Capítulo 19: Penny, Lucy y Javier

Penny estaba sentada en la mesa junto a los demás chicos, respondiendo las preguntas que Eliza le hacía y quizás, diciendo más de lo que le pedían. A Penny le gustaba hablar y no le gustaban los silencios incomodos, por lo que decía cosas sin necesidad de pensar antes.

Todos tenían distintas opiniones respecto a la chica. A Amelie le parecía divertida, pero no graciosa, sino que su forma de ser se podía prestar para bromear; Ackerley quería lanzarle los fideos de su plato encima para ver si cerraba la boca de una vez, aunque imaginaba que un grito de esa chica se oiría hasta China; Eliza sentía algo de pena, la pobrecita no parecía caer en cuanta de lo desagradable que pensaban los demás que era, nunca iba a conseguir compañeros; y Dominic pensaba que era adorable, quería agarrarle los cachetes y abrazarla.

—Bien, Penny, eso ha sido todo. Mañana te llamaré si es que decidimos que te quedes —le dijo Eliza cuando terminó las preguntas.

—Muy bien.

Penny se levantó de su asiento, se despidió de todos, y Eliza la llevó hasta la puerta.

El primero en hablar cuando Penny se había ido, fue Ackerley:

—No.

—¿Cómo qué no? —le preguntó Dominic—. ¿No viste lo adorable que era?

—¿Adorable? —preguntó Amelie—. Debe ser el chiste de su carrera... si no es que universidad completa.

Eliza miró a los mellizos furiosa y se cruzó de brazos.

—Se quedará —dijo, de pronto, Eliza.

Los mellizos la miraron aterrados.

—¿Qué? —preguntaron al unísono.

—Tienen que aprender a ser más tolerantes y a no juzgar así a las personas.

—Suenas cómo mi madre —dijo Amelie.

—Y ustedes como niños de jardín infantil.

Dominic miraba a Eliza enamorado. Le gustaba cuando era seria y mandona.

—La llamaré más tarde, de hecho. Mientras antes venga, mejor.

Ackerley y Amelie se miraron incómodos. Debieron haber mantenido la boca cerrada, después de todo, la dueña de la casa era Eliza.

[...]

Penny se había mudado dos días después, pero no había sido tan terrible como los mellizos habían pensado, de hecho, le daba algo de alegría al ambiente. Debido a que ninguno de los cuatro era tan hablador o simpático, Penny había agregado algo bueno al grupo.

Amelie le estaba enseñando a Penny como jugar League of Leguends en su laptop, cuando Eliza llegó a la casa acompañada de una chica extraña.

—Hola, familia.

Amelie y Penny la miraron con curiosidad. Ambas estaban sentadas en el suelo de la sala, con la laptop en la mesa de centro.

—¿Dónde están Ackerley y Dominic?

—Creo que en sus cuartos.

En ese momento, Dominic bajó las escaleras corriendo.

—Me pareció haber oído la dulce voz de la jefa —bromeó—. ¿Quién es el Hobit? —preguntó, al ver a la extraña.

—¿Cómo me dijiste, desteñido?

La chica extraña pareció bastante molesta con el comentario, por lo que no dudo en devolverle el insulto a Dominic.

—¿Desteñido? ¡Mi pelo es rubio natural!

—Claro que sí, Barbie.

—Al menos podrías decirme Ken.

—Mmm, te pareces más a Barbie.

—Tengo algo que Barbie no, entre las piernas.

Ackerley apareció al oír la discusión que había abajo, encontrándose con Dominic a los pies de la escalera, discutiendo con una chica que no conocía.

—Pruébalo —lo desafió la chica.

Dominic la miró con los ojos entrecerrados por unos segundos y entonces, puso las manos en el borde de sus pantalones para tirarlos hacia abajo. Todos se taparon los ojos con las manos por inercia, menos la extraña, quien quedó boquiabierta por el atrevimiento de Dominic.

—¡Súbete los pantalones!

Dominic le hizo caso a Eliza, pero no dejó de mirar con una sonrisa de superioridad a la otra chica. Solo a él le podía enorgullecer bajarse los pantalones frente a una extraña para demostrar que tenía pene.

—Ya está.

Todos se destaparon los ojos.

—Bien, ya conociste a Dominic —le dijo Eliza, con algo de desagrado—. El de allá es Ackerley, la de pelo de unicornio es Penny y la otra Amelie.

—Un gusto.

—¿Quién es ella? —preguntó Ackerley, bajando las escaleras por completo.

—Ella es Lucy, vivirá con nosotros.

Todos miraron a Eliza confundidos, ¿de dónde había sacado a la tal Lucy? Ninguno había escuchado de ella jamás y tampoco les parecía alguien conocida.

Eliza, como si supiera lo que todos pensaban, decidió explicar:

—Un amigo me la presentó, aun va a la escuela y necesitaba un lugar donde quedarse.

