Capítulo 24: La Noche de Navidad
Era veinticuatro de diciembre por fin y Lucy y Penny parecían dos niñas desesperadas por abrir sus regalos.
Eliza iba a poner la mesa para desayunar cuando notó que Penny estaba abajo del árbol manoseado los paquetes.
—¡Penny!
Penny dio una saltó y levantó las manos como si estuviera siendo arrestada.
—Solo deja de tocar los regalos.
En ese momento, una chica desconocida bajo las escaleras.
—Adiós —se despidió, saliendo de la casa hecha una bala.
—¡¿En noche buena, Dominic?!
Dominic se asomó por la escalera al oír el grito de Eliza.
—Es mañana buena, no noche buena.
Eliza estaba por ir a darle un golpe, por lo que el chico corrió hacia el baño para encerrarse y poder darse un baño.
Esa era la primera navidad de Jade sin su familia y, por lo tanto, estaba algo deprimida y todos pudieron notarlo en el desayuno.
—Vamos, Jade. ¿Qué podemos hacer para alegrarte? —preguntó Eliza.
—Nada, estoy bien, ya se me pasará.
—Se te pasará cuando pruebes mis galletas navideñas —aseguró Javier.
—¡Yo quiero decorar! —exclamó Penny.
—Claro, todos decoraran —dijo Javier.
Lucy maldijo, ella odiaba decorar galletas, siempre le quedaba horribles.
En la tarde todos se dedicaron a decorar galletas. Penny y Javier eran los más emocionado y Eliza parecía estar haciendo una obra de arte con cada galleta, al punto que daba pena comérselas.
—¡Deja de hacerlas tan bonitas! —le dijo Dominic—. Terminarán en mi estómago, no en un museo.
—¡Déjame decorar en paz!
Eliza comenzó a glaciar nuevamente sus galletas, hasta que sintió el sonido de besos. Ackerley, en vez de estar decorando galletas, se dedicaba a besar a Penny cada veinte segundos.
—¡Ack!
—No me digas así.
—¡Entonces dedícate a decorar galletas!
Javier se limpió un poco las manos con un paño y sacó de la lacena unos vinos.
—¿Quién quiere?
Todos menos Eliza levantaron la mano.
—¿Tomaremos vino ya?
—Así decorar galletas es más ameno —dijo Lucy.
Eliza decidió no llevar más la contra, eran siete contra ella y, aunque ella era la mayor autoridad de la casa, no podía ser tan mandona y controladora.
Para la cena, ya todos estaban bastante ebrios. Ninguno ahí solía beber mucho, pero en las festividades eso cambiaba. En especial en año nuevo, todos en la casa bebían todo lo que se encontraban y si se acaba, Dominic no tardaba en ir a comprar al local más cercano.
Penny quería quedarse toda la noche en la sala para esperar la hora de abrir los regalos, porque sí, tenían una hora fija que había decidido Eliza para abrir regalos y nadie podría abrirlos un minuto antes, menos si los demás no estaban presentes. Ackerley, decidió acompañarla, por supuesto, y los demás decidieron hacer distintas cosas.
Eliza estaba bastante ebria y deprimida, había recordado a Larry muchas veces en la noche, por lo que Amelie la invitó a jugar con ella para que pudiera distraerse. Javier tuvo una llamada de más de una hora con Chad para desearle feliz navidad, justo a las doce de la noche. Los demás, fueron directo a sus cuartos.
A la mañana siguiente, Penny despertó con su alarma a las siete de la mañana, pero Ackerley seguía dormido. Ambos se habían dormido en el sillón después de un rato de estar ahí.
—Amor... —susurró Penny—. Es la hora de abrir regalos.
Ackerley se removió, pero no abrió los ojos.
—¡Ya son las siete!
Ackerley abrió los ojos de golpe y se agarró la cabeza, había tomado demasiado vino y ponche.
—Mi cabeza... —se quejó.
—No hay tiempo para quejas, es hora de los regalos.
Penny se levantó del sillón, se acercó a la escalera y gritó hacia arriba:
—¡Es hora de los regalos!
