21.
Pocos minutos después, los hermanos se encontraban en la fiesta junto con su familia. Luego de arduas preguntas sobre su estado anímico, Kaghome logro convencer a sus padres de que se encontraba bien y que, a pesar de la recaida de hacia unos momentos, podia disfrutar de la fiesta sin ningún problema.
Busco con la mirada a su amiga la cual se encontraba junto con los amigos de Inuyasha. Se dirigieron hacia allí y, al verla, Sango corrió a su encuentro, abrazándola con fuerzas.
-Me dijo Izayoi que te sentias mal, ¿Cómo te encuentras?
- Mucho mejor – Murmuro y, tomándola del brazo, la alejo un poco de los chicos – En realidad...
- ¿Qué paso? – Kaghome la miro fijamente sintiendo mucha vergüenza, ¿Cómo le explicaría a su amiga que la calentura le había ganado y había casi follado con su hermano?
- No me sentía mal – Sango la miro y, a juzgar por el sonrojo en sus mejillas, logro comprender todo al instante. Una emoción se alojo en su pecho, logrando que una sonrisa perversa se asomara en su rostro.
- Te acostaste con Inuyasha – La azabache se sonrojo aun mas, como si eso fuera posible, y comenzó a negar con su cabeza rápidamente.
- No... Bueno, no me acosté.
- ¿Se estuvieron manoseando todo este tiempo?
- Algo... Algo asi – Murmuro, escuchando un grito de su amiga que daba saltitos de alegría – No grites, San.
- Lo lamento, osita. Pero no puedo evitarlo. Lograste revolcarte con Inuyasha, en tu fiesta de cumpleaños aun con toda esta gente en tu sala.
- No me revolqué con él – Se defendió y luego, al recordar lo sucedido, volvió a sonrojarse – Solo nos besamos y acariciamos un poco.
- ¿Te toco tus partes? – Kaghome la miro sorprendida pero luego solo asintió con su cabeza levemente – Entonces se rovolcaron – Bromeo. La azabache la miro fijamente y, luego de pensarlo un poco, sonrio. Tomo las manos de su amiga y con una sonrisa enorme comenzó a saltar.
- Me revolqué con Inuyasha – Murmuro y, tras un grito, ambas hicieron lo mismo. Los presentes comenzaron a mirarlas como si estuvieran locas, pero solo Inuyasha comprendio que su pequeña le había contado a su mejor amiga lo ocurrido. Miro a Miroku y, con una movimiento de cabeza, lo llamo. Él tendría que hacer lo mismo si no, el pelinegro lo caparia.
- Casi follo con Kaghome – Le murmuro, dejándolo helado por completo pero, luego de analizar sus palabras, una sonrisa perversa se pinto en su rostro.
- Eres un maldito pervertido – Murmuro y, tomándolo del cuello, comenzó a despeinarlo.
- ¡Dejame, maniático!
- Eres un pervertido, mi amigo – Los Taisho miraron a su hija y luego a su hijo, suspirando por lo bajo, eran como dos niños. A pesar de tener todo el dinero y los lujos que pudieran tener, aun eran dos niños.
***
Unos pocos días después, Inu No e Izayoi decidieron tomarse unas pequeñas vacaciones por unos días para dejar a Kaghome sola y asi pudiera festejar su cumpleaños, a pesar de la insistencia de la muchacha por hacerlos cambiar de parecer, Souta se encontraba muy emocionado por ir a las aguas termales, como sus padres le había prometido. Pero esta vez, irían con Sesshomaru, el cual no pudo decirle que no a la petición del pequeño.
-¿Estan seguros de esto, padre? – La azabache miro a Inu No, mientras lo abrazaba por su cintura. Era sorprendente el poder que tenia sobre ella, a pesar de que el tiempo pasaba.
- Claro que si, mi princesa. Eres una mujercita sensata y se que tomaras esta responsabilidad con la madurez suficiente para no destruir la casa.
- Si, padre. Lo hare, pero no quiero que se tengan que ir solo por mi festejo. Invitare unos pocos amigos.
