Capítulo 1
La calle apestaba con un penetrante olor a sangre y aceita, el estridente son de las alarmas de los coches accidentados y las sirenas de los vehículos de emergencias penetraban en sus oídos. Sentía como sus pulmones se irritaban por la presión del asiento contra su pecho. Un débil reflejo plateado danzaba dentro del solitario autobús. Cuando sus ojos miraron sus manos estas estaban manchadas de sangre, una sangre espesa y apestosa.
No grito, estaba acostumbrado a la sangre. Estaba soñando con el día que adopto su forma de vida, el día que se alejó de todo. Con el sonido mecánico del bombeo centrando sus ojos en la boca del cañón de una escopeta, para dar paso al destello del fogonazo y ser engullido por la oscuridad.
Cuando volvió a abrir los ojos observo fue el techo del Impala, incluso con el forro aún era visible los trazos de la trampa para demonios, mientras que el salado olor a su alrededor se había vuelto algo cotidiano hasta el punto que lo asimilaba con algo normal. Fuera de sus ensoñaciones el suave tono desde su móvil de prepago ayudo a centrar su mente en el presente, empezando a buscar entre sus bolsillos en busca del dispositivo. Acompañando al tono electrónico, y el crujido de los asientos por la búsqueda estaba el tintineo metálico de un colgante en forma de cráneo de ave. Su cabello rubio desordenado apenas aguantaba peinado hacia atrás, pero lo suficiente como para mostrar sus ojos marrones analizando el teléfono entre sus manos. En la pantalla solo existían un número telefónico, no le impidió abrir la tapa y descolgar la llamada.
— Tuve una mala cacería, más vale que sea algo importante Ben.
Al otro lado de la línea podía escucharse el ajetreo de la cocina como el movimiento de libros, seguramente ellos estarían enfoscados en alguna caza. — He recibido una llamada de los Ángeles, era un viejo amigo de Bobby. Según él desde hace dos años están desapareciendo mucha gente aleatoria y dispersa, desde vagabundos hasta estudiantes. Incluso buscando no hay ningún indicio más allá de que desaparecen de noche. La policía solo dice que seguramente se marcharían de la ciudad, pero este amigo dejo la caza porque un chucho casi le arranco las piernas. Es de fiar y una de las desaparecidas es su hija y sus amigas, si estás cerca pásate por allí e investiga Martín.
— ¿Te dijo algo más? ¿Alguna idea que no sea su instinto de caza le dice que pasa algo? — Era muy palpable lo irritado que estaba, sabía que no podía castigar al pobre. Ya era mucho que se hiciese cargo de la propiedad de Bobby, y mucho más que hiciese el papel de consejero para a escasa red de Cazadores que continuaban en activo. — Si voy a seguir las pistas de alguien con estrés postraumático, prefiero seguir durmiendo. La última vez que sigo pistas de Trotapieles.
— Primero vete a comer, está irascible. Y lo que me dijo es que la ciudad olía a azufre. — Una simple palabra que lo hizo incorporarse de golpe, que casi lo hizo golpearse contra el techo del vehículo. — Ya te mandé la dirección de su residencia, por la llamada parece ser un buen hombre y Bobby le debía un par de favores. Cuando llegues di que te envío en nombre de Bobby y síguele la corriente, su mujer no sabe nada acerca de nosotros. Me da muchos celos, capaz de seguir adelante con toda la mierda a cuestas. — No necesitaba mucho más para empezar a moverse, avanzando desde los asientos traseros hasta sentarse en el asiento del conductor. — ¿Ya lo has leído?
— Me acabo de sentar, no soy un hindú para tener cincuenta pares de manos. Déjame comer algo al menos antes de conducir. — Replico Martín a través de la llamada, no podía permitirse defraudar a uno de los pocos hombres de letras que habían confiado en él para refundar la orden, pero sabía muy bien que no podía trabajar en su estado de somnolencia y menos aún cazar demonios. Sentía como su mejilla se marcaba con el relieve de las teclas del teléfono teniéndolo alzado con su hombro izquierdo a la vez buscaba en los parasoles, buscando las llaves. Siendo recompensado por su tintineo al caer en sus manos. — Aquí solo tengo almendras en el coche, déjame comer antes.
