16.
- Claro, señor – Siseo, apretando sus dientes. Se corrió a un lado, dejándolos entrar, notando como sus ojos se abrían ante tanta elegancia – Esperen aquí, por favor – Con mas rapidez de la deseada, Myoga camino hacia la cocina, preocupando a los demás al verlo tan palido.
- ¿Qué sucede, Myoga? – Pregunto Inu No, tomándolo del brazo para que se sentara en una silla.
- El... El padre de los niños esta aquí – Murmuro, logrando que todos los demás palidezcan.
- Maldito engendro – Gruño el peli plata, parándose como alma que se lo lleva el diablo, dispuesto a ir a ponerle los puntos sobre las ies a ese maldito miserable que habia hecho sufrir tanto a sus pequeños. Se dispuso a salir a su encuentro, cuando sintió como agarraban su brazo con fuerzas.
- Inu No, tenemos que tratarlos con amabilidad – Intento razonar la joven mujer, mientras acomodaba la camisa gris de él, junto con su saco azul informal – Estoy igual de furiosa que tú, creeme, pero no sabes con que nos puede salir este hombre. Y será mejor que, hasta saber sus intenciones, intentemos mantener la calma.
- Lo se, bella – Paso su mano por el cabello y suspiro fuertemente, para luego pararse recto, como siempre lo hacia. Su metro noventa no era para tomarlo a juego y se lo demostraría a ese imbécil – Pero si intenta pasarse de listo, lo golpeare – Anuncio, logrando que su esposa riera y bese su mejilla.
- Lo se, cariño. Protegeras a tus niños contra todo pronostico.
- ¿Necesita que vaya con usted? – Pregunto con preocupación el anciano, dispuesto a salir a defender a sus niños si era necesario. Eran sus nietos, su familia, sus pequeños y no permitiría que ningun imbécil, como el que estaba esperando a sus amos, volviera a lastimarlos. Sus años pesaban sobre su espalda, pero si tenia que pelear con uñas y dientes por ellos, asi lo haría.
- No, Myoga, amigo mio. Solo quiero que se queden aquí, no lleves te ni nada, Kaede, se iran muy rápido – Ambos asintieron con su cabeza, aunque por dentro estaban completamente preocupados – Solo quiero que estes atento. Si te llamo, comunícate con la policía y con Totosai.
- Si, mi señor – Aseguro con una reverencia.
- No te preocupes, Kaede. Esos niños se quedaran con nosotros – Aseguro Izayoi, abrazándola por los hombros – Somos su familia.
- Lo se, mi señora, pero ¿Cuánto mas tienen que sufrir hasta poder ser felices? – Pregunto con lágrimas en sus ojos, desconcertando a todos. Tanto Izayoi como Inu No tragaron el nudo que se habia formado en su garganta, esa anciana tenia toda la razon del mundo, y por eso irían a luchar por ellos.
- No lo se, abuela. Pero aquí estaremos para ayudarlos y acompañarlos – El peli plata mayor tomo la mano de su esposa, sonriéndole con cariño – Vamos, mi reina.
- Claro – Comenzaron a caminar hacia donde la pareja se encontraba, rogando que ninguno de sus niños apareciese por las escaleras – Tengo que admitir que tengo miedo, Inu – Confeso, apretando su brazo con fuerza.
- Respira. Somos los padres de Kaghome y Souta. Y no dejaremos que nada ni nadie los separe de nosotros, asi tenga que gastar mi fortuna en abogados.
- Si. Tienes razon – Se paro derecha, al igual que su marido y con su frente en alto, haciendo rezonar sus tacones en el suelo, se aseguro de que la pareja que los esperaba entendieran que ella era la reina de ese lugar y, si tenia que ser la soberana del mundo por sus pequeños, lo seria – Por la memoria de mi amada Naomi, que ellos se quedaran con su familia.
Al llegar al hall de entrada lograron ver como el peli negro no podía apartar la mirada del cuadro gigante que habia en la entrada de ellos, junto a Inuyasha y Sesshomaru siendo pequeños. La mujer, por su parte, miraba con asombro hacia la araña de diamantes que colgaba sobre sus cabezas.
- Buenas tardes, señor Nii – Saludo Inu No llamando la atención del matrimonio que automáticamente cambiaron sus rostros por unos soberbios.
- Por fin aparecieron – Fue lo primero que salio de los labios de ese hombre, hablando con una altanería que molesto demasiado al peli plata – Pense que estaban muy ocupados como para atendernos.
- La verdad es que asi era, la hora del té con nuestros empleados es muy importante – Devolvio el sutil insulto, apretando sus puños para no golpearlo. No creía capaz que ese hombre, con solo dos palabras, lograría exasperarlo.
