𝓡| 9. NEOCÓRTEX (I)

Neocórtex: es una región del cerebro que se encarga del razonamiento, la toma de decisiones y el pensamiento abstracto.


—Nos hemos ido a juntar las dos personas más ridículas del universo —dijo Celia—. La que deja a su novio del que todavía está enamorada, y la que se acaba de pegar un hostia de realidad descubriendo que el tío que le gusta y con el que está viviendo sale con otra desde hace bastante. ¡Somos un chiste!

Rebeca había digerido de la peor forma posible la noticia de que Adrián no estaba soltero. A pesar de plantearse mil posibles escenarios y repetirse mentalmente que no podía ilusionarse con un chico prácticamente desconocido solo porque estuviese bueno y fuese divertido, no había sido capaz de prever que Adrián saliese con su jefa. Le había sentado como un jarro de agua fría descubrirlo.

En consecuencia, había regresado ese mismo lunes a su nueva casa con el semblante desencajado. Al llegar se había encontrado a los chicos jugando con la consola. Adrián le dijo que la estaban esperando para salir a ver Madrid, querían enseñarle la ciudad. Unas cuantas horas antes, ella se hubiera derretido de amor, pero tras conocer el secretito de su chico perfecto, lo único que pudo hacer fue balbucear una excusa poco creíble y después encerrarse en su habitación.

—Cuando quieras me cuentas qué te ha fallado en el cerebro para romper con tu novio, que yo al menos te he dado detalles hasta del corte de pelo de Adrián en la foto del despacho de Lucía —le soltó Rebeca en tono sarcástico y se acomodó mejor el móvil en la oreja—. Sin presión.

—Primero cuéntame tú cómo vas con Adrián. ¿Sigues evitándole?

Desde que se llevó la tremenda decepción, habían transcurrido ya dos semanas. Catorce días en los que había inventado miles de justificaciones para eludir la compañía de Adrián, a la vez que desarrollaba una especie de aversión por él y un preocupante cariño hacia Manu. La situación era la siguiente: no tenía derecho a enfadarse con Adri por no ser lo que ella esperaba. Apenas le conocía, no podía pedirle explicaciones sobre su vida sentimental. Ni siquiera se habían dado un mísero beso, mucho menos jurado amor eterno. Aun así, le dolía estar cerca de él. Por todo aquello, intentaba pasar en casa el menor tiempo posible y, cuando no tenía a dónde ir, se encerraba en su habitación a estudiar materias que pudiesen ayudarle a no ser una completa inepta en el laboratorio.

—Sí —reconoció—. Veo cuánto se esfuerza en hacerme reír y buscar mi cercanía, pero yo no puedo parar de pensar en que es un infiel de mierda. ¡Se cree que soy tonta o algo! El tío sale todos los días durante tres horas de casa. Dice que va a crossfit, pero es evidente que está con ella. Estoy tan enfadada que no puedo ni mirarle. Obviamente, se ha dado cuenta de que tengo un problema con él, sobre todo porque últimamente paso mucho tiempo con Manu.

—¿El compañero de piso antihigiénico? —se sorprendió Celia.

Rebeca se detuvo a mitad de camino. Estaba paseando por El Retiro, un jardín histórico y parque público gigantesco en pleno centro de Madrid que se había convertido en su refugio. Como no se sentía a gusto llamando a Celia o Nuria en su propia habitación, por si acaso Adrián o Manu la escuchaban lamentarse a través de las paredes, había adoptado la buena costumbre de acudir allí todos los días, de siete a ocho de la tarde, para buscar la intimidad que le faltaba en su casa. Se cambió el móvil de una oreja a otra y carraspeó.

—Sí —asintió Rebe—. Mi familia está lejos, mis amigas también... El trabajo es interesante, pero no he hecho amigos. Todos son muy mayores, tienen sus vidas y yo no encajo. A Lucía, por razones obvias, no le voy a proponer tomar una cerveza un viernes por la tarde. Además, he descubierto que Elena es muy amiga suya, así que otra persona descartada. De todos modos, las dos me ignoran.

—Tú único amigo era Adrián...

—Menos mal que me he dado cuenta a tiempo. Imagínate lo horrible que hubiese sido acostarme con él y después enterarme que soy la chica con la que le han sido infiel a mi jefa. —Un escalofrío le recorrió la espalda—. Puede que Manu sea un chulo, pero, a diferencia de Adrián, es sincero. A veces incluso demasiado... Y me está enseñando a usar el mando de la consola; quiere hacer de mí una gamer.

—Madrid te está transformando...

Ambas enmudecieron durante unos pocos segundos.

—Bueno, ya te he contado mis miserias, ¿me vas a explicar qué te pasó con Iván? —preguntó Rebeca pasándose un dedo por las cuencas de los ojos. Sin querer se le habían escapado un par de lágrimas.

—No es nada del otro mundo, Rebe... Discutimos mucho, nos dijimos cosas muy feas y yo me cansé de todo.

—¿Por qué? ¿Qué ha hecho mal?