- Queremos darte la privacidad que mereces, pequeña – Inu No la abrazo con fuerzas y con algo de temor. La ultima vez que se habían ido de la ciudad, dejándola sola, había ocurrido algo muy grave y no deseaba que volviera a ocurrir. Pero tampoco podrían mantenerla en una caja de cristal, o eso era lo que Izayoi le decía porque, si fuera por él, asi lo haría.
- Gracias, padre – Miro a su madre que se adentraba en la casa luego de arreglar unas cosas en el auto y se acerco a ella para abrazarla también – Gracias a ti también, madre.
- No agradezcas, mi niña – La mujer beso su frente y luego la abrazo nuevamente. Sabia que tanto ella como su marido tenían un temor profundo de dejarla sola, pero a pesar del miedo, sabían que no podían sobreprotegerla. Si ellos no le daban la confianza suficiente de que nada le pasaría, Kaghome solo se encerraría en una burbuja de temor de la cual le costaría salir – Inuyasha me dijo que volverá antes del medio dia, tu puedes ir a dormir si quieres, cariño. Es temprano aun.
- Si, madre. Solo queria despedirme de ustedes.
- Kaede esta haciendo unos mandados con el chofer, pero Myoga se encuentra en su casa, tienes su numero si algo llega a suceder.
- Si, madre. Estare bien.
- Lo sabemos, cariño. El dinero se encuentra donde siempre – Su padre beso su frente y comenzó a caminar hacia la salida – Cierra con llave que Myoga y Kaede tienen la suya.
- Si, padre. No te preocupes.
- Lo se, perdona a este viejo que se preocupa – La abrazo una vez mas, besando su cabeza.
- No te disculpes, padre.
- Le diremos a Souta que te llame apenas despierte – Los tres miraron hacia el auto, viendo al pequeño dormido entre los brazos de su hermano mayor, el cual saludo a la azabache moviendo su mano – Cuidate, mi niña.
- Si, madre – Se abrazaron y, tras eso, la pareja se fue hacia el auto, el cual conducia el peliplata mayor. Saludaron con sus manos y, una vez se alejaron, la azabache cerro la puerta con llave para irse a su habitación a acostarse.
Una vez allí, el sueño no lograba alcanzarla y, a pesar de estar en una casa casi imprenetrable, seguía un poco nerviosa. Luego de dar varias vueltas en su cama, tomo la decisión de irse al cuarto de Inuyasha, tal vez con su aroma, lograría conciliar el sueño.
Y asi fue.
Tan solo unos minutos después de acostarse en la comoda cama de su hermano, el sueño la invadio por completo, logrando que se durmiera profundamente, tanto asi que ni escucho cuando el peliplata llego de la universidad, encontrándola allí.
Inuyasha se sorprendio al abrir la puerta de su habitación y verla durmiendo, pero una sonrisa se pinto en su rostro cuando descifro que, seguramente, lo hacia porque asi se sentía mas tranquila. Con cuidado de no despertarla y luego de quitarse algo de ropa y colocarse su pantalón de pijama, se acostó a su lado, abrazándola con cariño. Eran las 12:30 del medio dia, pero nada le impedia dormir con ella como si no hubiese un mañana. Ya luego se ocuparían de comer algo.
Pero, antes de dormirse, le envio un mensaje de texto a Kaede para que no se preocupara por ellos. Ya luego se encargarían de la comida.
Cerca de las tres de la tarde la azabache se despertó, sintiéndose por demás de comoda. Miro a su lado, encontrándose con un dormido Inuyasha roncaba levemente. Ella sonrio y no pudo evitar acurrucarse mas entre sus brazos.
Con mucho sigilo, y procurando no despertarlo, fue hacia el baño. Tenia que orinar y, de paso, lavaría sus dientes y se arreglaría un poco. No deseaba que su hermano se despertara y la viera como una zombie.
Al terminar volvió a recostarse a su lado, esta vez dándole la espalda. Los fuertes brazos de él la tomaron de la cintura apretándola contra su cuerpo y, en ese momento, pudo sentir como su miembro duro se apoyaba contra su trasero. Su mano izquierda comenzó a acariciar su piernas, subiendo su camisón hasta terminar en su vientre, el cual acariciaba con lentitud.
