2.

Luego de acostar a su hermanito, Kaghome cerró con cuidado la puerta para no despertarlo.

Se quedo allí parada, intentando analizar lo que había ocurrido en la cena. Sabia que el matrimonio Taisho tenia un hijo menor, aunque no recordara nada sobre él, pero nunca se pensó que seria tan, pero tan guapo.

Su cabello plateado, junto a sus ojos dorados, completamente exóticos, eran dinamita para su cordura. Sin mencionar que tenia un cuerpo que, sabia muy bien, había sido tallado por los mismos dioses. Y su sonrisa... Esa sonrisa grande, blanca, perfecta, era el complemento perfecto para enloquecerla.

A eso tenia que sumarle que había captado muy bien las miradas que le había lanzado en la cena. Era verdad que aun era virgen, pero tenia algo de experiencia con jóvenes, para saber cuando uno deseaba a una mujer. Y el saber que Inuyasha la deseaba a ella, hacia que un leve calorcito invadiera su cuerpo. Para ser mas específica, una parte baja de su cuerpo.

Movio su cabeza de un lado a otro, intentando despejar esos pensamientos. Hacia muy pocas horas que se encontraba allí como para ponerse a fantasear con cuentos. A partir de ese momento era su hermano mayor, y tenia que tratarlo como tal.

Suspiro profundamente y dio un paso hacia su habitación, encontrándose con el motivo de sus sueños, o mas bien pesadillas, parado justo al comienzo del pasillo.

Sin saber porque, su corazón comenzó a latir con rapidez, y sus mejillas comenzaron a tomar calor. Tenia que tranquilizarse.

-Kaghome – Susurro completamente embobado. No había sido suficiente tener que hacerle el amor a Kikyo, pensando a la niña parada frente a él, que ahora se le aparecia como una verdadera pesadilla pecaminosa. Ese camisón blanco, que apenas tapada su pecho y llegaba un poco mas arriba de su medio muslo, le quedaba perfecto. De verdad, era el pecado en persona.

- Bienvenido a casa, Inuyasha – Camino con normalidad hacia él, aunque sus piernas temblaban levemente.

- Regrese – Susurro, y se abofeteo mentalmente para recuperar el habla - ¿Souta ya se durmió?

- Asi es. Esta realmente cansado por el viaje. Mañana seguro despertara algo tarde – Se paro a tan solo un metro del peli plata, ya que las entradas de sus habitaciones estaban una frente a otra.

- Tu también deberías descansar – Sugirio, aunque internamente rogaba que no se fuera de su lado, para poder seguir apreciándola.

- Lo se. Ahora mismo ire a dormir. Estoy algo cansada – Dio un pequeño bostezo, que le parecio de lo mas adorable al oji dorado – Nos veremos mañana. Descansa, Inuyasha – Le regalo una sonrisa, y se adentro en su habitación.

El peli plata se quedo mirando la puerta, sintiendo el aroma a rosas que había dejado en el ambiente. Era verdaderamente atrapante.

Con un cansado suspiro también se adentro a su cuarto, cerrando la puerta tras él. No tenia tiempo para ponerse a pensar en fantasias con su, ahora, pequeña hermana. Necesitaba comenzar a estudiar, ya que en dos días tenia un importante examen en la universidad.

-Basta de juegos, Inuyasha – Se dijo a si mismo, sentándose en su escritorio, donde tenia varias pilas de papeles – A estudiar – Se coloco sus gafas de lectura, y junto a una leve melodía de fondo, comenzó a leer esos apuntes.

***

Con su respiración agitada, y completamente sudada, despertó de su sueño.

Nuevamente esas pesadillas invadían su mente, y no la dejaban descansar como se debía. Hacia un año que era la misma historia. Apenas despertaba aun podía sentir el grito de las personas y el olor a gasolina presente en el aire.

Ya no lloraba, estaba tan acostumbrada que ya era algo normal, pero su cuerpo aun lo sentia.

Se abrazo a si misma, intentando calmar el latido de su corazón y el temblor de su persona. Hasta podía jurar que le costaba respirar.

Miro el reloj y suspiro al ver los números. Otra característica que se repetia. Desde hacia un año que no podía dormir mas alla de las 5:30 de la madrugada. Y eso la molestaba, la ponía triste, la deprimia. Todo junto.

Con lentitud se levanto de su cama, tomo una bata de seda rosa y salio para hacerse el desayuno. Era hora de comenzar su dia, como siempre lo hacia.