- Soy Sao Nii, y ella es mi esposa, Lucy Nii – Sin poder evitarlo, la peli roja miro de reojo a la mujer que estaba prendida del brazo de ese semejante espécimen de hombre. No pudo evitar que la envidia comenzara a invadirla cuando noto como esos pantalones vaqueros, y ese puloveron blanco lograba que su cuerpo, que parecía de una quinceañera, resaltara aun mas. Y, como si fuera poco, podía notar como un anillo de diamantes brillaba en su dedo anular izquierdo. ¿Por qué tenia tanta suerte de casarse con un hombre de tanto poder adquisitivo? – Vengo a hablar sobre mis hijos – Tanto Inu No como Izayoi, no pudieron evitar exaltarse cuando escucharon esas dos ultimas palabras.
- ¿Qué quieres? – Siseo el peli plata, aprentando sus puños y su mandibula.
- Que me devuelvas la tenencia de mis hijos – Esa frase fue como un baldazo de agua fría para el matrimonio Taisho, pero ambos lograron mantener la calma.
- Hablemos en mi despacho – Fue lo único que Inu No consiguió articular, y con rapidez camino hacia allí, ya que si seguía viendo un segundo mas a ese imbécil, lo golpearía – Lo voy a matar – Murmuro, apretando aun mas sus puños.
- Respira, cariño – Beso su brazo y le sonrio como pudo – Ellos son nuestros niños. No puede hacer nada con respecto a eso.
- Lo se, pero habla de ellos tan despectivamente que me lleno de odio – Volvio a susurrar, mirando hacia atrás de reojo, notando como la mirada de esa mujer seguía pegada a él y eso lo incomodaba. No tenia suficiente con tener que lidiar con ese maldito, que también tenia que soportar las insinuaciones que esa mujer le hacia.
- Ya pasara. Eres un hombre fuerte. Lo se – Una vez dentro del despacho, todos tomaron asientos, y no dirigieron palabra alguna, hasta que el peli plata carraspeo.
- Lo que pides será imposible – Anuncio frio como el hielo, logrando que el hombre gruña por lo bajo. Tenia un plan en mente, y nada impediría que no lo lleve a cabo. Ni siquiera los inútiles de sus hijos.
- Claro que no lo es. Si ustedes renuncian a su tutela, ellos podrán volver conmigo.
- ¿Y que te hace pensar, siquiera por un segundo, que nosotros seriamos capaces de renunciar a ellos?
- Porque son mis hijos – Volvio a gruñir, pero se amilano cuando el gran puño de Inu No golpeo la mesa ratona que se los separaba.
- ¡Sobre mi podrido cadáver, maldito imbécil! Ellos son nuestros hijos – Siseo, pero se tranquilizo al sentir como su mujer apretaba su pierna – Tu los abandonaste a su suerte cuando ocurrio el accidente y la asistente social casi los lleva a un orfanato. No tienes derecho a reclamar nada de ellos.
- No sabia que Naomi habia muerto, y que ellos se encontraban solos.
- ¡Mientes! – Gruño furioso el peli plata, parándose. Pocas cosas lo sacaban de quicio, como que quisieran lastimar a su familia.
- Inu No, por favor – Intento mantener la calma la joven mujer, aunque por dentro también quisiera golpear a ese imbécil.
- ¿No crees que la ultima palabra la tienen ellos? – Una punzada cruzo por el pecho del matrimonio. Tenia razon. Sus niños tenían que decidir – Ademas, por lo que pude ver en la entrada, no creo que quieras demasiado a esos niños, ya que en ese cuadro gigante, solo aparecen tus hijos biológicos – Lo punzo con maldad, logrando que Inu No lo tome del cuello de la camisa, con una velocidad que no solo sorprendio al peli negro, sino que también a su esposa. Acerco su rostro, y sintió el aire caliente que sus pulmones expulsaban. Podia ver en su mirada el desprecio que le tenia, pero costara lo que costara, esos niñatos tenían que volver con él.
- Muerdete la puta lengua antes de decir que no los queremos, imbécil. El cuadro donde aparecen ellos, como parte de nuestra familia, esta en proceso. Tenemos que traerlo desde Italia, ya que un famoso pintor lo esta haciendo – Gruño con mas fuerzas – Engendro – Lo solto con un empujon, logrando que volviera a sentarse, y sin darle tiempo a que contestara nada, tomo de la cintura a su mujer, que permanecia calma ante todo.
Fueron hacia el piso de arriba para hablar con sus niños. Esa tarea no seria nada facil.
-¡Jamas lo vere! ¡Y menos si es tan estúpido de venir con su esposa! – Bocifero la azabache, caminando de un lado a otro, por su habitación. Tanto el matrimonio Taisho, como Inuyasha y Souta se encontraban allí, pensando que hacer.
