Capítulo 5

Esto es lo que contaron.

Eran las 23 horas de 23 de Agosto. Era una ronda policial como cualquiera de las anteriores. Ocho oficiales de policía recorrían la manzana, pero esta vez no lo hacían uniformados, y se habían dividido en pequeños grupos, dispersos. Habían visto por un instante, una débil luz que iluminaba un poco y se extinguía nuevamente hasta casi apagarse, sin dejar de emitir un pequeño resplandor a través de una de las ventanas de la vieja casa. Era, naturalmente, el efecto de una vela que era sostenida por alguien que se desplazaba por el interior, de una a otra habitación en el primer piso.

Los ocho oficiales habían vuelto a reunirse en la esquina del farol. allí decidieron. el habitante de la casa era real. luego de un breve debate, se volvieron a separar, pero en dos grupos de cuatro. La discusión había sido por la situación. Unos querían aventurarse al interior de la casa, sin la orden judicial correspondiente, y no como policías sino como civiles. Los otros cuatro había rechazado la idea ya que era algo ilegal, que podía comprometer todo el caso y además de todo, muy peligroso. Una locura. Era muy incierta la peligrosidad y naturaleza de estos moradores de la vieja casa. 

Así fue como un grupo de cuatro forcejearon durante un tiempo hasta lograr abrir la puerta de entrada de la casa en cuestión. Entraron cautelosos, con sus armas en sus manos. La puerta se cerró con un golpe detrás de ellos.

Los otros cuatro aguardaban expectantes dentro de las fauces del callejón, con los mendigos durmiendo a sus espaldas. Sus compañeros habían sido engullidos por la casa O'LLOE, y desde donde estaban, no podían ver nada mas que la oscura y muerta fachada. Por un instante vieron un resplandor que se asomaba por los costados del marco de la puerta. Luego, nada más. Ningún sonido. Ninguna luz. Sola la quietud y el angustiante paso lento del tiempo, en ese ensordecedor silencio. Esa tranquilidad era apabullante. ni sombras ni murmullos, ni disparos, ni crujidos, ni respiraciones. Nada.

Las cortinas de las ventanas permanecían inmóviles. Parecían de piedra. De nuevo vieron el resplandor que pronto se intensificó hasta extinguir su luminosidad de forma paulatina hasta esfumarse en la oscuridad total.

-Se... señor, sargento... vimos a alguien llevar una vela por el primer piso de la casa. Sólo vimos su figura. Era un hombre...

Los cuatro que ya no podían quedarse más tiempo parados allí solo mirando, corrieron a la casa. Abrieron sin esfuerzo la puerta e iluminaron con una linterna, dispuestos a subir al primer piso. Lo hubieran hecho, aseguraron, de no haber encontrado los cuatro cuerpos de sus compañeros asesinados, dispersos por el hall de entrada.

Habían asesinado a cuatro oficiales, según podía leer ya en mis manos la primera plana del "Matutino". Muertos. Cuatro policías armados. Asesinados por un hombre.

"El Matutino": Habría sido visto este sujeto en el interior de la casa, a las 23 horas, momentos antes de la parición de las cuatro víctimas fatales...

Diario "Informaciones": ...Adrián Gómez, José P. Antonio S. Julián G. son las identidades de los cuatro policías asesinados durante una ronda nocturna por la calle O'LLOE, mientras mantenían su condición de civiles esa noche del 23 de...

"El Amanecer": ...presumiblemente, habrían invadido la propiedad privada de la tan controvertida morada de la vieja casa de la calle O'LLOE. Las cuatro armas encontradas en manos de las víctimas no presentaban signos de haber sido disparadas, coincidiendo con el testimonio que sus compañeros sobrevivientes pudieron darnos en la rueda de prensa de primera hora. 

"El Vespertino": Según el médico forense ellos cuatro poseían heridas de puñales que habían sido infringidas en la espalda de tres de ellos y en el estómago en el caso de la cuarta víctima fatal. Este hacho hablaría de una sola arma homicida y de un solo perpetrador que hubiera atacado a sus victimas de a una y en una completa oscuridad. S presume que el último pudo haberse girado al sentir sonidos de arrastre detrás de él, al tiempo que sus compañeros caían después de haber entrado. Al recibir la herida mortal en el vientre, había caído sobre las piernas y el brazo de dos do sus compañeros que yacían boca abajo. Es precisamente por este hecho que se pudo determinar que Antonio S. había sido la última víctima, y es así como podía establecerse que el asesino estaba exactamente a espaldas de los cuatro oficiales cuando penetraron aquella noche en la casa...

Los cuatro oficiales consternados se retiraron de la oficina, no sin antes recibir una reprimenda por haber entrado en esa casa sin autorización del juez, de forma completamente ilegal e irresponsable.

