Capítulo quince.

Miro mi reloj de pulsera, ya que no me lo he quitado por despiste, y al hacerlo, me doy cuenta de que ya es medianoche. Suelto un bostezo que tapo con mi boca.

—¿Puedo volver contigo a la maldita fiesta? —me pregunta Dresa.

—Sí, claro. Así será más fácil irnos juntos —guardo mi mano en el bolsillo del pantalón del traje y tiendo la otra para que Dresa me la coja—. Creo que yo también he sido abandonado por mi pareja. Aunque ya te advierto de que yo no bailo.

—Ah, yo tampoco. No me van esas gilipolleces —accede a cogerme la mano mientras se encoge de hombros—. Prefiero pasar desapercibida.

—Pues si entras conmigo, no vas a ser precisamente el fantasma del lugar —digo con cierto tono irritado, poniendo rumbo hacia el jardín—. Rebeka me tiró una bebida antes y montó un espectáculo.

—Me cae fatal la arpía esa —gruñe y no puedo evitar reír—. Quiere mi puesto como delegada y me niego a dárselo.

—¿Cómo acabaste siendo tú la delegada de la clase?

—Tissia argumentó que una persona que parece ser la favorita de la profesora, no debería ser la delegada porque eso crearía rumores de que los Trece Grandes tienen preferencias concretas.

Es irónico, porque... Los tienen. Solo hay que recordar que el mismo Wow es el protegido de Tissia. Supongo que si la señora Halum accedió a darle el puesto a Dresa, fue porque era consciente de que tenían que seguir manteniendo tal favoritismo en secreto.

—Y obviamente —prosigue, en tono medio irónico—, Wow era demasiado bueno para el puesto y quiso que otra persona tuviese la oportunidad de destacar.

—¿Y como delegada de clase, puedes ordenarnos?

—Sí. ¡Por ejemplo! —antes de mezclarnos con la multitud, se planta frente a mí tras dar casi un salto y alza su índice, bastante seria. Suelta el agarre que teníamos—. Prométeme que si está al alcance de tu mano, me matarás tú antes de que me haga daño cualquier otra persona.

—Pero eso es muy radical. Y no me veo siendo un asesino... Tampoco es que una promesa sea una orden.

—Ya sé que no es una orden, pero es que... Hay dos cosas que odio en este mundo... Según recuerdo, claro —deja su índice alzado—. La primera es el dolor. De veras. Lo paso muy mal, y sé que la gran mayoría de personas preferirían la muerte antes que el sufrimiento por tortura.

—¿No serías capaz de soportar el dolor por alguien a quien quieres?

—No —responde tajante y segura de sí misma—. Acabaría anteponiéndome a mí antes que a esa persona a la que quiero. Pero no porque no la quiera, sino porque es mi debilidad. No creas que soy una puta egoísta. Bueno, quizá un poco sí, pero es que es... Complicado. Imagínatelo.

No sé cuál es mi debilidad, aunque es cierto que no me imagino traicionando a Lucas. A pesar de todo, y aunque probablemente tarde o temprano recuerde mi punto débil, sé que mi fortaleza es mi hermano. Aunque sea tonto e infantil.

—¿Cuál es la otra cosa que odias?

Dresa alza el dedo corazón, haciendo un "dos".

—Que la gente consiga de mí algo que yo no quiero dar.

—¿A qué te refieres con eso?

—Por ejemplo... Imagina que tú quieres de mí mi cabello —se lleva la mano libre a su pelo y lo suelta al segundo—. Obviamente, es mi puto pelo, y antes descuartizo en mil pedacitos a quien quiera arrancarme un mísero mechón. Pero, eso. Imagina que tú lo quieres y me secuestras e inmovilizas. ¡Podrías cortármelo y hacerte una jodida peluca sin problemas!

—Es un ejemplo un poco raro.

—Joder, Iván. Es un puto ejemplo. Qué quieres, ¿que te diga...? Yo qué sé, ¿que imagines que quieres preñarme porque hay que aumentar la natalidad? Pues que sepas que eso tampoco me agradaría. Quiero tener hijos por gusto, no por obligación.

—Me ha quedado claro.

Me tiende la mano cuyos dedos estaban levantados hace nada y alterno mi mirada entre los ojos bicolores de Dresa y su mano. Abre sus ojos unos segundos, como diciendo, "¿me lo prometes o no?" y me encojo de hombros y se la estrecho poco después. No es como si fuésemos a llegar nunca a esa situación.

—Pues prometido, entonces. Si no puedes matarme porque no te da tiempo a reaccionar, te lo perdonaré, pero no rompas la promesa o te odiaré.

—Para ti ahora soy indiferente, así que, odiarme por cualquier cosa te sería más fácil.

—Tienes razón, y la verdad es que es muy fácil que me caiga mal quien sea.

Hizo una breve pausa antes de esbozar una sonrisilla algo burlesca.

—Pero no le digas a nadie que estás siendo la excepción solo por caso de necesidad.

