𝓡| 20. NORADRENALINA

Noradrenalina: tiene funciones de neurotransmisor y hormona que, entre otros, interviene en situaciones de estrés, en la cuando se presenta un situación peligrosa y en la capacidad de atención.

Adrián caminaba del salón a la cocina y de la cocina al salón. Estaba nervioso, se sentía culpable porque en ese mismo instante Rebeca se hallaba manteniendo una conversación telefónica con Elena Mayo en su habitación. Había sido algo inesperado y no sabía qué pensar al respecto.

Dado que Rebeca había tomado la decisión de dejar su puesto en la investigación un viernes por la tarde, era evidente que no podría manifestarlo a su jefa hasta el lunes. Adrián había esperado que a lo largo del fin de semana se replantease las cosas y las meditase con calma. De hecho, le había suplicado a Nuria que le hiciese entrar en razón.

«Es que yo estoy de acuerdo con ella», había dicho la otra, «Ese trabajo le está absorbiendo la juventud y no lleva ni un mes. Además, ahora que está saliendo contigo, Lucía no le va a dar un minuto de tregua. Lo mejor que puede hacer es buscar otra cosa».

Todo lo que mencionaba era cierto y por ello Adrián se sentía cada vez más responsable de arruinar el futuro de Rebeca. Sin embargo, la afectada parecía bastante feliz. La presencia de su mejor amiga había sido el remedio perfecto a tantos problemas y como empezaba una relación con Adrián que la mantenía entre nubes de algodón a todas horas, Madrid se le antojaba la ciudad más bella del mundo.

La verdad es que ya no sentía la soledad que la había abrumado últimamente. Por fin el mundo volvía a ser de colores y entonces, el sábado por la tarde, había recibido una inesperada llamada de Elena Mayo. Estaban los cuatro preparándose para salir a dar una vuelta y enseñarle algo del ajetreado ambiente madrileño a Nuria, cuando de repente a Rebeca le había sonado el móvil y se había quedado anonadada tras verificar dos veces que en la pantalla ponía: «Elena Devil Jefa Nº1» y no cualquier otro nombre. La cara de Rebeca se había pintado de amarillo de golpe y, sin decir una palabra, había entrado en su cuarto y se había cerrado a cal y a canto. Lo que quiera que estuvieran conversando esas dos era un misterio, pero Adrián temía que Rebeca aprovechase la ocasión para decir que abandonaba su puesto. De ahí sus mal gestionados nervios.

—Adri, siéntante un rato. —Nuria dio un par de palmadas en el cojín del sofá—. Tengo una sugerencia para ti.

El chico asintió, distraído, pero hizo lo que le pedía y se acomodó a su lado. La pierna le temblaba a una velocidad supersónica y tenía la cabeza girada en dirección a la puerta de Rebeca. Se mordisqueó la uña del pulgar.

—Como solo hay tres habitaciones y ahora vamos a ser cuatro en esta casa...

—¿Te das cuenta que habéis tomado esa decisión sin preguntarnos, bonita? —interrumpió Manu mientras encendía la consola.

—Cállate que no estoy hablando contigo —espetó Nuria volviendo a mirar a Adrián—. Había pensado que Rebeca y yo podríamos compartir habitación como hasta ahora o... —enfatizó la alternativa— podría marcharse ella a tu cuarto, con toda su ropa y tal, para que estéis más unidos que nunca.

—También te puedes venir a dormir conmigo —añadió Manu, sonriendo con picardía—. Ya sabes lo que dicen: el roce hace el cariño.

—Qué asco. —Nuria le lanzó un almohadón a la cabeza y retomó su conversación con Adrián, quien lucía muy confuso—. ¿Qué piensas?

—¡No vas a tirar a Rebeca de su habitación, Nuria! —declaró el chico, aunque no iba a mentir que tenerla a todas horas en su cama le excitaba una barbaridad. Pero no, era una elección peligrosa, podían acabar discutiendo por los hábitos de cada uno—. Acabamos de empezar a salir, es un poco pronto para trasladarnos al mismo cuarto.

La rubia suspiró con pesadez y se cruzó de brazos.

—Por lo que cuenta Manu, siempre estáis juntos —dijo jugando con los mechones rojos de su cabello—. No me importa que prefiera dormir contigo todas las noches, pero, ya que me deja la cama para mí solita, podría cederme también parte del armario, ¿no te parece? ¡Es que no me cabe toda la ropa en los cajones que me ha cedido!

Adrián quiso decirle a Nuria que no tenía ningún derecho a autoinvitarse a casa ajena y expulsar a Rebeca de su propio cuarto durante las primeras veinticuatro horas de su presencia en Madrid. No pudo hacerlo porque entonces la puerta se abrió y los dos pares de ojos de Adri y Nuria —la mirada avellana de Manu estaba demasiado ocupada abarcando la pantalla del televisor entera— se posaron sobre ella transmitiendo el gran interrogante: ¿qué demonios había pasado?

—Acabo de llegar a un acuerdo con Elena Mayo —dijo Rebeca, como si todavía no se lo creyese.