—¿Por qué? —preguntó Dominic.

Lucy lo miró.

—Digamos que tuve unos problemas con mis padres y me echaron de la casa.

—¿Qué hiciste? —insistió Dominic.

—Es una tontería —se adelantó Eliza, con una risa nerviosa.

—Descubrieron mi colección de películas y revistas porno.

Todos miraron a Eliza aterrados.

—¿Meterás una degenerada a esta casa? —le preguntó Dominic.

Lucy rio y Eliza lo miró furiosa.

—Tú metes chicas desconocidas seguido... yo puedo meter a una que conocí recientemente y sé que no es una degenerada.

Dominic no dijo nada, como siempre, Eliza era la que tenía la última palabra cuando se trataba de decisiones en la casa.

Resultó ser que Lucy no era una completa degenerada. Lucy tenía un carácter fuerte, pero era inevitable no verla adorable, ya que su baja estatura, sus mejillas regordetas y su cabello corto la hacían ver como una adorable muñeca.

Dominic no tardó en encariñarse con la chica y Lucy también terminó encariñándose con Dominic, incluso dejaba que le apretara las mejillas de vez en cuando.

[...]

Pronto serían las vacaciones de verano y con eso, todos terminarían un año de universidad, menos Lucy, quien recién terminaría la escuela.

Eliza estaba caminado por los pasillos de su universidad cuando un chico desconocido se le acercó.

—Hola.

—Hola —saludó Eliza, extrañada.

—¿Eres Eliza Williams?

Ella asintió.

—Recuerdo que buscabas compañeros para vivir... ¿aún tienes vacantes?

—Claro, ¿buscas dónde quedarte?

—En realidad, es para el hermanito de un amigo mío, estudiará en esta ciudad y necesita un lugar en el que quedarse —explicó el extraño.

—Bueno, puedes decirle que venga para conocer la casa cuando pueda y le haré una pequeña entrevista para saber si se puede quedar.

—Okey, dame tú número y la dirección.

Eliza le dio los datos al chico y dos días después, el chico que buscaba donde quedarse llegó a la casa.

Todos estaban en la sala, mirando al adorable chico que estaba sentado en uno de los sofás, mientras Eliza estaba en la punta de la mesa de centro, frente a él.

—Así que eres Javier Álvarez... ¿eres latino?

El chico asintió con timidez.

—Nací en México y llegué aquí a los cinco.

Eliza notó de inmediato que el chico debía llevar tiempo en el país, ya que hablaba el idioma a la perfección.

—¿Qué vas a estudiar?

—Gastronomía.

Todos se miraron como si hubieran encontrado una mina de oro. En esa casa se vivía de comidas congeladas, fideos instantáneos y sopas de sobre.

—¿Y sabes cocinar algo? —preguntó Eliza.

—Claro. Sé hacer fideos, arroz... —nada increíble—, carne asada, pollo al jugo, pavo relleno, hamburguesas vegetarianas, pie de limón, kuchen de todas las frutas, queques, sopas... y muchas cosas más.

Todos lo miraron con los ojos brillantes.

—Bienvenido —le dijo Eliza estrechando su mano.

Javier la miró extrañado.

—¿No hay más preguntas?

—No, no serán necesarias.

Javier le dio la mano y cerraron el trato.

—Hay algo que debo decirles antes... —Javier estaba algo asustado.

—Claro, dilo.

—Bueno, según yo no es importante, pero prefiero decirlo antes de crear un problema —tomó aire—. Soy gay.

Todos lo miraron para nada sorprendidos.

—Yo también —le dijo Amelie con emoción.

—¿No les molesta?

—Claro que no —le dijo Eliza—. Aquí no se juzga a nadie por orientación sexual, identidad de género, edad o por tener una colección de pornografía.

Lucy tomó un cojín del sofá y golpeo a Eliza con él.

—Quiero aclarar que es completamente legal.

Javier rio divertido, sabía que le gustaría vivir ahí.

[...]

Con el tiempo, los siete chicos se comenzaron a volver grandes amigos y aprendieron a conocerse. Todos habían notado que eran un grupo de amigos bastante particular, pero eso era lo que los diferenciaba de los otros grupos de amigos.

Ya los mellizos se habían acostumbrado a Penny, de hecho, Amelie disfrutaba pasar tiempo con ella, y, aunque a Ackerley le ponía algo nervioso la presencia de la chica, la había aprendido a apreciar.

Javier se había ganado a todo el mundo desde el primer día que había cocinado un platillo y el chico era tan amable que no dudaba en consentir a sus amigos con postres o sus comidas favoritas.

Dominic ya sentía a todos como parte de su familia y los protegía como a sus hermanos, en especial a Lucy, quien era considerablemente más pequeña y se veía como la bebé de la casa, mientras Eliza había tomado el rol de jefa o madre del grupo.

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