— Acábate esas putas almendras y vete al 13226 de Whistler Ave, Granada Hills cagando hostias. — No hubo respuesta posible, el veterano cazador ya había colgado y seguramente para coger otro de los muchos que colgaban en la cocina de Bobby. Como les echaba de menos, Dean, Sam, Bobby, Castiel. Todos aquellos que lo recogieron y volvieron a juntar sus piezas. Solo se escuchó el chasquido de su lengua acompañado por el tintineo metálico de las llaves, solo para que por su mente surgiese el leve reflejo de los cuatro tomando unas cervezas en aquel desguace. Muy pronto aquel recuerdo se marchitó por el rugido del motor, el plástico chirrido de la sombrilla al ser bajada para ocultar la luz del amanecer lejos de sus ojos. — Por vosotros, que el último se asegure de quemar al resto...
... Carry on, my wayward son
There'll be peace when you are done
Lay your weary head to rest
Don't you cry no more
Una simple estrofa, una que comenzaba y terminaba una determinada canción. La canción que durante más de dieciséis años lo había acompañado. Había visto a Dios, Lucifer y Miguel. Sobrevivió a los Leviatanes, al cierre del Infierno y del Cielo, estuvo ahí para despedir a Bobby al quemar su petaca, los acompaño a enfrentarse a Dios, y estuvo ahí para quemar a Dean. Ya habían pasado dos años desde aquello y última vez vio a Sam.
— Aún recuerdo cuando matar vampiros era lo más complicado del trabajo... Vamos viejo, por los que se fueron y no volverán, por aquellos que se libaron de esta mierda de vida y por quienes lograron un final feliz después de todo. — Cada vez que paraba a beber en cualquier bar de cazadores siempre pedía ese brindis. Pecaba de ser un simple sensiblero, incluso le costó dejar de buscar las piezas para reparar el Impala tras la pelea contra Dios y aquel incidente con su compañera. El soldadito de Sam ya no estaba, como la puerta original, ni sus nombres grabados "originales" ni tampoco el sello original contra los demonios en el maletero. — Más os vale esperarme ahí arriba con cerveza ilimitada cabrones.
El viaje empezó sin complicaciones, avanzando por la autopista solo parando una vez para repostar y comprar un poco de tarta de manzana, una hamburguesa y una bebida energética, aparte de conseguir un periódico local al que apenas dio uno una rápida ojeada a la sección de localidad y avisos. Y solo ahí, entre las señoritas buscando pareja y los masajes con final feliz, no pudo evitar contentarse con el aviso de "se busca detective privado" y las decenas de avisos de desaparición. Lo más anormal de todo era que llevaban casi dos años desaparecidas la mayor parte y tras un parón en año pasado volvía a las andadas. Ya empezaba a dudar si realmente eran demonios o simplemente un dios pagano, también estaba la posibilidad de que fuese un niño jugando con magia y vendiese su alma por vengarse, aunque era la teoría que menor solidez tenía de todas. Lo peor de trabajar solo es hacer todo el trabajo, sabía que no estaba en condiciones de actuar si apenas podía dejar de escuchar su estómago y aguantar con los ojos abiertos. No iba a arriesgarse a un accidente por un caso que bien podría ser un simple cambio de aires, aun si fuese hermano de sangre de Bobby no se mataría por un error.
— Estás muy intranquilo. — En el instante que esa voz llego sus oídos no pudo evitar el sobresalto, dejando caer la bolsa con su compra. Reacciono por instinto, liberando sus manos mientras ganaba distancia para desenfundar el cuchillo de Ruby. — ¿Te he asustado? — La dueña de aquella voz neutra y carente de sentimientos era una esbelta mujer de melena rizada, de un tono anaranjado fuerte, y con los ojos verdes como dos esmeraldas. Sus mejillas estaban cubiertas con pequeñas pecas a la vez que sobre una pequeña nariz. — Hice lo que me dijiste, que no apareciese de golpe.
Martyn tenía el corazón en la garganta en ese instante, frente a ella estaba su "compañera". Siempre estaría agradecido con Jack por recordarle aún tras decir que no intervendría en el mundo humano, al menos no directamente ni de forma personal. Solo creo dos nuevos ángeles, dos ángeles para salvaguardarlos a Sam y a él. Casi se mató el instante que apareció en el asiento trasero del Impala, una sensación que regresaba en ese momento. — No vuelvas a aparecer así a mi espalda, ni cuando estemos solos. La próxima vez juro que te disparo con el Colt.
— No aparecí tras tu espalda, lo hice hace dos kilómetros al norte de aquí. — Solo fue una mirada rápida a las piernas, jeans ajustados y botas de plataforma negras.
