Capítulo 2: Cuartos
Penny subió hasta el segundo piso, arrastrado a Jade con ella, y luego la encaminó hasta el final del pasillo principal.
—Bien —Penny puso la mano en la perilla y empujó la puerta—. ¡Tada!
El cuarto de Penny era negro con estrellas blancas y estaba lleno de posters de anime y chicos asiáticos. El cobertor de la cama era de los signos zodiacales, igual que el fondo de pantalla de su ordenador y la alfombra.
Era un cuarto visualmente muy sobrecargado, Jade incluso sentía que se había mareado con la primera mirada.
—Es como el paraíso, ¿no?
Jade estaba segura de que así no se describía el paraíso, ni en la Biblia, ni en ninguna parte; pero si a Penny le gustaba, pues esperaba que ella fuera a un paraíso así después de morir.
—¡Es mi turno! —Javier jaló a Jade hacia la habitación de enfrente, mientras los demás subían las maletas de Jade.
Había seguido a las chicas unos segundos después con la intención de que Jade también conociera su cuarto.
Javier entró a su cuarto argulloso, aunque Jade no sabía porqué, el lugar era una cochinada. Había calcetines y ropa interior repartida por todas partes, había una naranja en la cama y papel higiénico colgando del escritorio.
—Una obra de arte —aseguró Javier, admirando su porquería.
Javier siempre había sido un tanto desordenado, aunque cuando vivía con sus padres y hermanas, había tenido que mantener el orden, por lo que cuando se había mudado, había podido dejar de reprimirse. Había veces que Eliza igual le pedía ordenar, pero eso solo cuando dejaba la puerta abierta y veía el desastre por accidente.
Eliza se acercó a Jade.
—Yo te mostraré una verdadera obra de arte.
Al lado del cuarto de Javier estaba el cuarto de Eliza. El cuarto estaba cubierto de recreaciones de obras de arte conocidas hechas por Eliza, el cobertor de la cama era de La noche estrellada de Van Gogh y en realidad no tenía muchos muebles más que el escritorio.
A Eliza le gustaba tener espacio, por lo que mientras menos muebles, mejor para ella. Así, con tanto espacio, se podía tirar en el suelo a pintar con comodidad.
—Es muy lindo —admitió Jade.
—Ah —se quejó Javier—. A mí no me dijo eso.
—Sigamos el recorrido —Eliza la llevó a un cuarto que estaba doblando por el pasillo—. El cuarto de Dominic.
Eliza abrió la puerta y se encontraron a Dominic acostado en su cama semidesnudo. Solo tenía puesto los pantalones y Eliza tenía sus dudas sobre si llevaba bóxer.
—¿En qué momento pasó esto? —preguntó Eliza.
—Es verano, sabes como soy —dijo Dominic sin darle importancia, mientras revisaba su Instagram recostado en la cama.
Era un cuarto azul cielo, tenía un librero negro que estaba lleno de libros y enciclopedias y había un mapamundi colgado en una de las paredes. Tampoco tenía muchas cosas y estaba bastante limpio y ordenado.
—Vamos al de Ackerley —dijo Eliza cerrando la puerta de Dominic.
Al frente de Dominic dormía Ackerley. Su cuarto era blanco, también su cobertor, también su ordenador y su escritorio... todo era blanco.
—Le gusta que todo se vea así de perfecto... esta demente.
Si bien, Jade no quería juzgar a alguien por cómo se veía su cuarto, debía admitir que eso le daba una impresión un tanto peculiar de Ackerley. A nadie podía gustarle estar en un cuarto que parecía un cuarto de hospital psiquiátrico. Solo había un cactus en una repisa aportando un color más vivo.
Eliza llevó a Jade al otro lado del pasillo, donde dormía Amelie. La chica estaba con audífonos sentada en la silla de su escritorio abriendo el juego League of Legens. Su cuarto era rosado y tenía distintos póster de juegos, una repisa con figuritas y otra con juegos y una Playstation 4. Además, su cama era un camarote solo con cama arriba, mientras abajo tenía una pantalla plana y otras consolas.
—¿Quién falta? —preguntó Eliza, más a ella misma que para Jade—. Ah, Lucy.
El cuarto de Lucy estaba junto al cuarto de Penny, por lo que se movieron al otro lado para salir del pasillo y entrar al cuarto de la chica.