- Lo se, mi niña. Pero tienes que hacerlo – Intento convencerla su padre, pero ella le dirigio una mirada de odio que lo sorprendio, ni siquiera a esos tres malditos niñatos habia mirado asi.
- ¿Por qué debería ir a hablar con él, cuando no se preocupo por nosotros en todo este tiempo? – Pregunto con su voz quebrada por la ira que la carcomia. Cuando ese hombre, que se atrevia a llamarse "padre" los habia abandonado, cuando Souta tenia apenas un año, juro nunca volver a verlo. Ni dirigirle la palabra. Se habían apañado muy bien todos esos años sin él, ¿Por qué tenia que venir a molestarlos ahora, cuando su vida comenzaba a encaminarse, al lado de su verdadera familia? ¡Por el Angel! Si ya casi tenían su nueva documentación, con el apellido Taisho.
- Tienes toda la razon, Kaghome – Hablo Inuyasha, tomando su mano para tranquilizarla - Pero tienes que hacerlo. A mi me gusta menos que a ti. Creeme que no quiero que cruces palabra con ese hombre, pero si no le dices en el rostro lo que quieres, no se iran y no dejaran de molestarlos – La azabache lo miro fijamente y grito de frutracion, para luego abrazarse a él, escondiendo su rostro en su cuello.
- Maldicion. Maldicion. Maldicion – Repetia una y otra vez, apretando sus puños y conteniendo las lagrimas por la impotencia que sentía.
- ¿Tu quieres verlo, Soso? – Pregunto con dulzura Izayoi, arrodillándose a su lado. El niño asintió con su cabeza, totalmente inseguro. En ese tiempo, desde que habia recuperado su voz, no hablaba mas que lo justo. Solo lo hacia en ocasiones especiales, cuando tenia algo importante que decir.
- Vamos, mis niños – Abrazo por los hombros a la azabache, que asintió también con su cabeza, y tomo la mano del pequeño. Una vez delante de la puerta del despacho del hombre, donde la pareja los esperaba, Inu No se paro delante de ellos, acariciando sus rostros – Nada pasara, mis niños. Saben que cualquier cosa, estaremos aquí. Solo un pedazo de madera nos separa.
- Todo saldrá bien – Afirmo la mujer, besando la frente de ambos – Aquí los esperamos.
- Inuyasha – Murmuro la azabache, demostrando el nerviosismo, mezclado con un poco de miedo, que sentía.
- Todo ira bien, pequeña – La abrazo, besando su cuello con cariño y luego revolvió los cabellos del pequeño – Una vez que termine todo, iremos al circo, ¿Quieres, Soso?
- Si, Nito Inu – El peli plata volvió a sonreir debido a ese apodo. Él era Nito Inu y Sesshomaru, Nito Sesshu.
- Vamos, Soso. Mientras antes entremos, antes terminara todo – Tomo su mano con fuerzas y caminaron hacia la puerta que los separaba de esas personas crueles. Tanto el matrimonio, como Inuyasha, se quedaron quietos en su lugar, esperando que todo finalizara rápido. Sabian muy bien que ellos no se irían, pero aun asi, no podían evitar que su corazones latieran con rapidez y los nervios invadieran sus cuerpos.
- Mi niño – Murmuro Sao, abriendo sus brazos para que el niño se acerque a él y lo abrace con algo de desconfianza – Como te extrañe – La azabache tuvo que resistirse para no saltar sobre él y robarle a su hermano.
Alli se encontraba el hombre que le habia dado la vida, pero que los habia abandonado como si fueran simples bolsas de basura. Podia notar su cabello cano y las bolsas que se formaban bajo sus ojos. Como lo detestaba. Lo detestaba a él. A esa mujer que se hacia llamar su esposa. Detestaba que estuviera allí, abrazando a su hermano pequeño como si de verdad lo sintiera, y detestaba que esa peli roja la mirase con esa maldita sonrisa en su maldito rostro.
- Pequeña - Llamo la mujer, sorprendiéndose ante la mirada repleta de odio que esa niñata le dirigía – Se que no nos conocemos, pero solo quiero que sepas que...
- No me interesa en lo mas minimo – Corto su discurso, mirándola con asco. La mujer tuvo que morder su lengua para no golpearla. Lo que tenia que soportar para estar al lado de su marido y, aunque estaba totalemente en contra de que esos dos molestos niños fueran a vivir con ellos, aceptaría cualquier cosa si con eso obtenían una jugosa cantidad de dinero.
- Kaghome, pequeña – Murmuro Sao, estirando su mano para que vaya a su lado, pero ella solo le dirigio una mirada gélida.
- El único que me llama asi es mi padre – Volvio a sisear, notando como el peli negro apretaba sus puños por la ira. Esa maldita mocosa. Desde siempre habia tenido esa actitud con él, a pesar de que paso unos buenos años a su lado, nunca se digno a llamarlo "padre" - ¿Qué quieres, Sao?