-No estas dormido, mentiroso – Murmuro la azabache acariciando el brazo del peliplata.
- Claramente no – Su voz recién despierto, gruesa y afónica, era lo mas sexy que había oído en todos sus años de vida – Estoy por demás de despierto – Apreto su cuerpo contra el de él, escuchando un leve jadeo que escapo de los delicados labios de ella.
- Inu – Gimio al sentir sus labios en su cuello, lamiéndolo y dándole pequeños mordiscos. Guio su mano libre hacia la cabeza de él, apretándola mas contra ella.
- Si no deseas que esto termine como yo quiero, dimelo ahora, porque no se si podre contenerme después – La azabache se giro, para mirarlo fijamente. Sus ojos dorados eran la cosa mas bella que había visto en el mundo. Con delicadeza acaricio su rostro, sonriéndole. ¿Queria hacer eso? Claro que lo deseaba. Era el hombre que amaba, que desde siempre la había protegido. ¿Cómo no aceptar tener su primera vez con él?
- ¿Me dolerá? – Pregunto con su voz algo timida, logrando que una sonrisa enorme aparezca en sus labios.
- No lo se, cariño – Alejo su mano de su vientre, para colocar uno de sus mechones tras su oreja – Pero lo hare lo mas suave posible. Lo prometo.
- Lo se, Inu. Tu siempre me cuidas – Lo miro fijamente unos minutos mas y luego sonrio con malicia. Se giro un poco mas para quedar justo debajo de su cuerpo. Coloco su pierna derecha en su cadera y con sus manos envolvió su cuello para acercar su rostro al suyo – Demuestrame que sabes hacer, hermanito – El peliplata la miro fijamente y luego, tomando su pierna ataco sus labios con hambre.
Sus lenguas se entrelazaron, mientras el ambiente comenzaba a calentarse. Inuyasha comenzó a frotar su miembro contra el sexo de ella, escuchando como sus gemidos comenzaban a crecer en su boca y, por el Angel, que sabían tan bien como sus labios.
Solo finas telas separaban su centro de placer de su miembro y, aunque deseaba con toda su alma embestirla en ese mismo momento, tenia que se sutil y que esa experiencia fuese buena para ella, no solo para él.
Separandose de sus labios bajo hacia su cuello, el cual comenzó a lamer y besar, mientras su mano libre acariciaba su piel con suavidad. Sus gemidos iban en aumento, lo que enloquecia cada vez mas a ese joven. Estaba seguro que, con solo lograr el orgasmo en ella, lograría llegar al suyo propio.
Con agilidad la tomo de su cintura para sentarla y asi poder sacarle el camisón. Se sorprendio al verla sin sostén, dejando a la vista sus grandes pechos, coronados por dos puntas escarlatas que lo llamaban para lamerlos. Pero sobre uno de ellos, pudo descubrir una leve marca y supo que era de su accidente.
Acostandola con suavidad nuevamente, se subio sobre ella entre sus piernas y con cariño beso esa leve cicatriz que marcaba esa epidermis perfecta. Miro a la azabache que le sonreía con cariño y se descubrió amando sus mejillas sonrojadas. Era tan bella.
Sin dejar de mirarla, bajo hacia su pecho y comenzó a besarlo con la suavidad para luego acercarse a su pezón y lamerlo. Ese instante fue el momento en que la azabache comenzó a sentir el verdadero placer que se podía sentir junto al amor de tu vida. Era verdad que ya había experimento algo parecido varias veces junto a él, pero el hecho de que ahora estuvieran ambos solos, tranquilos, decididos, lo hacia todo nuevo.
Inuyasha jadeo al ver como los labios de ella se separaban en un gemido lleno de excitación. Su miembro pego un estiron dentro de sus pantalones y en ese momento deseo mas. Con algo de fuerza comenzó a chupar su pecho, mientras con su mano libre jugaba con su otro pezón.
Gemidos cargados no dejaban de salir y las caderas de ella comenzaron a buscar las de él, asi que cumpliendo con esa silenciosa orden, el peliplata comenzó a embestirla por sobre la ropa, lo que genero que la espalda de ella se arqueara y sus musculos se tensaran. ¿Cómo podía existir tanto placer en una sola acción?