Con pasos suaves, para no despertar a nadie, salio de su habitación, camino a la cocina. Su estomago ya reclamaba comida.

Por otra lado, Inuyasha levanto su mirada de sus estudios al escuchar una puerta abrirse. Penso que seria su imaginación, pero al escuchar unos leves pasos se alerto. No eran de su madre, ya que los conocía muy bien, de Souta tampoco podían ser. Entonces, eran de Kaghome. ¿Acaso le había sucedido algo? Con rapidez, pero sin querer alertarla, salio tras ella, sorprendiéndose al encontrarla en su cocina, buscando utensilios e ingredientes. ¿Acaso desayunaba a esta hora?

-Kaghome – La llamo con suavidad, viendo como ella se exaltaba levemente y se giraba para verlo con una dulce sonrisa.

- Inuyasha, me has asustado – Le dijo y se giro para volver con su tarea.

- No era mi intensión – Se sento en uno de los bancos de la barra que estaba integrada a la isla que se encontraba en medio de ese cuarto – Si tienes hambre, puedes pedirle a Kaede que te prepare el desayuno.

- No es necesario. Puedo hacérmelo yo sola. Ademas ella necesita dormir como todos – Le respondio sin mirarlo, aunque pudo distinguir su tono amable. Eso, junto con esa hermosa sonrisa que le había regalado hacia apenas unos segundos, era lo que menos necesitaba a esas horas de la madrugada, y con ella vestida de ese modo.

- ¿Qué preparas? – Pregunto curioso, queriendo desvanecer esos pensamientos obscenos que comenzaban a formarse en su mente. Otra vez.

- Unos waffles con salsa de arandanos y un poco de fruta – Se giro, sonriéndole enormemente - ¿Quieres? – El peli plata solo pudo asentir con su cabeza, ya que presentia que si hablaba, solo diría cosas sin sentido.

- ¿Qué haces despierta tan temprano? – Pregunto luego de unos minutos de silencio, donde solo veía como ella preparaba la comida.

- Jet lag – Contesto con un leve susurro luego de unos segundos – Afecto mi sueño – Coloco un plato frente a él, junto a un vaso de jugo de naranja - ¿Y tu? – Se sento a su lado, y comio un poco de su waffle.

- Tendria que estar estudiando – Le sonrio y rasco su nuca – Pero cuando escuche tus pasos quise averiguar que sucedia.

- Disculpame. No quise distraerte de tus obligaciones – Le dijo con una verdadera cara de culpa, lo que incomodo a Inuyasha.

¿Por qué pensaba asi? Si el que lo haya interrumpido era lo mejor que le había pasado.

-No te sientas mal – Intento confortarla – Mi estomago ya comenzaba a reclamarme comida.

- Entonces me alegro que me hayas oído – Le dijo con gracia, mientras le sonreía. La verdad era que estaba sumamente nerviosa. A pesar de que estuvo largo rato antes de dormir, intentando convencerse de que a partir de ese momento ese joven apuesto seria su hermano, aun asi no podía controlar su cuerpo.

Era demasiado hombre para cualquiera. Menos para Kikyo, claro estaba. Su cuerpo imponente, que revelaba largas horas de gimnasio, mas su cabello excéntrico y vistoso, junto a sus ojos que parecían oro fundido, era una mezcla que dejaba babeando a mas de una, se incluia.

Cada vez que lo veía sonreir su estomago se estrujaba, y no podía evitar que una sonrisa bobalicona se pintara en su rostro. Era demasiado bello, y estaba destinado a ser solo su hermano.

Esa verdad le hacia suspirar con decepcion. No era que estaba planeando tener una relación con él ni mucho menos, pero no podía mirarlo libremente, o fantasear con él, ya que se sentiría culpable.

-Kaghome – La llamo por tercera vez, haciendo que volviera a tierra - ¿Sucede algo? – Le pregunto cerca de su rostro, haciendo que un leve sonrojo apareciese en sus mejillas. Genial. No era tan indiferente de él como demostraba.

- No – Nego suavemente con la cabeza, sonriendo – Solo pensaba en los lugares que me gustaría conocer hoy.

- La pasaremos bien – Le volvió a sonreir, mientras terminaba su desayuno.

- Pero... Si tienes que estudiar no te preocupes por nosotros. Tomaremos un taxi – Se ofrecio, realmente preocupaba por alejar de sus obligaciones a ese joven.

