𝓡| 12. GLÁNDULA LAGRIMAL (I)
Glándula lagrimal: ubicada encima del globo ocular, suministra de manera continua líquido lagrimal que limpia la superficie del ojo cuando parpadea.
No sabía cómo sentirse. Demasiadas emociones y tiempo insuficiente para asimilarlas. El alma le pedía a gritos liberar todos sus pensamientos delante de Adrián, confesarle que tenerle cerca la enloquecía en el buen y el mal sentido. Quería suplicarle una explicación a todo lo que ocurría, ponerle punto y final a tanto desconcierto.
Pero primero era necesario que Adrián se aclarase con Lucía.
Cuando subió al metro se dio cuenta de que tenía un nudo enorme en la garganta. Reprimía las lágrimas con toda su fuerza de voluntad, pero empezaba a ver borroso. Si parpadeaba, caerían dos ríos salados por sus mejillas.
El problema no era que le gustase un imbécil, sino que se sentía muy sola. Venir a Madrid le había supuesto un reto mucho mayor del que imaginaba. Sacó el móvil y llamó a Celia. No se lo cogió. Lo intentó varias veces hasta que se dio por vencida. Luego probó con Nuria. Aunque era su mejor amiga, los consejos de Nu para esa clase de asuntos nunca eran tan maduros como los de Celia. La primera era impulsiva y la segunda, cautelosa. Puestos a tomar decisiones que afectasen a cosas del corazón, prefería arriesgar poco y protegerse antes que saltar al vacío sin red.
Al segundo tono, la caótica rubia descolgó con un berrido que debió escuchar medio vagón.
—¡Bebééééé! ¿No puedes esperar hasta el viernes, verdad? —gritó, escandalosa—. Llego a las siete y media de la tarde. Te quiero ver allí puntual, ¿vale? Ni se te ocurra dejarme plantada en la estación.
Rebeca se sorprendió a sí misma profiriendo una estruendosa carcajada. Se le había olvidado completamente la visita de Nuria y recordarlo había sido tan placentero como cuando le notificaron el 5,00 que sacó en un examen de Química en segundo de carrera, a pesar de estar convencida de que había suspendido.
—¡Dios mío! —exclamó, limpiándose una lagrimita rebelde de la comisura de un ojo—. Esto era justo lo que necesitaba.
—¿Una amiga que te lleve la agenda? —bromeó Nu.
—A ti, a mi lado, en menos de cuatro días.
Nuria percibió el tono nostálgico y, tras decirle que ella también la echaba muchísimo de menos, le preguntó qué pasaba. Específicamente dijo: «¿Qué te ha hecho ese hijo de puta que fingió ser mi héroe del tren?». Rebeca no se hizo de rogar y empezó a desahogarse desesperadamente subiendo el volumen de su voz y acaparando la atención de todo el vagón. Estaba tan airada que se saltó su parada y tuvo que bajar en la siguiente para cambiar de metro y regresar a su destino. No le importó. Con todo lo que quería decirle a Nuria, la vuelta a casa se le quedaba corta. Así que llegó hasta su edificio más tarde de lo esperado y se quedó en el portal caminando en círculos. Aquella no era la clase de conversación de la que Manu podía ser testigo, así que prefería seguir en la calle.
—La odio, Nu, no me creo nada de lo que dice o hace —dijo—. Te juro que quiero ponerme en su lugar y entenderla. Sale con Adrián y él está ligando a la vez conmigo. Comprendo que yo no le caiga bien ¿pero no es muy retorcido contratarme para su investigación y planear una encerrona para humillarme con su amiguita de turno?
