7-El diario



Jaime tomó la iniciativa y se puso en marcha, subiendo a la planta superior del antiguo palacete abandonado.

La escalera de mármol, sucia y agrietada debió de ser en sus tiempos, algo impresionante.

Arriba, un largo pasillo se ramificaba a derecha e izquierda dando paso a varias habitaciones. Algunas estaban abiertas y sus ventanas tapiadas apenas dejaban pasar algo de luz, la mayoría estaban cerradas y por más que intentaron abrirlas, les fue imposible hacerlo.

Los niños caminaron por el corredor observándolo todo y no decidiéndose a entrar en ninguna habitación.

-Mira Rafa- le dijo Jaime a su amigo -Ahí tienes tú cuarto de baño.

Rafa no pudo evitar un suspiro de alivio cuando entró en el servicio.

Jaime y Alex montaron guardia frente a la puerta.

De pronto, un golpe muy fuerte producido por una puerta al cerrarse violentamente le hizo pegar un bote a todos,

.¿Que ha sido eso? -Preguntó Rafa al salir del baño.

-Una puerta, creo. Ha sonado al fondo del pasillo -dijo Jaime -echemos un vistazo.

Volvieron sobre sus pasos a lo largo del oscuro pasillo y comprobaron una a una las puertas de las habitaciones.

-Es está -dijo Alex -me fije que estaba abierta cuando pasamos por aquí.

-Pues entremos -dijo Jaime sin miedo.

Empujo la puerta que se abrió en completo silencio ante la incredulidad de los niños, todos esperaban un largo chirrido que no llegó nunca.

-Si esto fuera una película hubiera hecho un ruido que nos habría puesto los pelos de punta -Dijo Rafa.

-Si, pero no es una película -le contestó Jaime.

-No, da mucho más miedo que cualquier película...

La habitación estaba en una pésima condición, con las paredes ennegrecidas. El fuego que asoló el palacete había hecho estragos en aquella parte de la vivienda.

Apenas si quedaba nada intacto, las camas, había dos, eran meros esqueletos de metal retorcidos debido a la acción del fuego y parte del techo se había derrumbado dejando a la vista las vigas que lo sustentaban.

Las telarañas cómo cortinas colgaban de las paredes y por todas partes objetos irreconocibles se amontonaban moldeando grotescas figuras a la luz de las linternas.

Solo un armario de luna, cuyo espejo hecho añicos sembraba de cristales el suelo, parecía más o menos intacto.

El viejo armario ropero se había salvado de las llamas milagrosamente y atraía poderosamente la atención.

-¡Mirad chicos! -dijo Alex alarmada señalando al suelo.

En el polvo habían quedado impresas las huellas de unos pies descalzos que se adentraban en la habitación.

-Son las huellas de un niño pequeño -dijo Alex -¿me crees ahora?

Jaime no dijo nada, estaba bastante impresionado.

-Las huellas desaparecen junto al armario -observó Rafa.

-Sí -continuó Alex -cómo si se hubiera escondido dentro.

Fue Jaime el que se acercó hasta el armario procurando no pisar las huellas que había en el suelo, a su vez sus zapatillas iban dejando una marca allí donde pisaba.

Jaime se dio cuenta de que estaba solo frente al armario, sus amigos se habían quedado atrás, junto a la puerta de la habitación.

Les hizo un gesto con la cabeza y ellos se apresuraron en acudir a su lado.

-¿Lo abrimos? -les preguntó, mirándolos alternativamente.

Ninguno contestó por lo que Jaime agarro los tiradores de las puertas del armario y las abrió de un golpe.

El armario está vacío, salvo por una cosa, un libro pequeño.

Jaime se agacho a recogerlo, estaba casi oculto en un rincón cubierto de telarañas.

-Es el diario de alguien -dijo Jamie mientras pasaba las hojas del diario. En la portada, con grandes letras doradas había escrito un nombre: Margarita.

Jaime leyó la primera página.

-Es de una niña cómo nosotros -dijo -pone: Margarita Elezcano, once años 1936.

Al seguir pasando las hojas del diario, Jaime se dio cuenta de que algunas faltaban.

-Alguien ha arrancado muchas hojas -dijo -y hay partes que no se pueden leer, el diario estuvo muy cerca de las llamas cuando ocurrió el incendio y se quemó un poco.

-¿Cómo es que nadie ha encontrado este diario después de tanto tiempo? -preguntó Alex.

Ninguno contestó.

-Dijiste que habías visto a un niño ¿no sería una niña?

-Era un niño, Jaime, estoy segura. Un niño pequeño, no tenía nuestra edad. -dijo la chica.

-Ya es tarde, tíos -dijo Rafa -a mi no me gustaría pasar la noche aquí...

-No podemos volver a nuestras casas -le contestó Jaime -nos pillarían...

-Si, es verdad -reconoció Rafa -es que...hay algo muy raro aquí...

-Parece que alguien nos hubiera estado guiando para que encontráramos el diario -dijo Alex-

-¿Alguien? -gimió Rafa -.¿Quién?

Tampoco esta vez contestó nadie.

-Sea lo que sea -dijo Jaime -este diario parece una pista para desvelar el misterio de está casa, aunque no creo que sea la única....además tenemos que leerlo, aún no sabemos lo que pone. Yo propongo que exploremos todavía un poco más y antes de que anochezca salgamos de aquí y busquemos un lugar donde pasar la noche.

