Día 9.997 de la colonia COELUM.

Una bolsa del inestable gas 393 emerge hacia la superficie. La insignificante chispa de un encendedor podría volar por los aires en un segundo aquel titánico proyecto de repoblación. Cómo evitar la inminente masacre estaba resultando imposible de averiguar.

A un pequeño círculo se nos informó del próximo apocalipsis, pero fuimos obligados a guardar silencio para no desatar un pánico general. En materia de secretos yo era todo un profesional.

Los rumores de que algo pasaba se acallaron alegando problemas técnicos en la suministración de oxígeno artificial. Se prohibió toda sustancia inflamable en pro de un consumo restrictivo y responsable del aire.

Solo existía una posibilidad de escapar: volando en una nave de exploración ignífuga, sabiendo que arrancar sus motores detonaría la destrucción total del planetoide. Pero, ¿qué humano era capaz de tal atrocidad por salvar su vida?

Nadie contó con mi mente fría y pragmática. Me focalicé en la supervivencia, olvidándome de moralismos superfluos y tracé un minucioso plan.

Seduje a Eva, una joven embarazada, sin medios, que pronto sucumbió a mi promesa de estabilidad. Como piloto tenía libre acceso al hangar. Engañé a mi reciente esposa, prometiéndole un inocente viaje juntos al satélite cercano. Ella accedió feliz e ignorante de mis intenciones y del peligro que entrañaban.

Mientras pulsaba el botón de encendido, en mi cabeza resonaban las últimas palabras del que aseguraba haber sido para mí más un padre que un creador:

"Adán, fuiste creado a imagen y semejanza del hombre y, aunque nunca serás uno de ellos, tu misión será proteger siempre la vida humana"

Ignición.