Listones de seda


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Al principio, Helaena no lo creyó, era imposible que algo así le sucediera a ella, no fue hasta quedar frente a su tienda cuando comprobó las palabras de su tío. Su tienda había sido reducida a cenizas por un incendio sin sentido, por supuesto provocado, ya que el local estaba en el medio de la calle y en un extremo estaba una librería y del otro una perfumería. Ninguno de los otros dos establecimientos había sufrido daño alguno, lo que indicaba que el fuego fue controlado y medido para llevarse todo lo que ella construyó ahí.

—Helly...

Cregan sujetó su mano, ella volvió su rostro hacia su prometido, negando y girándose hacia el carruaje para marcharse, dejando que los bomberos hicieran su labor, recogiendo los escombros y limpiando. No dijo nada en todo el camino, tampoco al llegar. Subió a su recámara, se sentó en una esquina de su cama y ahí fue donde rompió a llorar con ganas. Luego de que se diera a conocer sus títulos como príncipes, uno que otro atrevido periódico la había llamado la "princesa costurera" por su tienda, su trabajo haciendo vestidos que no detuvo pese a recibir ese rango que para ella no hacía diferencia.

Era obvio quién había ordenado eso, una forma sutil de enviarle un mensaje. Helaena se quedó dormida entre sollozos, despertando hasta que Sara vino a despertarla, angustiada por su estado, intentando animarla. No bajó a cenar, permaneciendo en su recámara hasta el día siguiente cuando se presentó en el comedor a desayunar, corriendo a los brazos de su Alfa, quien la reconfortó con su aroma, besando varias veces su cabello bien protegida en su pecho.

—Puede que haya desaparecido tu tienda, pero jamás logrará arrebatarte lo que la hizo realidad, mi amor, y eso es tu prodigiosa mente. Todo está ahí para volver a comenzar, no necesito decirte que cuentas con nosotros para lo que necesites.

—Solo... solo quiero desayunar y no pensar en eso, por favor.

—De acuerdo. ¿Te sientes mejor?

—Poquito.

Lord Hightower estaba iracundo, de no ser por la capacidad de convencimiento de Forja, su tío hubiera ido a buscar a Daemon Targaryen a plantarle pelea. Eso se sintió bien para ella, de cierta forma le recordó a su abuelo Otto cada vez que la encontraba triste o escondida allá en Oldtown, exigiendo castigo para quien hubiera osado a lastimar a su princesita. De momento, Helaena no quiso hacer nada, sintió miedo, le quedaba claro que ese tío al que solo conocía por retratos era una persona malvada y no quiso provocarlo más, dedicándose en su lugar a continuar con los preparativos de su boda.

—¿Ya no abrirás otra tienda? —preguntó Daeron con ojos llorosos cuando regresó del colegio ese fin de semana, escuchando la noticia.

—Tal vez no.

—Pero... ¡es tu sueño! ¡No puedes renunciar a él!

—No lo sé, hermanito. Prefiero estar en paz.

Gwayne se presentó con los Stark para informar de la cita que tenían con Su Majestad Imperial, la reina debía conceder el visto bueno para el matrimonio de su bisnieta siendo ya una princesa de forma oficial, ningún miembro de la nobleza se desposaba sin su permiso. Aunque Forja aseguró de que era una simple formalidad ya que todo el protocolo inicial ya se había dado, Helaena no pudo dejar de estar nerviosa, buscando su mejor vestido para la audiencia, pidiéndole a Sara que le ayudara con su arreglo personal.

—Estás hermosa, Helly, nada que preocuparte.

El Palacio Imperial era una cosa hermosa como enorme, con guardias Alfas por todas partes de espaldas rectas como tablas y miradas duras que prometían la muerte a quien no obedeciera las reglas del palacio. Helaena no pudo evitar mirar alrededor, del brazo de Cregan al ir detrás del mayordomo camino a la sala de audiencias en donde esperaba la reina. Toda aquella construcción era de techos altos con cúpulas y arco techos, estatuas de mármol entre cuadros decorados con oro.

—Yo debería ser el angustiado —bromeó su Alfa, sonriéndole— Soy el que pretende la mano de una princesa.

—Oh.

—Estaremos bien. La reina es bondadosa.

—Pero es la reina.

—De todas formas, sabes que no existe nada que me haga renunciar a ti.

Ella sonrió, apretando su brazo y esperando junto a su tío a que fueran anunciados y los cuatro -porque estaba Forja ahí- entraran a la sala, reverenciando a Su Majestad. Helaena tenía su figura ubicada por los billetes y estampillas postales, verla de frente fue otra cosa, esa anciana mujer Beta tenía un aura impresionante, pese a verse como esas abuelitas tiernas de portadas su esencia era un punto y aparte, como un mazo de hierro macizo que en cualquier instante podía aplastarlos sin problemas.

—Su Gracia, la princesa Helaena Targaryen y su prometido, Lord Cregan Stark de Winterfell.

De nuevo se quedaron callados, mientras la mirada de la reina inspeccionó a los novios como si fuesen los bichitos invasores de sus invernaderos. No podían hablar hasta que Su Majestad les diera la palabra y dado que no lo había hecho, la joven Omega solo inclinó su cabeza esperando por el veredicto real.

