Fue una advertencia
Al terminar el día, Amely solo quería llegar a casa para dormir un bueno rato, estaba exhausta y eso le complico cada clase, los maestros se habían quedado mirándola cuando no respondía sus preguntas, incrédulos y evidentemente decepcionados.
Todo aquello debido a esa horrorosa pesadilla de la noche anterior, aquellas cinco muñecas la habían dejado traumatizada y fuera de sí. El bus escolar la dejó frente a su casa, nisiquiera se había despedido de Miriam al terminar las clases, era una pésima amiga y el día de hoy, no podía reconocerse.
Amely se sirvió el almuerzo, estaba sola en casa, de nuevo, su hermano no estaba por ningún lado y su madre debía estar en un turno en el hospital. Jason, su hermano, era estudiante de alguna ingeniería, Amely nunca recordaba el nombre, y pasaba la mayoría de sus días en la universidad y el resto de su tiempo con sus amigos.
Físicamente era igual a Amely, de cabello oscuro y profundos ojos azules, piel pálida y de peso corporal estable. Ninguno de los dos había sido gordo jamás, pero tampoco andaban en los huesos, tenía simplemente una contextura normal y su madre los obligaba a comer saludablemente pero sin ser excesivos, todos los excesos son malos. Jason era emocionalmente retraído, no se fijaba en la relaciones románticas pero si que le daba tiempo a sus amistades, casi no pasaba tiempo con Eliana y Amely, aunque de niños solía jugar y proteger mucho a su hermanita.
Amely tomó la comida y subió a su habitación, sacó los cuadernos de la mochila y se dispuso a adelantar algunos trabajos, después de eso, dormiría un rato en su cama para recuperarse de aquel agobiante día.
Tomaba bocado tras bocado mientras escribía e investigaba en su computadora, haciendo los deberes. El día de hoy, el almuerzo consistía en pollo, unas cuantas verduras y arroz. Y aunque Amely no había tenido apetito en todo el día, se obligó a comer, sintiendo las porciones bajar por su garganta y asentarse en su sensible estomago.
De repente, quería vomitar.
Un sonido se escuchó del otro lado de la habitación, con el corazón apunto de salirse del pecho, Amely se giró en busca de la procedencia. Más no vio nada, su habitación estaba vacía pero su sexto sentido le decía que estaba siendo observada y aquello le ponía los nervios de punta.
Otro sonido.
Esta vez provenía del baño, Amely se levantó con un impulso de valentía, en lugar de salir corriendo como quería hacer y caminó hacia el baño. El espejo estaba empañado, gotas surcaban la superficie y ante la sorprendida mirada de la joven, palabras aparecieron, como si alguien la escribiera con el dedo indice.
«No debes comer»
Desaparecieron y siguió una desagradable advertencia.
«Te estamos vigilando»
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