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Había buscado las maneras más inverosímiles de llegar a él.
Solía recargarse sobre su espalda y se abrazaba a su cuello pero a él parecía no importarle.
Más de una vez lo empujó haciendo que cayera fuerte golpeando su espalda contra la pared. Y lo escuchaba reír frente a su decepción.
Hizo de todo y más. La indiferencia del otro agota, demuele los ánimos y pisotea las esperanzas.
Así fue que de un día para el otro, él, Park Jimin, dejó de perseguir y de «acosar» al travieso chico, dueño de aquellos enorme ojos negros hipnotizantes.
Eran niños en aquel momento y a la distancia, Jimin seguía viendo sus acciones como la de un crío caprichoso que solo quería atención. Que por cierto, nunca obtuvo porque Jeon Jungkook, lo ignoró de todas las formas posibles.
El tiempo pasó rápido y aquello quedó en el olvido.
Hoy, a sus veintisiete años se siente fuerte y muy conforme con quién es en estos momentos. Jimin pudo graduarse con honores en la escuela de arte y es primer bailarín de la compañía de ballet más importante de su país.
Recorre el mundo en giras interminables que lo llevan a conocer gente, idiomas, costumbres y culturas diversas.
Casi diría que es feliz. Si no fuera porque se sentía solo y vacío.
¿Qué es ser feliz?
¿No le basta lo que tiene? Fama, dinero, éxito, hombres y mujeres a su disposición…
No. No le bastaba.
Quiere más.
Quiere amar.
Que lo amen.
¿Es mucho pedir?
«Ya llegará», se decía a menudo, mientras esperaba.
Radicado por diez años en el extranjero, decidió regresar a su país. Las palabras de su madre le taladraron la mente desde que su carrera despegó:
«Nadie es profeta en su tierra» —repetía siempre.
Pero él había roto con esa creencia. Logró ser reconocido en su Corea natal y brillaba tras sus pasos por donde quiera que fuera.
Su mamá murió hace años pero ella pudo ver su triunfo, y se despidió de este mundo, orgullosa de su pequeño niño bailarín.
La llegada a Seúl fue eufórica, todos los medios cubrieron su arribo y le fue difícil concentrarse en otra cosa que no fuera dar entrevistas y cumplir con la parte de la carrera que menos le gustaba.
Su representante sabiendo su límite infinito de trabajo, lo estrujó hasta que no dió más y después de eso, Jimin fue libre de sus tiempos y sus días para hacer lo que deseara.
Cargó el auto con provisiones, tienda de campaña, cañas de pescar y emprendió viaje a las montañas.
Le habían recomendado un sitio muy alejado pero de paisajes increíbles y hacia allí partió.
Llegó, no armó el refugio porque le gusta hacer vivac, así que, extendió la tienda de campaña sobre el suelo sin armarla, para contar con una capa extra y más superficie limpia sobre la qué acostarse. Sobre ella desplegó el saco de dormir y casi anocheciendo se arrojó boca arriba a disfrutar del cielo abierto.
Las estrellas parecían titilar a cierto ritmo y lo invitaban a bailar.
Y eso hizo, no pudo evitarlo, es más fuerte que él.
Sus pies le sonreían al pasto fresco y el olor que la menta silvestre le regalaba cuando bailaba sobre ella, lo transportó, sin frenos, a un éxtasis de sentidos.
—Soy feliz, con tan poco, soy feliz.
Se dijo antes de caer exhausto sobre la manta.
Tantas emociones no le habían permitido darse cuenta que su aroma había cambiado y comenzaba, ahora mismo, a sentir un fuego que lo quemaba desde adentro.
Entonces, cuando la luna brilló oronda, blanca y enorme, fue cuando su lobo le susurró al oído…
—Estoy listo para salir, Jimin, déjame a mí también, bailar contigo.
Sonrió al escuchar su demanda.
Cuando ambos entraban en sintonía y no tomaba supresores, su lobo ganaba y se manifestaba hermoso y feroz.
—Esta noche será tuya, lobo mío, sé tú mismo —confesó y dejó que lo poseyera.
Su celo no le permitía pensar en ninguna otra cosa que no fuera la necesidad de morir entre las piernas de un alfa que lo embriagara con su dulce sabor y lo hiciera suyo de todas las maneras posibles.
