Mejor amiga
En cuanto Amely llegó a la escuela sus compañeras la miraron de los pies a la cabeza, seguramente evaluando sus descompuestas facciones y desprolijo uniforme. La noche anterior no se había molestado en planchar ni la blusa ni la falda, por ende, hoy sería una desgarbada chica llena de arrugas en sus prendas.
No le importó, tampoco recordaba por qué no lo había organizado cuando normalmente no lo olvidaba y disfrutaba de andar bien organizada.
Se sentó en su puesto designado, faltaban cinco minutos para que sonara la campana que marcaba la primera clase del día. Le dolía la cabeza y lo único que quería hacer era acostarse sobre el pupitre y echarse una buena siesta.
— Amely — habló una voz tras ella.
Como tenía los nervios de punta se sentó erguida de inmediato, sus extremidades tensándose y el miedo entrando lentamente en su sistema nervioso. Se giró con deliberada lentitud en el asiento.
— ¿Te pasa algo? Te ves horrible — una pregunta acompañada de una afirmación. Aunque Amely esperaba una proyección de esas espantosas muñecas, la única persona sentada tras ella era su mejor amiga.
— No dormí en absoluto — contestó imaginando su semblante, debía tener los ojos hinchados y enrojecidos, como si hubiera pasado horas llorando, espesas ojeras y los labios agrietados y pálidos. No era una imagen de buena salud.
Miriam, su amiga, la miró desconcertada y no creía las palabras de Amely. Ella jamás lucía así, nunca había mencionado problemas para dormir y normalmente, si se encontraba demasiado mal, faltaba a clases y luego traía una excusa médica.
Algo normal.
Está vez parecía completamente diferente, algo en su mirada le decía a Miriam que ella estaba espantada y terriblemente confundida. Pero Miriam lo dejó estar, en su lugar, le ofreció a Amely un poco del jugo de naranja que su madre la había mandado para la merienda.
— ¡NO! — vociferó ella, atrayendo las miras de todas sus compañeras. Asistían a un colegio femenino donde los chismes se regaban con la peste negra en el siglo XIV, todas se fijaban en lo que las demás hacían y nada pasaba desapercibido. Para Miriam, la mayoría eran unas arpías.
Y en este momento, su mejor amiga le respondió con grosería, su mirada era psicótica y tenía los labios curvados, en una mueca de ira que le retorcía las bellas facciones, haciéndola lucir como una maníaca.
— ¡Lo siento! ¡Lo siento! — se disculpó, las lágrimas agrupándose en su mirada azulada, más específicamente, color índigo — No sé qué me ocurre, está mañana me levanté con el pie izquierdo.
Miriam asintió sin creerle en lo mas mínimo, se conocían desde los seis años y está chica ante ella estaba lejos de ser la Amely que conocía. Nunca, en todos esos años, le había respondido así.
Para los que quieran dedicación, me fijo en los comentarios :D Gracias por leer.
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