Su novio —qué emocionante, ¿verdad? Ya eran pareja, ¡yupi!— y su mejor amiga intercambiaron una mirada dubitativa.

—¿Un acuerdo de qué? —inquirió Nuria—. ¿Le has dicho que quieres dejar el trabajo?

—Sí, pero me ha ofrecido una alternativa mucho mejor y la he aceptado.

La joven de cabellos rizados miró a Adrián y esbozó una amplia y tranquila sonrisa. De alguna manera, el chico comprendió que, por primera vez desde que su historia había comenzado, algo marchaba bien.

—¿Por qué te llamaba? —le preguntó.

—Quería disculparse conmigo por lo que ocurrió con Lucía. —Rebe se acercó a sus amigos y se sentó encima de la mesita del salón, no sin antes sufrir una reprimenda por parte de Manu en la que le acusaba de quitarle visibilidad en la partida del videojuego. Ella le amenazó con los ojos, pero no dijo nada—. No se me había ocurrido pensar que Elena, además de ser su mejor amiga, también es una profesional ejemplar. Me ha pedido perdón por no haber sabido gestionar mejor mi contratación. Y luego prácticamente me ha rogado que no comentase el altercado con el Doctor Ginés.

—¿Y quién coño es ese? —ladró Manu que al parecer sí que estaba siguiendo la conversación.

—¡El superior de Lucía! —Rebeca estalló en una carcajada, Nuria le acompañó y Adrián las miró sin saber cómo reaccionar—. ¡Qué tonta he sido! Madre mía, Lucía parecía una diosa intocable con sus tacones rojos y sus recogidos perfectos, pero también responde ante alguien. Elena estaba preocupada por eso, creía que le iba a poner una queja por una conducta tan inapropiada en el laboratorio y cuando le he dicho que lo que realmente pretendía dejar el trabajo, casi le da un ataque.

—¿Por qué? —Adrián frunció el ceño—. Pensé que no quería contratarte.

—Así es, pero que dimita en tan poco tiempo y después de que Lucía me gritase en el despacho... —Rebeca se rio otra vez—. Se ve que lo escuchó absolutamente todo el equipo. Supongo que sería cuestión de tiempo que las cosas llegasen a los oídos del Doctor Ginés y, por la cautela de Elena a la hora de hablar, entiendo que es un hombre que no acepta errores tan abismales como este.

—A Lucía le caería una bronca monumental, podrían hasta retirarla de la investigación —dedujo Nuria—. ¡Bebé, acabas de tener un golpe de suerte increíble!

—Es justicia poética, diría yo. —Manu sonrió, sin dejar de jugar—. Lucía no ha cambiado en nada, ¿verdad, Adri? Mandando a Elena a hacer el trabajo sucio... Lo mismo pasó cuando lo de Sergio. El tío, que era, es y será siempre un gilipollas, empezó a llamar al INT casi todos los días en el trabajo porque Lucía le había bloqueado de todas partes después de que Adrián descubriese su infidelidad. ¿Adivináis quién se encargaba de cogerle el teléfono y aguantar sus lloriqueos por recuperar a Lucía? Efectivamente, Elena Mayo. —Hizo una mueca mientras apretaba la cruz del mando repetidas veces y asesinaba a diestro y siniestro durante la misión—. ¡Moriros todos, pedazo de cabrones...! Perdón, me he despistado. Solo quería decir que te tendría que haber llamado y pedido disculpas ella, Rebeca.

La aludida hizo un gesto con las manos restándole importancia. Prefería no volver a intercambiar una sola palabra más con su exjefa durante el resto de su vida. Apoyó una mano en la rodilla de Adrián. Él todavía seguía sin disfrutar de las noticias con la misma tranquilidad que las chicas. A ver si conseguía aclararse: ¿quería decir eso Rebeca tenía trabajo o ya era oficialmente una desempleada por su culpa?

—Cálmate, Adri. —Rebe le acarició la pierna suavemente y le dedicó una amable sonrisa—. Elena me ha comentado que ella gestiona también un estudio sobre lesiones de arma blanca. Me ha ofrecido trasladarme a ese. De manera que cobraré un poco más en un laboratorio en el que no me alcanzará la ira de Lucía. ¡Estaré en otro planta y todo! El trabajo será un poco más desagradable porque va sobre heridas y no sobre pruebas de paternidad, pero seré la primera ayudante de Elena y tendré más responsabilidades. He de reconocer que me intriga mucho. ¡Y ninguna de mis tareas tendrá que ver con pis o caca! ¡Estoy emocionada!

—¡UN MOMENTO! —gritó Manu, pausando el videojuego. Miró a Rebeca fijamente, reteniendo una carcajada—. ¿Trabajabas tocando la mierda de otros? ¿Por qué no me he enterado de esta fantasía antes?

—A ver, a ver... —Ella levantó las palmas para indicarle a Manu que frenara en sus teorías—. Era pis. ¡Solo pipí! Nada de caca.

