Capítulo 3: el asistente

-"Piedad"... ¿porqué me la pides a mi?, si tu Dios va a dártela... el día que mueras- Sonrió

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-Buenos días, padre.- Dijeron ambos jóvenes, haciéndole una reverencia al padre Seejin

-Buenos días.- Dijo cordialmente.- Jae Hwan... Jin ¿te ha comentado la situación?

-Si, Padre, ya me ha informado.- Dijo firme, mirando a Jin de reojo.- Estaré gustoso de darle la bienvenida junto con ustedes y de ayudar en lo que pueda.

-Muy bien, entonces vengan conmigo.- Dijo haciendo un ademán con la mano, y el par lo siguió curioso.

Jin estaba en silencio, si bien le había comentado a su hermano la situación, en toda la mañana no se había atrevido a mirarlo a los ojos, porque no era digno, aunque por su parte Ken trataba de actuar como si nada, aun cuando también en él pensamientos extraños habían estado infestando su cabeza durante la noche.

Caminaron algunos minutos, hasta que pudieron llegar a la puerta principal del orfanato-convento, que se encontraba a unos 100 metros de la parroquia, y ahí esperaron.

Para el padre Seejin resultó desconcertante, pues habían quedado de verse en ese lugar a las 8:15 am, y siendo las 8: 20 nadie aparecía por el camino principal.

-Que raro... el señor Kim siempre es muy puntual.

-¿Su sobrino se habrá arrepentido?.- Dijo Ken.

-Si así fuera el señor Kim me lo hubiese notificado con una llamada.- Su voz se fue haciendo un poco más pequeña mientras terminaba la frase, pues vislumbró a lo lejos una figura que caminaba de forma lenta, pero impaciente.

-Padre, mil disculpas, hemos tenido algunas dificultades en el camino.- Dijo hiperventilando, haciéndole repetidas reverencias al padre.

-No hijo mío, no debes preocuparte, por favor recupera el aliento.- Dijo apacible, con su acostumbrada sonrisa bonachona.

-Si... lo siento.- Dijo tranquilizando su respiración cuando notó que los dos chicos se encontraban a espaldas del padre.- Oh muchachos, nos los había visto, ¿Cómo están?

-Bien señor Kim.- Respondió Jin.- ¿Cómo está usted?

-Bien, gracias a Dios.- Dijo el hombre mirando a ambos con entusiasmo.- Han crecido mucho desde la última vez que los ví! No saben cómo siento no poder asistir a misa tan seguido como quisiera, estas viejas piernas ya no pueden caminar demasiado

-No se preocupe señor Kim, su salud es prioridad, y además nuestro señor sabe que usted es un hombre de bien y un siervo ejemplar- Aseguró

-Muchas gracias hijo, tus palabras me reconfortan.- Dijo sonriendo.- Me he enterado de que pronto tomaran los votos, por favor vayan a la tienda cuando tengan tiempo, estaré honrado de hacer sus trajes.

-Lo haremos, es usted muy amable señor Kim.- Dijo Jin inclinando la cabeza

-Min Joo, pensé que traerías a tu sobrino.- Dijo el padre Seejin, prosiguiendo con la conversación.

-Ah si claro, que memoria la mía. No tardará, lo he mandado a estacionar su vehículo antes de llegar al sendero, aquella cosa se descompuso ayer, cuando venía arribando al pueblo y está haciendo un ruido infernal, no quisiera perturbar las clases de los niños esta mañana.- Aseguró, volteando la mirada, cuando encontró la silueta de su sobrino acercándose.- Ah, de hecho aquí viene.- Sonrió

Entonces SeokJin sintió un halo frio deslizándosele por la espina dorsal.

Era el demonio

Aquel chico, con las manos metidas en los bolsillos y una gorra puesta, se plantó enfrente de los presentes, moviendo en su boca una paleta de limón de forma despreocupada, cuyo palito de papel chocaba una y otra vez con los aros que adornaban sus labios, unos piercings solo un poco más delgados que el que portaba en la nariz. Jin no recuerda cuanto tiempo se quedó estático mirándolo, solo que el viento se detuvo en un sordo silencio, e hizo que los pasos del chico bajo la grava se hicieran un eco dentro de su cabeza mientras se acercaba para ser presentado, Jin se sintió desconcertado, por demás extrañado, como quien ve una ilusión ante sus ojos

-H-hermano.- Murmuró casi inaudiblemente, llamando la atención de Ken.

