19. No es la muerte, sino su hermano el sueño
Dormir, nadar y soñar para siempre.
Argelnon Charles Swinburne,
El sueño de un nadador.
-Me estabas buscando- dijo.
Lo miré.
-En tu sueño. Me estabas buscando.
-Siempre te estoy buscando- susurré.
Benjamín Alire Saens,
Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo.
-Te estás desangrando- dijo Magnus.
Alec lo ignoró y se acurrucó más al cuerpo de Magnus.
-No es cierto.
Alec abrió los ojos. Magnus estaba acostado junto a él, en la hierba. Descansaban debajo de la sombra de un árbol y había un lago cerca de ellos. Podía jurar que lo conocía.
-Ves que tenga sangre?
Magnus se quedó callado por un momento.
-Te estás desangrando y no quiero perderte.
-Pero estoy aquí, contigo.
Alec acarició el rostro de Magnus y este se inclinó al ser agradable el tacto.
-Estas muriendo, Alec, y no quiero perderte.
-Magnus, yo...
Y entonces llegó el dolor y gritó. Puso su mano en su estómago y allí estaba la sangre.
-Te queda poco tiempo- dijo una voz.
Alec se dio vuelta y vio a una mujer. A su mente vino una duda la conoceré de algún lado? Pero no tardaba en desvanecerse.
-Alexander- dijo la mujer- Tenemos que irnos.
-Pero Magnus.
-Recuerda tu promesa, Alexander- dijo Magnus.
Alec lo vio a los ojos, parecían más tristes que una tarde de invierno sin café o un libro a medio terminar.
El moreno le tomó la mano y la besó.
-Pronto volverás a verme.
-Rápido, Alec, no tenemos mucho tiempo- dijo la mujer.
Alec caminó hacia la mujer sin mirar a atrás. Con cada paso que daba el pasto y el lago desaparecieron. Ahora habían calles de una ciudad en silencio.
Las calles parecían confundirse y enredarse, como si se tratara de un laberinto.
-Espero que esto no te incomode- dijo la mujer.
-Que está pasando?
-Lo que está pasando es que estás muriendo- dijo la extraña.
Esas palabras fueron un detonador para Alec. Imágenes llegaron en una explosión a su cerebro: el tiroteo, la sangre y Magnus.
Quedate conmigo...
Quedate conmigo...
Quedate conmigo...
-Estoy muerto?- dijo Alec.
-Céfiro dijo que te estás desangrando- continuó la mujer.
-Céfiro? No puede ser...
-Creías que tu amante estaría aquí, contigo? En el limbo? No, muchacho, Magnus está muy lejos de nosotros en este momento. Los dioses somos engañosos.
-Y quién se supone que eres tu?
-No lo creerías si te lo dijera.
-Pruebalo.
La mujer lo miró suspiró ante las agallas del muchacho. Los mortales son tan divertidos, pensó, y tan problemáticos.
-Tanatos, dios de la muerte pacífica- dijo.
-No pareces...
-Acaso prefieres mi verdadera forma? Es menos agradable que esta, pero no espanto tanto como mi hermana. Para hablar contigo decidí tomar la apariencia de una mujer que conociste en otra vida. Puede que el nombre de Marie no te sea familiar.
Salieron de los pasillos de ladrillos y un escenario de casas de extendía ante ellos. Era una ciudad que le parecía muy familiar a Alec.
-París es muy hermosa- dijo Tanatos.
Y de la nada las calles se llenaron de personas. El ambiente se invadió de gritos y el aroma a sangre.
Había furia que hacían a todos una misma masa de odio. Alec sentía que se abogaba.
Sin querer corrió hacia el centro de la calle. Un carruaje se acercó rápidamente y tapó la cara con sus manos para protegerse....
Y no sintió nada. Hasta que un agarre firme lo salvó del impacto.
Ahora estaba en otro callejón con...Magnus.
No. No Magnus.
-Céfiro?- dijo Alec.
-Eres un idiota.
-Yo no...
-Entonces solo tienes la cara de uno- Céfiro gruñó.
No estaban en precisamente en las calles de París y aún así Alec no las sentía extrañas.
-Bienvenido a Roma- dijo el dios- Regresemos al lago, si?
-Por qué estás aquí?
-Porque es mi trabajo. Ahora mismo estás muriendo y aquí es donde debes estar hasta que sobrevivas o no.
Céfiro empezó a caminar y Alec decidió seguirlo. Con el tiempo (no mucho) llegaron al lago. Tanatos estaba acostada debajo del árbol.
-Puedo hacerte una pregunta?- dijo Alec.
-Ya lo hiciste.
-Otra: que hice para molestarte?
-Nada. Pero me molesta que estés aquí cuando deberías estar con tu otra mitad.
-Magnus.
-Si.
-Tranquilo, Céfiro- dijo Tanatos- El no estará mucho tiempo con nosotros. El muchacho hizo una promesa.
Céfiro asintió y Alec recordó.
-Prometo no irme.
Eso había pasado hacía tanto tiempo. Estaba en un tren y Magnus había despertado de una pesadilla. Le había prometido no abandonarlo y no había sido algo que dijera por nada.
La vida de Magnus no era fácil. Era un caos, una tormenta y amaba eso. Había aprendido aceptar el caos y la tormenta con sonrisas amables.
El dolor empezaba a desvanecerse, aunque sintiese que aún estaba allí como una sensación punzante. La sangre se había detenido.
-Va a despertar- dijo Céfiro.
Tanatos asintió e hizo aparecer algo de la nada: una copa. La diosa la llenó con el agua del lago. Se acercó y se lo ofreció a Alec.
Alec empezó a escuchar una voz. La voz de Magnus.
Alec, no te vayas. Quedate conmigo.
Tanatos le dio a Alec la copa.
-Bebe- ordenó ella- No lo repetiré dos veces.
Alec asintió y todo empezó a desaparecer de forma lenta.
Pero había algo que no desaparecía: la voz de Magnus.
Alec, mi amor, quedate conmigo.
Y como si se tratara de un faro, Alec se dejó llevar por la voz que lo llevaba hacia su hogar. De regreso a los brazos de Magnus.
Gracias por leer💞
Espero que les haya gustado.
Si tienen alguna duda, pueden preguntar.
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