Apenas Eliza se abrió, la dueña del dormitorio se sobresaltó.
—¡Avisa cuando entres!
—Lucy tiene una colección de pornografía... por eso tan saltona.
—¡Cállate! —le dijo Lucy, claramente molesta.
—Ella vivirá acá, tenía que saberlo.
El cuarto de Lucy era rojo, tenía un cubrecama negro, un escritor del mismo color, un librero lleno de películas pornográficas y un plasma grande que usaba para verlas.
—Bien, vamos al tuyo ahora.
El cuarto de Jade estaría frente al de Amelie. Era de color celeste y estaba vacío, ya que sus padres llevarían todas sus cosas más tarde.
—Mientras llegan tus cosas puedes estar donde tú quieras —le dijo Eliza—. ¿A qué hora las traen?
—A las siete.
—Bien, todos te ayudaremos a subirlas.
—Muchas gracias —Jade le dio una sonrisa.
Eliza se quedó pensando un momento, mientras daba una mirada por su alrededor.
—Creo que puedes quedarte con Penny por mientras, a ella le gusta hablar... yo iré a pedir pizzas, ¿de qué te gusta?
—Soy vegetariana y no me gusta la piña —contestó.
—Penny y yo también somos vegetarianas —le contó—. Que bien tener a otra en el grupo.
Jade sonrió nuevamente y Eliza comenzó a caminar hacia su cuarto. Jade se acercó al cuarto de Penny y tocó la puerta, la chica abrió con una sonrisa.
—¿P-puedo estar contigo?
Penny abrió los ojos con emoción.
—¡Claro!
Penny metió a Jade a su cuarto y cerró la puerta.
—Oye, ¿dónde están los baños? —preguntó Jade, algo tímida.
—Ah, están al final de cada pasillo. Hay tres aquí arriba y uno de visitas abajo —explicó Penny, sentándose en su silla del escritorio.
A Jade le sorprendió lo grande de la casa. Ocho personas tenían sus propios cuartos de un tamaño mediano y si bien, tres baños podían sonar poco para ocho personas, casi ninguna casa debía tener esa cantidad.
Jade se sentó en el borde de la cama de Penny, quedando frente a ella.
Penny sacó de un cajón de su escritorio una tabla con cuadritos de colores y unos símbolos que Jade no reconocía.
—¿Sabes tu ascendente?
—N-no —Jade no sabía qué era eso.
—¿A qué hora naciste?
—A las diez y media.
—¿Mañana o noche?
—Mañana.
—Ah, eres acuario... que ironía —Penny dejó la tabla sobre su escritorio—. ¿Cómo te describirías?
—¿Eso por qué?
—Quiero saber si eres más tú ascendente o tu signo solar... —explicó—. ¿Sabes tu signo lunar?
Jade comenzó a marearse. ¿Por qué había tantos signos para una misma persona?
—No, no lo sé...
Antes de que Penny pudiera seguir hablando del zodiaco, alguien tocó la puerta. Penny se levantó de la silla de golpe y abrió la puerta, encontrándose con Ackerley.
—¿Qué pasa, Acky?
—Te he dicho que no me digas así —no había sonado molesto, solo serio—. Tenía uno de tus paquetes chinos en mi cuarto, llegó el otro día y tuve que recibirlo yo.
Ackerley le entregó un paquete blanco con unas letras chinas en una etiqueta. Jade analizó un poco al chico, dándose cuenta de que era aun más intimidante cuando estaba de pie.
—¡Si! —Penny lo tomó emocionada y luego le dio un beso en la mejilla a Ackerley—. Gracias, bebé.
—Evita decirme así también —pidió, antes de irse.
Ackerley cerró la puerta y Penny volvió a ubicarse en su silla, casi lanzándose sobre ella.
—¿Qué es? —preguntó Jade, intentando entablar un nuevo tema de conversación.
—Uno de los muñecos de BTS —explicó—. Quiero tener toda la colección. Hasta ahora tengo solo a Jimin, Jin y este debería ser RM.
Penny comenzó a abrir el paquete.
—Ah, ¿BTS son esos asiáticos que cantan y bailan?
—¡¿Conoces a BTS?!
Jade imaginó que eso significaba una nueva conversación mareadora.
«Debí haberme quedado callada», pensó Jade cuando Penny comenzó a hablar.
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