- Insisto. Quiero llevarlos yo mismo – En realidad él se preocupaba mas por su novia, ya que le había prometido que pasarían el dia juntos. Debido a sus estudios en ese ultimo tiempo casi no compartían tiempo, y eso la molestaba. Una de las tantas cosas que le molestaban a Kikyo Rajin.

- ¿Estas seguro?

- Claro que si, Kaghome. Ya no te preocupes – Acaricio su cabeza con suavidad, haciendo que un sentimiento que hace mucho no experimentaba se encienda en su pecho. Su madre... Su madre era la única que le regalaba esos mimos.

- Madre – Susurro, mientras un escalofrio recorria su cuerpo, haciendo que sus ojos se llenaran de lagrimas.

- ¿Kaghome? – Le pregunto mientras la veía fijamente. ¿Acaso había hecho algo que le molestara para que pusiera ese rostro? – Kaghome, ¿Estas bien? – Quiso acariciar su mejilla, pero ella se paro de improviso, dejando al peli plata confundido.

- Mira la hora. Tendre que despertar a Souta si no quiero que se le desequilibren sus horarios – Rio sin animos, mientras comenzaba a juntar los trastes.

- Kaghome – La volvió a llamar, pero esta vez mas serio. ¿Qué ocurria?

- Yo me encargare de lavar los platos – Volvio a ignorarlo, mientras intentaba limpiar lo sucio. Algo imposible ya que el temblor de sus manos no la dejaban.

El oji dorado, completamente serio se paro para caminar a su lado. ¿Qué ocurria? ¿Por qué esa niña se ponía asi?

-Kaghome. Mirame – Exigio, mientras intentaba tocar su brazo, pero antes de hacerlo ella se exalto, dando un paso hacia atrás. Lo miro como su tuviera dos cabezas, con sus ojos muy abiertos y completamente rigida – Kaghome – Susurro. No comprendia nada, pero no podía evitar preocuparse por la situación que estaban viviendo.

- Yo... Yo... Disculpame – Como si fuera una contorsionista, paso a través de su cuerpo, casi corriendo, huyendo de él, dejándolo con una sensación de mal estar en su cuerpo. ¿Qué diablos acababa de ocurrir? ¿Por qué había reaccionado asi a su caricia? ¿Acaso le molestaba que la tocasen? Que gran idiota había sido al tomarse tal atrevimiento con ella cuando apenas la conocía.

Era cierto que ahora era parte de su familia, pero asi mismo, la conocía poco como para tocarla con tanta confianza. Se maldijo mentalmente por estúpido, pero asi mismo no podía evitar preocuparse.

Esa mirada que le había regalado, como si fuera un animal asustado, como si alguien la estuviera por lastimar. ¿Acaso...? No. Si hubiese vivido algo asi sus padres le hubiesen avisado, ¿No? De solo pensar que alguien se pudiera atrever a tocar un solo cabello de esa dulce jovencita hacia que la bilis se le subiera a la garganta.

¿Por qué demonios se comportaba asi con ella? Ni siquiera con Kikyo era tan "sobreprotector". Sabia que era una mujer lo suficientemente fuerte como para cuidarse de si misma, pero al ver a Kaghome era totalmente diferente. Ella se veía tan tierna e indefensa que daban ganas de abrazarla y alejar a toda aquella persona que pudiera dañarla.

Pero no... Ese no era el problema. No era porque alguien pudiera lastimarla, o porque ella aparentara ser indefensa. El problema allí era que él, con solo conocerla de un par de horas, se comportaba como macho alfa protegiendo a su hembra. ¿Qué demonios le ocurria?

¡Por amor al cielo que era su hermana! Y, como si eso no fuera poco, la conocía nada. ¿Por qué le pasaban todos esos pensamientos por la cabeza?

Definitivamente era por el cansancio de no haber dormido nada. No podía ser por otro motivo.

Si. Definitivamente era la falta de sueño.

-Mi niño, ¿Qué haces aquí? – Una voz familia interrumpio su hilo de pensamientos.

- Kaede – La llamo con una sonrisa, mientras giraba para verla, con su vestido floreado y su delantal de holanes blanco – Solo vine a tomar un vaso de agua.

- ¿Sigues estudiando? – Se acerco a él, tomando su mano para depositar un suave beso, como hacia siempre desde que nacio.

- Asi es. Pero ya me voy a dormir. La falta de sueño afecta mis pensamientos – Le susurro con pesar.

