22. De vuelta a casa
De vuelta a casa
Mi hogar, a donde mi pensamientos están escapando
Mi hogar, a donde mi música se está reproduciendo
Mi hogar, donde mi amor se encuentra esperando.
Simon y Garfunkel,
Homerward bound.
El corazón es una flecha. Demanda que el objetivo sea sincero.
Leigh Bardugo,
Seis de cuervos.
El amor y la poesía son como una ventana que permiten en totalidad ver desnudo a alguien. Esa desnudes no era en la que las cuervas y la anatomía quedan expuestas, más bien era la desnudes de la intimidad que solo se puede compartir con otro o con uno mismo. Eran los secretos, los padecimientos, los miedos y las tragedias. Y también eran las risas, los sueños y las aspiraciones.
La desnudes de la intimidad la formaban ese lado bueno y malo que solo se logra ver cuando lo permitimos.
Magnus había tenido miedo desde hace mucho tiempo por mostrarle a Alec la ventana por la que mirar la desnudes de su intimidad; y eso lo hizo pensar en cuantas habían sido las veces en las que no podía entregar su corazón por miedo a ser lastimado. Empezó a pensar en el miedo que tenía entregar su corazón alguien que jamás lo devolvería.
No había pensado en Alec por mucho tiempo. Bueno, no exactamente.
En realidad no había pensado en Alec como quisiera desde hace tiempo. Deseó que estuviese en sus facultades humanas que ayer fuese ahora y dos años en un camino de besos sin distancia o tiempo.
Dos años.
Dos años serían suficiente para que Alec lo olvide?
El tiempo es cruel y caprichoso; mucho más con el amor. Se roba los recuerdos desiertos y los transforma en fantasmas de la memoria, y desaparecen.
Trabajó durante mucho tiempo para comenzar una nueva vida, algo de lo que llevó más de lo que pensó.
Contrató gente para que cuidaran a Alec desde la distancia. Sabe que tiene una librería y que adoptó a dos pequeños. No tiene idea como llegaron a la vida de su ojiazul, pero le enternece que una familia lo esté esperando. Que más lo estará esperando?
Magnus Bane no había pensado en Alec desde hace mucho. Hasta que encontró una carta en su escritorio.
El papel tenía mucho polvo y Magnus se preguntó desde cuando ha estado en su oficina.
Con curiosidad abrió la carta. No sabía cuanto cambiaría en su vida.
Después de leerla la abrazó. La carta de era de Alec y había sido escrita la tarde que todo había cambiado. La fecha en la que obtuvo su venganza y la fecha en la que perdió demasiado.
Cuando pensaba en el asesino de su padre, ahora muerto y enterrado, no sentía nada. La venganza no entrega, solo te muestra que el mundo sigue siendo el mismo.
El mundo había dejado de ser el mismo cuando Alec entró a la cafetería y lo miró con sus ojos azules.
No sabía cuanto estuvo abrazando la carta.
Hasta que llegó Ragnor.
-Que haces idiota?- preguntó Ragnor.
Había risa en sus labios, pero murió cuando vio a Magnus.
-Estas listo?
-No lo sé.
-Nadie sabe cuando uno está listo, solo tienes averiguarlo.
-Se que terminé con el negocio hace semanas, pero ya pasaron dos años.
-Tu mismo dijiste que ya terminaste. Te deshiciste del alcohol, los hombres, los registros de todo lo que tiene que ver con tu apellido y el negocio. Eres libre pero aún estás atado a una roca con un buitre asechando.
-Alec tiene dos hijos, Ragnor. Es dueño de una librería y va a publicar otro libro. Como se que estoy en sus planes?
-Por qué te ama, estúpido.
-Yo...
Ragnor bufo. De su bolsillo sacó un boleto de tren y se lo dio a Magnus.
-Cat y yo lo planeamos. Empaca rápido, dentro de tres horas sale el tren.
-Ragnor...
-En tres, Magnus! No pierdas el tiempo parado y empaca!
***
Alce sonrió cuando el último cliente salió de la tienda. Estaba cansado por el largo día en la tienda.
Sonrió cuando vio una esquina de la habitación. Allí duermen sus dos pequeños.
Estaban rodeados de almohadas, libros de cuentos para niños y dibujos.
Alec recordó la tarde del año pasado en la que había estado en Boston para visitar a una amiga. Su camino se cruzó con el de un niño pequeño que le robó la billetera. Decidió perseguirlo hasta que lo hayo con un bebé en un callejón. Supo lo que tenía que hacer desde el primer momento en que los vio.
Aún seguía esperando a Magnus. No importaba cuanto tiempo había pasado, seguiría esperando.
Con un suspiro tomó un libro y fue a sentarse con sus hijos. Besó cada mejilla.
Sabía que había estado varias horas leyendo. De vez en cuando su mente viajaba hacia a Magnus. Cuando volverían a verse?
Entonces escuchó algo: el ruido de la puerta abrirse.
-Está cerrado- contestó Alec, sin despegar la vista de su lectura.
-Que lástima- dijo una voz- esperaba hablar con el dueño.
Alec vio a quien hablaba. Reconocía la voz.
-Eres tu- susurró- Magnus.
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