Habían pasado tres semanas desde que habían ido al parque a espiar a Mark. Jade lo había ignorado casi por completo, no respondía sus mensajes más que con monosílabos y no respondía sus llamadas, lo que obviamente a Mark le parecía extraño.

Si bien, Mark había estado insistiendo en que le dijera que le sucedía, llegó un punto en el que decidió no intentar más, lo que solo la hizo sentir peor. Era obvio que Mark ya no la quería, pues alguien que realmente la hubiera querido, la hubiera buscado en todas partes, incluso hubiera aparecido por la casa.

Lamentablemente, Jade ya no podría seguir ignorándolo, ni siendo cortante, pues iría a la universidad ese día.

Javier, Amelie, Eliza, Dominic y Ackerley ya había entrado unos días atrás, solo faltaban Penny, Lucy y Jade.

Casi todos iban a distintas universidades, Dominic y Ackerley eran los únicos que topaban, pero al estudiar distintas carreras, no se veían muy seguido.

Jade estaba lista para irse, por lo que bajó la escalera y se encontró a los demás abajo.

—¿Te llevo? —le preguntó Eliza—. Domi y Ack también irán conmigo.

Ackerley bufó ante el apodo, pero no reclamó.

—Está bien.

Eliza miró a Lucy y a Penny.

—Cuando llegue, espero no haya ningún desastre.

—Dices eso todos los días —reclamó Lucy—. No porque no lo digas va a suceder algo.

Eliza no estaba tan segura de eso, prefería asegurarse.

—Bien, vamos.

Dominic y Jade se sentaron atrás, mientras Eliza conducía y Ackerley iba a su lado. Al llegar frente a la universidad de Jade, Eliza detuvo el auto y la chica bajó.

—Adiós —se despidió.

Todos se despidieron y rápidamente se marcharon.

La gente alrededor miraba a Jade como si fuera un bicho raro, cosa que nunca habían hecho antes. Ella era muy tranquila y solía pasar desapercibida, ¿qué sucedía en ese momento?

Jade se adentró en la universidad hasta que se topó con sus dos amigas y su amigo.

—¡Hola, chicos!

Los tres corrieron a ella mirándola con preocupación.

—¿Es cierto? —preguntó su amigo.

—¿Qué cosa?

—¿Vives en la "casa de los universitarios locos"?

Jade miró a su amiga sin comprender.

—¿La casa de qué?

—De los universitarios locos.

Jade nunca había escuchado sobre esa casa y aun no tenía claridad de a que se estaban refiriendo sus amigos.

—Son el grupo de universitarios que viven en una casa comunitaria y son muy raros —explicó su otra amiga.

—A-ah, bueno, yo les dije que me había mudado a una casa comunitaria con otros chicos.

—¡Sí, pero no esa!

—¿Qué tiene de malo?

—Empecemos porque hay un chico llamado Ack... Ack...

—Ackerley. Su nombre es Ackerley —le dijo Jade a su amigo—. Es un nombre distinto, no tiene nada de malo.

No creía que tener un nombre distinto y algo complejo fuera algo malo. Ni siquiera era culpa del mismo Ackerley llamarse así, había sido de sus padres.

—¿Sabes que paso con el ultimo chico que intentó entrar a esa casa? —preguntó una de sus amigas.

Eso le interesó a Jade. Antes de todo el problema con Mark, ella estaba decidida a preguntar si alguien más había vivido en esa casa.

—¿Qué pasó?

—Dicen que enloqueció y saltó por una ventana.

Jade no pudo evitar reír. Era una casa, no un manicomio, y si bien, todos eran un poco extraños e irritantes algunas veces, Jade no creía que pudieran llevar a alguien a tal locura que lo obligara a lanzarse por una ventana.

Sus amigos la miraron serios, la historia que le contaron no era una broma.

Jade recuperó la compostura y preguntó:

—¿Y quién es ese chico?

—Nadie sabe... al menos no ahora.

¿Cómo nadie podía saber quién era el que había vivido en esa casa? Ese rumor debió correr por todas las universidades e institutos donde había un integrante de la casa, pero nadie conocía el nombre del sujeto principal. Jade no podía comprenderlo.

—Oye —una de sus amigas la miró con una sonrisa picarona—. Mark viene por ahí.

«Oh, no, Mark».

Jade corrió hacia el otro lado hasta que chocó con alguien y cayó al suelo, llamando la atención de todos los que caminaban por el gran pasillo.

—¿Penny? —preguntó Jade, tirada en el suelo.

Penny se sobaba la frente.

—Hola... olvidaste tu celular en casa y vine a traértelo.