- Claro. ¿Y la señorita Kaghome no tiene algo que ver con tus enmarañados pensamientos? – El peli plata la miro sorprendido, mientras sus mejillas se teñian de un rojo furioso. ¿Cómo diablos hacia esa anciana para adivinar todo lo que pasaba por su cabeza? Definitivamente podía leer la mente. Otra respuesta no había.

- ¿Qué clase de idiotez es esa, anciana? – Le gruño con enojo – La edad te esta afectando los sentidos – Le furuño por debajo y se alejo, antes de que lo dejara otra vez en descubierto.

¿Cómo demonios lo hacia? No tenia ni idea. Pero esa anciana tenia un sexto sentido que siempre lo descubria.

***

La madrugada, dio lugar a la media mañana. Inuyasha, sin poder concentrarse en sus estudios, debido a que la actitud de Kaghome aun seguía dándole vueltas en su cabeza, decidio darse una ducha y prepararse para llevar a esos dos hermanitos a conocer Londres, como había prometido.

Lo único que deseaba era que esa pequeña azabache no lo tratara diferente por lo de esa mañana.

Respirando hondamente y dispuesto a hacer como si nada hubiese ocurrido, se dio coraje para ir a buscarla e invitarla a comenzar con el paseo.

Camino hacia su puerta, pero apenas la abrió una "no tan grata" sorpresa lo estaba esperando. Su "adorada" novia.

-Kikyo – Le susurro con algo de desagrado. ¿Qué hacia allí? Sabia muy bien que ese dia solo lo iba a dedicar a Kaghome. Y a Souta, claro.

- Que recibimiento mas adorable – Le siseo entre dientes y lo saludo con un beso en sus labios.

- Sabes que hoy le mostrare la ciudad a Kaghome y Souta – Se giro sobre sus talones, viendo como ella se sentaba en su cama, mirándolo con una sonrisa que conocía muy bien. Queria seducirlo.

- Lo se, Inu – Ahí estaba. La voz aniñada que sabia que lo ponía duro como roca – Podrias decirle a tus padres que ya tenias planes y podemos ir a "Noche de dos", a disfrutar nosotros – Lo sabia. Sabia que le iba a pedir que vayan a ese hotel que cada tanto visitaban para pasar un buen rato juntos. Francamente esa idea le hubiese encantado el dia anterior, pero en ese momento solo quería pasar el dia con los hermanos.

¡Esperen un segundo!

¿Kikyo le estaba hablando con esa vocecita y el no estaba duro como roca? Algo raro estaba pasando en su cuerpo, y sabia muy bien cual era la razón. O mejor dicho, quien.

-No Kikyo – Le dijo en un suspiro cansado.

- ¿Por qué no? – Se levanto ofuscada, mientras cruzaba sus brazos frente a su pecho, haciendo una rabieta.

- Mis padres estarán ocupados todo el dia, no volverán hasta altas horas de la noche y no quiero que ellos vayan solos a recorrer una ciudad que no conocen – Le intento explicar, pero en ese momento, era como hablar con la pared.

- Pero no son tu responsabilidad – Le volvió a gruñir. Queria estar con él. Y eso haría.

- Si lo son. Son mis hermanos ahora – Le volvió a explicar, pero esta vez con menos paciencia. No le gustaba darle explicaciones a nadie, y mucho menos a Kikyo.

- Yo no quiero – Se volvió a sentar en la cama, con su frente en alto y sus brazos aun cruzados. Si, definitivamente era una rabieta de nena de 5 años.

Volvio a suspirar cansado. Entendia que esa peli negra estuviera acostumbrada a ser asi, ya que cada vez que ella decía algo, él se lo daba solo para no oir sus quejidos, pero esa vez era diferente. Se iria con Kaghome y Souta, quisiera ella o no.

-Hasta luego, Kikyo – Se despidió y salio de la habitación. Solo quería irse de allí.

Dio un par de pasos hacia la puerta de Kaghome, golpeo pero nadie contesto. ¿Acaso se habían ido sin él?

Una sensación extraña comenzó a invadir su pecho, algo que nunca había sentido y no sabia que demonios era. Con paso apresurado bajo las escaleras, pero al oir la risa tan peculiar de la pequeña azabache, respiro tranquilo.

Aun no se iban.