—Intentaré callarme tal acto que sin duda me hace sentir afortunado.

No creo considerarme una persona sarcástica, pero con Dresa, por un momento, me he sentido con la confianza de hacerlo. Como si nos conociésemos de antes y supiese de antemano que no le va a molestar. Y, sorprendentemente, parece que eso no sucede.

Entramos en la fiesta. No tardan en mirarme con despecho y poco disimulo, murmurando cosas sobre lo ruin que había sido por no darle calabazas de forma directa a una pobre chica, o sobre que, para rematar, no solo me basta con Tissia, que ahora, tengo la necesidad de estar con más de una mujer a la que también acabaré rompiéndole el corazón. Cosas de ese estilo y sin sentido son las que Dresa y yo tenemos que soportar. Y por su expresión malhumorada, no le apetece oírlas. ¡A mí tampoco! Qué vamos a hacerle.

—Te lo advertí.

—Esa puta niñata asquerosa... Dios, es que la odio tantísimo.

Cojo una copa en una mesa de bufé que sirve, exclusivamente, bebida no alcohólica como zumos o agua, probablemente por los niños y menores de edad. No miro el contenido, pero al dar un sorbo, me sorprendo conque me gusta.

—Me he dado cuenta de que eres bastante malhablada. ¿Es para reforzar tu carácter borde y eso?

—Hablo así porque me sale del coño, no para reforzar nada —replica a la defensiva.

—Me lo suponía.

Evito poner los ojos en blanco, porque supongo que eso la cabrearía más y dado que estamos junto a una mesa repleta de bebidas... Prefiero no mancharme más. Aunque dudo que Dresa quisiese seguir los mismos pasos que Rebeka en... Cualquier aspecto de la vida.

De repente, visualizo a Tissia. Se muestra preocupada y apurada, aunque cuando nuestros ojos se encuentran, da un sobresalto y se aproxima corriendo hacia mí. Palmea mis hombros y parte de mi rostro, obligándome a entrecerrar los ojos.

—¿Estás bien? —me pregunta para mi sorpresa.

—Sí —respondo y ella aparta rápidamente sus manos de mi cara—. Solo salí al pasillo y me encontré con Dresa.

—Ah, sí... ¡Hola, Dresa!

—Tissia —murmura ella en tono cansino.

—Pensé que te había afectado que más de tres cuartos de la fiesta se haya enterado de lo que te ha sucedido con Rebeka.

—Creí que estabas mejor bailando con Yubin que estando conmigo.

Aunque eso no es del todo cierto. Había salido con intenciones de hablar con Lucas, y había acabado con Dresa, compartiendo preocupaciones.

—Tissia, ¿ya te has besado con Yubin? ¿O a Minho le pueden los celos porque tiene pinta de ser un tóxico de mierda, y os lo tiene prohibido?

—¿Qué? —la mencionada mira a Dresa, riendo, patidifusa—. ¿Por qué iba a besaarme yo con ella? Somos amigas.

—Claro... Sois taaaaan amigas... ¡De esas que se comen el coño entre ellas!

—Jo, ¿por qué eres tan basta hablando? —pregunta en tono incómodo, pasando a rascarse la mejilla, dubitativa—. Somos amigas, es en serio.

—Yo creo que algo debes gustarle —intercedo tras haber dado otro sorbo a la bebida—. Si me ignora cuando estamos los tres juntos.

—Pffft. Iván, ya quisieras que solo te ignorase a ti. Ignora hasta a Minho, muchos se han percatado de eso.

—Yo soy...—murmura, cabeceando sin terminar la frase—. No podría corresponderla si acabáis teniendo razón. No me gusta.

—Pues díselo a Minho aunque sea, porque de verdad, yo creo que ese chico es un puto psicópata tóxico.

No puedo darle la razón en eso a Dresa porque no conozco a Minho, pero las miradas que le echa a Yubin y la manera en la que se comporta... Tissia me cae bien, y dudo que le pase algo solo por ser amiga de Yubin, pero, ¿y si Dresa tiene razón? Y es un psicópata. Estos pocos días en el edificio he estado la mayor parte del tiempo con ella y con el impresentable de Wow. No quisiera que le pasase nada.

—Ya veré... ¿A vosotros os gusta alguien?

—¿Gustarme alguien? —Dresa niega automáticamente con la cabeza—. No. Esas cosas llevan tiempo, ¿no crees?

—Sí, pero a veces por química... Puede surgir.

—Yo opino como Dresa —digo—. Si no ligo con alguien y descubro si me atrae, por mucha química momentánea, creo que no podría tener nada con nadie. Y mucho menos, podría gustarme.

O al menos, eso digo ahora. Quizá mi anterior "yo" no opina así.

—¿Si estuvieseis borrachos... Y tuvieseis el impulso de querer besaros? —pregunta en tono hipotético, como si pudiese darse el caso—. ¿Lo haríais?

Dresa y yo nos miramos de reojo. Por alguna extraña razón, no respondemos tan rápido como antes. Aunque ella acaba por reírse y niega. Yo doy otro sorbo a la copa, mirando fijamente a Tissia.

