Sonata para un cachorro


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El colegio no era del todo malo, en realidad, Daeron estaba muy encantado con todas sus clases porque escuchaba y aprendía cosas que hacían volar su imaginación. Sus compañeros, por otro lado, ofrecían un poco menos de atracción para él. Había Omegas muy educados, que eran buenos hacia su persona, otros lo ignoraban y un grupo más estaba empeñado en hacerle la vida imposible, motivo por el cual Tessarion los tenía entre ceja y ceja. Pero no le importaba en realidad, porque en general estaba pasándola muy bien, la principal razón eran las visitas nocturnas de Joffrey, como sus regalitos que le dejaba a escondidas en un muro o debajo de alguna estatua, incluyendo los pastelitos.

Hasta el incidente con la tienda de Helaena, ellos habían podido regresar los fines de semana a la Casa de la Alegría, Daeron cual cachorro todavía contándole santo y seña a Forja mientras este le cocinaba sus platillos favoritos, escuchando con una sonrisa todas sus tiernas aventuras de estudiante. Pero luego del incendio, Lord Hightower ya no quiso tenerlo ahí, era demasiado arriesgado, así que dejaron de momento la casa para ir con los Stark, un refugio donde estarían mejor protegidos. Holt también fue con ellos, algo que al menos le consoló, entristecido por ya no vivir en ese sitio donde habían pasado tan buenos momentos.

Luego vino lo de Aegon, quien los visitó con los Stark después de su aparatosa entrada en el palacio de Westeros reclamando la herencia Targaryen nada más por el mero gusto de hacer enojar a su tío Daemon, o eso fue lo que entendió mientras lo escuchaba en la salita con todos reunidos, él sentado a un lado de su hermano mayor quien lucía diferente, mucho más animado que otros días. Igual y tenía que ver que oliera ligeramente a un Alfa, nada menos que el príncipe Jacaerys Velaryon, no quiso ser entrometido con eso, verlo así de sonriente fue suficiente para estar a gusto.

—¿Cómo estás, Daeron? ¿El colegio te trata bien?

—Sí, me gusta mucho.

—Me alegra, tú en ese lugar estás bien protegido.

—Nos vigilan todo el tiempo, no creo que ahí entre alguien.

—De todas formas, informaré al rector para que tome medidas —comentó Gwayne.

—¿Aegon?

—¿Sí?

—Si fuiste al palacio... ¿lo viste?

Todos se quedaron callados, mirando a su hermano quien apretó sus labios como si hubiera probado un limón agrio, antes de reír un poco, palmeando su cabeza.

—Lo vi.

—Oh.

—¿Quieres verlo? Según el Lannister ese, podemos visitar a padre cuando queramos.

—Um, no sé.

—Sería recomendable —su tío asintió— Es algo que necesitan hacer todos.

—Yo... am... —Daeron se relamió sus labios— No sé...

Todos lo estaban mirando ahora y eso de poder ver a Lord Targaryen se combinó en una opresión fea en su pecho que rozó sus ojos, bajando su cabeza con sus manos jugando con los lindos listones de su vestido. Aegon sonrió, tirando de su brazo para que se levantara y se sentara en su regazo como siempre lo hacía cada vez que él estaba triste o temeroso, ambas cosas las estaba sintiendo y una lágrima fugitiva escapó de uno de sus ojos, limpiándola aprisa.

—Entiendo, hermanito, esto no es nada fácil, pero ¿te digo un secreto? Te hará muy bien, a mí me sirvió mucho y mira que era el que menos quería hablarle —su hermano picó su mejilla— Padre en realidad es más como un muñeco...

—Aegon —Helaena negó apenas.

—No va a decirte o hacer nada, así que puedes expresarte como quieras, es algo más para ti que para él.

—Bueno.

—Ese es mi hermanito valiente.

Hubiera querido preguntarle a Aemond, pero este andaba ocupadísimo con los asuntos de su boda y luego topándose con el tío Daemon, haciéndole un bonito recuerdo en la cara. Solo Aemond era capaz de algo así, no dudó que estuviera muy enojado por todo, más con el incendio en la tienda de su hermana, hasta él estaba enfadado. Lord Hightower fue quien lo llevó al palacio de Westeros para que visitara a su padre, escoltados por Forja y Tessarion. Todo el camino, no soltó la mano de su tío, apretándola cada vez más conforme se acercaron hasta la recámara cuyo aroma no le gustó porque le recordó al que solía haber en los funerales.

—¿Quieres que me quede?

—Um, puedo hacerlo.