La gente alrededor comenzó a cuchichear, por lo que Jade se levantó rápidamente y tomó a Penny de la muñeca para salir de ahí.

Afuera, Penny la miró extrañada.

—¿Qué te sucede?

—¿Cómo llegaste tan rápido?

—El conductor del autobús conducía como desquiciado —Penny rio divertida—. Fue toda una aventura.

Jade se quedó en silencio. Se podía decir que Penny era una de sus mejores amigas en la casa y como hablaba sin control, imaginó que respondería su pregunta.

—Oye, Penny.

—¿Qué pasa?

—¿Qué sucedió con la persona que ocupaba mi cuarto antes de que yo llegara?

Penny miró nerviosa de lado a lado.

—Eh... no tengo permitido hablar de eso.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Lo siento, tengo que irme.

Jade intentó agarrar a Penny para llevarla de vuelta a donde estaba, pero la chica salió casi corriendo por la acera.

¿Qué cosa tan terrible había podido pasar para que le tuvieran a Penny prohibido comentarlo?

[...]

Ackerley llegó a casa antes de almuerzo. La casa parecía vacía, no todos tenían el mismo horario, por lo que a veces sucedía que solo llegaba uno a la casa antes del almuerzo.

Ackerley no entendía porque ni Lucy, ni Penny estaban ahí, pero imaginó que habían salido a algún lado.

De pronto, Penny salió de la cocina con un sartén en la mano. Estaba apuntó de golpear a Ackerley hasta que cayó en cuenta de que era él.

—¡Acky!

Ackerley la miró asustado.

—¿Qué hacías?

—Sabes que me pone nerviosa quedarme sola en casa —explicó.

De por sí, a Penny no le gustaba estar sola, pero era aun peor en esa casa tan grande.

—¿Y Lucy?

—Dijo que fue a comprar unas cosas para sus clases.

Penny dejó la sartén en su lugar y fue con Ackerley, quien estaba subiendo las escaleras.

—¿Qué harás? —preguntó Penny.

—Nada.

—¿Vas a almorzar?

—Tal vez.

—¿Quieres que comamos juntos?

Ackerley estaba a punto de decir que no, cuando vio los brillantes ojos de Penny llenos de ilusión.

—Puede ser —se limitó a responder.

Si hubiera sido alguien más, quizás hubiera sido sincero, pero con Penny no podía ser tan cruel y duro. Él sabía lo muy sensible que era ella y no quería hacerla llorar o simplemente lastimarla.

—¿Y si salimos a comer algo?

Oh, no. Ackerley no saldría de la casa a comer solo con una conocida, menos si esa conocida era Penny.

—No.

—¿Por qué no?

—Sabes que odio salir en verano.

Ackerley se metió a su cuarto, pero Penny lo siguió hasta adentro.

—¿Podemos salir a comer un día en invierno entonces?

—No.

Penny se sentó en la cama de Ackerley y lo quedó mirando con una sonrisa, provocando que el chico se pusiera nervioso.

—¿Por qué sigues aquí?

—No me iré hasta que me digas que un día saldrás a comer conmigo. Yo invitaré y no hablaré de coreanos.

—¿Y animé?

—Tampoco.

Ackerley lo pensó, sonaba a que Penny quería salir con él a toda costa, ¿pero por qué?

—¿Cuál es la necesidad de salir conmigo ahora?

—Caí en cuenta de que tú eres el único de la casa que jamás ha pasado a tiempo solas de calidad conmigo —no era del todo una mentira, pero no era la principal razón por la que Penny quería salir con él.

Ackerley comenzó a pensar en todos los demás. Javier era el mejor amigo de Penny ahí, Lucy y ella pasaban tiempo a solas seguido, Dominic y ella solían salir al cine, Penny acompañaba a Eliza a hacer las compras de la casa todos los meses, con Amelie jugaban de vez en cuando y con Jade, a pesar de ser nueva, había hablado más que con él.

—No necesitamos tiempo de calidad a solas... sabes que no suelo hablar mucho con nadie más que Amelie.

—¡Consolaste a Jade la otra vez!

—Eso ya fue hace más de tres semanas... y Dominic me forzó, yo no quería —aclaró.

Si Dominic no hubiera estado ahí, Ackerley hubiera dejado a Jade llorando a solas, sin darle mucha importancia. Él no era bueno consolando, por lo que hubiera sido mejor para Jade quedarse sola.

Penny suspiró deprimida.

—Solo quería que fuéramos más cercanos —dijo, bajando de la cama decepcionada.

La chica salió del cuarto sin despedirse y Ackerley pudo sentir cuando Penny se encerró en su cuarto y puso el pestillo.

«En algún momento deberá bajar a comer», pensó Ackerley, dándole poca importancia.