—Desconfiar de mí, ¿vale? —estalló, airada—. Hay un chico del trabajo, Fede, con el que últimamente paso mucho tiempo. Es una relación puramente amistosa, te lo juro. ¡Yo estoy enamorada de Iván! ¡Pero el idiota de mi novio no se da cuenta!

¿Era positivo que hubiese dicho novio en lugar de exnovio? Rebeca quiso creer que sí.

—Esto sí que no me lo esperaba... —murmuró.

—Yo tampoco. Por mucho que Iván se empeñe en demostrarme que le gusto a Fede, eso da exactamente igual. La realidad es que desconfía de mí, de nuestra relación, y es un idiota si cree que solo por compartir mesa con Fede voy a caer rendida a sus pies y me voy a olvidar de todo lo que siento por él.

Se calló de golpe. Rebeca no necesitaba preguntar nada para saber que su amiga estaba buscando fuerzas de cualquier parte para reprimir el llanto. Una parte de ella sintió alivio al saber que el motivo de la ruptura no radicaba en haber dejado de amarse. Eso quería decir que tenía solución.

—¿No crees que deberíais hablar y explicarle todo esto?

—No —dijo tajante ella—. Llevamos cuatro años juntos, si a la mínima que se me acerque otro chico va a dudar de mí, prefiero no estar con él.

Rebeca sabía cuando era mejor no decir nada, así que cambió de tema. Quizá dentro de unos días Celia estuviese más receptiva a consejos ajenos. Así podría explicarle que sería interesante analizar al Fede ese para poder comprender hasta qué punto estaban legitimados los celos de Iván. Cuidado, que no se malinterprete, Rebeca no justificaba una actitud controladora por culpa de unos celos indomables. Simplemente, entendía que a veces las cosas eran más complicadas de lo que parecía. Ella sabía de casos en los que no se le podía pedir a uno paciencia infinita. No obstante, no estaba en su mano solucionar ese asunto. La relación era de Iván y Celia; solo de ellos dependía arreglarla o abandonarla.

—Ha venido Ruy a Madrid —dijo decidida a volver a sacar el tema de Adrián, que parecía ser la única conversación segura con Celia—. El tercer policía, ¿te acuerdas?

—Sí, sí... —respondió algo distraída—. ¿Y dónde duerme?

—En el sofá, creo. —Rebeca reanudó la marcha. Se hacía de noche y todavía le quedaba un buen rato para llegar a casa—. Me ha hecho mucha ilusión que estuviese aquí. Así puedo hablar con alguien más a parte de Manu.

—Tendrías que apuntarte a clases de yoga o algo parecido. Si no haces más amigos pronto, te convertirás en una ermitaña.

Las dos rieron, pero Rebeca estaba de acuerdo en aquello. Necesitaba conocer gente, crearse un entorno. Aunque no sabía ni por dónde empezar.

—Esta noche los chicos van a salir a un pub con otros amigos suyos —añadió—. Adrián me invitó ayer; estaba convencido de que le diría que no, así que le contesté que me lo pensaría solo por llevarle la contraria.

Su amiga rio.

—¿Vas a ir? —preguntó.

Rebeca frunció el ceño. La pregunta de Celia le parecía algo estúpida.

—Claro que no.

—Pues yo creo que deberías. —Al otro lado de la línea se escuchó un suspiro—. Necesitas salir, Rebe. Tienes que socializar, tomarte una buena copa de ginebra y liberar tensiones.

—¡No con los amigos de Adrián!

—¿Acaso tienes más opciones? —inquirió Celia en un tono subidito—. Esto es mejor que nada. Además, también son amigos de Manu. Con él te llevas bien.

—Pero...

—Esta noche es el cumpleaños de un amigo de Iván. Me ha invitado y voy a ir, a pesar de que no me apetece ver a mi ex. Hay que ser fuerte, ¿vale? Vamos a demostrarles que estar sin ellos no nos paraliza la vida.

Llegando a salida del parque, Rebeca exhaló un largo suspiro. Tenía que reconocer que la idea de emborracharse y bailar hasta la madrugada no le parecía muy desagradable.

Y si Celia se iba a enfrentar a sus miedos, ella no sería menos.

  🧡

👮🏼‍♂️CUATRO ÑOS ANTES👩🏽‍🔬
2 DE JUNIO

Nuria se equivocó. Al final había suspendido Botánica. La nota no era para morir de vergüenza —un triste 4.25 sobre 10, así que con haber acertado una pregunta más hubiera conseguido aprobar—, pero solo de pensar que se tendría que enfrentar a esa misma asignatura de nuevo el 20 de junio sentía un dolor de cabeza abismal.

—No te quejes, Rebeca —dijo Arnau a su lado—. Al menos tenemos una segunda oportunidad. Podríamos tener la mala suerte de repetir la asignatura el año que viene.

—¡Arnau! —Ella dio un respingo al escuchar su voz—. No sabía que estabas aquí.

Arnau era muy amigo de Vicent y de Rebeca. Eso era incómodo porque, después de ver y llorar por la condenada foto de su amor platónico besando la boca de una desconocida, Rebeca había evitado la presencia de Vicent con mucha astucia. Estaba sorprendida con lo bien que se le daba encontrar excusas para eludir su compañía. Sin embargo, no ver a Vicent había supuesto sacrificar en parte su amistad con Arnau.

