2. Salchichas de Nueva York
Magnus se quedaba viendo la ventana mientras se preguntaba cuanto faltaría para que sean las seis. Nuevamente, volvió a ver las manejillas del reloj que colgaba en una pared de la cafetería, a la vista de clientes y empleados.
Suspiró, dos horas para que sean las seis.
Aunque trabajase, tenía su propio negocio. De vez en cuando, lo daba más como un secreto. Aunque estaba lejos de serlo, los hay de muchas formas.
Si lo era, entonces para quién? Para la ley quizás (lo menos probable si lo pensaba mejor) o tal vez para Alexander (el chico se alejaría su lo supiera). Pensándolo mejor, su secreto no era un secreto. Aunque tuviese muchos.
Ese negocio (no un secreto como fue decretado recientemente) no abriría hoy. Quería estar al cien por cien para Alec y por lo tanto, también de noche.
-Magnus- escuchó que lo llamaban.
-Que pasa?
-Te veo muy distraído hoy, excepto por el reloj que acapara toda tu atención.
-Lo siento, Helen. Sólo quiero que acabe mi turno lo más rápido posible y ese reloj lento no ayuda.
-Jaja, espera.
Helen caminaba alrededor de Magnus, analizando y tomando notas mentales sobre alguna peculiaridad en él. Al final, la chica se detuvo en su rostro.
-Ya lo descubrí, tienes una cita.
-Como?...
-A mí no me engañas, Bane. Además, te vi hablar animada mente con un chico ayer.
-Me atrapaste, cariño.
Durante su descanso de diez minutos, se pusieron a charlar sobre el ángel de ojos azules que había dejado el cielo sólo para tomar un café. En más, en un día de invierno.
A diez minutos de las seis, Helen ayudó a Magnus a prepararse para su cita. Le dio consejos y lo ayudó con su maquillaje.
El moreno vio a Alec acercarse, desde la ventana.
-Ve por él- le animó su amiga- Hazme sentir orgullosa!
***
Por cada paso que daba a la cafetería, el fantasma del beso de Magnus seguía persiguiéndolo en sus recuerdos. Inevitablemente, la cara se le enrojecía y el corazón se le aceleraba. No podía entender los límites que Magnus había causado en sus emociones.
Su mente susurraba Magnus Magnus Magnus Magnus Magnus.
Como si antes hubiese pronunciado ese nombre, pero cómo un hombre enamorado lo hace con quien es dueño de su corazón.
Que le estaba ocurriendo?
Antes de llegar a la cafetería, se preguntó que estarían haciendo ellos ahora. Habrá valido la pena dejar las tardes que Max pasaba hablándole de sus historias, las divertidas discusiones con Jace o los berrinches de su hermana, sólo por querer cumplir sus sueños? Pero ellos estaban orgullosos porque lo hiciera y desde la distancia, le mandaban sus mejores deseos porque le fuera bien.
Alec agradecía cada día al universo por darle a sus hermanos.
Llegó a la cafetería donde Magnus lo esperaba en la puerta.
-Alec!- dijo el moreno, acercándose a él.
-Hola- saludó con una sonrisa.
Magnus besó su mejilla y Alec sintió que se tenía de rojo. Su cita sonrió pícaramente.
-Me gustas de rojo- le dijo.
-Y donde planeas llevarme?
-Evadiendo la conversación?
-No...y..yo...yo...
-Oh, tranquilo bebé. Sólo bromeaba contigo.
Alec sintió que su cuerpo se liberó de un gran peso. Con Magnus, sería más fácil hablar de lo que había pensado. En más, siendo una persona con una tremenda timidez.
Se preguntó que escondía los ambarinos ojos de Magnus y lo que debía pasar por su cabeza en ese momento.
Mientras se lo preguntaba, Magnus dejó su mayor preocupación atrás. Un asunto que cruzaba la mayor parte de sus pensamientos. Pero que desapareció en cuanto vio a Alec llegar a la cafetería.
Ahora, las preocupaciones fueron remplazadas por una erótica imagen de Alec desnudo excepto por su ropa interior ajustada.
***
La primera parada había sido un puesto ambulante de salchichas. Alec levantó la ceja en dirección a Magnus.
-Hola, Larry- saludó Magnus al hombre de las salchichas.
-Hola, señor Bane- el hombre miró a Alec- Nueva conquista?
-No, Larry, por ahora no. El es Alec, se mudó a la ciudad recientemente y quería mostrársela.
El hombre sacó dos panes y dos salchichas, se las sirvió a los chicos.
-No puedes estar en Nueva York y no haber probado una de estas- dijo Magnus mientras caminaban y devoraba la comida.
-He comido estás antes- admitió Alec- Pero no veo que tengan de especial.
-Alexander, son salchichas de Nueva York. No puedes evitar probarlas.
-Entonces, quiero probar tu salchicha.
-Mi salchicha? Por qué quieres probar mi salchicha?
-Dices que saben ricas, dejame probar la tuya.
-Alexander, apenas nos conocemos...
Alec tenía una cara de confusión y Magnus entendió que no hablaba de la salchicha que estaba pensando. Menos mal que la inocencia de Alec logró salvarlo.
El de ojos azules le dio una probada a su comida.
-Tienes razón- dijo Alec- Las salchichas de aquí, son ricas.
***
Magnus no logró mostrarle mucho a Alec, después de todo, se trata de una ciudad demasiado enorme.
Llegada la noche, ambos se dirigían al departamento de Alec.
-Y que te parece la ciudad?
-Bonita, pero tardaré en acostumbrarme.
-Y ya desempacaste?
-No me hables de eso. Aún tengo la casa llena de cajas.
-Entonces dejame ayudarte.
Ambos llegaron al departamento.
-Soy muy bueno decorando- dijo Magnus.
Alec seguía sin decidir, pero Magnus le lanzó una mirada encantadora y que logró vencerlo.
-Supongo que me gustaría.
-Excelente.
Y antes de que se diera cuenta, ambos estaban subiendo juntos al departamento. Magnus no escapó la oportunidad para tomar la mano de Alec y este la apretó al sentir lo bien que encajaban juntas. Parecía que se estaban buscando por mucho tiempo.
Gracias por leer💜😳
Espero que les haya gustado.
Nos leemos luego, besos✌
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