—Todo esto son conjeturas, bebé, ¿crees que es tan vengativa como para poner en peligro su trabajo contratando a una chica sin formación? No sé... Por otro lado, lo de la encerrona es algo que tú y yo no haríamos nunca —reconoció Nuria mientras se comía una galleta—. Creo que es una actitud muy infantil. Si yo saliese con un chico y me enterase de que está liándose con otras a mis espaldas, le dejaría de inmediato. No querría saber nada de ellas, por supuesto, las aborrecería con todo mi ser, pero no dedicaría ni cinco minutos de mi vida a fastidiarlas. Lo mejor es cortar con el idiota y alejarse de todo lo malo.
—Coincido. —Rebeca se apoyó en la pared de la calle y suspiró—. ¿Nu, qué me pasa? ¿Por qué no me quito a Adrián de la cabeza?
—Por las jodidas hormonas, amiga mía.
—No, eso no es. Está bueno, pero tampoco es como para que me vuelva tan loca... —Chasqueó los dedos—. ¡Es el hilo!
—¿El qué?
—Sí, Nu, ¡la fase intermedia! —Pero su amiga seguía sin comprender la referencia—. ¿No recuerdas a Vicent? ¿El chico con el que salí unos meses en la universidad?
—Lo más parecido que has tenido a un novio, sí, me acuerdo.
—¡No podía dejar de pensar en él! —Dejó caer una mano abruptamente sobre su pierna—. Tenemos muy claras cuales son las dos maneras en las que te puede gustar un chico, ¿no? Puede ser atracción sexual o puede ser amor.
—Yo hasta ahora solo conozco la primera, pero tengo entendido que, según la cinematografía y la industria literaria, la segunda es real.
—El amor sí que existe, Nu. —Rebeca se pasó una mano por el pelo y se lo acomodó bien tras la oreja—. Mi amiga de la facultad, Celia, está enamorada. Enserio, he visto lo que significa que dos personas se amen y es precioso, es más profundo que besarse y decirse citas de Pinterest empalagosas... Es un vínculo entre dos personas tan real como el que me une a mí contigo.
—¿Y tú sentiste eso por Vicent? —Nuria se atragantó con la galleta y tosió un par de veces—. ¡Joder, qué me ahogo! ¿Estás enamorada de Adrián? ¿Es eso?
—¿En dos semanas de convivencia? —Rebeca sacudió la cabeza con energía—. No, no lo creo en absoluto. No lo he sentido jamás. Un vínculo como el de Iván y Celia no aparece de repente: se forma con el tiempo. Pero tampoco siento por Adrián solo atracción, puede que cuando llegase a Madrid sí, pero ahora se ha convertido en algo más serio, ¿me entiendes?
—Pues no mucho, bebé.
—Mira, yo creo que todos empezamos por lo más superficial, ¿verdad? —reflexionó Rebeca—. La atracción sexual es lo primero. Luego, conforme conocemos a la otra persona y descubrimos que hay algo en ella que nos hacer sentir cómodos y felices a su lado, empieza a nacer un vínculo... El amor llega cuando ese vínculo se fortalece; un lazo que ata a dos personas.
—El lazo es el amor —comprendió Nuria—, pero empieza siendo un hilo, ¿no? ¿Esa es la fase intermedia entre la atracción y el amor?
—Exacto. —Rebeca suspiró y se adentró en el edificio—. El hilo es frágil, delicado. La primera vez que lo sentí con Vicent se rompió al poco tiempo. Ahora vuelvo a sentirlo con Adrián y viendo cómo va todo, creo que también se quebrará. La esperanza me hace agarrarme a la ínfima posibilidad de que haya una solución. ¿Y si somos sinceros entre nosotros y encontramos nuestro camino? ¿Y si hay algo que explica todo lo que ha ocurrido?
—¿Y si el hilo se convierte en un lazo? —completó Nuria—. Bebé, no sé si el problema está en tu metáfora o qué, pero ¿realmente quieres estar atada a Adrián? ¿Un chico que está saliendo con tu jefa y ha ligado contigo a sus espaldas? ¿No será que no quieres estar sola?
Rebeca suspiró y pulsó el botón del ascensor.