-De acuerdo -dijo Alex.

-¡Vale! -Acepto Rafa -con tal de no dormir aquí...

Rafa fue el que cerró las puertas del armario y juntos recorrieron las restantes habitaciones.

No encontraron nada en ninguna de ellas, aparte del caos y el desorden de una casa abandonada.

Jaime se fijó en una trampilla que había en el techo y que seguramente llevaría a la torre. Pero era imposible alcanzarla sin una escalera.

Cuando concluyeron la exploración salieron al jardín y revisaron los alrededores de la casa.

-¿Te has fijado en todas las camas que había? -Le preguntó Alex a Jaime.

-Si, había demasiadas para una casa normal, en una habitación había cinco...-dijo el chico.

-¿Cómo en un hotel? -aventuro Rafa.

-No, no creo que fuera un hotel -dijo Jaime...-parecía más bien un....

Fue Alex la que le quitó las palabras de la boca.

-¡Un orfanato!

-Sí -dijo Jaime -creo que si.

                                                                                    . . . .

Cuando al fin se alejaron del palacete fue cómo si todos volvieran a respirar de nuevo y la sombra que pesaba sobre ellos empezó a desaparecer.

-¡Qué alivio! -Dijo Rafa -me siento cómo si hubiera despertado de un sueño muy profundo o de una pesadilla más bien...

-Yo me siento igual -dijo Alex.

-Sí -asintió Jaime -hemos visto cosas muy raras...

Jaime apretaba fuertemente contra su pecho el diario cómo si fuese el último resto de un naufragio. Aquel librito podría desvelar el misterio de aquella casa.

Decidieron entre todos pasar la noche en la estación de ferrocarril. Allí si alguien les preguntaba les podría decir que esperaban algún tren de madrugada y además los asientos eran bastante cómodos.

La sala de espera estaba casi vacía.

Rafa se arrebujó en su asiento y se quedó dormido al instante.

Alex también se recostó en su butaca junto a Jaime y apoyó la cabeza en el hombro del chico.

Jaime había pegado un respingo al sentirla tan cerca y se quedó mirándola un momento. Al cabo de un rato se durmió.

Despertó mucho después. Alex aún seguía dormida y en la misma posición. Se fijó en sus facciones relajadas, en las gotitas de sudor que tenía en su frente y sobre el labio superior. Estaba tan bonita durmiendo que al chico se le hizo un nudo en el corazón.

Su mente comenzó a soñar despierta, imaginando que le decía cuánto le gustaba y luego la besaba en esos labios que parecían dibujados con un fino pincel de lo delicados que eran.

El traqueteo de un tren le sacó de su ensoñación. Era el tren de Madrid.

Miró la hora en un gran reloj que había en la pared frente a ellos. Las siete y media de la mañana. Quedaba una hora para ir al colegio. Debía despertar a sus amigos.

-Alex -susurró despacito mientras la despertaba con un suave movimiento -ya es la hora.

Ella abrió los ojos y al verle sonrió.

-Hola -le dijo.

-¿Has dormido bien? -le preguntó Jaime.

-Muy bien -dijo Alex -tienes un hombro muy blandito.

Jaime esbozo una sonrisa.

-Voy a despertar a Rafa o es capaz de seguir durmiendo aquí todo el día -Se acercó hasta su amigo y lo despertó sin tantas delicadezas.

-¿Que?...¡hola, tíos!

-Voy al servicio de señoras -dijo Alex -Me pondré el uniforme del colegio y me lavare un poco la cara.

-Vale -dijo Jaime -te esperaremos aquí.

Cuándo salieron de la estación , Rafa se despidió de ellos para ir a su casa a cambiarse.

Alex acompañó a Jaime a la suya para recuperar su mochila. El chico subió a por ella y cuando volvió a salir un ratito después, también salió vestido con su uniforme del colegio. Luego se dirigieron hacía el colegio.

Rafa les alcanzó un poco después y los tres juntos, Alex como siempre en medio de los dos chicos, fueron a clase.

El día se hizo insufriblemente largo y a cada rato los chicos buscaban la mirada de su compañera y ella se la devolvía sonriendoles.

Ahora los tres eran poseedores de un secreto que no les pertenecía pero que al parecer les había tocado resolver.

Comieron, cómo todos los días en el comedor del colegio y por la tarde en clase de gimnasia Jaime y Alex se retaron a ver quién era más rápido corriendo. Gano Alex por escasos centímetros y Jaime en vez de enfadarse, porque siempre presumía de ser el más rápido del cole, se sintió muy orgulloso de su amiga.

Las cosas que pasan en un corazón enamorado son dignas de ser escritas en un best-seller.

Al salir de clase a las cinco de la tarde decidieron ir a casa de Alex, con el pretexto de hacer los deberes, que no tenían, y poder leer el misterioso diario en el que llevaban pensando todo el día.

La madrastra de Alex no puso ningún reparo esta vez y Alex les hizo subir a su cuarto,

-Dejad la puerta abierta. ¿Me oyes Alex? -gritó su madrastra.

-Sí mamá -dijo la chica llevándose las manos al cuello cómo si pensara estrangularla y haciendo muecas.

Los chicos rieron con ella.

Jaime sacó el diario de su mochila y se lo entregó a Alex.

-Léelo tú, está escrito por una chica y me da un poco de reparo.

Alex cogió el libro y leyó en voz alta:

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