-¿Qué pasa?...

-Es... el demonio del bosque...-Dijo con el labio inferior temblándole de nervios.

-¿Qué...?, ¿él?

-Si...-Dijo temblando

-Jin... él no es un demonio.- Susurró de forma recriminatoria

-Lo és, Mira su piel...- Dijo temeroso, y entonces Ken comprendió por fin a lo que se refería cuando le contó sobre el color de la impureza, y sintió un desconcierto extraño dentro, porque no podía culparlo demasiado, Jin había estado dentro de un mundo completamente cerrado toda su vida.

-Jin... tranquilo, hablaremos después de esto.- Sentenció.

No se podía culpar demasiado a SeokJin, había pasado su vida entera dentro de los límites de ese pueblo, cuyas personas se limitaban a casarse entre los mismos miembros de la comunidad, derivando en una población de personas con piel blanca o neutra, pero ese chico, de ojos rasgados y figura alta tenía el color de los robles, lo que los antiguos cristianos de la iglesia llamaban "impuros".

-Este es mi muchacho, padre, su nombre es Namjoon- Dijo el señor Min Joo con una sonrisa amigable en el rostro.- Vamos Hijo, saluda al padre Seejin.

-Es un gusto Namjoon.- Dijo el padre extendiéndole la mano empáticamente, y el chico la tomó inclinando la cabeza ligeramente y solo para responder sacó la paleta de su boca

-Mucho gusto.- Dijo regresando el dulce a su lugar, encima de su lengua.

-¿De verdad él es el hijo de Eun Ji?.- Dijo complacido y asombrado

-Así es.- Respondió el anciano, feliz.

-Vaya, es un joven saludable y apuesto

-Por supuesto!, me recuerda a mí en mis años de juventud

-Ya lo creo.- Sonrió el padre Seejin y se hizo a un lado para que sus pupilos pudiesen ver al joven, aunque SeokJin ya se encontraba completamente inmerso en sus pensamientos.- Ellos son mis pupilos- Dijo cordialmente y el muchacho indiferente los miró unos segundos

-Mucho gusto Namjoon.- Dijo Ken con una sonrisa cálida.- Mi nombre es Jae Hwan, aunque todos me dicen Ken, y él es SeokJin.

-Hola...- Dijo Jin aún extrañado, mirando la piel impura que poseía aquel joven,

-Hola...-Dijo el chico sin mucho entusiasmo y volvió a lamer la paleta de forma despreocupada.

-Bien, ahora que se conocen creo que es momento de que le muestren cuál será su trabajo, sin embargo, joven Namjoon, me temo que debo mencionarle que no puede entrar a la casa de nuestro señor con esos aros en los labios, puedo suplicarle, sin temor a ofenderlo, que se los quite mientras esté en la iglesia?.- Dijo el padre Seejin con un gesto de amabilidad en el rostro, pero Namjoon no respondió, se quedó mirándolo unos segundos.

-Namjoon, quítate esas cosas de una buena vez.- Exigió su tio, mirándolo con autoridad y el joven bufó discretamente, metiéndose los dedos entre los labios, y tras algunos movimientos los piercings desaparecieron dentro de su boca, para que después los escupiera con cuidado en la palma de su mano, lo que hizo que Ken lo mirara con un poco de desagrado infantil. Acto seguido desatornilló el de su nariz, y los metió todos en su bolsillo, mirando al padre con ligera apatía.

-Por favor enséñenle el interior de la parroquia y la imagen

-Si padre.- Contestaron al unísono sus pupilos

-Namjoon...-Dijo el anciano, mirando al chico con una súplica discreta en el rostro que Jin pudo notar pero el chico no contestó, volvió a meter las manos en los bolsillos y comenzó a caminar hacia el interior del convento, seguido por Ken que desconcertado trotó para alcanzarlo

-Perdónelo padre, es un chico un poco callado.- Dijo el anciano

-No importa, es natural en los chicos de su edad.- Dijo tomándolo del hombro, guiando al anciano, y tras unos pasos Jin los siguió, tragando en seco.

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-Esta es la imagen que el padre quiere que pintes en el muro.- Dijo Jae Hwan entregándole una impresión de una imagen, en donde el padre el hijo y el espíritu santo se alzaban en las nubes, sobre una serie de ángeles y querubines.

Namjoon la observó un momento, con ligero hastío, y después volteó hacia arriba, analizando el espacio.