—Quiero hablar a solas con la princesa.

—Sí, Su Gracia.

Helaena abrió sus ojos, volviéndose a Cregan quien asintió animándola con un apretoncito de su mano antes de soltarla, dejándola ahí frente a la reina acompañada de una dama de cabellos plateados muy hermosa.

—¿Así que deseas casarte con ese Alfa? —preguntó al fin Su Majestad.

—S-Sí... Su Gracia.

—¿Por qué?

—¿Disculpe, Majestad?

—¿Por qué quieres casarte con él? Decir que lo amas me resulta hasta evasivo.

—Pero es verdad —Helaena talló sus manos, mirándola— Yo lo amo, Su Gracia, porque a su lado puedo ser yo misma, puedo ser libre y me trata como su igual. Para cualquier Omega, eso es un triunfo en esta vida, pero además, Cregan me amó cuando yo no era nadie, y más de una vez ha estado dispuesto a perderlo todo en mi nombre. Si ahora que me han nombrado princesa me apartan de él solo para unirme a un lord por mero cumplimiento de un deber, seré infeliz, seré esclava dentro de un palacio y me marchitaré. Aunque eso no pasaría, Majestad... porque antes prefiero huir con Cregan de este reino.

La reina soltó una risita, ladeando su rostro. —Vaya, el dragón se asoma detrás de tanta dulzura.

—Perdone, Su Gracia, es la verdad, no se puede mentir a la reina.

—¿Es cierto que coses vestidos?

—Sí, Majestad.

—¿Pese a ser una princesa o convertirte en una importante dama de sociedad con los Stark?

—Sí, Majestad, pese a todo.

—¿Por qué?

—Fue un sueño que tuve desde cachorrita, le prometí a mi madre cumplirlo —Helaena suspiró, recordando su tienda ahora extinta— Es lo que me hace feliz.

—¿Lo seguirás haciendo?

—... es probable, Su Gracia.

—¿Eso es un sí o un no?

—Sí.

Ya no hubo más preguntas, la joven se quedó ahí esperando a que la reina se decidiera, cosa que sucedió al mirar a su dama, misma que llamó a un lacayo y este salió por unos minutos.

—Bien, princesa Helaena, tienes mi permiso para casarte con Lord Stark.

—Gracias, Majestad.

—Recuerda que siempre serás una Targaryen, un dragón no deja de ser un dragón cambiando de apellido.

—No lo olvidaré, señora.

—Te daré un obsequio, para que recuerdes que los sueños no mueren.

Una puerta lateral se abrió, la dama de la reina entró con otra mujer de aspecto similar, solo que un lindo cabello rubio oscuro con unos ojos azules que le recordaron a Helaena a la joven Tessarion que ahora cuidaba de su hermanito Daeron. La mujer en cuestión hizo una reverencia ante ella, mirando a la reina quien habló.

—Es tu dama a partir de este momento, su nombre es... Dreamfyre.

Helaena parpadeó, no entendiendo, mirando a la Beta a su lado y luego a su bisabuela, encontrando en esta una sonrisa cariñosa con una mirada cómplice. La joven sonrió, asintiendo y haciendo una reverencia.

—Gracias de nuevo, Su Gracia.

—Espero podamos reunirnos de nuevo, quizás con el resto de tus hermanos cuando estén menos ocupados haciendo desastres.

—Yo les diré, Majestad.

—Pueden retirarse.

Había una salita antes del pasillo donde esperaban su tío y su prometido, cuando estuvieron ahí, la princesa se detuvo, mirando a Dreamfyre, quien imitó su movimiento, sonriéndole al girarse hacia ella al sentir su inspección.

—¿Desea decirme algo, Alteza?

—Tu nombre real no es Dreamfyre.

—Cuando entramos al servicio de la Familia Real, dejamos atrás todo, incluyendo nuestro nombre de cuna.

—Pero...

—Es un honor para mí, ser Dreamfyre de la princesa Helaena. Puedo recordarle que está viva y eso es todo lo que necesita para conseguir sus sueños.

—Nunca había tenido una dama, lo confieso, perdona si te hago enojar con mis torpezas.

—Alteza, una princesa nunca se equivoca.

Rieron juntas, saliendo de ahí, la joven Omega abrazando a Cregan muy feliz pues la reina les daba su visto bueno. Ya no estuvo tan triste, pensando en cómo volver a comenzar. Era un dragón, nada menos que hija de Alicent Hightower y si su madre jamás se rindió con ellos, no iba a deshonrar su memoria dejándose caer así frente a una contrariedad, menos cuando la mismísima reina le había dicho que no lo hiciera. Como si fuesen señales del destino, la princesa Rhaena le visitó con los Stark, asustada luego de enterarse del incidente, como indignada.

—Ojalá se le queme la cara a quienes hicieron esto.

—Sería algo digno de ver —sonrió Helaena— ¿Cómo está mi hermano?

—No me cabe duda alguna que la Casa Velaryon se ganó al dragón más feroz.