—Llevo preguntándome eso mismo toda la semana... Aun así, cada vez que le miró no veo a un gilipollas. —Sonrió levemente—. Me conoces, Nuria. Al final siempre me acabo dando cuenta de las cosas y sé tomar la decisión correcta. Si cuando hable con él todo sale mal, buscaré otro piso en Madrid y tomaré distancia de Adrián.
—Y por eso estoy tan tranquila, bebé —concluyó Nuria—. De aquí pueden salir dos cosas: un amor de cine o un aprendizaje de vida. ¿No está mal, verdad?
Rebeca rio y subió al ascensor. Antes de colgar, le prometió la volvería a llamar a la mañana siguiente para contarle todo lo que hubiese hablado con su compañero de piso. Por primera vez desde que llegó a la capital sintió fuerza suficiente para enfrentar cualquier obstáculo.
Al menos durante unos minutos.
🧡
👮🏼♂️CUATRO AÑOS ANTES👩🏽🔬
MES DE JULIO
Rebeca entendió por fin esas escenas de romance y pasión que salían en las películas. Comprendió la expresión «flotar entre nubes de algodón» porque así se sentía ella por primera vez. Era ella misma, pero al mismo tiempo no lo era. Se levantaba pensando en Vicent y se acostaba pensando en Vicent. Miraba el salvapantallas del móvil con una impaciencia frenética para comprobar los mensajes. Sonreía cuando él le mandaba cualquier cosa, incluso un patético sticker. Se sonrojaba ante sus comentarios más audaces. Se reía de sus bromas como si fuesen las más divertidas del mundo porque, a pesar de ser consciente de que no eran tan buenas, a ella le provocaban alegría. Sus besos le aumentaban el ritmo cardiaco a una frecuencia imbatible. Mirarle a los ojos le hacía sentir mariposas en el vientre.
No fue fácil, a decir verdad. Rebeca desconfió la primera semana que quedaron. Se preguntaba si Vicent se acordaba de la chica de la fiesta. Sin darse cuenta, se comparaba inconscientemente con esa desconocida. Pero pronto sus inseguridades se desvanecieron. ¿Cómo podía siquiera dudar de él? Una persona que la trataba así, con tanto cariño en sus gestos, tanta complicidad en sus diálogos y sinceridad en sus actos, no podía tener ojos para otra persona que no fuera ella.
Eso le encantó a Rebeca. Lo bonito no fue solo empezar a enamorarse de Vicent, sino sentir que él también lo hacía de ella. Percibir que ambos abrían sus corazones, se permitían conocerse profundamente, exponer sus verdaderas personalidades sin miedos. Porque Vicent no juzgó a Rebeca cuando durmieron juntos una noche en casa de él, aprovechando que sus padres se habían ido a pasar el fin de semana al pueblo, y la escuchó roncar. Tampoco cuando a la mañana siguiente, comprobó que de princesa nada: Rebeca amanecía con el aspecto de una bruja electrocutada, habiendo dejado el almohadón lleno de saliva durante las horas de sueño. Le demostró que no tenía por qué sentir vergüenza delante de él. Le gustaba tal y como era.
Aunque lo mismo ocurrió a la inversa. Rebeca descubrió una tarde que a Vicent le aterrorizaban las arañas. Tanto que se ponía muy nervioso y le temblaba la voz. Pasaba de ser aquel chico guapo y seguro que le había parecido tan interesante durante las horas de clase a convertirse en un niño de cuatro años frágil y vulnerable que se escondía detrás de ella en cuanto veía un bicho de ocho patas. Y a ella no le importó. Estaba encantada de convertirse en su escudo protector contra las arañas.
Nació algo. Un hilo que se ató a un dedo de Vicent y a otro de Rebeca. El hilo era delicado, pero se había materializado, algo insólito hasta la fecha. Ninguno de los dos podía verlo, pues el hilo es invisible para todos. Pero podían sentirlo. Y les gustaba saber que estaba allí.
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