Camino hacia la cocina, de donde provenían las risas y se encontró con Kaede conversando amenamente con Kaghome y el pequeñin. Nuevamente, una extraña sensación invadio su pecho, y otra vez, no supo distinguirla.

Sin querer prestarle mas atención, camino hacia ellos, saludando al jovencito que lo miro con una enorme sonrisa.

-Hola campeón – Removio su cabello y el niño solo saludo con su manito – Hola otra vez, Kaghome – La jovencita se sonrojo levemente, y su miedo de que lo tratase diferente se esfumo cuando le contesto con una sonrisa preciosa.

- Hola otra vez, Inuyasha.

- ¿Estan listos para conocer la ciudad con el mejor guía? – Inflo su pecho con ego y las dos mujeres rieron - ¡Hey! No se burlen. Les digo de verdad. No hay nadie mejor que yo para mostrarles – Volvio a decir con soberbia, causando una nueva carcajada – Tu me crees, ¿No, campeón? – Souta asintió con la cabeza rápidamente, dejándole en claro que le creía - ¿Ven?

- Esta bien, Inuyasha – Le contesto la azabache, sonriéndole – Confio en ti.

- Es lo mejor que puedes hacer – Le sonrio con soberbia, haciéndola sonreir - ¿Todo listo? Vamos.

- Espera hijo – Lo detuvo la ancianita – Dejen que les prepare algo para almorzar.

- No te preocupes, Kaede. Compraremos algo por el camino – Tomo la mano del niño, sonriéndole.

- Pero hijo... Esas cosas no son nada saludables – Se opuso, mientras lo miraba con cara de pocos amigos. El peli plata se acerco a ella, besando su mejilla.

- Lo se, Nana, pero una vez no me matara – La ancianita lo miro fijamente, pero cuando el joven le sonrio con animos, con esa sonrisita compradora que le hacia desde que tenia apenas meses de vida, no pudo decirle que no.

- Esta bien. Vayan y almuercen su comida chatarra – Les dijo con una sonrisa – Cuidense.

- ¡Si! – Dijeron ambos jovencitos a la vez, mientras Souta levantaba su mano en señal de aceptación.

- Vamos – Tomo la mano de ambos y salieron hacia el patio delantero de la casa, donde Inuyasha tenia su auto deportivo negro – Sube delante, Kaghome – Le sonrio, mientras el tomaba asiento en su lugar.

- Claro – Acomodo en el asiento trasero a su hermano, para luego acomodarse ella al lado de Inuyasha – Que emoción – Susurro para ella misma, pero el peli plata la escucho, sonriendo también.

Estaba feliz de que ella lo estuviera, solo por viajar en su auto.

-¿Estan listos para...? Kikyo – Corto la pregunta con un tono acido, al ver a la peli negra parada al lado de su auto.

- Estas en mi lugar, niña – Le dijo con asco a la azabache que la miraba fijamente.

- Kikyo no... - Pero la mano de Kaghome lo hizo callar.

- Claro – Le dijo con una sonrisa. Ignorandola completamente, se cruzo hacia la parte de atrás, al lado de su hermanito - ¿No te emociona que viajemos en un auto descapotable? – Le pregunto con una enorme sonrisa a lo que el niño asintió con rapidez y se prendio del borde de la puerta, emocionado por comenzar con ese viaje.

- ¿Ya están todos listos? – Gruño, mirando fijamente a la peli negra que estaba a su lado.

- Claro, cariño – Le dedico una esplendorosa sonrisa, para luego retocarse el maquillaje.

- ¿Ustedes por allí atrás? – Se giro un poco, sonriendo enormemente, aunque al instante se arrepintió. Lo primero que vio fue la sonrisa de Kaghome, pero al bajar un poco la mirada, se encontró con un pequeño hueco entre sus piernas, bajo su falda, que le permitia ver sus bragas moradas.

Un leve jadeo escapo de su garganta, lo que lo hizo enderezarse para poder comenzar con el viaje. No era bueno que, a esas horas, a plena luz del dia, tuviera los pensamientos que estaba teniendo con respecto a su hermanita.

-Inuyasha. Vamos – La exigencia de la peli negra lo hizo volver a la realidad. Logro arrancar el auto y emprender viaje hacia el centro de la ciudad. Tenian un largo dia por delante.

Luego de recorrer varios lugares turísticos, de divertirse y reir hasta casi no poder respirar, decidieron ir a una bella peatonal, donde había ciento de tiendas y un parque de juegos por allí cerca.

