Capítulo XV
Al llegar la mañana, seguí a Moly hasta la salida del pueblo, en donde una bestia pantera nos esperaba en su carreta. Se veía orgulloso por su nueva adquisición. Nos hizo una seña con la mano en cuanto nos vio.
—Gracias por esperarnos, Gandar —dijo Moly
—Siempre es un placer ayudar a compañeros viajeros —dijo con una sonrisa amistosa —. Vamos, pónganse cómodos. Solo falta...
—¡Papá!
Volteé a ver mientras Moly subía a la carreta.
Había visto a ese niño cuando llegamos al pueblo. El que me miraba con curiosidad mientras esperaba a Moly.
—¡Date prisa, ya nos vamos!
En el camino, me di cuenta de que el cachorro no dejaba de verme a ratos mientras permanecía sentado junto a su padre en el frente.
Me sentía extraño de que me vieran con tanta curiosidad. Ya me había acostumbrado a los cachorros en casa, pero esto era nuevo. Ellos eran nuevos.
—Te acostumbrarás —dijo Moly.
No supe qué decir, así que solo asentí en silencio y desvié la mirada hacia la ruta antes de que me quedara como un idiota mirándola.
No estaba seguro de cuánto tiempo estaríamos viajando con ellos, pero el silencio era algo que me comenzaba a parecer incómodo.
Vi que el niño no dejaba de verme y me armé de valor para hacerlo.
—¿Qué edad tienes?
Sentí la mirada de Moly sobre mi y me pregunté si había algo de malo con que le hablara al cachorro.
Por su parte, el cachorro miró a su padre y este solo acarició su cabeza antes de que solo se acomodara de rodillas en su asiento.
—Siete —respondió levantando sus garritas.
—Siete años, ya eres grande como para viajar con tu padre.
Mis palabras parecieron encantarle al cachorro, ya que me pareció ver que su rostro se iluminaba con su sonrisa.
—¡Es lo que le dije a papá y a mamá! —su voz aumentó en entusiasmo —¡Ninguno creían que aguantaría el viaje a pie y sí que pude!
—Me pediste que te cargara varias veces en el camino.
—¡Pero me dijiste que no y tuve que caminar! ¡Así que sí aguanté el viaje caminando! ¡Fuiste muy malo conmigo!
—¡Ja, ja, ja! —el padre del cachorro comenzó a reír a carcajadas —. Ay hijo, no hay quién pueda discutir contigo.
—¡Eso es porque nadie puede ganarme en nada! ¡Y cuando crezca, seré el mejor comerciante que exista!
—Ya lo creo, hijo.
Ver que ese cachorro tenía sueños y metas me hizo sentir extraño. Al menos para mí, eso nunca fue una opción. No tenía permitido tener sueños ni aspiraciones.
—Y cuando sea un poco mas grande, papá me enseñará a manejar la carreta y lo ayudaré en el trabajo.
—No si no aprendes a leer bien y a sacar cuentas.
Alegría, inocencia y esperanzas, era todo lo que podía ver en ese pequeño que no dejaba de hablar y hacernos reír hasta que en algún momento se cansó y acabó dormido en su asiento mientras apoyaba la cabeza en el regazo de su padre.
—Se ve que es muy enérgico —dijo Moly luego haber estado casi todo el tiempo en silencio.
—Sí, bueno... le gusta mucho estar fuera de casa y conocer nuevos lugares. No es de tener muchos amigos y debo decir que me sorprendió un poco el que te tuviera tanta confianza.
—Es un buen niño —dije sin pensar. Era la verdad.
—Sí que lo es —respondió acariciando la cabeza de su hijo y dedicándole una sonrisa algo triste —. ¿Sabes? Si algún día tienen un cachorro...
—Ah, no estamos juntos —dijo Moly de inmediato.
—Solo viajamos juntos. Apenas nos conocemos y...
La risa de la pantera nos hizo callar. Estaba seguro de que tanto Moly como yo nos sentíamos avergonzados por la suposición que él hizo.
—Discúlpenme. Lo que quería decir es, que cuando tienes un cachorro después de vivir tantas cosas, lo único que quieres es que sea feliz y que viva como quiere. Que nadie le ponga las manos encima y lo haga sentir menos que alguien más.
Entendía a lo que se refería; sujetó las riendas con una mano y nos enseñó una marca en su muñeca, la cual pasaba desapercibida por los brazaletes que la cubrían.
Aquellas marcas eran iguales a las que yo tenía en mis muñecas, y no pude evitar cubrirlas de alguna forma.
—También usé esas cosas por mucho tiempo. Fui un esclavo hasta que pude pagar las deudas que el tratamiento de mi padre había dejado luego de que muriera.
Moly y yo escuchamos con atención su historia.
Él y sus padres vivían en un campo en donde la vida no era nada fácil. Él y su madre se ocupaban de trabajar la tierra mientras su padre iba al pueblo como comerciante de cultivos y madera. Claro que no era algo que les hiciera ganar mucho dinero, pero era lo suficiente como para mantenerse a flote.