—Bien, estaremos afuera por si nos necesitas.

—Gracias.

Siempre había pensado en muchos escenarios sobre el improbable encuentro con su padre, nunca se imaginó que sería así, con este tumbado en esa cama como si estuviera durmiendo, enfermo, rodeado de sombras y mucha soledad. Daeron se acercó, sentándose en la orilla de la cama, observándolo largo rato en silencio. Sus ojos fueron a una de esas manos arrugadas no tanto por la edad sino por la enfermedad, tomándola para verla de cerca entre las suyas enguantadas y más pequeñas, finas. Un pequeño puchero apareció en su rostro, parpadeando de pronto porque quiso llorar. Eran las manos que siempre soñó le acariciarían y protegerían, pero que nunca llegaron a casa.

—Padre... —Daeron sorbió su nariz— Soy Daeron... no sé si me recuerdes, soy el más pequeño de todos, de mamá Alicent. La verdad es que no tengo nada qué decir, estuve pensando toda la noche y no encontré algo, me di cuenta de la razón y se debe a nuestra lejanía. ¿Qué puedes decirle a un extraño?

Dejó la mano en su lugar, levantando la mirada para ver ese rostro cansado, algo amarillento. Nadie le había dicho de qué estaba enfermo Lord Targaryen, pero él era lo suficientemente astuto para atar cabos y saber la causa, tampoco era muy difícil. El cachorro apretó sus labios, limpiando sus mejillas de las lágrimas.

—Quisiera enojarme, gritarte un montón de cosas feas, que te duelan como a mí me dolieron todos esos años que estuvimos solitos. Y luego no puedo, Aemond siempre me ha dicho que soy el más inteligente de todos, que puedo entender más rápido que los demás y veo lo que al resto se le pasa desapercibido. Si él lo dice debe ser porque Aemond nunca te halaga a menos de estar convencido y eso no pasa tan seguido —Daeron apretó una sonrisa— Mamá... y tú... enfermaron porque estaban distantes ¿verdad? Una pareja que tiene un vínculo muy fuerte sufre demasiado cuando se alejan.

Se llevó sus manos al rostro, tallando sus ojos porque de nuevo vinieron más lágrimas con más premura, tomándose su tiempo para calmarse.

—Ella ya sabía ¿no? Tú le dijiste que el tío Daemon nos quería bien muertos y decidieron separarse para salvarnos. Era mejor que pasáramos por cachorros despreciados a que un día te entregaran nuestros cuerpos sin vida si acaso corrías con esa suerte. Por eso hiciste ese testamento nombrándonos príncipes, para que tu hermano no pudiera tomar lo que no le pertenecía, un último regalo con qué protegernos. Fue una decisión muy horrible y la verdad la pasamos mal esos años, siempre creyendo que jamás nos amaste. Llegué a envidiar a niños de la calle cuando trabajé en la imprenta porque tenían más cariño que nosotros, de verdad que vivimos algo cruel aunque fuese por nuestro bien.

Daeron se quedó callado, torciendo un poco su boca, sus ojos permanecían húmedos, temblorosos. Observó el rosto de Lord Targaryen, como deseando una reacción de su parte, luego dejando caer sus hombros al darse cuenta de que eso no iba a suceder, pero al menos estaba diciendo lo que tenía tanto tiempo guardado en su corazón.

—Tengo miedo, padre, de muchas cosas, pero más de que algo les suceda a mis hermanos. Que me quede solito o me hagan cosas malas. Esto se ha puesto muy difícil, no sé si lo contemplaste en tu plan, igual y no. Mis hermanos son muy fuertes, pero se me hace injusto que peleen así, luego de recibir tantas heridas uno termina cansado, sin ganas de nada. Hubiera sido lindo que nos dejaras otra cosa, como algo que hablara por ti, que nos asegurara cuánto nos querías o pensabas en nosotros. Creo que al final sí tenía algo por decir.

El cachorro se acercó, inclinándose para susurrar a ese Alfa como si fuese un sacerdote con quien estaba confesándose.

—¿Te cuento algo? Siempre me imaginaba que yo era un rey, jugaba a eso en Oldtown, gobernaba sobre mis juguetes igual que los grandes monarcas antiguos, con sabiduría, pero sobre todo, siendo justo y amoroso. Nadie en mi reino sufriría, ni tampoco sería despreciado por ser Omega... o ser un hijo abandonado. Y pelearía por todos por igual. Ya lo sé, un sueño muy tonto porque solo soy un mocoso ingenuo que no tuvo padre para enseñarle que esas cosas no se hacen realidad —unas lágrimas cayeron sobre las sábanas y bata de Lord Targaryen— Lo siento, padre, soy demasiado soñador, ya lo ves... creo que es todo. Ya no te molestaré, adiós, padre.