-Ya es muy tarde, ¿Quieren ir a comer algo?

- No, Inuyasha. No tengo mucho dinero como para poder comer en un restaurante – Le sonrio algo apenada, mientras veía de reojo a Souta, que se encontraba pegado a una vidriera de juegos de video.

- No te preocupes por eso, Kaghome – Se acerco a ella con intenciones de acariciar su cabeza, pero al recordar lo que había ocurrido esa madrugada, guardo sus manos en sus bolsillos – Yo invito.

- ¡Suficiente! – Se dejo oir el grito de Kikyo, haciendo que ambos la miraran – Soporte que aceptaras traerlos al centro, acepte que me ignoraras por ellos, que me lleves por la ciudad como loca y que no me quisieras comprar una sola prenda de lo que te pedi, pero ahora ¡¿Piensas gastar dinero para darle de comer a estos huérfanos?! ¡Eso si que no!

Ambos hermanos se la quedaron mirando, con sus ojos sumamente abiertos. ¿Qué acababa de decir? El peli plata no creía lo que acababa de escuchar. Era muy sabido para él que Kikyo tenia un temperamento muy especial, pero nunca se pensó que lograría insultar de esa manera.

-Ella tiene razón – Susurro lúgubre la azabache, obteniendo toda la atención del oji dorado – Mejor nos vamos – Lo miro, sonriendo con dolor y al instante se giro con rapidez, tomo la mano de su hermanito y comenzó a correr.

- ¡Kaghome! - Quiso salir tras ellos, consolarlos, cuidarlos, pero la mano de su novia no lo dejo.

-Ya se han ido, cariño. Vayamos a dar un paseo y luego a tu casa, ¿Quieres? – Se acerco a él, pero antes de poder tomar su brazo, este se solto, bramando en su rostro.

- ¡¿Qué demonios acabas de hacer?! ¿¡Como te atreviste a hablarle asi?!

- Inu... - Y su nombre quedo suspendido en el aire al ver el rostro fuera de si que el peli plata tenia.

- ¡No te quiero escuchar! No te das una idea el minimo dolor que ellos deben de estar pasando. ¡Perdieron a su madre, maldita sea! No tienen familia. No tienen hogar. ¡No tienen nada! ¿¡Y te atreves a gritarles "huérfanos"?! – La peli negra retrocedio un paso, por miedo a lo que estaba pasando. Nunca, jamas, Inuyasha le había ni siquiera subido el tono de voz, pero ahora se encontraba gritando como loco, mientras la miraba con odio – Tu tienes todo servido en bandeja de oro, Kikyo. Ellos no. Ya suficiente tuvieron con su vida, como para que venga una niñata malcriada y caprichosa a decirle cosas tan horribles – Se acerco nuevamente a ella, quedando solo a un palmo de su rostro – Escuchame bien, niña, no quiero que vuelvas a insultar a Kaghome ni a Souta, ellos ahora son MI familia, te guste o no. Si un dia quedo contigo y a ellos se les ocurre ir al cine el mismo dia, a la misma hora, ¿Adivina que hare? Me voy con ellos. Son mis hermanos. Mi familia. Y sabes muy bien lo importante que es para mi.

Sin darle tiempo a que diga nada mas, se giro y comenzó a correr por la peatonal. Tenia que encontrarlos. Tenia que estar con ellos. No quería ni imaginarse lo que Kaghome estaría viviendo. Lo único bueno que sacaba de eso, es que Souta no había escuchado nada, ya que encontraba lejos.

Luego de correr unos minutos, logro vislumbrar la remera verde del niño, asi que corrió hacia ellos, encontrándose con una Kaghome que estaba sentada en un banco, viendo como su hermano jugaba con otros niños.

-Kaghome – La llamo, viendo como ella se tensaba, pero no se giraba a verlo.

- No tendrías que estar aquí – Le susurro y su corazón se estrujo. Podia sentir el dolor en su voz.

El peli plata se apresuro a sentarse a su lado, y cuando ella quiso huir, tomo su mano para que no lo hiciera.

-Quedate. Quiero estar aquí, con ustedes – Con un leve movimiento logro que ella se sentara nuevamente – Souta – Lo llamo y el pequeño vino corriendo – Toma – Le entrego algo de dinero, sin soltar la mano de la azabache - ¿Ves aquella carpa de circo? – El niño asintió con su cabeza – Ve que en unos minutos comienza una función de títeres y payasos – Sin tiempo que perder, comenzó a correr junto con otros niños.