Jin se quedó detrás de Ken, sin decir palabra alguna, aunque a Namjoon no parecia importarle en absoluto, estaba perdido en sus pensamientos, con la hoja de papel en la mano.

-En cuanto me digas que colores y materiales necesitas iremos a comprarlo.- Dijo entusiasmado

-Un andamio.- Dijo interrumpiéndolo, sin dejar de mirar el espacio

-Ahh... no tenemos algo como eso, pero tenemos escaleras.- Dijo Ken amablemente

Y ante su insistencia Namjoon volteó a verlo unos segundos.- Las escaleras no sirven

-Bien...-Dijo desconcertado por su falta de cortesía.- Haré lo que pueda para conseguirlo

-Yo lo construiré.- Dijo seriamente, mientras sacaba una pequeña libreta de su bolsillo y un lápiz, con el que comenzó a anotar rápidamente, como si su mano fuese una computadora y por ese segundo Jin lo observó curioso. –Esto es lo que necesito para hacer el mural que me piden.- Dijo arrancando la pequeña hoja, y se la dio a Ken sin tomarle mucha importancia.

El pelinegro la leyó de reojo, y se sorprendió discretamente, pues la lista contenía la medida de las tablas, las bases de metal, cada uno de los colores, los números de pincel e incluso el tipo de plástico para cubrir el suelo de manchas.

-Me parece bien...-Balbuceó -¿Cuándo puedes empezar?

-Cuando lo requieran.- Dijo examinando la iglesia con la mirada

-Bien, conseguiremos los materiales en la mañana, puedes venir por la tarde si gustas.- Dijo sonriendo, pero Namjoon no respondió, guardo la libreta en su bolsillo y después le dio en las manos la fotografía de la imagen que querían que pintara

-Ah... Es para tí.- Dijo Ken mientras el de tez morena abandonaba la iglesia sobre pasos lentos

-No la necesito ya.- Dijo siguiendo su camino y abandonó la iglesia dejando a ambos desconcertados.

-Vaya... es una persona difícil.- Dijo Ken, mirando a Jin que apenas salía de su improvisado refugio detrás de él.

-Es él, te juro que es la misma criatura que vi en el bosque

-Jin, debes estar confundiéndolo

-No lo estoy!, esos aros de metal en su rostro, su voz, sus ojos, y ese tono impuro en su tez, no puedo estar confundido!

-Hermano.- Suspiró.- No lo llames de esa forma... escúchame, tal vez no lo sepas, y lo comprendo pero esos aros en su rostro son perforaciones, una moda rara que se hacen los rebeldes en las ciudades, eso no lo hace un demonio, solo es un chico con problemas de actitud, eso es todo

-¿Y como explicas esa piel manchada?.- Dijo indignado

-Hermano... basta.- Dijo ligeramente hastiado.- Ese muchacho no es un demonio y debo pedirte que dejes de repetirlo, piensa en cómo se sentiría el buen señor Min Joo si te escucha hablar así de su sobrino recién llegado.

-Pero... él

-Basta.- Suplicó, casi como una orden.- vámonos, debemos alistar a los niños antes de que empiece a llover- insistió.

-Si...-Contestó cabizbajo, sintiéndose un poco decepcionado, de que Ken no pudiese creerle, estaba seguro, de que esa persona, guardaba algo raro malévolo en su interior, pero se resignó, debía confiar en su hermano, confiar en que aquella persona no era el demonio que había visto antes.

Salieron de la iglesia con prisa, percatándose de que las pequeñas gotas empezaban a caer del cielo gris, fue por ello que corrieron hacia el convento, sin darse cuenta, de que el chico de tez morena estaba a un lado de la puerta de la iglesia, y con las manos metidas en los bolsillos suspiró, tal vez sintiéndose un poco herido por las palabras que habían dicho sobre él, pero después sonrió, tragándose dos de sus aros de metal, y los acomodó sin mucha prisa, mientras caminaba de regreso a lo que sería su nuevo hogar.

-Un... demonio...ah?.- Murmuró

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Jin entró con dificultad en la iglesia, estaba cansado, pues se había encargado de recibir a los feligreses a primera hora, formar a los niños, ir por el material que les había encargado aquella persona hasta una de las partes más recónditas del pueblo, y ahora tenía que armar el dichoso andamio, antes de que el susodicho pintor llegara.

-Vamos Jin, ayúdame.- Dijo Ken arremangándose el traje y comenzaron a armar el andamio con cuidado.