Danzaron con su lobo y aunque estaban solos, pudieron saciar sus deseos el uno al otro, como lo han hecho los últimos años a esta parte.
—Nunca conseguiremos un alfa si continúas escondiéndome, Jimin. ¿Cómo se supone que ella o él lleguen a nosotros si no me permites existir?
—Basta, Krasnyy, deja de quemar mi cerebro. El mundo donde me muevo no está listo para saber lo que soy.
—Somos —recalcó el lobo.
—Está bien, somos. Pero basta por hoy. Mañana será otro día, iremos de paseo, podemos ir a pescar y a com...
—Jimin, déjame ser —interrumpió— Déjame existir o moriré triste y abatido en tu interior.
Una lluvia nocturna lo sorprendió dormido al aire libre y a Jimin no le quedó más alternativa que levantar campamento y salir a buscar un refugio decente donde pasar el resto de la noche.
Luego de varias horas de andar y casi a punto de amanecer, llegó a un hermoso hotel donde solicitaría una habitación y arrojaría todas sus pertenencias que se habían mojado y estaban notoriamente en mal estado.
Por delante de Jimin había llegado otro vehículo y el propietario del mismo hizo igual pedido que él haría.
Jimin, ni siquiera se detuvo a observarlo, pero su lobo se retorció por dentro.
—Míralo —Le dijo una y otra vez— Por favor, Jimin, míralo.
Él volteó su rostro y observó al alfa a su lado, cuyo aroma por ósmosis comenzaba a fundirse con cada una de sus células sin ninguna autoridad.
—¿Su nombre, señor? —dijo la recepcionista.
—Jeon Jungkook —pronunció y Jimin creyó que le daría una embolia cerebral.
No sabía bien si era felicidad o vergüenza por encontrarse «con el amor de infancia a quién él "acosaba"»
¿Felicidad o vergüenza?
Su lobo sabía la respuesta pero él lo bloqueó.
Hizo lo que pudo para no llamar su atención y permaneció detrás de Jungkook con toda la intención de desaparecer lentamente.
—¿Y su nombre, señor? —dijo la recepcionista.
—Ya le dije, soy Jeon Jun... —reiteró Jungkook.
—No, no usted —Lo interrumpió— al señor que viene con usted.
La recepcionista señaló con él mentón hacia donde Jimin intentaba, sin éxito, ser transparente.
—¿Qué? No, yo no vengo con nadie, estoy solo —pronunció el omega, saliendo de su escondite.
Y Jungkook giró para ver a quién habían confundido como su acompañante.
—Soy Park Jimin —A esta altura ya estaba jugado, le importó muy poco si el fornido hombre a su lado lo reconocía o no. Él ya no era el niño que buscaba ser querido. Era ahora un hombre exitoso y lleno de magia.
—Jimin —Se escuchó a Jungkook repitir tras lo dicho por Park.
Jimin lo miró directamente y sostuvo su mirada. Su lobo interno parecía estar acariciándolo por dentro, para evitar que el chico lo bloqueara como siempre hacía ante un alfa. Pero este no era cualquier alfa. Y su lobo ya se había dado cuenta.
—Park Jimin ¿el mismo Jimin de nuestra infancia?
Jungkook llevó una mano a su boca en O y Jimin miró tímidamente los tatuajes que bailaban sobre la piel del alfa.
—Cielos, Jimin, hace años que no nos vemos. He sabido de tu éxito…
Jimin sonrió mientras firmaba la hoja de ingreso que la dama le había entregado.
—Hola, Jungkook, es verdad, ha pasado una vida entera.
Koo se inclinó casi noventa grados para saludarlo y Jimin imitó el gesto.
Una ráfaga de viento que provenía de la puerta principal los hizo girar y como tornado hizo entrada una criatura de unos cinco años que se colgó en brazos de Jungkook y a los gritos de «¡Papá!» interrumpió el silencio incómodo que empezaba a generarse entre ellos.
El sonido estruendoso que el lobo de Jimin sintió, no era otra cosa más que las ilusiones destrozadas de su humano contra el suelo. Allí fueron a parar las tácitas ilusiones que en escasos diez minutos él había vuelto a construir en torno a Jungkook.
—Una hija. Tiene una hija.
—No sabemos si es su hija, Jimin.
—Le dijo papá ¿Eres sordo, Krasnyy?
