasador en el que ambos nos dejamos llevar nuevamente.
Porque mi Bizcochito por fin lo había admitido.
Por fin había dicho lo que yo tanto quería oír de sus labios.
Que sentía cosas por mí.
No estaba ni de lejos cerca a lo que yo quería escuchar, pero era suficiente por el momento.
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