Estaba terminando de compaginar el orden que llevarían estos artículos de diarios, en las páginas del legajo del caso de la casa y el callejón crimen. Recibí una llamada del despacho del juez. Iba a tener que presentarme personalmente para dar explicaciones de lo sucedido, pues probablemente no sería posible continuar con el caso, dada la intervención ilegal de los oficiales de policía.

Al cortar la llamada, entró a la oficina Yiyo, que me avisaba de un visitante, un anciano que prestaría  algún tipo de información adicional al caso en cuestión.

Lo invité a sentarse frente del escritorio, después de guardar el papelerío en archivadores y en sus respectivas carpetas. De un primer vistazo, diría que tenía un poco más de 60 años. Su forma de caminar era normal. Tenía pocas arrugas en su rostro, aunque su cabello canoso y su calvicie resaltaban el paso del tiempo. tenía un modo resuelto, y una mirada escrutadora. Ese último, era es aspecto que más me había llamado la atención. su mirada parecía atravesarlo todo y no tener límites. sentías que podía desnudar tus ideas y pensamientos, con tan solo clavarme la mirada en mis ojos. me sentía desvalido y desprotegido ante él. Una sensación francamente desconocida para mí. Me sentía como retrasado, que nunca podría alcanzarlo. que estaría un paso delante de todos, por más esfuerzos que hiciera por adelantarme. Me extendió la mano y lo saludé.

-Sargento, soy Alex Castro... y soy el propietario de la casa.

Seguramente mi rostro debe haber recibido todo el impacto de esta frase, por la forma en que cambió su expresión y la forma de mirarme. En seguida me habló, para cortar el hielo que se respiraba.

-En realidad, soy el propietario anterior. Yo construí esa casa y más tarde después de muchos años allí, la vendí. Ahora vivo en la provincia, pero al leer las noticias me vine. si bien yo ya estoy por jubilarme, aún me queda alma de investigador, y este caso me involucra de algún modo.

-Y puede ser de mucha ayuda para nosotros, sr.

-Esa es mi intención, sargento.

-Pasemos a lo nuestro. ¿Cuándo vendió la casa?

-La vendí hace 9 años, en el '85, cuando yo tenía 56 años. Pero, sargento no tenga rodeos conmigo. yo sé lo que quiere preguntarme en realidad. quiere saber a QUIÉN le vendí la casa.

De nuevo volvía a mirarme y me sentía vulnerable y pequeño. Tenía la certeza de que a este policía no podría ocultarle nada. siempre estaría delante de los hechos. ¿Habría sido también así interrogando sospechosos? ahora se me hacía familiar su nombre, de casos que fueron resueltos por él y su equipo.

-Verá sargento. Le vendí la casa a una señora mayor, Alicia. Pero eso, recuerde, fue hace 9 años. Alicia era un poco mayor que yo...

En seguida recordé ese álbum de fotografías familiares que encontramos en la mano de la primera muerta. El único dato concreto que obtuvimos, el nombre de la dueña del álbum. 

-Así que Alicia Álvaro compró la casa. Usted tiene...

-Alicia debe tener ahora más de 65 años, que es mi edad, sargento. Calcule que podría no encontrarse con vida. O podría haber vendido la casa. en 9 años, todo es posible.

-Así es. Esta Alicia Álvaro es o era la segunda dueña... ya es algo.

-No he podido evitar notar que sabía usted el apellido de esta señora, sin que yo se lo dijera, sargento.

Sentí satisfacción, debo admitir. Era casi infantil. Yo sabía algo que él no.

-Se trata de una información confidencial que guardé hasta saber de qué modo se vinculaba al asesino de la primera víctima.

Alex se puso de pie, y me enseñó su placa, todavía vigente.

-Sé que le pido algo que no es el procedimiento ortodoxo, sargento. Quiero ayudarlo en todo cuanto pueda, de policía a policía. ¿Puedo ver de qué se trata?

Sopesé un momento toda la situación. En una actuación real nunca lo compartiría con alguien ajeno al caso o sin una orden expresa. Pero el caso se estaba desmoronando, por la intrusión ilegal de la policía. No habían pruebas, ni arma homicida concretas. Estábamos en un callejón sin salida, para aumentar la ironía del caso. No tenía muchas opciones. Y además era policía.

Bajamos las escaleras hasta la oficina de los archivos confidenciales. Alex Castro se colocó guantes de látex y sacó cuidadosamente el álbum de la bolsa de evidencia.

-Yo supuse desde el principio que allí está la clave para resolver todo este asunto.

Hasta ese momento parecía que yo tenía todas las llaves para abrir las puertas del misterio que ocultaba la casa O'LLOE. Pero pronto se difuminaría esa sensación, para volverme otra vez vulnerable.

-Este librito se le había perdido a la señora Alicia. Incluso antes de comprar la casa, ya que me lo comentó muy apenada el primer día que la conocí. Yo creo que si este libro se perdió hace más de 10 años, y la casa la vendí hace 9... ¿Cómo aparece así en medio de los asesinatos del callejón? ¿Alguien habría guardado el álbum todos estos años...?



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