—Es que si no te acecho como un lobo a punto de cazar a un ciervo, huyes de mí. ¿Te pasa algo?

—No —mintió—. Bueno, sí. He suspendido.

—Yo también.

Arnau se sentó al lado de Rebeca. Estaban en un banco de madera en mitad de una calle abarrotada de estudiantes yendo de un lado a otro del campus. Les habían comunicado la mala noticia a través del Aula Virtual. Por un mísero segundo, Rebeca había tenido la esperanza de encontrarse con un 5.00 milagroso. Menuda decepción.

—¿Sabes quién ha aprobado? —siguió hablando el chico, indignado—. ¡Celia! ¿Te lo puedes creer? ¡Dijo que le había ido fatal!

—Bueno, yo me alegro por ella. —Rebeca se encogió de hombros—. No lo está pasando muy bien últimamente. Se merece un triunfo.

—¿Es verdad que ha roto con su novio a mitad de exámenes?

No era exactamente eso lo que había pasado. Rebeca sabía al detalle la verdad. Celia se lo había contado todo.

—No voy a hablar de su vida sentimental contigo, Arnau.

—¡Una pista!

—No.

—Por favor...

—Pregúntale a Celia. También es tu amiga. —Rebeca se levantó del banco—. Me voy a casa. El metro pasa en quince minutos.

Dio por terminada la conversación. Se acomodó mejor la mochila en al espalda. Llevaba el ordenador dentro y pesaba una barbaridad. Arnau se puso de pie a su lado y se quedó mirándola en silencio.

—Borré la foto.

Rebeca no dijo nada. Nunca le había dicho a Arnau que le gustaba Vicent. No se lo había dicho ni a Celia, solo a Nuria. Sin embargo, sabía que su flechazo era tremendamente evidente. Se ruborizaba cuando hablaba con él, lo miraba más que a cualquiera y solía ingeniárselas para pasar más tiempo en su compañía. Si Celia se había percatado de sus sentimientos, lo normal era que Arnau también. Estaba un poco dolida por que él hubiese sido cómplice de lo que pasó esa noche.

—No sé de qué me hablas.

—¡Venga ya, Rebeca! —Se pasó una mano por el pelo castaño en un gesto nervioso—. Si te digo la verdad, no me di cuenta de que salían ellos hasta que la publiqué. Me lo tuvo que decir Celia y corriendo la borré.

—No tenías por qué hacerlo...

—¡¿Puedes dejar de fingir que no te gusta Vicent?!

Rebeca le miró a los ojos. Su rostro era inexpresivo, pero la mirada cortaba cabezas. Arnau tragó saliva y suspiró.

—¿Qué quieres que te diga? —Ella empezó a caminar, exasperada. Él la siguió—. Sí, me gusta. Sí, la otra noche me ilusioné y creí que ocurriría algo entre nosotros. ¡Me equivoqué!

—Pero estás enfadada conmigo y nunca me lo dijiste. ¿Por qué no me lo contaste?

—¡Porque ya lo sabías! ¡Deja de hacerte en loco!  —Rebeca gritó y a partir de ahí no pudo reprimir la rabia—. Todos lo sabéis. Creo que incluso él lo sabe. Y me pareció que aquella noche había química entre nosotros, ¿sabes? Así que o me confundí o Vicent es un capullo de mierda que esperaba liarse conmigo, pero que, cuando vio que no lo consiguió, se fue con otra. ¡No lo sé! ¿Acaso importa? Lo que me disgusta de ti es que lo viste y no me lo dijiste. Si te hubieses dado cuenta de que en la foto salían ellos, la habrías borrado. Me hubieses dejado creer que él me... ¡Dios! ¡No quiero seguir hablando contigo!

—Lo siento, Rebe. No quería escondértelo, es que... ¡sí que le gustas! ¡Te juro que le gustas!

—¡Pues no más que esa otra tía! —Llegó a la parada de metro y respiró hondo—. ¿Qué quieres de mí, Arnau? ¿No me puedes dejar lamentarme unos días? Se me pasará, no te voy a odiar eternamente. Entiendo que es tu amigo y que estás en una posición complicada.

Arnau negó con la cabeza. Parecía bastante preocupado y a Rebeca se la ablandó un poco el corazón. Estaba cansada de pasarlo mal: Vicent, los exámenes y Arnau. Demasiados frentes abiertos.

—Había bebido mucho, estaba tan borracho que casi vomitó. ¡Cometió un error! —dijo—. Le gustas desde hace muchísimo, no te lo conté porque no quería que lo vuestro no llegase ni a empezar por un simple error.

Rebeca miró a Arnau a los ojos.

—Si eso es cierto, que venga él y me lo diga.

Se dio la vuelta y entró en la boca del metro. En aquel instante, no sintió compasión por Vicent; solo había rabia en su corazón. Pero en un rincón de su alma prendió la chispa de la esperanza.

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