Primer documento privado de Oswald

Hoy conocí a una joven de quince años, cabello oscuro y hermosos ojos azules. Lucía impasible, aunque su mirada reflejaba nerviosismo, junto a ella estaba su madre y debo admitir, la belleza la heredó de aquella mujer.

Me dijo que su nombre era Amely, estaba demasiado delgada y tenía dos nudillos de la mano derecha magullados. Inmediatamente, pensé en Anorexia y Bulimia, se presentaban bastantes casos y eran tratados cuando estaban llegando al punto de no retorno.

Pero, no era lo único preocupante, tenía el cuerpo llenó de morados, algunos verdosos y otros llegando al negro. Su mirada saltaba de un lugar para el otro, como si desconfiara de todo y de todos. Aquellas eran señales de maltrato, y no por nada, mis ojos se dirigieron a la madre.

Igual que la hija, era menuda y se veía terriblemente preocupada, ambas compartían espesas ojeras bajo los ojos y su semblante demacrado las hacía lucir como esqueletos, los huesos tirantes contra la piel.

Las personas son impredecibles, y de los demás, conocemos solo lo que vemos. La mente humana es compleja, por suerte, los pensamientos son privados, es imposible imaginar un mundo sin secretos y misticismo. ¿Quién sabe cuántas cosas malas piensan de ti los demás? Incluso, puedo apostar porque todos nos hemos llegado a avergonzar de algún pensamiento impropio que cruza nuestra mente.

No obstante, en algunas personas estos pensamientos son peligrosos y sanguinarios, conocidos como psicópatas y repudiados por el mundo. Están mentalmente desorientados, sufren de psicosis, paranoia, esquizofrenia y demás enfermedades mentales.

Aunque, por suerte, contrario a los antiguos métodos arcaicos como la lobotomía y la terapia de electrochoque, hoy en día existen otras maneras que no degrada ni deshumaniza a las personas, para mí, aquellos tratos eran inhumanos.

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