- ¡Souta! – Quiso salir tras él, pero el peli plata lo volvió a impedir – No puedo dejar que vaya solo – Le susurro con temor.

- No temas, Kaghome – Se paro a su lado - ¿Ves esas personas con remeras rojas? Son los encargados de cuidarlos. En esa carpa solo pueden entrar niños, por eso es tan pequeña.

- Pero... ¿No le pasara nada? – Y por fin lo miro, con temor en sus ojos.

- No, pequeña. Nada le pasara. A cada lado de la carpa hay pantallas donde podemos ver los espectáculos, para asegurarnos de que nada grave ocurre – Paso su brazo por sus hombros, mientras besaba con delicadeza su cabello – Te prometo que nada le pasara – La azabache lo miro fijamente, para luego mirar hacia donde su hermano había ido. Estaba nerviosa. Era la primera vez, desde lo ocurrido, que lo dejaba solo – Tenemos mas de una hora para hablar – Ella volvió a mirarlo – Ven conmigo.

Abrazados como estaban, caminaron hacia un lugar mas apartado, donde hermosos arboles se podían ver. Al ser primavera, comenzaban a florecer en todo su esplendor, regalando un hermoso espectáculo de flores coloridas.

-Que bello lugar – Le susurro, con una leve sonrisa.

- Ven – Camino hacia un árbol muy grande, sentándose entre sus raíces, para sentarla a ella frente a él – Ya puedes descargarte, pequeña – La azabache lo miro con sus grandes ojos, muy sorprendida por lo que su hermano le acababa de decir.

- ¿Puedo...? – Y su pregunta se vio suspendida en el aire, mientras no le sacaba la vista de encima. Hacia mas de un año que no podía llorar libremente, por miedo a que Souta la viera y se pusiera mal. Con apenas 17 años siempre había sonreído, e intentado hacer lo suficiente para que su pequeño hermano no pensara en lo ocurrido. ¿Acaso era buena idea llorar ahora? ¿Descargarse con ese chico que apenas conocía, pero que era parte de su nueva familia?

- Si, Kaghome. Puedes – La azabache siguió mirándolo fijamente, notando la comprensión en su mirada. No era como la que su tia, esa mujer que no tenia el suficiente amor como hacerse cargo de ellos, que la miraba con lastima y desprecio. Tampoco como la de los médicos que solo se apenaban de que ella, siendo tan joven, tuviera que hacerse cargo de su pequeño hermano. Ni como la de la asistente social, que quería llevarse a su hermano lejos de su lado, solo porque ella no tenia los recursos suficientes para hacerse cargo de él. Si no hubiese sido por los Taisho, que apenas se enteraron de la desgracia fueron por ellos, no sabría donde se encontraría en ese momento. Mucho menos era como la de él, que ni siquiera se inmuto con la muerte de su madre, con el coma de Souta o con sus heridas.

La mirada de Inuyasha irradiaba cariño y comprensión. Algo que muy pocas veces había visto, solamente de su madre. Y no lo comprendia. ¿Cómo su tia, que se suponía era su pariente la miraba con desprecio, y la de él, un joven que apenas conocía, podía comprenderla asi?

Sin poder evitarlo sus ojos se llenaron de lagrimas nuevamente. Todo lo que había vivido, cada minuto que había respirado luego del accidente, en el hospital, en la rehabilitación, en el avión, en su nueva casa, comenzaba a rebalsar de su ser. Cada dolor, cada golpe, cada corte, cada operación, cada palabra de aliento que notaba tan falsa como la preocupación de la asistente social, toda esa carga empezaba a desbordarse de sus ojos.

Por primera vez, se daba el lujo de llorar con alguien que no seas ella misma. Por primera vez podía mostrarse como se sentía: Vulnerable y débil. Perdida.

-¡Inuyasha! – Se prendio de su cintura, tirándose sobre él y comenzó a llorar desgarradoramente. Lo primero que se le vino a la mente fue el rostro de su madre, esa dulce mujer que nunca había dejado de sonreir, ni siquiera en el ultimo momento de su vida.

El peli plata, sumamente conmocionado, solo la abrazo con mas fuerza, acomodándola sobre su cuerpo y comenzó a acariciar sus cabellos. Temia hablar, ya que no quería hacerla sentir peor que en ese momento. Solo se limito a acompañarla como podía, con su silencio. 

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