Capítulo 33: Gatos

—Jade, es solo un juego —le dijo Dominic.

En vez de no volver a jugar Just Dance en su vida, Jade se había obsesionado en ser mejor que todos en la casa, eso después de que todos se siguieran burlando de ella y la provocaran.

—Tú no entiendes, Domi.

—Cómo quieras...

Dominic se sentó en la mesa junto a Penny.

—La perdimos —comentó.

—Jade es tauro, si le ofreces dinero o comida quizás la convenzas de algo —le dijo Penny.

Dominic se quedó pensando.

—¿Qué hay que ofrecerle a un sagitario?

—Fiestas, viajes y alcohol.

Dominic asintió convencido. Si el zodiaco tenía razón respecto a él, quizás la tenía respecto a Jade.

—Iré a comprarle algo que le guste.

Dominic se paró de su asiento y luego salió de la casa.

Unos minutos después, Lucy, Javier y Eliza aparecieron en la casa. Lucy tenía las mejillas hinchadas y la boca adormecida.

—¿Cómo te fue en tu cita? —le preguntó Penny.

—No le digas así —balbuceó Lucy, apenas.

—Cita con un chico, cita con el dentista, cita para pasear al perro... Todas son citas, al fin y al cabo —argumentó Penny.

Lucy sólo rodó los ojos. Apenas podía hablar y no iba a gastar su energía con alguien como Penny.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Eliza—. ¿Y por qué Jade parece tener epilepsia de pie?

Jade se detuvo.

—Dos cosas: estoy jugando... —dijo, apuntando la televisión—, y así no se ve alguien con un ataque de epilepsia. Te lo dice una futura enfermera.

—Ah... ¿se suponía que bailabas? —se burló Eliza.

—Vete al diablo —Jade se tiró en el sillón agotada.

—Ackerley y Amelie fueron a hacer algo —dijo Penny—, pero no sé qué.

—¿Ack no te lo dijo?

Penny negó.

—Dijo que era cosa de Amelie y que después me contaría, pero yo no debía decirlo.... —Penny se cubrió la boca con ambas manos y miró a Eliza aterrada—. No le digas a Ackerley que yo te dije que él me dijo que no dijera nada.

—Tranquila, no me importa. Se me olvidara... Ahora.

Eliza hizo como si la conversación no hubiera pasado y fue a la cocina, donde Javier ya había comenzado a cocinar.

—¿Qué haces?

—Un postre... quiero que Chad pruebe mis cosas —Javier se puso su delantal rojo—. Mamá siempre me decía que para enamorar a un chico debías conquistar su estómago primero.

—Creí que tu mamá pensaba que eras hetero.

—Bueno, se lo decía a mis hermanas, pero sus consejos me servían a mí también.

Eliza rio y fue hacia el refrigerador para sacar algo de comer.

[...]

—Ya tuviste unas citas con ella antes, ¿por qué quieres que te ayude ahora? —le preguntó Ackerley a su hermana—. Además, soy yo... debiste pedirle ayuda a Dominic.

—No porque Dominic solo piensa en sexo —Amelie miraba entre la ropa colgada en la tienda—. El me diría: "usa algo provocativo y fácil de sacar".

Ackerley asintió. Sabía que era algo que Dominic hubiera dicho.

—¿Qué tal este? —preguntó Amelie, mostrando un vestido ajustado de color cielo.

—Pruébatelo.

Amelie corrió hacia los probadores y Ackerley se sentó en unos asientos que había en la tienda. De pronto, vio un vestido de color púrpura, el color favorito de Penny y que además hacía juego con su cabello.

Sacó su celular del bolsillo de su pantalón y comenzó a mandarle mensajes a Eliza. Quizás Penny era su novia, pero nunca le había preguntado su talla de ropa.

—¿Qué tal?

La voz de Amelie hizo que Ackerley tirara su celular por accidente. Aún le daba vergüenza que los demás supieran las cosas o regalos que le hacía a Penny, exceptuando a Eliza, quien era la única que sabía que no lo molestaría.

—Se ve bien —respondió, recogiendo su celular del suelo.

—¿Bien o muy bien?

Ackerley la analizó un momento.

—No sé, eres mi hermana, mi opinión no será la mejor.

Él no veía a su hermana como una mujer, la veía como su versión femenina y era difícil analizar cómo se veía ella respecto a su apariencia.