- Vengo a pedirles que vuelvan conmigo – Miro a la mujer, y tomo su mano para volver su vista hacia ellos – Con nosotros. Podemos ser la familia que siempre quise – El silencio se expandio por la habitación, pero pocos segundos después, la azabache exploto en una carcajada que dejo desencajados a los adultos - ¿Qué te causa tanto? – Gruño Sao.
- ¿Luego de tanto tiempo, vienes a dar la cara y pedir que volvamos contigo y con tu esposa? – Volvio a reir, carente de gracia, sin apartar la mirada de los ojos azules que no hacían mas que devolverle odio – No me hagas reir, te lo pido.
- Eres mi hija – Gruño.
- Deje de serlo cuando renunciaste a nuestra tutela.
- Pero volverán conmigo, quieran o no – Sonrio con soberbia, lo que no le gusto nada a la azabache – El matrimonio Taisho estaba mas que feliz de aceptar la renuncia de su tenencia – La azabache lo miro fijamente, muy seria, y el hombre continuo con su mentira - ¿Por qué crees que aun no han cambiado el cuadro de la entrada, donde solo aparecen ellos cuatro? Porque no los quieren. Solo son un estorbo en su perfecta vida – Sonrio aun mas grande al ver como la azabache agachaba su mirada, pero cuando la oyo reir a carcajadas, Sao se tenso. ¿Qué tanto le causaba?
- ¿Quieres que llame a Izayoi e Inu No para que hablemos? – El hombre gruño, logrando que la azabache solo sonria aun mas – No digas estupideces, y menos si es para difamar a mi familia.
- Van a tener que regresar – Siseo la mujer, mirando con una sonrisa a Souta – Si él lo quiere, tu tienes que volver con nosotros también – Ahora era el turno de la azabache para tensarse. Ella sabia muy bien que Sao habia renunciado a ellos, abandonándolos, pero no estaba segura de que Souta también lo supiera - Tu quieres venir con papá otra vez a casa, ¿No es asi, Souta? – El pequeño la miro, con sus ojos enormes, al no saber que contestar.
- Deja de manipularlo – Siseo la azabache, apretando sus puños al punto de clavar sus uñas en sus palmas, solo para no pararse y abofetear a esa mujer, completamente desconocida, que se atrevia a tomar la mano de Souta, como si fuera su hijo.
- ¿Qué sucede, pequeña? – La nombro, saboreando ese apodo entre sus labios al ver lo nerviosa que se encontraba - ¿Temes perder esta vida de lujos?
- Eres un... - Mordio el interior de sus labios, tragándose el insulto. Detestaba a ese hombre, pero no queria que Souta pasara por un momento asi.
- ¿Tu quieres volver con papá, Souta? – El niño lo miro, y luego miro a su hermana, que apretaba su falda entre sus manos – Iremos a ese sitio de juegos que tanto te gustaba de niño.
- Dejalo.
- ¿Vendras conmigo? – Souta volvió a mirarlo, pero no le costo mas de unos pocos segundos para negar con su cabeza.
- No, Sao. Me quedare con mi familia – Anuncio firme, sorprendiendo a los presentes.
- ¿Hablas? – Susurro la mujer. Su plan se habia desvanecido en el aire, en menos de un segundo.
- Hablas – Aseguro el hombre, notando como todo su control se perdia, junto con las palabras de ese niñato, que no le traía mas que desgracias. Molesto, comenzó a apretar los hombros del niño con algo de fuerza – Lo único bueno que tenias, era tu maldita mudes, pero ahora hablas – Gruño.
- Me lastimas – Murmuro el niño, alertando a Kaghome que se paro, y camino hacia ellos, tomando las manos de Sao, para intentar separarlos.
- Sueltalo – Amenazo, tirando sus brazos, pero le era imposible separarlo de su hermano, que solo cerraba sus ojos, dejando caer unas lagrimas, debido al agarre tan fuerte - ¡Que lo dejes, maldita sea!
- Ahora, culpa tuya, no podre cobrar el bono por discapacidad del gobierno – Acerco su rostro al del niño, mirándolo con ira, asustándolo aun mas. Queria irse de allí. Queria estar entre los brazos de su madre, y que le cantara como solo ella sabia hacerlo – Eres una maldita basura que no sirve para nada.
- Dejame – Rogo el niño, desesperando aun mas a su hermana – Me duele – Miro a la azabache, con sus ojos llenos de lagrimas, buscando ayuda. Eso solo logro que ella se angustie aun mas.
- ¡Padre! – Grito la azabache, al no ser capaz de soltarlo.
- ¡Eres una maldita basura! – Gruño el peli negro, sacudiéndolo con brusquedad.
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