—No, pero no nos adelantemos…
—Jimin, te presento a Paloma. Mi niña.
—¿Ya ves, lobo?
¿Siempre tengo que tener razón?
—Hola Paloma —Jimin la saludó con su mejor cara.
—Hola señor. Mi papá y yo nos perdimos, pero mi mamá nos guió hasta este lugar. Desde las estrellas, en el cielo… —agregó.
Otro sonido estruendoso, esta vez fue su corazón.
—¿Tu-u tu mamá? ¿En el cie-lo?
—Deja en paz a Jimin, hija. Perdón Jimin. Es muy pequeña y aún no sabe cuándo guardar silencio.
—¿Su mamá?
—Si. Su mamá se fue de nuestro lado hace algunos años. Ella siente una conexión muy especial con su madre.
JM intentaba procesar la información pero la voz de su lobo interno que no paraba…
—No hay omega de por medio.
—musitó el lobo dentro de Jimin que ahora danzaba sin reparos.
—¿Estás solo, Jimin? ¿Por cuánto tiempo te quedarás?
—Hasta que amaine la tempestad, supongo y sí, vine solo.
—Es muy atrevido de mi parte si… No, no yo… ehh, olvídalo.
—No te entiendo… ¿Qué cosa sería atrevido?
—¿Preguntarte si querrías cenar conmigo esta noche?
Jimin y sus ojos de medialuna, aceptaron su invitación.
—¡Una cita! —gritó Krasnyy.
—¡Tenemos una cita!
—¡Quieres callarte por favor!
—¿Cómo?
—No. No te decía a ti, Jungkook. Es… es...
—¿Es tu lobo quién te habla?
—¿Perdón?
—¿Estás callando a tu lobo, Jimin? Porque el mío me está aturdiendo y solo espero llegar a la cabaña para regañarlo como acabas de hacer tú.
No esperó respuesta, se agachó para levantar en brazos a su pequeña niña y cuando se irguió, Jimin pudo ver en su rostro, la sonrisa de conejo que tanto amaba cuando eran pequeños. Allí estaba de nuevo ese sentimiento olvidado golpeando su ser por segunda vez en su vida.
—Sí, es mi lobo —respondió el omega, mientras se alejaba dándole la espalda, para dirigirse hacia los ascensores.
Jungkook no pudo obviar la belleza en la que Jimin se había convertido. Su lobo le dejó muy en claro que ese omega era "su" omega y que no se irían de ese sitio sin conquistarlo.
—Estás soñando, Sialuk, Jimin no podrá ser nuestro. Él ahora, es demasiado importante como para fijarse en un simple maestro de música.
—¿Que tienen que ver tus aburridas decisiones profesionales con mis instintos, Jungkook?
—¡Sialuk! Quédate callado un rato, por favor. Me volverás loco. A mí también me gusta Jimin. Pero eso no alcanza para que él se interese por mí.
—Estaba loco por ti.
—Eso fue hace muchos años, éramos cachorros
—Sí. Y no se habían presentado.
—No, pero siempre supe que él se presentaría como omega, y no un omega cualquiera, él sería especial.
Era demasiado avasallante, fuerte. En aquellos momentos yo me portaba como un patán y ahora… ¡Cómo quisiera revertir todo aquello!
—Pasaron muchos años, pero el primer amor nunca se olvida, Jungkook.
—Eso fue hace mucho, Sialuk, no podemos saber qué siente ahora.
—Quedándote inmovil como un tonto no lograras nada.
—Deja de regañarme, lobo.
Él aceptó mi invitación, así que tan tonto no soy.
—¿Estás loquito de amor?
—¿Jajaja, estás delirando? ¿Cómo voy a estar loco, si apenas he vuelto a hablar con él después de mil años?
—¿No confías en tu lobo? Perdón… pregunta tonta. Claro que no lo haces. No me hiciste caso cuando te uniste a una omega que no era tu destinada.
—Basta.
—Es duro escuchar la verdad…
—Basta, Sialuk.
—Sí, mejor me callo. Si no vas a escucharme, prefiero convocarme a silencio.
—¿Él es mi destinado?
El lobo se mantenía en silencio.
—Sialuk, respóndeme…
—Me dijiste que me callara.
—Dime si Jimin es mi omega destinado.
—Descúbrelo por ti mismo…
Jungkook gruñó.
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