— ¿Caminaste dos kilómetros de carretera hasta aquí con plataformas? — Sabía que él mismo no era el ejemplo gigante, para eso estaba Sam, pero tampoco era tan bajo como Dean. Pasaba del metro setenta por un par de centímetros y ella, para mirarlo a los ojos tenía que alzar levemente la mirada, estaba usando casi diez centímetros de plataforma. Pobre la desafortunada que decidió dejar entrar al ángel. — Sabes que no quiero saberlo, ya tengo suficiente con seguir despierto. — Fue una respuesta tajante, internamente rezaba a Jack para que la comida no hubiese sufrido demasiado por el maltrato
— ¿Por qué te preocupas por mi recipiente? ¿Crees que la engañe para tomar su cuerpo como mis parientes? — Su voz era dulce, no como el venenoso terciopelo de los demonios sino más como un niño tratando de engatusar a sus padres con preguntas inocentes. — Cuando la encontré su alma estaba a punto de abandonar su cuerpo, solo se lo pedí y entre cuando una Parca se llevó su alma dejando libre su cuerpo. Ya se hizo el entierro, es un recipiente vacío.
Odiaba cuando investigaban su mente sin su permiso, ni siquiera aceptaba de buena gana cuando el inspector era Cast, tampoco apreciaba el escaso interés de su parte por siquiera recordar el nombre del propietario original de su cuerpo. Era una persona, un ser vivo con alma, y ni siquiera tuvo la educación de aprenderse su nombre. — Di que es lo que quieres y lárgate de una vez. — No tenía humor suficiente para soportar una "conversación" con un ser cuya inteligencia emocional era superada por un recién nacido.
— Estás angustiado, mi cargo es velar por tu bienestar. — Y una vez más alzo la voz en un tono neutro, las palabras y su significado era correctas, pero su tono era más vacío que el propio Vacío que esperaba a los Ángeles y Demonios por igual. — La angustia puede perturbar el juicio, de ella el miedo es el siguiente escalafón y por último el odio. Mi misión es procurar tu salud en todos los aspectos, si algo te molesta es natural que pregunte e investigue pues recae dentro de los parámetros de mi misión. — Martyn no tenía tiempo ni energía suficiente para tratar con ella, ya tenía más que suficiente con el amargor que se expandía por su boca mientras recogía la bolsa y empezaba a revisar los daños. La tarta estaba destrozada, Dean lo mataría por tal pecado, la hamburguesa seguía conservando su forma gracias al envoltorio. — ¿Tu angustia se debe por la comida?
— Han sido casi veinte dólares, así que sí. Me preocupa desperdiciar comida. — Tristemente hundió una de sus manos en el interior de la plástica bolsa, tratando de meter todos los pequeños trozos de tarta en su interior para acabar cerrando la caja de plástico endurecido. — Tienes suerte, si llegas a aparecer antes, te habría empapado en gasolina con el surtidor. — Realmente estaba cansado, física y mentalmente. Dos días durmiendo dentro del coche, solo lavándose en los ríos para quitarse los rastros de barro y sangre y para empeorar el infortunio de haber pasado cinco gasolineras con las duchas averiadas o en reparación. Demasiada mala suerte, tras revisar por la posible presencia de amuletos de mala suerte dentro de sus pertenencias o que hubiesen sido colocadas dentro de la carrocería del Impala. — Solo quédate en el coche mientras me voy a duchar, vigila que no se acerque nadie a intentar robar nada o que empiece a fisgonear.
Su mente estaba más centrada en eliminar el olor a muerte que llevaba acuestas durante más de dos días, aunque había logrado deshacerse del que acababa impregnando la tapicería y el interior del mismo. Puede que no tuviese tantos recuerdos como los hermanos dentro del coche, pero aún era una cuantiosa cantidad de los mismos. Tanto dulces como amargos, todos ellos le recordaban cada paso y caída que había en el camino recorrido. Apenas quedaba algo del mocoso que fue un agente del CENTRO, que solo tenía en su mente intentar ligar con todo mínimamente femenino y divertirse. Nunca lo aceptaría abiertamente, ni lo confirmaría, pero ubo un tiempo en el que odiaba a Bobby y a Dean. Odio a ambos por decirle que lo sobrenatural no "molaba" o que solo era un crío sin sentido común, Sam siempre intentaba hacerlo recordar quien fue para sacarlo de esa vida. Todo aquel año relegado a limpiar aquel desguace, aprender un mínimo de mecánica y que no hacerle a un coche para que durase décadas sin apenas una revisión anual. Incluso le enseñaron a conducir, y eran mucho más estrictos que Mom o sus propios padres, aparte de obligarlo a reparar todos los desperfectos que causaba a los pocos coches que aún podían ser vendidos.