En un mero impulso, Daeron besó la mejilla de su padre, alejándose de inmediato limpiando su rostro antes de salir de la recámara. Se abrazó a Forja, quien palmeó su espalda, a punto de decirle algo cuando la princesa Rhaenyra apareció. Lord Hightower de inmediato se interpuso entre él y su media hermana, su aroma cambió a uno más agresivo, protector. Tessarion hizo lo mismo, pegándose a ellos con su mano metiéndose en su bolsillo donde guardaba su cuchillo.

—No he venido aquí a pelear —aclaró ella— Quisiera hablar, Lord Hightower.

—¿Sobre qué, Alteza?

—Están en peligro.

—Bueno, no sería así de haber tenido el respaldo de su hermana mayor.

Rhaenyra suspiró, sus ojos buscando a Daeron quien se escondió en los brazos de Forja.

—Estoy ofreciendo ayuda.

—¿Ayuda? —Gwayne pareció morderse su lengua por aguantar un gruñido— ¿Qué es lo que la princesa ofrece?

—Protección para Daeron, mis otros hermanos ya están bajo el cuidado de alguien, los Stark o los Velaryon, pero él no.

—Tú no estás con los pies en la tierra si piensas que voy a dejarte a mi sobrino.

—No saben lo que Daemon es capaz de hacer, debe estar en un lugar donde él no pueda hacerle daño.

—Milord —Forja llamó a su tío— Es mejor si lo discuten en privado.

Pareció que Lord Hightower iba a negarse, girándose hacia la princesa quien asintió, mostrándole el camino para hablar con él, dejándolos a ellos en el pasillo. Daeron tiró del abrigo del mayordomo con algo de aprehensión.

—Forja...

—Calma, señorito —el Alfa le sonrió, poniéndose en cuclillas para sacar un pañuelo con que limpiar mejor su rostro— Quiero que me preste atención. La verdad es que sí estará mejor en otro sitio, escuchó a su hermano Aegon, hay un gran peligro y estar en la Casa de la Alegría es la peor de las ideas.

—No quiero, Forja, por favor.

—Sshh, tranquilo, señorito, Tessarion y yo nos quedaremos a su lado. Pero necesito que lo entienda, ya no puede vivir en un lugar donde no estemos completamente seguros de que está a salvo. Sus hermanos no estarán en paz y Lord Hightower aún tiene cosas qué hacer por ustedes.

—¡Pero tengo a Tessarion!

—Señorito, sin exaltarse —Forja acarició sus mejillas— ¿Sigue creyendo en mí?

Daeron asintió. —¿A dónde quieren llevarme?

—Tengo una idea, el mejor sitio. Luego veremos si es eso.

—¿Forja?

—¿Qué sucede, señorito?

—¿Por qué Rhaenyra me quiere ayudar?

—¿Qué cree usted?

—No sé, es raro.

—¿Verdad? Sobre todo porque siempre hemos creído otra cosa.

Había apostado a que su media hermana iba a ofrecer ese palacio, pero resultó algo todavía más increíble, deseaba llevarlo nada menos que al Palacio Imperial. A Daeron casi se le salieron los ojos de escuchar semejante propuesta, mirando a su tío para saber si estaba de acuerdo o no con esa idea. Fue su turno de hablar con Rhaenyra a solas, algo que lo desconcertó montones, ¿qué podría decirle ella? Pensó que así se le había figurado con su padre, resultando en que soltó todo un discurso de solo verlo. Fue a la salita, esperando inquieto a que la princesa cerrara la puerta y fuera hacia él.

—Yo sé qué piensan de mí... no me voy a defender, Daeron, solo es que yo también tengo miedo de perder más familia. Si hay algo que he esperado por decirles es esto, jamás busqué la muerte de tu madre, ni tampoco pronuncié palabra alguna en su contra.

—¿Qué? Pero tú... ¿no fuiste tú?

—Habrá tiempo para aclararlo, necesitaba que lo escucharas. A veces cometemos errores y nos damos cuenta demasiado tarde, cuando ya no se puede remediar. A veces... tienes que hacerte odiar para salvar lo que te importa. Sé que no tiene sentido esto para ti, lo tendrá luego si podemos resolver este problema. Por ahora, me gustaría que aceptaras ir con Su Majestad, tanto tus hermanos como yo estaremos tranquilos si te quedas con ella.