-Inu... - Gimio profundo – Mas, por favor – El peliplata, apegado a sus ordenes se dispuso a darle mas. Con sus labios comenzó a bajar por su vientre, lamiendo y mordiendo su piel, dejando leves marcas que, sabia, se irían en un par de horas. A pesar de que deseaba marcarla y que todos supieran que era suya, su familia lo mataria si se enteraba.
Al llegar a su monte de venus la azabache recobro la conciencia y al instante cerro sus piernas con temor. Inuyasha la miro y ella solo negó con su cabeza. No quería que hiciera eso.
-¿No te agrada la idea, cariño?
- No... Es... Es vergonzoso – Inuyasha la miro, sonriendo y volvió a subir hasta su rostro, besándola con cariño.
- No te obligare a nada que no quieras, cariño. Pero te aseguro que buscar tu placer, no es nada vergonzoso – Con sutileza fue adentrando su mano en sus bragas, sin dejar de mirarla a los ojos. Ella jadeo profundo al sentir como ese joven comenzaba a tocar su clítoris con sutileza. Nuevas sensaciones comenzaban a invadirla y su voz salía sin parar de su garganta. Sentia que en cualquier momento explotaría. Su cuerpo se sentía tan caliente que pensaba que se derretia - ¿Te sientes bien? – Ella solo pudo asentir, mientras sus labios jadeaban al ritmo que los dedos de Inuyasha entraban y salían de ella. No sabia bien en que momento los había introducido, pero se sentía realmente bien.
- Mas... Inu, mas – Gimio y la cordura del peliplata se termino de quebrar. Alejandose un poco de ella, se paro para poder quitarse su pantalón. Tomo un condon de su mesa de noche y luego de colocárselo, volvió a ponerse sobre ella.
- ¿Estas lista, pequeña? – Ella asintió con su cabeza y él, besándola nuevamente, comenzó a adentrarse en su pequeño cuerpo. Sin apartar sus ojos de su rostro, quería saber todo, si le dolia o no, si lo disfrutaba o no. Sus ojos estaban fijos, mientras centímetro a centímetro estaba mas cerca de ese anhelo y, cuando vio que ella fruncia el ceño, entendio que por fin se había llevado por delante esa barrera que la separada de ser una señorita y ahora la convertia en mujer - ¿Te duele?
- Un poco, casi nada. Solo espera unos minutos – Él asintió con su cabeza, a pesar de que quería comenzar a moverse porque su interior lo apretaba de una manera enloquecedora, solo empezó a besar sus labios con dulces besos, que desparramo por todo su rostro. Por sus mejillas, sus ojos, su nariz, de nuevo a sus labios. Adentro su lengua, disfrutando de su dulce sabor pero cuando sintió como ella envolvía sus piernas en su cadera y ajustaba su agarre, todo lo que tenia en mente se disolvió – Puedes moverte, Inu – Jadeo la azabache al sentir ese gran miembro dentro suyo. Sus sentidos estaban tan despierto, que cualquier minimo roce enviaba sensaciones a su cuerpo. Especificamente a su punto bajo, donde el pene de ese peliplata comenzaba a hacer magia.
Con lentitud comenzó a mover sus caderas, sintiendo como esas húmedas paredes apretaban su pene a tal punto de casi hacerlo acabar. Podia escuchar los leves gemidos de esa niña, que poco a poco iban en aumento, señal de que el dolor iba desapareciendo. Sus propios gruñidos lo sorprendían, se notaba sobre excitado y vaya que lo estaba.
Su boca si dirigio a sus pechos, para comenzar a lamerlos. Las piernas de la azabache se ajustaron a su cintura al tiempo que su espalda se arqueaba, dándole mejor acceso a esos montes de carnes que tan loco lo traían. Juraba que, desde ese dia, no dejaría de acariciarlos nunca.
