3. Aquel chico
Ya habían pasado seis meses desde que Valeria había llegado a aquella horrorosa casa. Se acercaba la navidad. Valeria recordó las navidades en su pueblo, rodeada de su familia y algunas veces amigos.
Valeria había aprendido a convivir con el dolor, tanto físico como emocional. Todas las mañans, cuando se daban esas situaciones con Río, Valeria todo lo que hacía era poner la mente en blanco y desear que durara poco.
La mañana de navidad, Valeria se encontraba observando el jardín desde su ventana mientras esperaba a que Lancy fuera a buscarla. De pronto vio a alguien, que llamó poderosamente su atención. En la ventana de la habitación junto a la suya, había un joven que parecía tener su edad que miraba el verde césped cuidaodsamente cortado.
Él tenía una expresión de anhelo en su rostro cuadrado y, aún a esa distancia, Valeria pudo observar que tenía el cabello castaño cuidadosamente peinado. ¿Qué haría él allí? ¿También estaría privado de su libertad como ella?
Apartó la mirada y se alejó de la ventana.
- ¡Feliz navidad, Valeria! - le dijo Lancy apareciendo en la entrada de su habación con un vaso de agua en la mano.
- ¡Gracias, Lancy! - dijo ella vaciando el contenido del vaso en pocos segundos - ¿Y esto por qué?
- Él quería hacerte un regalo de navidad. Además tendrás que estar hidratada o podrías morir. Yo se lo he dicho.
- ¿Y te ha prestado atención? ¡Eres incríble, Lancy!
- Hago lo que puedo. ¿Te duele el cuerpo?
- Mucho. Jamás cesa el dolor - luego Valeria cambió de tema -. He descubierto que hay un chico de nuestra edad en la mansión. ¿Sabes algo de él?
- Solo sé que es el protegido de Río. ¿Por qué?
- Por nada. Solo quería saber.
- ¿Acaso te gusta?
- ¡No! ¿Cómo crees? - sintió un calor que se apoderaba de sus mejillas - Ni siquiera lo conozco.
- Solo no intentes locuras. ¿De acuerdo? - Valeria asintió -. Ahora prepárate. Estoy retrasada, ¡me quedé dormida!
- Yo me he dormido algo tarde. No puedo dejar de pensar en mi vida en San Martín.
- Yo no logro pegar un ojo por culpa de las pesadillas. ¿Crees que un día recuperaremos nuestra libertad?
- Nunca pierdo las esperanzas.
Mientras se lavaba la cara continuó pensando en aquel joven. Le resultaba tan misterioso como atractivo. Comenzó a fantasear con él. Imaginó que él la salvaba de aquel espanto. Pensó que podrían escapar y comenzar una vida juntos.
Ellos terminarían la secundria e irían a la univeridad. Después de todo, ya no le atría la idea de ser catante. Todo había resultado una completa farsa. Se preguntó qué podría estudiar él. Ella tenía en mente estudiar una carrera que le permitira tener una vida mejor que la que tenía en Misiones. Pensó que antes podría terminar la secundaria. Serían muy felices juntos, tal vez hasta formarían una familia.
Se regañó mentalmente por soñar con desconocidos. No sabía por qué ese joven estaba en la mansión, tampoco su nombre.
Luego de pasar cuatro horas de sufrimiento, la joven regresó a su habitación. Se acercó a la ventana y comenzó a observar en la dirección en la que antes había visto al joven. Lo vio nuevamente. Sus miradas se cruzaron e incluso se sonrieron.
Cuando regresó a su habitación al día siguiente, luego de su rutina matutina, se encontró con el joven, esta vez tenía el cabello castaño alborotado. Se sorprendió al verlo sentado sobre su cama.
- ¿Cómo entraste? - le preguntó la chica algo soprendida.
- Hola a ti también. No voy a lastimarte, vengo en paz. Solamente quería hablar contigo.
- Te escucho.