—¿Nos odias? —Daeron quiso sacarse esa duda.

Rhaenyra negó con una media sonrisa. —No.

Se quedó pensando un poco, juntando sus cejas y relamiéndose sus labios antes de hablar.

—¿No quieres ser la heredera de padre?

—Te seré sincera, hubo un tiempo que sí lo deseé con toda mi alma, hoy ya no es así.

—Pero estás peleando por ese título.

—Mejor yo que alguien más.

—Si me voy a ese palacio... ¿podré seguir viendo a mis hermanos?

—Ellos tendrían que visitarte, pero sí.

—¿Y puedo seguir en el colegio?

—Es deber de todo Targaryen completar sus estudios en la academia real.

—No suena tan mal.

La princesa rió un poco, alzando sus cejas. —Si te sirve para animarte más, Su Majestad es una persona bondadosa.

—¿En serio? Luce muy... aterradora.

—Verás que no es así.

—Las cosas no son lo que parecen aunque haya evidencia que las haga parecer que sí —eso lo dijo Daeron más para él que para su media hermana— Está bien, iré.

—Gracias, Daeron.

Este tuvo enormes ganas de preguntarle sobre Joffrey, pero eso hubiera sido ponerse en evidencia y complicar más la situación, prefiriendo callar. Fueron a la Casa de la Alegría para recoger sus últimas pertenencias cuando Holt entró cual estampida, buscando a Forja entre gritos incoherentes, este luego saliendo al jardín para hablar con Lord Hightower quien palideció, buscando a Daeron mismo que no entendió ni pío, desconcertado al ser llevado a toda prisa al carruaje que salió despedido a toda velocidad rumbo al palacio sin su tío, solo Forja y Tessarion.

—¿Forja? —el cachorro temblaba un poco porque la expresión del mayordomo fue de una ira que jamás le había visto.

No obtuvo respuesta, solo más confusión porque apenas lo recibieron en las puertas del palacio, lo dejó solo con Tessarion, ordenándole que obedeciera a Rhaenyra, la princesa apareciendo igual con un rostro pálido, llevándolo hasta donde estaba quien gobernara el reino. Igual que con Forja, su media hermana lo abandonó una vez que lo anunciaron, quedándose ahí con su dama, tomando su mano al entrar a la enorme sala de té, caminando directo a donde la reina descansaba.

—Su Gracia —hizo la reverencia, temeroso.

—Ven aquí.

Mirando a Tessarion, fue al sillón donde estaba sentada la reina Alyssane, una abuela de lindo aroma si le preguntaban, quedándose ahí con sus manos cruzadas como le enseñara Forja bajo el escrutinio de esos ojos endurecidos por tantas experiencias. Su Majestad le pidió a su dama un té para Daeron, ofreciéndole también un platito con muchos tipos de exquisitas galletitas.

—Bienvenido al Palacio Imperial, Daeron, es un lugar interesante para mentes como la tuya.

—Gracias, Majestad.

—Prueba, son las mejores. Y también hay pastelitos, sé que te gustan.

Daeron se sonrojó un poco, rompiendo el protocolo. —Su Gracia, ¿por qué...?

—¿Es cierto que tocas el piano?

—Um, no soy tan experto.

—Déjame ser yo quien juzgue eso.

Tocó para la reina, ella sonriéndole complacida y aplaudiéndole junto con su dama. Pasó así la tarde en esa sala, hablando de todo un poco. Cuando al fin estuvo donde serían sus habitaciones, Daeron habló bajito con Tessarion.

—Algo muy malo pasó ¿verdad? ¿Por qué no me quieren decir?

—Suele ser que nadie dice nada cuando nadie tiene idea de qué es.

—¿Qué pasó? ¿Tessarion?

—No sé si te fijaste, pero vengo siendo tu sombra desde hace rato.

Iba a regañarla, pero tenía razón, el cachorro resopló, sentándose en una elegante silla mirando hacia su enorme ventana que daba a un largo jardín. Algo espantoso había sucedido y lo sabía porque no dejaba de sentir como aguijonazos en su pecho. Si hasta Forja estaba molesto, era la prueba más contundente de que esa desgracia sí era muy mala si fueron a resguardarlo con la mismísima reina. Tessarion fue con él, tomando una de sus manos.

—No llores, todo va a estar bien.

Ni siquiera se había dado cuenta de su rostro empapado en lágrimas.


**********

Daeron en el palacio imperial.

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