Al no obtener respuestas, fue puerta por puerta tocando como maniática. Necesitaba a todos presentes para poder abrir sus regalos.
Eliza abrió los ojos al oír los gritos y golpes de Penny.
—Agh... mi cabe... —se detuvo al ver algo preocupante.
Estaba durmiendo junto a Amelie en el suelo cubiertas con una manta, algo para nada extraño, pero había algo más... estaba desnuda y Amelie también.
—¡Ah! —gritó asustada.
Amelie despertó asustada al oír el grito.
—¿Qué pa...? —Amelie quedó congelada—. ¡Oh, por Dios!
Penny oyó los gritos de terror de sus amigas y abrió la puerta de Amelie.
—¿Qué están...? ¡¿Qué mierda?!
En la pieza de enfrente, Jade se despertó por el grito de Penny, pero no abrió los ojos inmediatamente por el dolor de cabeza.
—¿Qué pasó?
—Ni idea...
Jade abrió los ojos al oír la voz de Dominic y Dominic la miró asustado al procesar que ella era quien había hecho la pregunta. Ambos gritaron aterrados y Penny se volteó para abrir la puerta de Jade.
—¿Ahora qué? ¡Ay, por Dios! —Penny se cubrió los ojos asustada y salió corriendo hasta bajar al primer piso.
—¿Por qué hay tantos gritos? —preguntó Ackerley desde el sillón.
Penny se lanzó a abrazarlo aterrada.
—¡Está casa parece un motel!
De alguna forma, todos se habían enterado de lo que había pasado: Eliza y Amelie habían tenido sexo y también Jade y Dominic.
Los ocho estaban sentados en la sala en silencio, ya iban a ser las ocho y nadie había abierto un solo regalo.
—El niño Jesús debe estar revolcándose en su tumba —comentó Lucy—. Esto es un insulto a la navidad.
—¡Tú tienes pornografía todos los días del año! —se quejó Amelie.
—¡Pero jamás la usaría en navidad!
—Es solo navidad... hay religiones que no celebran la Navidad, como el budismo —dijo Dominic.
—Pues olvídate de tus regalos, señor budista —Lucy estaba muy divertida por la situación en realidad, por eso se dedicaba a echar más leña al fuego.
Eliza se paró de su asiento, lo que significaba que diría unas palabras.
—Bien, esta no es la mejor navidad para todos. Mi novio me fue infiel hace unos meses, Jade no tiene a su familia y Amelie aún no puede acercarse más de dos metros a la chica que le gusta debido a su cobardía —Amelie le dio una mirada molesta—, pero esto es solo una fiesta, ni siquiera somos católicos. ¿Acaso, Lucy, vas a la iglesia los domingos? —Lucy negó—. Claro que no, si lo fueras creerías que el porno te enviaría al infierno... Solo quiero decir que olvidemos toda esta confusión que causaron un ponche y unos vinos baratos...
—¡Eran de calidad!
—Ah, ¿sí?
Javier asintió. Él mismo había seleccionado esos vinos para ocasiones especiales.
—Pues, olvidemos lo que unos vinos caros causaron hace unas horas y abramos los malditos regalos que compramos gracias a este maravilloso sistema capitalista... —Eliza miró hacia el techo—. Perdóname, señor, por maldecir en navidad.
Eliza era atea, en realidad, pero no estaba de más disculparse por si era que Dios existía.
Todos asintieron y corrieron a abrir sus regalos. Penny y Lucy eran las más emocionadas, en el fondo, seguían siendo unas niñas que veían la gracia de la navidad en los regalos.
—¡Sí! —gritó Penny al ver el álbum de BTS en sus manos—. ¡Gracias, bebé! —le dio un beso a Ackerley y este la quedó mirando como un idiota para luego sonreírle a Jade.
Jade le guiñó un ojo. Ella le había dicho cual comprar, ya que Penny le había mostrado el álbum que quería en la tienda que visitaron una vez.
Todos estaban felices con sus regalos, entre todos se agradecieron y se abrazaron. Era la primera vez que todos, desde que Jade se había integrado, convivían como una verdadera familia.
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