Debía tener al menos 5 metros de altura, por lo que les tomó varias horas armarlo, pero estuvo listo, mucho antes de que el pintor llegara, por lo que bajaron de él satisfechos, esperando su llegada.

-¿Crees que con esto será suficiente?.-Preguntó Ken entusiasmado

-Si... creo que lo será.- Dijo el castaño sin mucho animo

-Hermano...¿ que pasa?

-No es nada.- Dijo evitando mirarlo directamente

-Aun estas incomodo...- Dijo descifrándolo, mirando a través de él

-Yo... solo no quiero temer pero... no puedo dejar de pensar en ello, me resulta...

Ken no lo dejó continuar, se acercó a él, rodeándolo con sus brazos en forma de consuelo- No temas... ya te dije que no es un demonio, es solo un chico, y sea lo que creas que te hará creme que no lo hará, ¿está bien?.- Dijo tomándolo del mentón, con cariño

-Si...

-Bien...-sonrió.- si aun así te sientes incomodo hablaré con el padre Seejin para que me de tu lugar y tu cuides de los niños en vez de mi

-Si... no te preocupes.- Dijo alzando la mirada, encontrando los ojos de Ken, y no pudo evitar tener de nuevo, aquellos pensamientos que lo preocupaban.

-Hermano...- Murmuró acercándose a su rostro.- Eres un regalo del cielo...

-Ken... -Dijo de forma temerosa, porque moría por besarlo de nuevo, ardía en un deseo infame por sentir el sabor de su saliva, y eso estaba tan mal, estaba pecando con el pensamiento, así que sin pensarlo dos veces retrocedió un paso, desconcertando a su amigo.

-Jin...

-Yo... lo siento.- Dijo avergonzado, temiendo que hubiese sido demasiado evidente

-Es... por lo que pasó... anoche...?-Preguntó en el momento que los ojos de Jin se perdieron a su espalda, mirando algo fijamente, y es que Namjoon se encontraba de pie, con expresión seria, mientras a su hombro cargaba un costal color negro.

-Señor Namjoon -Dijo Ken aclarando la garganta.- Me alegro que haya llegado.

Namjoon se quedó en silencio unos segundos, mirando a Jin fijamente, y el castaño, inmerso en esa mirada no pudo evitar sentirse atemorizado.-Les dije que yo armaría el andamio...-Fue lo único que dijo, y dejó en paz a Jin, pasando de largo, para examinar lo que habían hecho

-Bueno, no queríamos que tuviera tantas molestias, señor Namjoon.- Dijo Ken amable a pesar de todo.- Por cierto, ayer no tuvimos tiempo de decirle.- Dijo jalando a Jin del brazo.- Nuestro hermano, Seokjin, será su ayudante, cualquier cosa en que tenga duda o que necesite por favor comuníquesela.

-No necesito un ayudante.- Dijo poniéndose un lápiz en la boca, y después de su morral color negro sacó enormes hojas de papel, colocándolas en el piso

-Me imagino que no para su trabajo, pero bueno, el padre Seejin insiste, por favor, acéptelo como un acto de buena fe de nuestra iglesia.- Dijo cordial

-El acto de buena fe llegará cuando me paguen.- Dijo secamente, sin mirarlo, y Jin se irritó.

-Señor Namjoon, debo rogarle que no le conteste de esa forma a nuestro hermano.- Dijo Jin, como si el miedo de su cuerpo se hubiese disipado, porque sencillamente no podía soportar presenciar que le hablaran de esa forma a Jae Hwan, más cuando era una persona tan cálida y amable, por ello pensó que tal vez era cierto, aquel chico no era más que una persona conflictiva, solo eso y además, sin esos aros metálicos en su cara, perdía mucho de su imponencia.

Pero de nuevo, Namjoon no se molestó en contestar.

-Señor Namjoon, ¿podría al menos responder?- Insistió, viéndolo ponerse de rodillas en el suelo para aplanar el papel.

-Hermano.- Intervino Ken, mirándolo de forma apacible.- No importa... todo está bien

-Es que él...

-De verdad.- Insistió, tomándole la mano.- ¿Estas seguro de que no quieres que hable con el padre?

-No.- Contestó, viendo de forma hostil al de tez morena

Ken solo tragó en seco, soltando su mano, y lo miró una última vez para después dirigirse de nuevo a Namjoon.- Espero que esté cómodo, señor Namjoon, los materiales se los proporcionará Jin conforme se los vaya pidiendo.- Dijo haciendo una cordial reverencia con la cabeza, y se retiró, dejándolos solos, en medio del eco de la enorme capilla.