—Está bien, entonces.

—Y muy furioso por tu tienda, así que ya sabes, tenía que hacer algo —Rhaena tomó una carpeta que le mostró— Me entrometí un poco, esto es de nuestra parte. Un regalo de bodas.

—¿Qué es?

—Te compramos un edificio.

—¡¿Qué?!

—No es muy grande, pero está en el centro y puedes montar tu nueva tienda ahí.

—Pero... Alteza, yo... Aemond debió gastar... ustedes...

—¡Oh! ¡Es tan emocionante comprar algo así! Y no te preocupes, el dinero viene de Lucerys.

—A veces creo que mi hermano abusa de su prometido.

—Para domar un dragón, hay que recibir sus mordidas —bromeó la otra joven, entregándole los papeles— Y para que estés más segura de que no podrán hacerle algo a tu tienda, ese edificio está dentro de las propiedades de Lord Martell aquí en la capital, si alguien piensa en prenderle fuego de nuevo, se va a ganar el odio de todo Dorne y no creo que le guste eso.

—Gracias, Rhaena, y dale las gracias a mi hermano. Dile que no sea tan grosero.

—A ver si me escucha. Entonces ¿no quieres ir a verlo?

—¡Por supuesto!

Se sintió como si fuese una niña explorando el bosque, animada por el regalo y haciendo planes con Cregan quien sonrió aliviado de verla así. Era cierto que el edificio no era muy grande, solo tres plantas, pero era amplio, llenarlo iba a tomar su tiempo. Helaena lo recorrió dos veces, planeando cosas en su mente sobre las decoraciones como lo que necesitaría, notando que su prometido tenía una expresión sospechosa.

—¿Qué has hecho, Cregan Stark?

—Bueno, yo también quise poner mi granito de arena.

—¿Ajá?

—Mañana llega el barco con las nuevas telas y demás.

—¡Cregan! Pero... ¿cómo sabías que volvería a abrir la tienda?

—Porque eres mi mariposa que vuela todo el tiempo, puede detenerse unos momentos si la lluvia arrecia, pero jamás dejará de buscar el cielo.

Helaena sintió sus ojos rozarse, haciendo un pequeño puchero, tirando apenas de una solapa del traje de su Alfa.

—Quiero poner en alto a la Casa Stark.

—Y lo harás.

—Creo que no te he dicho que te amo.

—A veces no es necesario decirlo, otras cosas pueden expresarlo, como tu sonrisa.

Le estampó un beso, abrazándolo después, mirando esas paredes de momento vacías. Sus ojos se encontraron con los sonrientes de Dreamfyre, su dama asintiendo con un guiño. Fueron días por demás ajetreados, jamás en su vida creyó que estaría así, dando órdenes, firmando y supervisando que se hiciera el trabajo que ella había solicitado. Era extraño y al mismo se sintió muy bien, preguntándose si volvería a tener sus clientes habituales o volvería a recibir ese rechazo porque era una princesa costurera.

Su respuesta vino poco después de la inauguración, Helaena estaba terminando de acomodar unas telas que Lord Martell le regaló, de un blanco impresionante, suaves y estampadas de forma tan fina y precisa que parecían un sueño. Ella ya tenía su vestido de bodas, ese tipo de textura no iba con su idea, debía ser para alguien más. Dreamfyre la buscó, avisándole de un cliente por demás inusual como extraordinario.

—Alteza, alguien quiere un traje de bodas.

—Oh, mis favoritos.

Bajó animada a la sala de espera, quedando boquiabierta y luego llorando de felicidad al ver ahí a su hermano Aemond, casi tirándolo al abrazarlo tan emocionada.

—¡Aemond!

—Hermana.

—Tú... pero creí que ya tenías...

—Ah, les dije que si no era uno que mi hermana Helaena hubiera diseñado, entonces no me casaría —Aemond le sonrió— Si haré semejante barbaridad, al menos que sea portando tus diseños.

Helaena sonrió de oreja a oreja. —¡Dreamfyre, mis cosas!

—Por supuesto, Alteza.

No perdería oportunidad en visitar la tumba de Alicent, contándole lo sucedido, dejándole en la lápida una fotografía que había pedido de su nueva tienda junto a un enorme ramo de sus flores favoritas. Esta vez la acompañó Lord Hightower quien también saludó a su hermana, abrazando a su sobrina.

—Debes estar orgullosa, Ali, tus dragones ahora son imparables.

Y su tío no mintió, porque pocos días después, dos noticias se dieron a conocer casi al mismo tiempo. Por un lado, su hermano Aegon apareció nada menos que en el Palacio de Westeros para reclamar la herencia de los cuatro, en compañía del príncipe Jacaerys. La otra noticia fue de su hermano Aemond, quien había agredido nada menos que a Daemon Targaryen en un restaurante donde coincidieron, dejándole una cicatriz permanente en el rostro del lado izquierdo. "Todos te temen, pero yo no", fue lo que contaron los periódicos sobre las palabras dichas a su muy peligroso tío por su muy atolondrado aunque feroz hermano.


La guerra había sido declarada.


**********

Helaena en su nueva tienda.

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