- He notado que estás algo aburrida y quería entretenete un rato.
- Ya lo tengo a Río, gracias. ¿Es que no hay otras chicas aquí?
- Bueno, ninguna había reparado en mí antes. Solo quiero conversar. Me llamo Matías Solari. Soy el protegido de Río. ¿Cómo es tu nombre?
- Me llamo Valeria Contreras.
- Es un gusto. Entré por la ventana, utilicé la corniza para cruzar desde mi habitación.
- Eso tiene mucho sentido. Fue una desición inteligente.
Luego de un silencio momentneo, él dijo:
- Te han captado con una falsa promesa de felicidad. ¿Verdad?
- Exacto. Fue con una promesa de fama y éxito que encontré en internet.
- A mí me han dicho que me llevaría a su estudio a grabar un álbum. El caso es que no todo ha salido como esperaba. Creo que en realidad le gusto, es muy desagradable la forma en que me mira y habla. ¡Me repugna!
- ¿También se aprovecha de ti?
- Todas las noches. Hasta me hace dormir con él en su habitación.
- ¡Eso es terrible!
- Lo sé. ¿De dónde eres, Valeria?
- Soy de San Martín, un pueblo en la provincia de Misiones.
- Yo soy chaqueño. Mi familia vive en un pueblo cerca del límite con Formosa.
- ¿Los extrañas?
- Muchísimo. Siento que esto no va a terminar nunca.
- Yo tengo la misma sensación. Hasta creo que ni siquiera me están buscando.
- Yo no opino de esa manera. Creo que nadie se imagina que estamos aquí. Es irónico porque yo quería ir a Buenos Aires a cumplir mi sueño, pero solo he conseguido dolor constante y una imposibilidad para sentarme con normalidad.
- Es un verdadero monstruo. ¿Cúantos años dices que tienes?
- Tengo diecisiete.
- Yo igual, los he cumplido encerrada.
- ¡Lo lamento!
- Está bien. De hecho no ha sido nada especial.
Siguieron conversando un largo rato. A Valeria le encantaba escuchar su voz gruesa. Le resultaba muy masculina.
Hablaron sobre sus historias y sobre sus vidas antes de quedar cautivos en aquella mansión. Matías le contó que vivía con su madre y su hermana. Su padrastro había muerto en un accidente de tránsito hacía cinco años. Él lo quería como un padre, ya que el suyo jamás se había ocupado de él.
Valeria quedó fascinada con el azul de sus ojos y con su sonrisa de blancos dientes. También le encantaban los hoyuelos que se le formaban cuando se reía. Él era flaco y muy alto, tanto que Valeria le llegaba al hombro.
Finalmente se hizo la hora de comer y Matías tuvo que irse lo antes que pudo para regresar a su habitación y fingir que nunca se había ido de allí.
Valeria le dijo que quería volver a verlo y él le dijo que regresaría al día siguiente. Esa noche, la joven soñó con un páramo espinoso que al final del recorrido se convertía en un rosal. En un claro se encontraba Matías, quien le sonreía como invitandola a acercarse. Ella no lo pensó dos veces y colgó sus brazos de su cuello y lo besó. Justo cuando se separaban, Valeria abrió los ojos.
Eran las cuatro de la mañana, según marcaba el reloj de la pard que tenía en frene. Se dio la vuelta para el lado contrario y volvió a dormirse, aunque con cierta dificultad debido al sueño que acababa de tener.
Era algo extraño soñar de esa manera con Matías, puesto que acababa de conocerlo. Solo habían conversado una vez. De todos modos, a ella le gustaba poder conversar tan francamente con alguien además de Lancy en aquella casa.
Cuando logró dormirse, soñó con su familia. Despertó en la mañana con los ojo algo hinchados. Notó que debajo de su cara, las sábanas estaban mojadas, por eso supuso que había llorado en sueños. Se preguntó si algún día volvería a verlos.
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