Jin no hizo demasiado, estuvo recargado en la pared, dudando de si debía ayudarlo o decirle al menos algo, sabía que sería un largo día, tal vez el más largo que habría tenido en la vida.

Namjoon estaba de rodillas en el suelo, sacándole punta a uno de sus lápices más gruesos, y tras asegurarse de que fuera apropiado comenzó a trazar sobre el papel, completamente inmerso, como si nada en el mundo existiera fuera del lienzo blanco, y es que ni siquiera pudo reaccionar, cuando Jin se acercó curioso, para ver cómo es que dibujaba.

Y le pareció increíble

Sumamente bello

Porque el trazo del lápiz se deslizaba por la blancura del papel, y luego por la de otra hoja, y luego otra nueva, como si fuese el viento, y dejaba a su paso algo amorfo, casi sin vida, para después convertirse en una figura, después una forma y después en un objeto: Ojos, labios en un rostro envejecido, que representaba al señor, después uno más joven, de facciones hermosas, que parecía perfecto, con una barba tupida, las manos, suaves y benevolentes, y sus ropas, arrugadas e inmensas, que caían como si de verdad la gravedad tuviese influencia en ellas y después los ángeles, de plumas inertes y claras en sus alas, abundantes, como las de un águila.

Por un momento se sintió cautivado al verlo transformar la nada en arte, y deseó decirle algo amable, pero su rencor y su mala experiencia con el joven no se lo permitió y su halago, que debía ser encantador se convirtió en un:

-"Quítate la gorra, estás en una iglesia"- Fue lo que salió de su boca, en forma de recriminación.

Namjoon lo miró de reojo, sin dejar de dibujar las sombras en los cuerpos, pero hizo caso omiso a su petición- o mejor dicho su orden- y siguió trazando, sin problema alguno.

-Señor Namjoon...

-¿Por dónde se sube?.- Dijo enrollando los bocetos, interrumpiéndolo y Jin, distraído, solo le señaló la escalera, del otro lado del andamio, así que Namjoon se dirigió a ella, subiendo con el lápiz en la boca.

-Señor Namjoon.- Insitió.

- Trae la pintura blanca y una brocha.- Le gritó desde arriba y Jin, sintiéndose ofendido solo pudo ir a la sacristía por lo que le habían pedido.

-Aquí está.- Gritó desde abajo

-Tráela.- Ordenó sin amabilidad, y Jin a regañadientes subió, temiendo por su vida porque en realidad no le agradaban demasiado las alturas, no desde que era un niño, pero sus pensamientos se fueron, cuando encontró al joven, terminando el boceto en la parte alta del andamio, con todos aquellos enormes papeles unidos con cinta adhesiva, y sus ojos se perdieron en esos dulces trazos, que capturaban la gracia del señor.

-Co...mo...-Balbuceó, acercándose al dibujo en el suelo.- ¿Como lo hiciste sin la foto...?- Dijo sorprendido

-Trajiste la pintura?- Dijo ignorándolo, pero esta vez a Jin no le había importado demasiado, seguía maravillado, así que solo le extendió el bote y la brocha, y Namjoon comenzó a pintar el muro de color blanco.

No pronunciaron ni una palabra por las siguientes horas, Jin se limitó a ir por otra brocha para ayudarlo, y el no dijo nada, solo lo quitaba cuando llegaba a estorbarle, y cuando llegó la hora el de tez morena sencillamente bajó del andamio, sin siquiera despedirse, y se fue, dejándolo solo, con sus pensamientos.

Jin no podía creer que una persona así, pudiese dibujar algo tan hermoso como aquello, y se quedó ahí un rato más, tratando de imitar los movimientos de la mano de Namjoon sobre el papel para comprender como es que lo hacía, pero después se le hizo inútil, y se rio, por primera vez en mucho tiempo, aunque fuera de sí mismo.

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-Buenas tardes, señor Namjoon.- Dijo Jin de forma cordial, desde la puerta de la iglesia, mientras el de tez morena pasaba de largo, sin siquiera mirarlo, y de nuevo Jin se sintió irritado, y a pesar de la belleza que podía plasmar con sus manos lo creyó indigno de nuevo y a regañadientes subió a su lado hasta llegar a la cima del andamio, en donde Namjoon ya se encontraba trazando con carboncillo, de forma sumamente tenue, la silueta de la pintura, sobre el muro. Así que Jin, molesto y en parte curioso, se limitó a sentarse en una esquina, con las rodillas entre sus brazos, para observarlo pintar detenidamente.

