Prefacio
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Connecticut, invierno de 1999
Era veinticinco de diciembre, otra navidad más para la familia Reed. Pero esta vez sería una Navidad con mucho significado para la pequeña Lissa porque sus padres le habían obsequiado los tan anhelados patines. Al fin podría patinar sobre la laguna que estaba frente al patio trasero de su casa, la cual ahora estaba cubierta por una gruesa capa de hielo. Por fin la niña cumpliría su sueño de patinar como había visto tantas veces a esas elásticas patinadoras por televisión.
La señora Reed observaba desde la puerta del patio trasero a su hija y esposo disfrutar de la majestuosidad del hielo, mientras ella acariciaba su barriga de siete meses de embarazo. En poco tiempo nacerían los mellizos.
Era hora de almorzar, así que Kylie llamó a su esposo e hija desde la puerta, pues por su avanzado estado y la nieve dificultaba su movilidad.
—¡George, Lissy, hora de almorzar! –Grito, más no logró captar la atención de ambos–. ¡George los mellizos están en camino! ¡Tengo contracciones! –Ahora sí su esposo la escuchó y sin más cogió a la pequeña Lissa en brazos y como pudo, pues el hielo y la nieve obstruían su paso, llegó al lado de su esposa, quien le sonreía con picardía.
—¡¿Los bebés ya llegan?! ¡¿Dónde está la maleta?! ¿Por qué sonríes? No me digas que... –Fue en ese momento que se percató de la mentira que le jugó su esposa.
—Todo está bien, amor. Como tú y Lissy no me oían tuve que llamar su atención de otra manera. –Sonrió.
—Mujer, me has dado un susto de muerte –Bajó a una inquieta Lissy. Le ayudó a quitarse las botas y colocarle unas zapatillas en su lugar.
—Lo siento –se disculpó Kylie algo sonrojada y con una sonrisa pícara en los labios.
—Vamos a almorzar y luego llevaré a mi pequeña princesa a averiguar sobre las clases de patinaje. –informó.
—¿Tan rápido? ¡Pero es navidad! y acabamos de obsequiar los botines a Lissy. –Dijo Kylie e Ingresaron a la casa. De inmediato la niña fue en busca de su muñeca favorita, que valga la redundancia, era una patinadora.
—Sí, es Navidad, pero ¿recuerdas que Lucas Dalton es dueño de la pista de patinaje más conocida de todo Connecticut?
—Recuerdo perfectamente que Lucas, alias tú mejor amigo de toda la vida, es hijo del dueño de la pista. –Añadió. Sonrió y él le devolvió el gesto.
—Sí, por eso, linda, conozco a la familia; toda una vida he práctica y jugado en esa pista, es turno de Lissa. Sé que ama patinar tanto como yo amo el hockey sobre hielo.
—¡Wow, que comparación! –Rio, pero tenía cierta razón su esposo–. Bueno, almorcemos y luego iremos a averiguar sobre las clases –Como agradecimiento él besó a su esposa en la frente.
Ordenaron la mesa, comieron y luego fueron a averiguar sobre las clases de patinaje artístico. Desde ese día la pequeña Lissa amó y anheló más ser patinadora sobre hielo. Ese día fue el inicio de una exitosa carrera, hasta que todo se desvaneció para la chica con el corazón de hielo.
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