Pero hubo un día en el que cayó una tormenta que los hizo perder la mitad de los cultivos que tenían próximos a cosechar.
—Fue una temporada difícil para nuestra familia, pero mi padre siempre trataba de restarle importancia a las cosas para evitar que mi madre se preocupara.
Por semanas, el padre de Gandar trabajó desde el amanecer hasta el anochecer en el pueblo, ganando miseria que los humanos que pedían su servicio le daban.
Gandar lo vio debilitarse con el tiempo. La escasez de comida y la falta de descanso hicieron que su salud decayera hasta no poder levantarse.
—Mi madre y yo sabíamos que la situación era grave. Si mi padre llegaba a morir, estaríamos en graves problemas. Sobre todo porque yo aun no tenía la edad para ocupar su lugar. Y mi padre no quería que llamaramos a un medico porque eso solo nos haría gastar el poco dinero que nos quedaba.
—No le hiciste caso —dije en un tono audible.
—Claro que no. No estaba dispuesto a ver que mi padre muriera por su orgullo. Él no quería que cayeramos en la desesperación para salvarlo. Pero yo ya me había decidido, y cuando regresé por la tarde a casa con el médico, este lo atendió, le dio las medicinas necesarias y luego salió de la casa sin decir nada sobre dinero.
—¿Cómo lo pagaste?
No respondió a mi pregunta con palabras. Solo levantó su brazo izquierdo para volver a mostrarme la marca en su muñeca.
Lejos que estar furioso, su padre se levantó de la cama para aferrarse a su hijo luego de verlo entrar con un par de grilletes en sus muñecas y decirle el trato que había hecho con el hombre. Dijo que le había rogado deshacer el acuerdo y que no valía la pena perder su libertad por querer ayudarlo. Al final no lo pudo convencer de que no importaba nada en tanto él estuviera bien.
—El médico ese era costoso. Hice un trato de diez años para que ayudara a mi familia —lo vimos bajar la cabeza —. Pero debí saber que no podía confiar en sujetos como él porque la paga era una miseria. Me llevó a su casa y me dejó a merced de los demás trabajadores, quienes claramente me dejaron todas sus tareas y me trataban horrible si no lograba acabarlas rápido.
—¿Qué pasó con tus padres?
—Mi padre mejoró con la medicina, pero murió unos ocho meses después. Mi madre dijo que había mejorado, pero que no se pudo recuperar por saber lo que pasaba conmigo. En pocas palabras, mi padre murió por intentar ayudarlo. Y cuatro años después, mi madre también murió debido al cansancio y a una enfermedad que atacó su corazón.
No sabía qué decirle, estaba seguro de que habría sido ridículo de mi parte decirle que lo sentía.
—Cuando saldé mi deuda con el hombre, regresé a casa y la restauré para volverla mi hogar —rascó su cabeza y rio por lo bajo —. No me arrepiento de todo lo que hice por mi familia aunque no haya salido como esperaba. Si no lo hubiera hecho, habría dejado que mi padre muriera frente a nosotros, y que mi madre tuviera que recurrir a medidas desesperadas para sacarnos a flote.
—Entiendo...
—Cuando conocí Gianni, tuve miedo de no poder darle lo que se merecía, pero me aceptó, al poco tiempo nos casamos y tres años después nació Hialti. Y en ese momento, me prometí que no dejaría que nadie pusiera una sola mano sobre mi hijo. Que me partiría el lomo para que no le faltara nada y pueda hacer lo que él quiera con su vida.
—No lo haces nada mal, ¿sabes? —dijo Moly —. Hay bestias que no son capaces de levantarse de nuevo y prefieren quedarse con sus amos por miedo a no saber como regresar al punto de inicio.
Yo era una de esas bestias. Tenía miedo del mundo que me rodeaba. No sabía ni siquiera cuál era mi punto de inicio porque crecí en casa del amo Reginald.
Me preguntaba si en algún momento yo podría llegar a hacer lo mismo que Gandar.
—Oigan, no falta mucho para para llegar a mi casa. ¿Qué tal si se quedan con nosotros? Además, por lo visto habrá lluvia pronto.
—Te lo agradecería
Poco después, Hialti despertó y miró hacia ambos lados.
—¿Ya estamos llegando?
—Así es, hijo.
—Tengo hambre.
—Aguanta un poco, mamá sabe que llegaremos hoy a casa. Debe estarnos esperando con la cena.
—¿Vas a quedarte con nosotros? —preguntó dirigiéndose específicamente a mí.
—Yo... bueno...
—Así es Hialti —respondió Moly —. Nos quedaremos hasta que la lluvia pasé. No debería ser más allá de un día, tampoco quisiéramos molestar.
—Para nada. Son bienvenidos cuando quieran.
—Te lo agradezco.
—¡Mira! ¡Ahí está mamá! ¡Mamá! ¡Mami!
La bestia se detuvo a lo lejos mientras unas cuantas ovejas comenzaron a pastar.
Dos días fuera de casa y tenía claro que todos teníamos realidades diferentes, y que dependía de nosotros tener un mejor futuro.
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