De nuevo las horas comenzaron a pasar, entre trazos preciosos y silencios incomodos, hasta que llegó la hora del almuerzo, y Jin al ver que el chico no se retiraba decidió ir por comida, que subió casi a costa de su vida a la cima del andamio.

-Lo ha mandado la madre Han.- Dijo ofreciéndole unas pequeñas madalenas que parecían rellenas de algo que olía delicioso.

-Dale las gracias de mi parte.- Dijo tomando una, y se la metió a la boca, para seguir trabajando.

La mirada de Jin de pronto de iluminó, era la primer frase amable que escuchaba del chico en los tres días que llevaba conociéndolo, y eso lo entusiasmó, porque pensó que por fin la hostilidad cedería, aunque fuese un poco entre ambos.

-Se las daré.- Dijo feliz, y tomó asiento de nuevo, para observarlo con detenimiento unos minutos, con una sonrisa en el rostro.- Señor Namjoon.- Dijo arriesgándose.- De verdad me maravilla como dibuja.- Dijo de forma amable, pero para su decepción el chico dejó de contestar de nuevo, y de igual forma eso no hizo que se desanimara.

-¿Cómo puede lograrlo?, sencillamente sería imposible para una persona como yo.- Sonrió.- ¿Estudió en alguna parte?.- Y al terminar la frase el silencio incómodo se hizo presente de nuevo.-Bien... creo que no quiere conversar...-Dijo como última esperanza, pero no consiguió nada, más que un "Ve por la pintura azul y los pinceles" después de dos horas.

Jin obedeció, sintiéndose de nuevo decepcionado y sobre todo molesto, y en ese momento dejó de importarle tratar de ser amable, el chico era un grosero, y apático, y él no se desgastaría tratando de amistar con él nunca más. Estaba molesto

Así que cuando le dio el bote y los pinceles en la mano lo hizo de forma hostil, aunque al chico no le importó en absoluto.

-Bien, parece que no quiere hacer que nos llevemos bien, así que dejaré de hablarle de una buena vez.- Refunfuñó

-Gracias.- Dijo secamente, haciéndolo enojar aún más

-Señor Namjoon de verdad me parece que su actitud es demasiado insolente, debería comportarse, más cuando está en la casa de nuestro señor

-No veo que esté portándome mal.- Dijo indiferente

-Pues lo está haciendo sin duda: entra sin inclinar la cabeza, no saluda a sus hermanos, es grosero con su prójimo y sobre todo no se quita esa gorra! Usarla es una total falta de respeto.- Argumentó enfadado, pero el chico solo esbozó una media sonrisa, y por fin se volteó, para verlo de frente.

-Quitarme la gorra, dices...-Sonrió.- está bien, aunque no creo que sea conveniente del todo, podría ofender aún más a tu señor.- Dijo retirándola de su cabeza y Jin abrió la mirada, observando su cabello desteñido, en un rubio casi blanco, peinado en una mohicana.

-Tu cabello...-Murmuró

-¿Ves? Es desagradable para ti.- Dijo sonriendo, y tras ello se colocó de nuevo la gorra.- No tienes que poner esa cara, ya me la puse de vuelta, además, no quiero que mi cabello se manche si la pintura gotea.- Dijo volviendo a su trabajo y Jin se dio cuenta de lo grosero que había sido por hacer esa expresión

-Señor Namjoon... yo... lo siento, no pretendía ofenderlo...

-No te preocupes demasiado, esto no ha sido nada en realidad.- Dijo sonriendo, guardando sus cosas, preparándose para irse.- Lo del demonio fue mejor... la piel impura, tu sabes.- Dijo como si nada y Jin ante sus palabras se avergonzó enormemente, sintiendo demasiada culpa.

Namjoon comenzó a bajar las escaleras, pero extrañamente hizo una pausa, para mirarlo fijamente.

- Señor Namjoon... yo... no quería

-No te preocupes, después de todo... de un demonio a otro no podríamos ofendernos.- Dijo sonriendo, dejándolo sin palabras.- ¿No es así?

-¿Q..ue...?.- Dijo extrañado, mirando cómo se iba

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