4-El rescate



Llegaron a la plaza casi al mismo tiempo, acababan de dar las cuatro en el reloj y le tarde era muy calurosa para estar en mayo.

-¿Qué hacemos Jaime? -preguntó Rafa.

-Mientras venía para aquí, se me ocurrió una idea -dijo Jaime -podríamos rescatar a Alex de sus tías, ella seguro que está deseando escaparse.

-¿Qué has pensado?

-Podríamos acercarnos hasta su casa y decirle a su madre qué necesitamos a Alex para que nos ayude con los deberes. Seguro que se lo traga.

-Yo no sé dónde vive Alex -dijo Rafa.

-Yo sí -contestó Jaime sonriendo.

-¿Tú sí?

-Ayer le seguí a su casa.

-¡Claro! ya empiezo a comprender...por eso está mañana decíais esas cosas tan extrañas -Rafa empezaba a atar cabos -.¿Te gusta Alex? ¿verdad?

-Sí tío, me gusta un montón...

-Ya me había dado cuenta, vale chaval toda tuya, no me entrometeré.

-Eres un buen amigo -dijo Jaime pasándole el brazo por los hombros.

-De todas las maneras no es mi tipo de chica.

-¿Creía que te gustaban todas?

-Las que les gustan a mis amigos son sagradas y no sé tocan -dijo seriamente.

Los dos chicos se abrazaron, pero se separaron rápidamente no fueran a verles y pensaran que eran...otra cosa.

-El plan es tuyo -dijo Rafa -vayamos a rescatar a Alex.

-Vale tío.

Jaime la guió por las callejuelas hasta la casa donde vivía su compañera.

-Es ahí, el número doce de la calle de la Asunción -señaló Jaime.

-Déjame a mí -pidió Rafa -.Soy un maestro convenciendo a las madres.

-No vayas a cagarla...

-No te preocupes, soy capaz de convencer a una piedra de que es un culo, nadie puede resistirse a mí encanto -dijo el niño lleno de confianza.

Sé acercó hasta la puerta de la casa de Alex y pulsó el timbre sin despegar el dedo. El timbrazo sonó por toda la casa.

Una señora de mediana edad, rubia y definitivamente muy poco simpática abrió la puerta.

-¿Qué queréis? -preguntó con bastante mal humor.

-Buenas tardes señora -saludó Rafa haciendo gala de su mejores modales -somos compañeros de clase de Alejandra y necesitamos su ayuda urgentemente.

-¿Para qué? -gruñó la mujer y Rafa pensó que nunca había visto un ogro más feo que ella.

-Necesitamos su ayuda para aprobar este curso. Estamos a punto de suspender y su hija...ella es tan lista, todos los profesores lo saben...

-¿Alejandra? -preguntó la madre de la niña extrañada -. ¿Necesitáis su ayuda?

-Sí, señora ¡es cuestión de vida o muerte!...tenemos un examen el lunes, un examen sorpresa y solo ella puede ayudarnos. Nos gustaría que viniera con nosotros a casa de Jaime. Jaime es el niño que está detrás de mí, tan callado, tan buen chico...

¿Y porque iba a dejar que fuera a su casa? no os conozco.

-Tenemos todos los libros en casa de Jaime y todos los apuntes preparados -Rafa puso cara de no haber roto un plato en su vida -.Si no nos ayuda, catearemos...esto, suspenderemos y nuestras madres nos enviaran a un colegio interno todo el verano.

Rafa mentía cómo un cosaco pero no lograba convencer a la madre de Alex.

-Eso teníais que haberlo pensado antes ¿seguro que no habéis cogido un libro en todo el curso? -dijo la mujer.

-No señora, en realidad somos buenos estudiantes -se defendió Rafa que no pensaba darse por vencido -.Pero hemos tenido muchos problemas. Mi amigo Jaime ha estado enfermo mucho tiempo y ha perdido muchas clases y yo...yo bueno, tengo un pequeño problema de dislexia señora, el médico dice que no es grave, pero me embarullo un poco y...

La madre de Alex entró dentro de la casa y llamó a su hija.

Alex se quedó sorprendida al ver a los dos chicos en la calle.

-¿Conoces a estos niños, Alejandra?

-Sí mamá, son compañeros de clase -Alex había empezado a comprender el plan de los chicos.

-¿Tenéis un examen el lunes?, no me habías dicho nada.

-Si...se me olvidó -improviso le chica -yo ya he estudiado en clase y me lo sé bastante bien. Les dije a mis compañeros que sí necesitaban mi ayuda vinieran a buscarme.

Jaime tragaba saliva silenciosamente pensando que no iba a dar resultado. Rafa había contado tantas mentiras que acabaría por meter la pata.

-No me gusta nada que vayas a la casa de un chico - seguía dudando la madre de la niña.

-Vivo aquí al lado señora, en la calle de le estafeta junto a correos -dijo Jaime.

Sí mamá -acudió en su ayuda Alex -está aquí mismo.

La madre de la chica aún sé lo pensó un momento más, luego dijo:

-A las nueve en casa, ¿entendido jovencita? y...la próxima vez que vengan ellos a casa así podré vigilaros.

-Sí, gracias mamá, no te preocupes...-dijo Alex saliendo a toda prisa a la calle antes de que su madre cambiara de opinión.

En cuanto doblaron la esquina, salieron corriendo. Un minuto después se partían de la risa.

-¡Eres un genio tío! -decía Jaime aporreando la espalda de su amigo -has contado tantas mentiras que tendrías que ser político de mayor.

Rafa reía cómo un condenado, henchido de orgullo.

-Tú madre es dura de pelar, he tenido que usar todo mi talento -dijo él niño.

-En realidad no es mi madre, es mi madrastra. Mi verdadera madre murió cuando yo era muy pequeña.

-Pues qué quieres que te diga, tú madrastra es igualita a la de los cuentos -dijo Jaime.

-¡Es una bruja! yo no la trago -dijo Alex -y ella trata de hacerme la vida imposible. Sí al menos estuviera aquí mi padre sería otra cosa...

-¿Y dónde está? -preguntó Rafa.

-Sigue en Madrid, trabajando. Ha pedido el traslado a Valencia para estar más cerca de nosotras, pero aún no sé lo han concedido. Aún no os he dado las gracias por rescatarme chicos...

-Nos encanta ayudar a jóvenes guapas y en apuros -dijo Rafa haciendo cómo si se quitara un sombrero invisible -además...ha sido idea de Jaime.

-Pues muchas gracias Jaime -Dijo agradecida la niña mirándole -y a ti también Rafa...

Alex se acercó a ellos y les dio un beso a cada uno.

-Normal que hubiera caballeros andantes en la antigüedad -bromeo Rafa -, si las doncellas fueran repartiendo besos por ahí, todo el mundo se apuntaría.

Alex cogió las manos de ambos chicos y les preguntó:

-¿Dónde piensan llevarme mis salvadores?

-Pues hoy toca cine, iremos a la sesión de las seis, así a las nueve podrás estar en casa -dijo Jaime.

-Qué galante es mí caballero...¿acompañaras luego a casa a está desvalida damisela?

El chico se puso muy serio y le contestó:

-Te acompañare al fin del mundo sí es necesario...

Ella la miró a los ojos y le dedicó una de esas sonrisas que pueden hacer caer reinos y suelen volver locos a los hombres. Una sonrisa que no tenía nada de infantil si no de una auténtica mujer.

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