-Inu... - Gimio la pequeña, sintiendo como un volcán comenzaba a manar en su interior. Sus musculos comenzaban a tensarse poco a poco. Tanta dulzura de su parte, tanto amor que recibia la llevaba a un extasis nunca antes conocido – Te amo, Inu – Gimio y, tras recibir un leve mordisco de el en sus labios y cuando las estocadas comenzaron a hacerse lentas pero pronfundas, todo su cuerpo comenzó a tensarse aun mas, como si eso fuera posible. Sentia una muy fuerte presión en su vientre, mezclado con una excitación que no la dejaba respirar bien. Su cuerpo comenzó a transpirar y sus labios a jadear con fuerzas. Sus manos abrazaron con fuerza al peliplata, clavando sus uñas en su espalda.
Inuyasha, al sentir como sus paredes comenzaban a apretar su miembro y como ella, obnubilada por la calentura, clavaba sus uñas en su piel, fue coctel suficiente para que acabara. Una de sus manos se dirigio hacia su unión y, con algo de brusquedad, comenzó a masajear su clítoris. Un profundo grito escapo de la garganta de ella. Sus paredes apretaron aun mas su pene y juro que nunca en su vida se había sentido tan bien al estar con alguien. La pudo ver como desfallecia en la cama, intentando que su respiración se calme. Se veía tan perfecta que le daba algo de miedo.
-¿Cómo te encuentras, mi niña? – Sin salir de su interior se apoyo sobre sus brazos, dejándola bajo su cuerpo.
- No lo se... Es... Es como algo mágico – Jadeo aun intentando acompasar su respiración y beso sus labios con suavidad – Me siento muy bien.
- Me alegro, mi pequeña – Con suavidad salio de ella, tomo el condon y luego de cersiorarse que no estuviera roto, lo tiro a su basurero. Se acomodo en la cama, abrazándola contra su cuerpo y ella, con una enorme sonrisa, apoyo su cabeza en su pecho, comenzando a jugar con su piel – Yo también me sentí como nunca antes.
- Gracias por cuidarme tanto, Inu – La azabache lo miro fijamente y él beso su nariz con cariño, mientras comenzaba a acariciar toda su piel desnuda. Que bien se sentía tenerla asi.
- No agradezcas – Con rapidez se giro, colocándose sobre ella y robo un beso hambriento – Hoy fue considerado porque era tu primera vez, pero hay cosas mucho mas interesantes que hacer – Ella se sonrojo hasta las orejas al imaginarse ciento de cosas que había leído en revistas, o en películas porno que había visto alguna que otra vez – Estas pensado cosas pervertidas, pequeña.
- ¡No! – Grito ella totalmente azorada, logrando que el peliplata comience a reir a carcajadas. Volvio a besarla y luego se sento a un lado de la cama – Deja de jugar conmigo, Inuyasha.
- Eres muy dulce cuando te sonrojas – Continuo riendo, mientras sentía las pequeñas manos de ella golpeando su espalda – Ire a cocinar algo.
- Ve, me doy una ducha y bajo a ayudarte.
- ¿Macarrones con queso? – Sin importarle su desnudez, que hizo sonrojar otra vez a la azabache al ver su trasero bien formado al aire, el peliplata se coloco su pantalón de pijama – Deja de pensar cosas pervertidas con mi persona – Kaghome lo miro al verse descubierta, ya que esa parte de su cuerpo la había hipnotizado.
- Eres un maldito mentiroso – Le lanzo una almohada, ocultando su rostro entre las sabanas. Inuyasha rio mientras caminaba hacia la puerta. Volvio a mirar a la azabache, que tenia su vista fija en él. Ambos sonrieron al verse descubiertos.
- Te amo, pequeña.
- Y yo a ti, te amo mucho mas – Inuyasha sonrio algo sonrojado por esas palabras, pero giro su rostro antes de que ella pudiera verlo. No sabia en que momento, pero se había vuelto un romántico casi al punto de ser por demás de dulce. Nunca había sido asi, pero no podía pasar un momento sin decirle cuanto la amaba.
Comenzo a bajar las escaleras con una sola idea en mente. Apenas volviera su familia, les diría lo que ellos dos tenían y, por el Angel, esperaba que no lo echaran de su casa.
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