Manu se burló de Rebeca un rato. A su lado, Adrián respiró hondo y enterró la cabeza sobre sus manos. Menudo alivio. Aquella noticia era un milagro caído del cielo y, francamente, le regalaría una casa sin hipoteca a la mismísima Elena Mayo por haberle ofrecido a Rebeca otro puesto. Como no podía, se levantó de su asiento y le plantó un fugaz y sonoro beso en los labios a su novia, interrumpiendo la sarta de insultos que volcaba sobre la persona de Manu. Este, indiferente, reanudó la partida con una sonrisa maliciosa en la cara.

—¡Joder, Rebe, no sabes cuánto me alegro!

—Pero, bebé, ¿crees que estarás cómoda con Elena? —comentó Nuria—. No deja de ser la mejor amiga de Lucía y al principio no te trataba muy bien en el laboratorio, ¿no?

—Elena puede ser un poco seca, pero es una buena profesional —intervino Manu. Era sorprendente como ese chico tenía la capacidad de matar a tantos soldados enemigos y enterarse de la conversación que los otros tres mantenían al mismo tiempo—. He hablado varias veces con ella por tema de análisis de drogas y, a pesar de lo insistente que he sido para que saliésemos un día a tomar una copa, ella siempre me ha hablado con respeto y ha cumplido de sobra con los plazos. Es de estas personas formales y educadas que se toman el trabajo como si la vida les fuera en ello.

—¿Hay alguna mujer en toda Madrid a la que no hayas intentado seducir? —inquirió Nuria mirándole con escepticismo.

—Tú acabas de llegar, dame tiempo. —Manu no la miró, pero sonrió sabiendo que la rubia se había quedado sin palabras y le fulminaba con sus bonitos ojos.

—Con lo guapo que eres y lo bueno que estás, es una lástima que cada vez que abras la boca se estropeé todo, idiota —le soltó finalmente.

—Silencio, Nuria, que estoy liberando a Francia de la invasión alemana. —Volvió a sonreír—. Déjame matar nazis tranquilo y luego hablamos lo de la mudanza a mi cama, ¿vale?

La mejor amiga de Rebeca le golpeó la nuca con la palma de la mano, bufó y apoyó la espalda en el sofá con dramatismo. Luego miró a la de cabellos rizados.

—¿Cómo puedes vivir con este tío? —preguntó—. Es una lástima que no esté Ruy aquí. Deberíamos intercambiarlo por Manu. Así habría más orden, más tranquilidad...

—Y menos diversión —completó el afectado.

—No lo tengo yo muy claro... 

—Hay quien le considera irresistible. A este que tenemos aquí jugando como un loco, digo. —Rebeca pensó en Carla. ¿En qué punto estaban Manu y ella? Tres noches de sexo son muchas noches. Suficientes para darle un mínimo de importancia a su relación—. La verdad es que creo que entiendo lo que ve ella en ti...

—Carla tiene buen gusto —se defendido él mostrando indiferencia ante los ataques de las chicas—. Nuria parece que no. Miradle el pelo.

—¡Vuélvete a meter con mi aspecto y verás! —ladró la otra.

—No desesperes, Nuria, a Manu se le coge cariño al final —resolvió Adrián—, pero te tienes que acostumbrar a encontrarte su ropa tirada por la casa y a escuchar música rap a todo volumen cada día a partir de las siete y media de la mañana.

Justo en aquel instante, el mencionado saltó del sofá con los brazos en alto y gritó:

—¡Toma ya! ¡Soy el puto amo, chavales! ¡He liberado Francia! ¿Y vosotros qué habéis hecho hoy? ¡Nada! ¡Absolutamente nada! ¡Besadme los pies porque tenéis un héroe de guerra en este jodido salón! ¡Mi madre estaría orgullosa de mí!

—Tu madre te ha prohibido llevar la consola a su casa —rio Adrián arrebatándole el mando.

—Porque quiere que pase más tiempo con ella.

—O porque se ha dado cuenta de que estás como una cabra y te transformas en un desquiciado peor cada vez que coges el mando —soltó Nuria cubriéndose el rostro con un almohadón. Al momento voló otro en su dirección desde las manos de Manu.

Rebeca contempló la escena con una sonrisa sincera en los labios. Le maravilló darse cuenta de cuánto había cambiado su vida en tan poco tiempo. Abstraída en sus pensamientos, vio a Nuria levantarse para perseguir a Manu por la casa. Algo le había dicho sobre su pelo recién teñido que no le había sentado muy bien a ella. Rio con ganas y se hizo a un lado cuando él entró en la cocina e interpuso la mesa donde cenaban entre la rubia y su cuerpo para salvar su integridad. Se maldijeron entre risas.

Los ojos de Rebeca se cruzaron con los verdes de Adrián. Él le obsequió con una sonrisa de medio lado, de las que le ponían el corazón a la velocidad de mil latidos por minuto. Compartieron un secreto sin decir palabras: que si bien fue el azar lo que hizo que se encontrasen el uno al otro, ambos se habían esforzado en convertir su historia de amor en una certeza.

Y ahora empezaba todo.

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