De pronto, Amelie vio a una de las trabajadoras de la tienda, se acercó a ella y se paró en frente para evitar que siguiera su camino.

—Hola.

—¿Necesita ayuda?

—Sí... Digamos que tú eres lesbiana... ¿no lo eres, cierto? —la trabajadora negó confundida—. Bien, digamos que lo eres. ¿Me veo atractiva?

—Eh...

La chica quedó perpleja.

—La opinión es para hoy —la presionó Amelie.

—C-creo...

—Muchas gracias.

Amelie fue hacia su hermano, quien cubría su cara con su mano, avergonzado.

—Eso no sirvió mucho —se quejó Amelie.

—No vuelvas a hacer eso o no volveré a salir contigo.

Amelie suspiró decepcionada.

—Lo llevaré, pero si no me cojo a Tiare será tu culpa.

Ackerley la miró ofendido.

—Si quería cogértela entonces si debías traer a Dominic.

Amelie lo pensó.

—Sí, creo que tienes razón.

—Ahora, ve a la caja, yo te alcanzo.

Amelie lo miró extrañada.

—¿Qué tienes que hacer?

—Algo.

—¿Qué cosa?

Ackerley la miró con fastidio.

—¿Puedes irte?

—Te veré de todas maneras...

Ackerley bufó.

—Te diré, pero no te burles —Ackerley tragó—. Quiero comprarle un vestido a Penny... —susurró.

Amelie intentó aguantar la risa.

—Ternurita... —su hermano la miró con el ceño fruncido—. Quiero decir... eres un gran hombre, hermanito.

Aunque no lo dijera, Amelie estaba orgullosa del hombre y buen novio que era su hermano. Era un hombre que valía la pena.

[...]

Lucy estaba acostada en su cama quejándose.

Le dolían las mejillas y la boca por dentro. Le habían sacado las dos muelas del juicio de su mandíbula superior.

Cuando le dijeron que sería menos doloroso sacárselas de a una, ella no presto atención, solo quería acabar con eso pronto.

De pronto, Javier abrió su puerta.

—¿Necesitas algo?

—Me duele... —balbuceó.

—¿Quieres helado?

Lucy asintió y se paró de su cama para ir abajo con Javier. Él tenía planeado llevárselo a la cama, pues no era bueno que hiciera esfuerzos, pero Lucy ya estaba aburrida de estar metida en su cuarto, sufriendo en soledad.

Ambos bajaron las escaleras al primer piso, cuando Dominic entró a la casa con una caja de cartón.

—¡¿Dónde están Ack y Ame?!

—Aún no llegan —dijo Javier, algo confundido por la actitud de Domi—, pero no deben tardar.

—¿Qué tienes ahí? —Penny se acercó curiosa a Dominic.

—Es algo vivo.

Eliza, quien estaba sentada en el sofá, se levantó de golpe y miró a Dominic.

—¿Cómo qué vivo?

—Bueno... hay gente mala en este mundo y... —Dominic fue interrumpido por un maullido.

—¡Gatitos! —Penny corrió hacia su amigo, abrió la caja y miró a los cuatro animales pequeños con brillo en los ojos—. Son hermosos.

Lucy se asomó para verlos y Dominic bajó un poco la caja para que ella pudiera ver bien.

—Son horribles —balbuceó.

Eliza miró con odio a Lucy.

—Eso debieron decir tus padres cuando naciste.

—Yo también lo creo —admitió Lucy.

—¿Podemos quedárnoslos? —preguntó Penny.

Eliza se quedó pensando con una mueca en la cara. Ella amaba los animales, pero no estaba segura de sí podría mantenerlos. Lo que más le preocupaba era que había horarios en los que no había nadie en la casa y no quería dejar a esos animalitos solos.

—Ay, vamos Eliza —dijo Dominic—. Tú eres niña rica, puedes tener cuatro gatos callejeros.

Javier, Dominic y Penny hicieron pucheros para convencerla.

—Ay, está bien —accedió—, pero todos deben aportar a cuidarlos.

Todos asintieron emocionados.

—¿Cómo les ponemos? —preguntó Penny.

—Debemos esperar a Ame y Ack para decirlo —dijo Eliza—. Es lo justo.

Dominic llevó la caja con gatos a la sala y todos se reunieron a verlos, incluso Lucy, quien parecía no estar tan emocionada de incluirlos en su familia. Ella no era tan fan de los gatos, por lo que no sabía lo que era tener un buen compañero de cuatro patas.

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