—Iván y yo tendríamos que estar demasiado borrachos para eso. En cambio, Tissia, ¿tú le besarías?

—¿Qué? ¿Yo? Ah... —se sonroja un poco y se relame los labios, nerviosa—. Pues es guapo... Sí, sí lo haría.

—Me siento halagado.

—Pues comeos ya la puta boca y déjate de preguntar si él y yo lo haríamos.

Se hace el silencio. No tengo necesidad de besar a Tissia. Es guapa y amable, pero aún no. Si ligásemos y sí me atrajera, no me cerraría en banda. Pero ahora no es el momento.

Poco a poco, veo cómo la gente empieza a salir del lugar. Extrañado porque aún no son las dos de la madrugada, acabo por pensar que es, simplemente, porque la gente está cansada y algunos, probablemente, tengan que trabajar. Incluso yo empiezo a sobrar más en este sitio. No ha sido una noche espectacular, pero estoy seguro de que tardaré bastante en olvidarla por todo lo que me ha sucedido. Espero que la gente, en cambio, sí pueda olvidarse al menos de mí.

—Quizá es mejor que nos vayamos ya... ¿Quieres que te acompañe al apartamento, Iván?

—Te lo agradezco, pero voy a buscar a Lucas. Te puedo ver el lunes, o mañana, si te pasas por el apartamento de Wow.

—Entonces será mañana. A partir de ahora, será mejor que sea yo quien lleve la bandeja.

—Sí, tienes razón.

—Espero que descanséis bien los dos —Tissia sonríe y se aleja sin despedirme apropiadamente.

—Así que... El fantástico Wow y tú sois tan amigos, que vas a su apartamento —Dresa silba—. Increíble.

—Créeme, tienes suerte de que no se te acerque.

—A mí me da curiosidad. Pero porque no sé captar su carácter. Es como si tuviese mil máscaras y nunca fuese a mostrar su verdadero yo.

Creo que Dresa ha dado la mejor definición de Wow que cualquiera, o yo, podríamos dar de él. Incluido él mismo. Pero, como no es conveniente que hablemos de su arresto domiciliario y de mi penitencia, dejo la copa sobre la mesa y le ofrezco mi brazo. Con suerte, Lucas seguirá fuera besándose con Sorn, pues dentro no le veo.

—Tenemos que encontrar a mi hermano, pero si no le veo, te prometo que iremos a mi apartamento.

—Vale. Recuerda tus palabras, ¿eh?

Asiento, poniendo rumbo de nuevo hacia la salida. Si le dije que iba a prestarle ropa y lo que quisiera, no iba a dejarla sin nada una vez entrase. No soy tan ruin como Rebeka ha ido diciendo por ahí.

Para mi decepción, Lucas ya no se encuentra en el pasillo, así que espero que esté en el apartamento o que, de dormir de nuevo en casa de los Halum, me haya dejado otra nota. No lo pienso admitir nunca delante de él, pero le echo de menos. Quiero contarle lo que me ha pasado, y no poder me fastidia. Meterme con él también entra en lo que más ansío en estos instantes, pero bueno, tiempo al tiempo.

En el ascensor solo nos montamos nosotros dos, así que, no tardamos apenas nada en llegar a mi planta. Cuando abro la puerta de mi apartamento y ambos entramos, oír el sonido de la televisión encendida me ilumina el rostro. Tras cerrar la puerta y ver a Lucas, él da un brinco de la emoción en el sofá, aunque se sonroja un poco por su actitud cuando ve a Dresa. Ella alza la mano como si no le diese importancia.

—Es Dresa. Se va a quedar a dormir en el sofá esta noche. Dresa, él es Lucas.

—¡Hola!

Va a levantarse del sofá, pero se tropieza y acaba en el suelo, a pocos centímetros del pico de la mesita. Se levanta rápidamente, aun así, con la poca dignidad que le queda. Fingiendo que no sucedió nada.

—Encantada.

—¡L-Lo mismo digo!

—Lucas, ¿sabes si tenemos sábanas de repuesto...?

—No, tenemos que comprar.

—Te dejaré la mía —maldigo para mis adentros.

Abro la puerta de mi habitación y deshago toda mi cama tras tirar de las mantas y la sábana hacia el suelo. Cojo la sábana y la dejo sobre el respaldo del sofá para que Dresa se la ponga cuando apague las luces. Mientras Lucas y Dresa entablan conversación, aprovecho, también, para coger una camiseta de pijama que a Dresa le va a quedar como un vestido y se la dejo junto a la sábana.

—Dresa, se me olvidó decirte que a las ocho de la mañana tengo que salir de aquí...

—¡Puedes quedarte si quieres! —propone mi hermano.

—Bah. Me iré a esa hora al apartamento, no os preocupéis.

Tras decir unas pocas cosas más, tanto Lucas como yo le damos las buenas noches y entramos en nuestras habitaciones para descansar tras un día agotador para mí, y emocionante para él.

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