Tras un solo año en casa de Bobby fue testigo del horror de los verdaderos demonios, Azazel y la apertura de las puertas del Infierno. Tres meses completamente inmovilizado en la casa con una pierna rota, gracias a ese cabrón de ojos amarillos al lanzarlo contra una de las lapidas. Por primera vez, aquel trio decidió ser un poco más cortes. Aún puede notar ese amargor, el amargor de su primera cerveza y de la noticia del pacto de Dean con aquel demonio. Se harto de revisar todos y cada uno de los tomos de "lectura liguera" de la biblioteca en un intento de buscar la forma de liberarlo del trato, aparte de aguantar a Sam tampoco era tan agradable, sobre todo con esas ideas relámpago sin sentido. Y todo termino con Ruby y la partida de Dean al infierno, un momento donde le enseñaron a disparar y a mantener un arma.
Fue su primer año como un aprendiz de cazador y como añoro el Reloj-U, tanta información y su mente incapaz de almacenarla como era debido. Ahora se avergonzaba de errores a los que retiraba importancia, confundir a un hombre lobo con un trotapieles o un vampiro con una bruja. Errores fatales durante una caza, una a la que dio poca importancia con la creencia que con una llamada al Centro todo se solucionaría y entrarían en un periodo de rehabilitación. Un sueño estúpido que rápidamente lo devolvió a la realidad. Durante los cuatro meses que Dean se pasó en el Infierno bajo el cuidado de Alister tuvo su primera cacería, varios descubrimientos de varias cabezas de ganado eviscerados al este de Brandon. Solo él y Bobby comprobaron que el Centro no tenía ni voz ni voto sobre los extraterrestres y las criaturas sobrenaturales "dóciles". Llegar a la ciudad con el descubrimiento de más de una docena de cuerpos descuartizados en las afueras de la ciudad, todos con las marcas de haber sido devorados. Lo único que los identifico fue la presencia de uno de los Relojes-U del Centro.
Nunca los olvidara, todos sus restos. Completamente desfigurados, sin dentaduras ni dedos para imposibilitar cualquier tarea para descubrir quiénes eran. Solo los restos de uno de los dispositivos, empapado en pulpa sanguinolenta, le mostro la cruel realidad. El centro podía tratar con las entidades civilizadas del universo, pero no con aquello que se escondía bajo sus propias narices.
"El pasado, pasado está y nadie podía alterarlo tras la muerte de Cronos." Una breve cita, casi poética del destino del padre de las deidades griegas. Asesinado mientras intentaba engendrar otro hijo para derrotar a otro de sus hijos.
Martyn tuvo que mover bruscamente su cabeza, apartando aquellos sombríos recuerdos, para abrir el maletero para acabar recogiendo una bolsa militar completamente descolorida. Lo que antaño porto un color verde oliva ahora era un color enfermizo. Era la misma que durante tantos años había servido a Jon y después a Dean, y ahora a él. Gran parte de sus pertenencias estaban almacenadas dentro de la longeva tela, teniendo tantos parches y remiendos que poco quedaba de la misma. Tantos recuerdos almacenados en ella que casi se sentía como estuviese sosteniendo el Argo, ¿cuándo fuese cambiada la última tabla, seguiría siendo la misma nave o sería una completamente nuevas?
— Debo de dejar de leer esos viejos libros de filosofía de Sam, demasiados pensamientos y preguntas para un cazador, pero correctos para un hombre de letras. — Un pensamiento que en él último año había asaltado con demasiada frecuencia el interior de su mente, ya sabía lo que significaba esos pensamientos, quería descansar abandonado la caza. En el fondo de su corazón lo sabía, tenía treinta años y sus años de juventud se habían desvanecido en la caza. Se alejó de todo durante estos dieciséis largos años, estaba cubierto de cicatrices, había madurado de golpe para poder sobrevivir y ahora pagaba el precio de sus locuras. Cuando el reconfortante peso de sus pertenencias estuvo colgando de su diestra se permitió emitir un suspiro a la vez que cerraba el maletero.
Definitivamente se estaba haciendo viejo...
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